7-11-2014
El Buen Vivir no es desarrollo, ni el desarrollo
es sostenible
Ante
la inminente catástrofe existencial a la que nos llevó el
sistema-mundo-occidental-capitalista, en los últimos años, activistas
reflexivos, y algunos de la academia progresista, “descubrieron” los modelos de
convivencia milenaria de los pueblos originarios y los plantearon como
desarrollo alternativo.
Debemos
entender que el desarrollo (desenvolver) como modelo de vida basado en la
producción-consumo-confort, no tiene más de tres siglos de antigüedad. En el
siglo XIX, el pensamiento eurocéntrico lo denominó progreso. En el siglo XX,
después de la II Guerra Mundial, el entonces Presidente Truman de los EEUU,
proclamó a su pueblo como país desarrollado, y al resto, nos catalogaron como
“subdesarrollados”. Desde entonces, parte de la humanidad se obsesionó por la
dinámica suicida de producción/explotación-consumo-confort, para ser
desarrollados.
En menos de tres siglos el desarrollo no sólo convirtió a
sus agentes en consumopáticos y energívoros, sino que activó una crisis
ecológica planetaria sin precedentes. Fue, entonces, que en la década de los 70
del pasado XX se acuñó el término de desarrollo sostenible para “preservar” los
derechos y el bienestar de las siguientes generaciones. Desarrollo sostenible
quiere decir: sigamos devorando al planeta herido, pero preservando algunas
migajas para los nuevos y futuros consumopáticos.
Ya
vamos casi como medio siglo intentando el promisorio desarrollo sostenible,
pero pueblos enteros y ecosistemas completos continúan siendo sacrificados para
sostener el desarrollo de unos pocos insensibles. Y la Madre Tierra ya perdió
su capacidad autoregenerativa y autoregulativa hidroclimática.
El
desarrollo siempre tiende hacia la acumulación infinita, y los bienes de la
Tierra son evidentemente finitos. ¿Cómo la humanidad se puede desarrollar
infinitamente si los bienes de la Tierra son finitos? El concepto de desarrollo
sostenible se equipara a un lobo feroz pero con los colmillos limados. Al final
siempre es predador. Entonces, ¿cómo salimos de este entuerto hegeliano del
desenvolvimiento infinito? La respuesta es el silencio.
En
este contexto de silencio desesperante, se intenta teorizar sobre las vivencias
milenarias del sumaq kausay. Vivencias vapuleadas y estigmatizadas,
como causas atávicas de la miseria y atraso, hace tan sólo unas décadas atrás,
por los mismos académicos ilustrados que, ahora, intentan construir nuevos
discursos sobre desarrollo sostenible con lo abominable.
Nuestros abuelos y padres nos hablaron de que los humanos no
somos ninguna finalidad, ni centro de la realidad existente. Todos los seres
materiales y espirituales tenemos dignidad, derechos y obligaciones. Ellos nos inculcaron
que los humanos somos una chakana (puente) para reestablecer
el equilibrio en la comunidad cósmica. Nuestra misión es cuidar y posibilitar el
equilibrio en todo y con todo cuanto coexiste en la comunidad cósmica, incluida
la especie humana.
Somos
jardineros, guardianes de todo cuanto coexiste en la Madre Tierra. No
explotamos, nos servimos. No acumulamos, compartimos. No somos sedentarios,
somos nómadas. Nuestra felicidad no está en el poseer cosas, sino en contemplar
y cuidarlas. A eso denominamos sumaq kausay, suma qamaña, ñandereko (buen
convivir, en quechua, aymara y guaraní, respectivamente)
Entonces,
el
Buen Vivir es completamente diferente al concepto del desarrollo sostenible.
Erróneamente algunos analistas asumen el Buen Vivir como una fase más del
proceso de desarrollo. El desarrollo es antropocéntrico, el Buen Vivir es
cosmocéntrico. Para el sistema del desarrollo, sólo los humanos gozan de
derechos. Para el Buen vivir, nuestra Pachamama (Madre Tierra), los
ríos, los árboles, los animales, las piedras, los espíritus protectores, los
humanos, etc., todos tenemos derechos y obligaciones. Para que el
desarrollo sea sostenible se requiere de individuos adiestrados compitiendo y
sacrificándose muchos por pocos, para posibilitar el sumaq kausay se
requiere de la convivencia equilibrada y cooperante en la comunidad cósmica. El
desarrollo es un rodillo aplanador y uniformador que aniquila la diversidad
biocultural, el sumaq kausay existe en la medida en que
florecen los diferentes tipos y formas de vida.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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