RAÚL ISMAN
Y LA MAGIA DE LA PALABRA
Por José Luis Ayala
Cuando una tarde de setiembre de
1835, Louis Jacques Daguerre en París, imprimió por primera vez la imagen de
una hermosa mujer desnuda, es decir el primer impreso provocativo en fotografía
en blanco y negro, todo cambió debido a que ese hecho facilitó el desarrollo de
las fotos impresas en diarios, revistas y especialmente postales. El material
que usó Daguerre fue una placa de plata o llamado cobre plateado. Así nació la
palabra daguerrotipo, sinónimo de un sistema de placas para ilustrar textos
eróticos, para darle mayor atracción a las historias relacionadas con temas
amorosos y sensuales. Las placas había que trabajarlas de día, es decir con la
luz solar, pero al haberse superado las dificultades con ayuda de la química,
el daguerrotismo sirvió para graficar, para ilustrar los textos eróticos con
fotos de sensuales mujeres desnudas.
En un principio aceptaron ser
retratadas solo las prostitutas más bellas de los lenocinios de París, las
fotografías circulaban en reuniones de la burguesía adinerada para distraer y
excitar a jóvenes sin mayor experiencia sensorial. Las fotos eran caras,
circulaban de manera clandestina, pero fue ganando un gran mercado, como
siempre lo prohibido tuvo y tiene mayor circulación. La reacción de la Iglesia
Católica fue dura y condenó a las mujeres que se hacían retratar, a los
fotógrafos y a quienes empezaron a establecer un nuevo mercado sexual. Así, el
sistema de fotografías de mujeres desnudas tuvo una gran demanda, y sucedió que
la policía allanó en Londres en 1874, el taller fotográfico de Henry Hayler y
se llevó más de 130,000 fotos, además 5,000 transparencias, calificando esta
actividad como “obscena y contra la moral pública”.
Después de superar una serie de
dificultades, la fotografía de mujeres desnudas sirvió para estudios en el
campo de la antropología, sociología, medicina y naturalmente para lo que
equivocadamente se llamaba: clasificación de razas humanas en superiores e
inferiores. Pero el daguerrismo estableció una frágil, delgada como invisible
frontera entre la fotografía, la poesía y la prosa erótica, entre lo sensual y
lo pornográfico. Un ejemplo clásico para hablar de este tema viene a ser los
sensuales como eróticos Diarios de Anaís Nin, amante de Gonzalo More y marido
de Helba Huara. Anaís era multiorgásmica, rica, sensualísima, exigente,
aguantadora, resistente e insaciable. La descripción que le dedica al hecho de
hacer el amor con su padre en el libro titulado “Incesto”, es francamente
inolvidable.
Precisamente a esta clase de
literatura sensual, de escritura difícil como riesgosa pertenece un escritor
como Raúl Isman. No es fácil escribir como lo hace un escritor con tanto
talento como él, con un depurado lenguaje que permite al lector imaginar,
sentir y al mismo tiempo gozar con los sentidos. ¡Cuánto habrá trabajado sus
cuentos y textos mayores! ¡Cuántas veces habrá corregido sus narraciones para
no caer en escritos sin los adecuados recursos semánticos! No cabe duda que
Raúl Isman sabía que en cada palabra se jugaba la vida, que la crítica no le
perdonaría sino no cuidaba el lenguaje. Ahora sí, entramos al fondo del tema;
el lenguaje, el cautivante lenguaje poético, el estilo sensual, el magnífico
uso de la lengua española, la narración impregnada de limpidez, transparencia,
elegancia, precisión, fascinación, pulcritud, destreza, emoción y riesgo. Y qué
difícil debe ser además escribir como un equilibrista que camina en una cuerda
tendida sobre un abismo, cuyo fondo está poblado de expresiones vulgares,
carentes de metáforas capaces de transmitir poesía que se respira cuando se lee
una prosa cautivante como la de Raúl Isman.
Pero el lector se pregunta: ¿para
quién escribe? ¿No puede acaso narrar otros temas referidos a la sociedad en la
que vive? ¿No le llama la atención Buenos Aires convertido ahora en un crisol
de culturas? La respuesta es, cada escritor por lo general responde a sus
propias necesidades humanas de comunicación, a la urgencia de expresarse de una
distinta manera a los otros escritores. Se trata de un narrador urbano, de un
trabajador de la palabra cautivante, de un creador zahorí que bucea en las
profundidades del ser humano del siglo XXI, que expresa la manera de amar y
tratar de ser feliz en un mundo caótico, ajeno y cada cien años, más
deshumanizado.
Cada una de las narraciones de su
libro: Cuentos eróticos para leer en la cama, responde a la
necesidad de auscultar lo que somos más allá de los hechos y las palabras. Se
trata de un conjunto de cuentos que sirve para reconocernos en un espejo
invisible, para mirar hacia el interior de nosotros mismos y saber cómo somos.
La idea es retratar lo que a veces no reconocemos, tratar de saber cómo somos,
hasta dónde son los otros en relación con uno mismo y con todos y las otras.
Así entonces, bien podríamos decir que Raúl Isman, escribe para indagar en sus
cuentos acerca de la humana condición. Lo hace para decirnos que todos tenemos
la misma capacidad de soñar, de imaginar, viajar hacia una sensualidad infinita
con una prosa llena de poesía, con una fecunda imaginación erótica, fina,
constante y a la vez irrepetible.
Sin embargo, hay pocos escritores en
este género. Raúl Isman no solo es una excepción sin duda calificada, sino que
además se nota un esfuerzo por describir adecuadamente el funcionamiento de los
sentidos, el efecto de las caricias sensitivas, de las manos que hablan y son
capaces de transmitir amor y ternura.
Raúl Isman, como buen narrador
experimentado, por la magia de la palabra hace hablar a los ojos, respirar al
tacto, acariciar a la lengua, besar mediante la piel y abrazar con una sola
mirada. Es decir, hacer que el lector al final del texto tenga un orgasmo
imaginario, disimulado, sabroso, rico, oportuno o se quede con las ganas de ir
a buscar a una mujer imaginada.
Cuando un escritor como Raúl Isman,
tiene esa capacidad de hacer ver a través de las palabras, de lograr que el
lector goce sensualmente, que pueda tocar a través de la lectura el cuerpo de
una mujer que respira a su lado, sentir y palpar lo que el lector lee, es
porque pertenece a la categoría de un mago de la escritura y la palabra llena
de sensualidad poética. Es que no solo se trata de un conocedor de la sicología
humana, de un docente universitario que sin duda ha leído a Alfred Freud, Carl
Gustav Yung, al médico y siquiatra Jacques Lacán, sino que además, escribe con
todo el cuerpo, con la limpidez y gozo sensual que tiene todo ser humano
inteligente. Para él no hay fronteras entre la imaginación y la realidad, por
lo que bien podríamos decir: He aquí un narrador que ha borrado las lindes
entre el deseo y el sueño, entre la imaginación y el ícaro verbal, entre la
fantasía y la realidad.
Winston Orrillo al suscribir el
prólogo dice bien al afirmar que: “Uno de las aspectos es, igualmente, el uso
del lenguaje: ni muy arriba ni muy abajo: es decir, ni el habla de la élite, ni
el del lumpen: y por eso Isman presenta sus narraciones en lo que podríamos
llamar un sermo urbanus, un lenguaje de la ciudad, que mantiene el interés y
nos hace, por ello, sentirnos en nuestro elemento”. El libro contiene
narraciones como: Andrea y la rata erótica. Graciela y el sexo: Realidad y
fantasía, La Walkiria guaraní y Erotismo marino (al anochecer). Una vez más
subrayemos, el uso del lenguaje, pero lenguaje mágico, lleno de sensualidad
fina que hace posible que los cuentos, tengan además de vida e independencia
propia, un desarrollo sensual autónomo, excitante hasta los límites de un
orgasmo imaginario en nombre de Graciela o juntamente con ella, (una mujer
personaje del cuento) a quien nos parece haberla conocido en la vida real.
Escribir esta clase de cuentos
eróticos es de lo más difícil porque es posible caer en la pornografía a través
de la jerga, la replana o la jerigonza. Es decir, recurrir a lenguajes que
pertenecen a minorías culturalmente marginales. Lo que no quiere decir tampoco que
sea malo, de lo que se trata es hacerlo como escribe Raúl Isman, para lo que se
necesita un marcado ejercicio literario y sobre todo talento literario. En
otras palabras, la literatura erótica debe tener la capacidad de transmitir una
experiencia a través de textos llenos de poesía táctil, de metáforas directas y
maravillosas como la mirada de una mujer cuando se le besa y acaricia antes de
hacer el amor bajo la luna llena. Si no tiene esa condición, no alcanza a ser
una sinfonía de ternura, un himno de alabanza a una mujer desnuda a orillas del
mar, a un sueño en el que se acaricia con la mirada a una mujer tantas veces
deseada.
Y eso es lo que logra hacer con sus
cuentos Raúl Ismal, “despierta el alma dormida”, como hace siglos dijera el
poeta clásico. Nos recuerda que la gran literatura está hecha de temas
cotidianos, de dramas humanos que tienen que ver con la experiencia humana más
íntima, con los sentidos que producen placer y a veces o casi siempre también
frustraciones personales. Nadie tiene la mujer ideal que quisiera, tampoco una
mujer el compañero soñado que esperó toda la vida. Todos andamos descontentos,
desilusionados con lo que tenemos o nos ha tocado. Nadie es feliz en este mundo
con lo que ha conseguido o son muy pocos y pocas las mujeres que alcanzan un
sueño dorado. Es allí donde esta clase de literatura llena un vacío, viene a
responder a ese llamado que se hace desde el subconsciente, ha eso ha venido
desde Buenos Raúl Isman y nosotros le decimos que con sus cuentos nos hace
soñar despiertos.
Quien lea a Raúl Isman no olvidará
jamás su prosa, no solo porque se trata de un escritor pulcro y con un oficio
depurado, sino porque es un gran ciudadano de la Patria Grande, un querido
escritor nacido en Buenos Aires en 1954, un admirado hermano de los escritores
del Perú esencial. Su adhesión al Perú es la misma que la de Manuel Belgrano,
que el Congreso de Tucumán de 1816, en la Asamblea de las Provincias Unidas del
Río de La Plata, propusiera que Juan Bautista Túpac Amaru Monjarrás, cuarenta años
preso de Ceuta, hermano menor de José Gabriel Túpac Amaru II, fuera rey de
América y gobernante del Perú con su capital el Cusco.
Por eso esta noche, no solo es la
presentación de su libro, viene a ser el homenaje fraterno que se merece, es un
reconocimiento que le expresamos los escritores peruanos, a su labor de
difusión y adhesión a las luchas sociales de quienes tenemos fe en el futuro.
Algún día, serán eliminados los profundos abismos sociales, la miseria de
siglos, la soledad sin límites y el dolor humano en el Perú, Argentina y en
América mágica, trágica, cósmica, eterna.
Lima, diciembre 2014
Palabras leídas por José Luis Ayala
en la presentación del libro Cuentos Eróticos del 11 de
diciembre de 2014 en la Casa de la literatura peruana.
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Cortesía de
Rosina Valcárcel
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