«ANTE NUESTRA MIRADA»
De cómo Vladimir Putin invirtió la estrategia de la Otan
Por Thierry Meyssan
Ante
la guerra económica que le impone la otan, Rusia reacciona como lo haría
ante una guerra clásica. Primero, se dejó alcanzar por las sanciones
unilaterales, siendo esa la mejor manera de llevar el adversario hacia
el terreno que ella misma había escogido. Al mismo tiempo, concluyó
con china una serie de acuerdos que garantizan su futuro. y después hizo
lo mismo con Turquía, para desorganizar la otan. Como ya sucedió en el
pasado, durante sus enfrentamientos con Francia y Alemania, la derrota inicial
de Rusia podría garantizarle la victoria final.
RED
VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 8 DE DICIEMBRE DE 2014
En
2007, durante la cumbre anual sobre la seguridad organizada en Munich por la
Fundación Bertelsmann y la OTAN, el presidente Vladimir Putin había
subrayado que el interés de los europeos del oeste no era únicamente aliarse
con la otra ribera del Atlántico sino también, y sobre todo, con Rusia.
Desde aquel momento, Putin se ha esforzado constantemente por establecer
relaciones económicas con Europa occidental, como la construcción del
gasoductoNorth Stream, bajo la dirección del ex canciller
alemán Gerhard Schroder. Por su parte, Estados Unidos ha hecho todo lo
posible por impedir ese acercamiento, incluyendo la organización del golpe de
Estado de Kiev y el sabotaje del gasoducto South Stream.
Según
la prensa atlantista, Rusia se ha visto gravemente afectada por las «sanciones»
unilaterales –que en realidad son actos de guerra económica–
impuestas en ocasión de la incorporación de Crimea a la Federación Rusa y
de la destrucción del Boeing 777 de Malaysia
Airlines, así como por la caída de los precios del petróleo.
El rublo ha perdido un 40% de su valor, las inversiones inútiles
realizadas en el gasoducto South Stream representan una
pérdida de 4 500 millones de dólares y el embargo contra los productos
alimentarios ha costado 8 700 millones de dólares. Según asegura
la prensa atlantista, Rusia está hoy arruinada y políticamente aislada.
De
lo que no habla la prensa atlantista es de las consecuencias de esta
guerra económica para los países de la Unión Europea. Además de que la
prohibición de las exportaciones de alimentos puede echar abajo sectores
enteros de la agricultura europea, la cancelación de South Stream tendrá
consecuencias muy graves para el porvenir de la Unión Europea al hacer más
caros los precios de la energía.
La caída del rublo en relación con el dólar.
Fuente: Boursorama
Las
«sanciones» unilaterales parecen haber tenido como consecuencia
imprevista la actual caída de los precios del petróleo. Esto, en efecto,
comenzó a verse el 20 de junio. Pero no fue hasta finales de julio, con
las primeras «sanciones» económicas, que los precios se apartaron de las
fluctuaciones habituales. Dado el hecho que los precios del petróleo
no tienen nada que ver con la ley de la oferta y la demanda sino, como
sucede en todos los mercados especulativos, con el volumen de los
capitales que especulan sobre ese mercado, el desplazamiento de los
capitales rusos que se produjo con el anuncio de las sanciones aceleró el
movimiento. En un primer momento, se atribuyó la caída del precio del petróleo
a un esfuerzo de Arabia Saudita por acentuar el costo de
las inversiones estadounidenses en el gas de esquistos y los petróleos
no convencionales. Pero, durante la reunión de la OPEP, resultó que
los sauditas probablemente nada tienen que ver con eso. En todo caso,
no parece nada creíble que Arabia Saudita se dedique a estar
especulando en contra de su amo estadounidense.
La caída de los precios del petróleo.
Fuente: Boursorama
Lo
que sí puede decirse actualmente es que Rusia sorprendió a Washington
al tirar inesperadamente al suelo el tablero diplomático: Vladimir
Putin viajó a Turquía –país miembro de la OTAN– justo después de la visita
del vicepresidente estadounidense Joe Biden y concluyó con Ankara varios
gigantescos acuerdos económicos. Y esos acuerdos no sólo le sirven a
Rusia para evadir las sanciones unilaterales de la alianza atlántica sino
que además desorganizan profundamente ese bloque militar.
La
Turquía actual es un Estado a punto de convertirse en una terrible
dictadura. A pesar de su conocida tolerancia hacia ese país miembro de la
OTAN, el Departamento de Estado estadounidense reconoce que el gobierno turco
abusó de su poder para detener las investigaciones anticorrupción
iniciadas contra los miembros del gobierno y sus familias; impuso sanciones a
los policías y magistrados que dirigieron esas investigaciones; que las
minorías no tienen ningún derecho en Turquía, con excepción de las
3 minorías designadas en el Tratado de Lausana de 1923;
la administración mantiene en la cárcel a cientos de presos políticos
(principalmente oficiales superiores que habían establecido relaciones con el
ejército de la República Popular China, responsables políticos de la oposición,
periodistas y abogados); además, se han generalizado la tortura y las
detenciones arbitrarias y se registran gran número de asesinatos
extrajudiciales.
El
presidente turco Erdogan se han construido el palacio más grande del mundo, en
una reserva natural y a pesar de que la justica turca le había
prohibido hacerlo. El lujoso edificio ha costado 615 millones de
dólares a los contribuyentes turcos.
El
rumbo criminal que ha tomado la administración Erdogan se ha convertido en un
tema gravemente preocupante en el seno de la OTAN, sobre todo en la medida
en que Turquía está convirtiéndose además en un aliado recalcitrante.
Por ejemplo, Ankara sigue ayudando a los yihadistas que luchan contra el pueblo
kurdo –a pesar de que la gran mayoría de los kurdos son sunnitas–
en vez de unirse activamente a la coalición estadounidense contra el
Emirato Islámico. Es precisamente por eso que el vicepresidente
estadounidense Joe Biden viajó a Ankara el 22 de noviembre, todo indica
que para amenazar al presidente Erdogan y hacerle entender que tiene que
respetar el orden estadounidense.
Pero,
el 1º de diciembre, Vladimir Putin también viajó a Ankara.
Estableciendo
una clara separación entre los temas económicos y las cuestiones políticas,
Putin presentó una oferta muy bien preparada: una alianza económica
sin precedente entre Rusia y Turquía. Consciente de que esa inesperada
oferta constituye su única salida ante las amenazas de Washington,
el presidente Erdogan firmó todos los documentos que le presentaron
los rusos. Aceptó la ampliación del gasoducto submarino que ya conecta su país
con Rusia a través del Mar Negro; decidió comprar a buen precio el
gas ruso e incluso varias centrales nucleares civiles para alimentar su industria;
venderá a Rusia sus productos agrícolas, a pesar del embargo decretado
contra ese país por los demás miembros de la alianza atlántica; etc.
Para
la OTAN, el problema turco está convirtiéndose en una verdadera pesadilla.
Vladimir
Putin seguramente no ha cambiado de opinión sobre Recep Tayyip Erdogan. Este
personaje no pasa de ser un delincuente que se metió en la Hermandad
Musulmana, que fue aupado después al poder con ayuda de la CIA y que hoy
se comporta como un verdadero mafioso. Pero el presidente ruso está
acostumbrado a tratar con oligarcas y con jefes de Estado del Asia Central
que no son mucho mejores. Él mismo logró llegar al Kremlin
infiltrándose entre los amigos de Boris Yeltsin y Boris Berezovski.
Por
su parte, Recep Tayyip Erdogan sabe que si hoy está en el poder es gracias a la
OTAN, que ahora está pidiéndole cuentas. Erdogan está por lo tanto dispuesto a
hacer lo que suele llamarse en ballet «le grand écart»: ser
simultáneamente aliado de Washington en política y aliado de Moscú en el plano
económico. Sabe que ningún país ha logrado salir de la OTAN pero
piensa que puede mantenerse en el poder recurriendo a ese doble juego.
Veamos
ahora la estrategia de Vladimir Putin.
El
poderío de Estados Unidos reside a la vez en su moneda, el dólar, cuyo uso
impone al resto del mundo gracias al control que ejerce sobre el mercado del
petróleo, y en su ejército.
La
OTAN acaba de iniciar una guerra económica contra Rusia. Por necesidades de la
propaganda, la OTAN esconde sus ataques bajo el término «sanciones».
Pero, antes de imponer sanciones habría que pasar por un proceso previo de
acusación, enjuiciamiento y veredicto. No ha sido así en el caso de Rusia.
Las «sanciones» más importantes contra ese país incluso fueron
adoptadas después de la destrucción –en Ucrania– de un avión civil que
probablemente fue derribado por las nuevas autoridades de Kiev.
En
respuesta a esas «sanciones», Vladimir Putin comenzó por reorientar el
futuro de su país de Europa occidental hacia el Extremo Oriente
firmando los contratos más importantes de la historia con sus socios chinos. Y
ahora utiliza a Turquía contra la OTAN para evadir las «sanciones»
comerciales occidentales. Tanto con China como con Turquía, Rusia vende su
energía en monedas locales o recurriendo al trueque, nunca en dólares.
Los
expertos rusos han calculado que Washington intervendría si el precio del
barril de petróleo llegara a mantenerse más de 6 meses en menos de
60 dólares. Hace 2 meses, la gobernadora del Banco Central
de Rusia, Elvira S. Nabiullina, declaraba ante la Duma que la institución
que ella dirige dispone de reservas suficientes para enfrentar ese escenario.
Por
consiguiente, si bien Rusia parece por el momento gravemente afectada por la
agresión económica de la OTAN, también es cierto que la situación podría
invertirse dentro de 6 meses. Para mantener su predominio sobre el
resto del mundo, Washington se vería entonces obligado a intervenir
para elevar los precios del petróleo.
El
problema es que, mientras tanto, esta guerra habrá afectado seriamente a la
Unión Europea y la OTAN, mientras que Rusia simplemente habrá redirigido su
economía hacia su aliado chino.
En
definitiva, Rusia actúa ante esta situación como siempre lo ha hecho. En
el pasado, ante las invasiones de Napoleón y Hitler, Rusia practicaba la «estrategia
de la tierra quemada». Antes de la inminente llegada de las tropas
enemigas, Rusia destruía sus propias riquezas y seguía retrocediendo
hacia el Extremo Oriente. Y después se volvía con nuevas fuerzas contra
los invasores, ya extenuados por un avance demasiado prolongado.
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