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RACIONALIZACIÓN
DE PREJUICIOS: LAS TEORÍAS RACISTAS EN EL DEBATE ESCLAVISTA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX
Marta Casas Castañé
Hace más de un siglo la ciencia (...) redescubrió y, se dice, demostró que unos hombres eran distintos a otros, que esta diferencia se basaba en razones morfológicas y conllevaba una jerarquización y un derecho de opresión de los seres humanos. J. L. Peset (1983,p. 9)
Los prejuicios y su racionalización.
El estudio de la naturaleza de los
prejuicios y cómo estos influyen en las actitudes, ha sido un tema largamente
tratado desde la perspectiva de la psicología social. Esta disciplina, confluencia
del estudio de los comportamientos individuales y sociales, ha hecho un gran
esfuerzo, en primer lugar, por definir qué es el prejuicio(1) y,
a partir de esta primera definición, desarrollar el concepto de prejuicio
social o prejuicio étnico, referido a aquellos prejuicios,
habitualmente negativos, que se dirigen contra un grupo social o étnico
determinado(2).
Según los psicólogos sociales, el
hombre tiene una propensión al prejuicio en la medida que tiende a formar
generalizaciones o categorías(3) que le permitan simplificar su mundo de
experiencias(4). Estas categorizaciones, basadas en
estereotipos(5), se convierten en prejuicios siempre
que no sean reversibles bajo la acción de conocimientos nuevos.
La psicología social
considera que el prejuicio actúa como una forma de pensamiento autístico, es decir, un proceso inconsciente y
subjetivo, por contraposición al pensamiento
dirigido propio del razonamiento, y que necesita de una racionalización para validarse. Algunos psicólogos sociales han planteado la
cuestión de si los prejuicios que gozan de una aceptación social generalizada
pueden considerarse o no prejuicios. A esta disyuntiva, Allport, uno de los psicólogos
sociales que ha tratado más ampliamente el tema, responde con contundencia: un
prejuicio no es una valoración negativa de una desviación social, sino que es
un hecho psicológico objetivo que
puede o no ser condenado socialmente.
La historia del pensamiento y la
ciencia nos muestra varios ejemplos de intentos de racionalización de algunos
prejuicios que han sustentado y mantenido situaciones de discriminación y
explotación de determinados grupos sociales o culturales a lo largo de varios
siglos. Un rápido repaso a las teorías racistas de la primera mitad del siglo
XIX nos sirve como ejemplo para ilustrar cómo la ciencia intenta (y consigue)
racionalizar estos prejuicios dominantes.
Para mi exposición, me baso en las
obras de Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Una
historia de las teorías de la cultura (1987) y de José Luis
Peset, Ciencia y marginación. Sobre negros, locos y criminales (1983).
De la Ilustración al siglo XIX: el
monogenismo.
Ya durante la Ilustración se
intentó explicar por qué las diferentes ramas de la humanidad habían avanzado
de distinta manera hacia la razón. Pero aunque existieron durante esta época
teorías racistas(6), fueron muy minoritarias hasta el
siglo XIX y tuvieron mucho más peso las teorías de tipo cultural. La
creencia generalizada durante el siglo XVIII era un monogenismo basado en el libro
del Génesis, que
establecía a Adán y Eva como antepasados comunes a todos los hombres, y en
un ecologismo que
explicaba las variaciones humanas; las razas, por tanto, eran producto de las
influencias del entorno. Esta teoría, además, estaba matizada con la
doctrina de la perfectibilidad, según la cual la humanidad podía
ser conducida a través de ilimitados estadios de progreso hasta la perfecta
felicidad terrenal. La teoría superó la Revolución Francesa, pero con
dificultades: parecía poco probable que todos los hombres pudieran participar
por igual del progreso que una rama de la humanidad estaba logrando.
A partir de esta primera teoría, a lo
largo del siglo XIX las teorías racistas adquieren una importancia fundamental
en el debate teórico sobre las culturas humanas. Marvin Harris interpreta este
hecho como un intento de la ciencia (antropología, física, química, biología)
para racionalizar determinados prejuicios que mantienen y difunden la sociedad
capitalista. Los prejuicios raciales estaban ampliamente difundidos durante el
siglo XIX y eran aceptados socialmente como realidades objetivas. El auténtico
debate del siglo no es, por tanto, sobre la veracidad de estos prejuicios, ya
que prácticamente todos los científicos aceptan la desigualdad entre las razas
humanas y la relación jerárquica entre ellas. La discusión real será sobre el
origen de las razas, entre monogenistas y poligenistas, y, a otro nivel, sobre
la legitimidad moral del sistema esclavista.
Los autores más representativos de las
teorías monogenistas a principios del siglo XIX son Johann Blumenbach y Georges Louis Leclerc, conde de Buffon.
Estos autores, basándose en la narración del Génesis (la
fuente básica utilizada durante el siglo XVIII y parte del XIX para establecer
los orígenes del hombre), sostenían que Adán y Eva habían sido blancos a imagen
de Dios y que las diferentes pigmentaciones más oscuras de la piel se debían a
un curso degenerativo producido por factores ambientales que incluso podía
llegar a invertirse(7). Esta teoría, por tanto, racionalizaba
el prejuicio que atribuía a las razas no blancas, y especialmente la negra,
valores de inferioridad física, moral e intelectual, con esta supuesta degeneración de
la especie humana.
Más adelante, aparecen nuevas teorías
monogenistas de la mano de James Cowles
Prichard, antropólogo inglés que sostenía que Adán había sido negro y, bajo
la influencia de la civilización, el hombre había ido gradualmente convirtiéndose
en blanco. El argumento, por tanto, simplemente cambia de sentido pero mantiene
la misma dirección. La historia del hombre representaría una línea evolutiva y
la raza blanca se encontraría en el estadio superior.
Ambas teorías pueden considerarse
racistas en el sentido que ponen el énfasis en la cuestión de las razas, pero
no han llegado aún al determinismo racial, que explicaría la
diferente situación de los distintos grupos humanos por las diferencias
biológicas atribuibles a las diferentes razas, como veremos más adelante, sino
que establecen que las razas son fruto de una evolución y consideran la
perspectiva ecológica. Incluso, en las filas monogenistas, no faltan los autores
que ya en el siglo XVIII sostienen la igualdad racial, como John Hunter o Johann Herder, anticipándose a los argumentos contra el etnocentrismo
de la primera mitad del siglo XX(8).
Determinismo racial y poligenismo
Contribuyó al abandono del principio de
la perfectibilidad del siglo XVIII la atención cada vez mayor que empezó a
prestarse a la antropometría(9), especialmente a las mediciones cefálicas o craneometría, mediante la cual,
los antropólogos pretendían estudiar los componentes innatos de la conducta. En
1825, John Gall fundó la frenología(10), según la cual la mente humana constaba de una
serie de facultades diferentes, cuya fuerza o debilidad podía detectarse
midiendo las correspondientes regiones del cráneo. La ciencia aportaba con ello, a
principios del siglo XIX, un argumento biologista para las teorías racistas,
que culminó con el establecimiento del índice cefálico por Anders Retzius el 1840, que se podía obtener con considerable
precisión y que se convirtió en el elemento clave de la antropometría durante
el resto del siglo prácticamente hasta que Franz Boas demostró, en 1912, la
importancia de los factores ambientales en la forma del cráneo(11). Aunque Gall no aplicó la frenología a los grupos
raciales, sus seguidores sí la utilizaron para este fin. Uno de ellos, George
Combe, fue quien animó a Samuel Morton
a empezar su colección de cráneos(12). Tambien William
Lawrence y W. F. Edwards
utilizaron la frenología para demostrar las diferencias raciales.
Pronto aparecieron
con fuerza las doctrinas poligenistas que rechazaban la autenticidad del relato
del Génesis y
consideraban que las diferencias raciales eran fruto de creaciones separadas.
Dichas teorías aparecen ya en el siglo XVIII, derivadas de ciertas exégesis
heréticas de la Biblia del siglo XVII.
Algunas de ellas defendían, por ejemplo, que Adán había sido el progenitor sólo
de los judíos(13) y que otros pueblos descendían de
antepasados preadamitas. Algunos filósofos de la Ilustración (Voltaire y Hume entre otros) fueron poligenistas en la medida que la crítica
de la Biblia formaba parte del ataque racionalista a la religión revelada, y
utilizaron argumentos del determinismo racial. Voltaire, por ejemplo, mantenía
que el grado de civilización menor de los negros era resultado directo de su
inteligencia inferior.
En la segunda mitad
del siglo XIX, la discusión sobre la cuestión del esclavismo será el motor del
desarrollo de las teorías racistas. Tanto esclavistas como abolicionistas
basarán sus teorías en posiciones racistas. El desarrollo del determinismo racial en Gran
Bretaña estuvo muy relacionado con esta disputa, existiendo dos facciones,
encabezadas por James Prichard y Robert Knox, seguidores ambos de William
Charles Wells(14) y que tuvieron una clara
influencia en la obra de Darwin.
Tambien en Alemania y en Francia se desarrollaron estas teorías con las obras
de autores destacados como Gustav Klemm(15),
Theodor Waitz(16) y J. A. de Gobineau(17).
Incluso Hegel y Comte incluyeron factores raciales en sus análisis de la
historia del mundo.
Pero a pesar del peso de las teorías racistas
de la antropología, durante el siglo XIX existió una corriente de igualitarismo racial, representada por John
Stuart Mill, y también los reformadores y revolucionarios socialistas y
comunistas representaron la oposición al racismo decimonónico.
Esclavistas versus abolicionistas.
Hacia mediados del siglo XIX, como he
comentado, existe una importante implicación de las teorías poligenistas en la
cuestión de la esclavitud. La discusión científica pone su énfasis en la
supuesta inferioridad del negro. En palabras de Peset: "¿Cuándo empieza la ciencia
occidental a condenar al negro? ¿Cuándo decide su inferioridad biológica y
antropológica? Creo que se puede afirmar sin dificultad que es a mediados del
siglo XIX"(18).
Este mismo autor(19) reflexiona sobre el papel que empieza a
desempeñar el negro en la literatura y en el teatro durante la primera mitad
del siglo XIX: se representa muchas veces como figura cómica, a veces amable,
pero siempre servil y pobre. En la década de 1830, esta figura adquiere una
gran importancia en las representaciones teatrales, tanto en Estados Unidos
como en Gran Bretaña. Y junto a esta visión, la de las novelas románticas de
viajes y aventuras en las que aparecen los peligrosos salvajes africanos. El
papel del negro en la literatura, por tanto, ya evidencia la existencia de
determinados prejuicios hacía él.
Puesto que los poligenistas aceptaban
generalmente el determinismo racial, algunos de los más fanáticos defensores de
la esclavitud fueron poligenistas, como Edward
Long, que atribuía a los negros cualidades negativas y cuya obra fue
reimpresa en Estados Unidos y utilizada como fuente de los argumentos racistas
en favor de la esclavitud; según él eran "brutales, ignorantes, holgazanes,
taimados, traidores, sanguinarios, ladrones, desconfiados y
supersticiosos"(20). La obra de Long influyó en el médico de
Manchester Charles White, que
intentó demostrar con pruebas anatómicas la existencia de cuatro especies
separadas de perfección decreciente en el siguiente orden: europeos, asiáticos,
americanos y africanos. Aunque personalmente se oponía a la esclavitud,
consideraba a los negros en una posición más cercana a la de los monos que a la
de los caucásicos; afirmaba que "tenían el cerebro más pequeño, los órganos sexuales
más grandes, olían a mono y eran insensibles al dolor"(21).
Pese al uso de teorías poligenistas por
parte de los esclavistas, no se puede establecer una relación directa entre
esclavistas y poligenismo de un lado, y abolicionistas y monogenismo del otro,
sino que las distintas posiciones ante la esclavitud se fundamentan
indistintamente en argumentos poligenistas o monogenistas.
En Estados Unidos, Samuel George Morton creó la Escuela Americana de
Antropología(22), a principios del siglo XIX,
defendiendo las tesis poligenistas. Morton era médico y profesor de anatomía, y
basó sus conclusiones en el estudio de su colección de cráneos humanos.
Sostenía que cada raza tenía una filogenia(23) separada y específica que se remontaba a
varios miles de años, intentando evadir, en un primer momento, la cuestión del
origen unitario del hombre para evitar un conflicto con los dogmas teológicos,
dando a entender la posibilidad de una intervención divina posterior a Adán.
Pero a partir de mediados del siglo XIX, sostiene ya una teoría completa sobre
la poligénesis divina, y deja bien sentada la imposibilidad de mejora
de las razas inferiores, negando el transformismo aceptado por autores
anteriores.
Morton tuvo seguidores como el
naturalista Harvard Louis Agassiz, George R. Gliddon y Josiah Clark Nott. Este último fue
el primer científico en expresar públicamente la convicción de que en la
creación Dios había hecho varias especies humanas diferentes y, por tanto, que
había varias creaciones, perfectamente adaptadas al medio. Gliddon
y Nott publicaron en 1854 Types
of Mankind, obra en que sostenían que "las razas humanas eran
especies distintas creadas separadamente y dotadas cada una de ellas de una
naturaleza física y moral constante
y sin desviaciones, que sólo podía modificarse por hibridación"(24). Agassiz, en principio es partidario de la
existencia de varias razas, pero con el tiempo llegará a considerar especies
distintas, muy diferentes entre sí y muy adaptadas al medio y a la fauna donde
viven. Otro autor poligenista que recogió la obra de Nott pero se distanció de
la Escuela Americana, es William
Frederick van Amringe, que sostiene la diversidad de especies humanas, consiguiendo
una conciliación con el relato bíblico a través de la idea de que la especie
semítica se separa de las demás.
Respecto a la cuestión de la
esclavitud, la Escuela Americana tuvo distintas posiciones. Por un lado Morton
y Agassiz, a pesar de sostener el determinismo racial y la inferioridad de la
raza negra, negaron cualquier interés por mantener una actitud esclavista, al
contrario de Nott y Gliddon, que afirman
que para una especie inferior la esclavitud es la forma de vida más humana.
Entre los partidarios de la esclavitud, encontramos también autores
monogenistas como John Bachmann, uno de los más importantes adversarios de las
teorías desarrolladas por la Escuela Americana. Bachmann utilizaba una
argumentación bíblica para defender la superioridad de la raza caucásica: a
pesar del origen común del hombre en el Génesis, existía una
división posterior, a partir de los hijos de Noé(25): los descendientes de Sem eran los antecedentes de
la raza caucásica; los mongoles eran descendientes de Jafet (muchos de ellos
continuaban viviendo en tiendas como la Biblia había predicho); y Cam era el
antepasado de los negros, raza de siervos. La esclavitud tiene su justificación moral,
según Bachmann en la protección y mejora de la raza negra por parte de la raza
blanca, argumento ampliamente retomado por los esclavistas.
La cuestión de la esclavitud no se
vivió del mismo modo en Europa, aunque la crisis que produjo la guerra civil [norte]
americana tuvo sus repercusiones. Con anterioridad a la guerra, Gran Bretaña
contaba con una tradición abolicionista iniciada ya entre los años 1830 y 1840,
representada por la Aborigines Protection Society. Según Peset, la
crisis [norte] americana provocó un cambio en la posición británica, al
peligrar sus intereses: "la prensa y la política inglesa fueron
antiabolicionistas por esos años, pues temían el triunfo del Norte, industrial,
abolicionista y proteccionista, un peligroso competidor. Sus fábricas peligraban,
pues el algodón escasearía si su filantrópico librecambismo y el trabajo negro
desaparecían de América"(26).
Así, en Gran Bretaña habían aparecido
dos facciones: una relacionada con la Sociedad Antropológica de Londres, que,
continuando la tradición de Prichard, sostenía la doctrina de la
perfectibilidad y era antiesclavista (pero
no antirracista), y otro grupo, que seguía a Robert Knox y negaba la
doctrina de la perfectibilidad, era poligenista y partidario del Sur y de la
esclavitud. Sólo las síntesis de Spencer y Darwin lograron resolver la disputa
al final de la década de 1860 y celebrar formalmente la unidad conseguida
fundando la Real Sociedad Antropológica de Gran Bretaña e Irlanda, que mantenía
la posición racista. Por tanto, la antropología se identifica claramente, en
su nacimiento, con el determinismo racial. Entre los abolicionistas,
había también monogenistas como Sir William Lawrence, que a pesar de aceptar la
innata inferioridad de los no caucásicos y compartir la teoría degeneracionista de Blumenbach, criticaba sin reservas la
esclavitud y consideraba el deber moral de las razas superiores en la defensa
de las inferiores, basándose en el sentido de la caridad cristiana.
Vemos aquí, por tanto, algunos ejemplos
claros aunque aparentemente contrapuestos de racionalización de una práctica,
el esclavismo, basada en determinados prejuicios raciales. Paradójicamente, los
abolicionistas no podían apoyarse en una justificación científica puesto que no
se desarrolló en los Estados Unidos, hasta medio siglo más tarde ninguna
escuela antropológica que defendiera la igualdad de los hombres; los únicos
argumentos utilizados por los abolicionistas eran argumentos morales
procedentes del Nuevo Testamento.
Según Harris, todas estas teorías no
serían más que un intento de racionalización(27) del imperio, y sostiene que, finalmente, las
teorías evolucionistas liberan al hombre blanco "de su conciencia de
culpabilidad por su incapacidad para sobrellevar como debía el peso de la
caridad cristiana"(28). El debate científico, por tanto, estaba al
servicio de unos intereses muy concretos. En palabras del mismo Harris:
"El racismo
resultaba útil también como justificación de las jerarquías de clases y de
castas; como explicación de los privilegios, tanto nacionales como de clase,
era espléndido. Ayudaba a mantener la esclavitud y la servidumbre, allanaba el
camino para el despojo de África y para la atroz matanza de indios americanos y
endurecía los nervios de los capitanes de industria cuando bajaban los
salarios, alargaban la jornada de trabajo y empleaban a más mujeres y más
niños."(29)
José Luis Peset, en su aproximación al
tema, también nos habla de las teorías racistas en términos similares. Según
este autor la guerra civil norteamericana y la cuestión de la esclavitud son
los ejes reales del debate decimonónico. Así, la ciencia occidental empieza a
condenar al negro a mediados del siglo XIX con una clara intencionalidad
política.
Las teorías evolucionistas: Darwin y
Spencer
En pleno debate entre monogenistas y
poligenistas es cuando Darwin publica su Origin of species (1859).
Según Marvin Harris existen unas tendencias ideológicas subyacentes que
condicionan el desarrollo de lo que él considera la síntesis darwinista:
la insatisfacción de los científicos con la versión bíblica de la creación, la
presión cada vez mayor para que se volviera a la doctrina del progreso humano y
la intensificación de la arrogancia racista, de la cual era un ejemplo la biologización de la teoría sociocultural,
tendencias que considera presentes ya en la obra de James Cowles Prichard. La
teoría darwinista había conseguido finalmente conciliar, según Thomas Huxley, todo lo bueno de las
teorías monogenistas y poligenistas. Finalmente, llegó a aceptarse que todos
los grupos humanos contemporáneos pertenecían a la misma especie, pero continuó
existiendo hasta el siglo XX el debate con la línea que enlaza a los poligenistas
anteriores a Darwin con James Hunt y algunos autores del siglo XX (Ernest
Hooton y Carlton Coon), insistiendo en una filogenia separada e intentando
mantener una genealogía específica de los caucasoides.
Por tanto, las teorías evolutivas de
Darwin y Spencer marcan un giro importante en el debate científico a partir de
la segunda mitad del siglo XIX, que coincide también con un cambio en las
motivaciones sociales. Por un lado, según Harris, el racismo continua siendo
útil no sólo para el mantenimiento de la esclavitud, sino también para las
luchas de clases y las guerras nacionales, pero aparece una ideología paralela,
específica del empresariado industrial: la doctrina del laissez-faire,
que, en un contexto capitalista, justifica la competencia, el trabajo
asalariado, los beneficios y la acumulación de capital. Spencer y Darwin
habrían sido capaces de conectar la guerra, la raciación y la competencia en el
mercado encontrando un componente común: la lucha por la vida operando
en todas las esferas de la vida, en una única ley de la evolución,
"para completar así la biologización de la historia sin abandonar el sueño
de la Ilustración del progreso universal".
Conclusiones
En la primera mitad del siglo XIX, el
sistema esclavista choca frontalmente con el desarrollo imparable del
capitalismo. Ambas posturas deben legitimarse y se sustentan en prejuicios
sobre la supuesta desigualdad de las razas y, en especial, en la supuesta
inferioridad de la raza negra. Aceptar la condición inferior de los negros
permite legitimar su explotación sin entrar en contradicción con los principios
morales cristianos dominantes. Por tanto, es necesaria la
racionalización de estos prejuicios mediante la ciencia; es necesario revestir
el debate moral de cientifismo. Porque el debate que originó las teorías del
determinismo racial no fue una simple discusión científica sino que existió también
un profundo debate moral. Así, la ciencia se usa como instrumento para
legitimar las posiciones de esclavistas y abolicionistas, esto es, para la mera
racionalización de actitudes prejuiciosas que han sido decisivas en la historia
del mundo occidental y que suponen un lastre muy importante en nuestras
concepciones culturales.
Evidentemente, este no es el primero ni
el único caso de este uso de la ciencia. Tenemos múltiples ejemplos de este
tipo de racionalizaciones ya desde el siglo XVI con el descubrimiento del Nuevo
Mundo. Y a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la aparición de las
teorías evolucionistas de Darwin y Spencer no acaban, ni mucho menos, con esta
cuestión. De hecho, las teorías racistas han tenido una triste continuidad
hasta nuestros días, como es de todos conocido.
Notas
1. Allport (1962)
acepta la definición del New English Dictionary, según la cual el
prejuicio es "un sentimiento, favorable o desfavorable, con respecto a una
persona o cosa, anterior a una experiencia real o no basado en ella".
2.
Allport (1962) lo define como "una actitud hostil o prevenida hacia una
persona que pertenece a un grupo, simplemente porque pertenece a ese grupo,
suponiéndose por lo tanto que posee las cualidades objetables atribuídas al
grupo". Jones (1972, citado por Brown, 1996) utiliza la siguiente
definición del prejuicio social: "el juicio negativo previo de los
miembros de una raza o religión o los ocupantes de algún otro rol social
significativo, con indiferencia de los hechos que lo contradicen". La
definición de Brown (1996) es la siguiente: "la posesión de actitudes
sociales o creencias cognitivas despectivas, la expresión de afectos negativos,
o el despliegue de comportamientos hostiles o discriminatorios hacia miembros
de un grupo a causa de su pertenencia a ese grupo".
3.
Según la psicología social, las categorías son cualquier unidad de organización
subyacente en las operaciones cognitivas, que nos permiten identificar
rápidamente un objeto por sus rasgos comunes.
4.
Según Allport (1962), la vida tan corta y la exigencia de adaptación tan grande
nos lleva a la necesidad de ordenar y clasificar los objetos del mundo en
categorías amplias para guiar nuestros ajustes diarios, puesto que no podemos
detenernos en considerar todos los objetos uno a uno.
5.
Los estereotipos no son idénticos a las categorías, sino más bien las ideas
fijas que las acompañan; son imágenes inherentes a una categoría, invocadas por
el individuo para justificar el prejuicio y cuya función es justificar
(racionalizar) su conducta en relación a esa categoría.
6.
Con el rótulo de teorías racistas me refiero a todas aquellas que explican las
diferencias entre los diversos grupos humanos basándose en postulados que
utilizan el concepto de raza como base.
7.
"Tanto Blumenbach como Buffon pensaban que el curso degenerativo de la
aparición de las razas podía invertirse y que con un adecuado control del medio
todas las formas contemporáneas del hombre podían volver al original".
(Harris, 1987, p.73)
8.
Me refiero al desarrollo de la crítica al etnocentrismo por parte del
particularismo histórico de Boas.
9.
La antropometría es la rama de la antropología física que mide
las diferentes partes del cuerpo humano y determina sus proporciones, tomando
como referencia los puntos somáticos y craneométricos que permiten establecer
diversos índices
10.
La frenología se fundamenta en la doctrina de las
localizaciones cerebrales, según la cual las distintas funciones del cerebro
están localizadas en áreas determinadas y existe un paralelismo entre el grado
de desarrollo de estas áreas y la intensidad de las funciones asociadas. De
este modo, mediante un examen de la morfología externa de la caja craneal, se
podrían descubrir las tendencias innatas de los individuos.
11.
Franz Boas, estudiando grupos de inmigrantes en Estados Unidos en 1912,
demostró que los factores ambientales podían alterar la forma de la cabeza en
el curso de una sola generación. (citado por Harris, 1987)
12.
Samuel Morton, en su obra Crania Americana expone las pruebas
frenológicas de la superioridad caucásica. (citado por Harris, 1987).
13.
Es curioso el hecho de que en el debate de la primera mitad del siglo XIX,
normalmente no se encuentra la valoración negativa de la raza semítica
que existirá más adelante, sino que incluso se considera como el origen de la
raza blanca, llevándose la peor parte la raza negra.
14.
Encontramos en las del médico angloamericano William Charles Wells un
importante antecedente de la obra de Darwin. Wells establece la correlación
entre ciertos pigmentos y la resistencia a enfermedades específicas.
15.
Gustav Klemm dividió la humanidad en razas activas y razas
pasivas, que seguían un camino evolutivo pasando por estadios de
salvajismo, domesticidad y libertad. Situa el tronco germánico como la más alta
forma de las razas activas, y postula la necesidad que tienen las razas unas de
otras.
16.
Waitz critica las conclusiones más extremistas de la Escuela Americana,
pero en ningún momento duda de la existencia de razas superiores y razas
inferiores, aunque accepta una presunta igualdad psíquica original en todas las
razas, y que existían condicionantes naturales y sociales que explicaban las
diferencias del ritmo de evolución desde el estadio primitivo.
17.
J.A. de Gobineau considera su deber librar al mundo de la idea de que fuera
posible que una parte importante de la humanidad llegara a tener una vida mejor
y sostiene que la raza lo es todo, negando la influencia del medio
sociopolítico o geográfico. Según Harris, sus ideas sobreviven hasta el siglo
XX y reciben su expresión última en los genocidios del nazismo
23. Filogenia:
rama de la biología que estudia el proceso de la filogénesis o
proceso de desarrollo de los distintos grupos de organismos en el aspecto
específico y sus relaciones evolutivas.
25.
Bachman no fue el primer autor en considerar esta cuestión, sinó que
encontramos ya un primer antecedente en el siglo XVI, en la obra de Joannes
Boemus, El libro de las costumbres de todas las gentes del mundo y de
las Indias (1556, citado por Bestard y Contreras, 1987). Esta tesis se
fundamenta en la narración de el Génesis:
"Eran, pues, los
hijos de Noé, que salieron del arca, Sem, Cam y Jafet: este mismo Cam es el
padre de Canaán. Dichos tres son los hijos de Noé: y de éstos se propagó el
género humano sobre toda la Tierra y Noé, que era labrador, comenzó a labrar la
tierra y plantó una viña. Y bebiendo de su vino, quedó embriagado y desnudo en
medio de su tienda. Lo cual, como hubiese visto Cam, padre de Canaán, esto es,
la desnudez vergonzosa de su padre, salió fuera a contárselo a sus hermanos.
Pero Sem y Jafet, echándole una capa o manta sobre sus hombros, y caminando
hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre; tuvieron vueltos sus rostros, y
así no vieron las vergüenzas de su padre. Luego que despertó Noé de la
embriaguez, sabido lo que había hecho con él su hijo menor, dijo: Maldito sea
Canaán, esclavo será de los esclavos de sus hermanos. Y añadió: Bendito el
Señor Dios de Sem, sea Canaán esclavo suyo. Dilate Dios a Jafet, y habite en
las tiendas de Sem, y sea Canaán su esclavo" (Génesis, 9, 18-27).
La asociación de los
descendientes de Cam con la raza negra tambien es antigua. Bestard y Contreras
citan un fragmento de la obra de Vázquez de Espinosa, Compendio y
descripción de las Indias Occidentales (1629 [1969]), en el que se
refiere a esta cuestión:
"Los hijos de
Noé se repartieron por diversas partes del mundo []. Cam, hijo tercero, se fue
con los suyos a la parte de África [] y parece que la maldición que le echó su
padre Noé alcanzó en particular a todos sus descendientes de aquellas partes de
la Etiopía y Guinea, no sólo en ser esclavos los más, sino en el color moreno,
efecto de la maldición ejecutada; si ya no es que la constelación y clima de la
tierra haya ayudado."
27.
Marvin Harris utiliza exactamente el término racionalización (p.84),
remitiéndonos a los conceptos de la psicología social. Recuerdese que los
procesos de pensamiento autístico necesitan de una racionalización para
legitimarse.
Bibliografía
ALLPORT, Gordon W. La
naturaleza del prejuicio. Buenos Aires: Eudeba, 1968.
BESTARD, Joan y CONTRERAS, Jesús. Bárbaros,
paganos, salvajes y primitivos. Una introducción a la Antropología.
Barcelona: Barcanova, 1987.
BROWN, Rupert. Prejudice. Its social
psichology. Oxford: Blackwell Publishers, 1996.
HARRIS, Marvin. El desarrollo de la teoría antropológica. Una
historia de las teorías de la cultura.
Madrid: Siglo XXI, 1987.
METZGER, Wolfgang. Los
prejuicios. Barcelona: Ed. Herder, 1979.
PESET, José Luis. Ciencia y
marginación. Sobre negros, locos y criminales. Madrid: Ed. Crítica, 1983.
WANDER ZANDEN, J.W. Manual de
psicología social. Barcelona: Paidós Ibérica, 1994.
© Copyright: Marta Casas Castañé,
1999
© Copyright: Biblio 3W, 1999
© Copyright: Biblio 3W, 1999
http://www.ub.edu/geocrit/b3w-155.htm
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