Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Los sexenios de investigación o la corrupción de la inteligencia: Preguntas del Lazarillo de Tormes ante la indiferencia por la investigación en España.

"... imaginemos que Albert Einstein fuera profesor en la actualidad de una universidad española y se le hubiera ocurrido publicar su Teoría de la Relatividad en la universidad donde investiga y trabaja..."

Los sexenios de investigación o la corrupción de la inteligencia: Preguntas del Lazarillo de Tormes ante la indiferencia por la investigación en España
Iván González Cruz

Enviado por admin1 o Ven, 07/11/2014 - 19:30

¿A qué se debe su crítica a la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI)?

Los criterios que aparecen en las Bases de su Convocatoria bastan para que cualquier persona decente intelectualmente se percate de su tendencionismo y carencia de rigor científico. Cito textualmente “No se tomarán en consideración: los libros de texto; las obras de divulgación; las enciclopedias; los artículos de opinión, antologías o diccionarios comunes”. A ello se suma, entre otros deméritos según la CNEAI para tener el reconocimiento investigador, el que un profesor publique una investigación en su Universidad. Para que se tenga una idea gráfica de esta salvajada que nada tiene que ver con el conocimiento y la sabiduría, voy a mencionar algunas personalidades que por los criterios citados de la CNEAI no podrían ser admitidos como investigadores. Ni Bertrand Russell, connotado matemático y Premio Nobel que desarrolló gran parte de su labor investigadora en obras de divulgación; ni María Moliner, que hizo el Diccionario de uso del español, el mejor que yo conozca; ni el enciclopedista Denis Diderot, símbolo de la Ilustración… podrían llamarse investigadores según la CNEAI por sus criterios citados anteriormente. ¿Cómo respetar aquello que no se puede respetar a sí mismo?

La obra, la gran ausente

Tener una obra de investigación es ya causa suficiente para no ser evaluado positivamente. Téngase en cuenta que la CNEAI ni siquiera se lee las aportaciones de los candidatos, sean artículos, capítulos o libros. Juzgan sin saber. Esto no solo es un fraude, sino una auténtica corrupción en el sistema universitario español. Imaginemos un profesor que evalúe a un estudiante sin leerse su examen. Es inadmisible. Pues bien, este es el mensaje implícito que se da a la comunidad universitaria, a través de la CNEAI, justamente a sus profesores-investigadores responsables de formar a las nuevas generaciones: “miente, como hace el sistema que te evalúa a ti, profesor”. Frente a esta infamia, es preferible vivir en la soledad de la verdad, antes de estar rodeado de la compañía de la mentira.

Los Sexenios son hoy un negocio en España

Una prueba de cómo lo que pretendió incentivar la investigación ha derivado en un oscuro comercio de intereses creados es la existencia hasta de una Empresa que publicita abiertamente en Internet sus servicios para ayudar a la obtención de sexenios. Ud. ha de pagar para que le instruyan sobre cómo burlar a los burladores. Ya que de apariencias se trata, debe Ud. entrenarse en cumplir los requisitos de ese fatal nominalismo establecido por los burócratas académicos elegidos por la CNEAI: vale más parecer que ser. Es escandaloso contemplar cómo muchos profesores se humillan ante este estado de cosas en vez de denunciarla, y se prestan a formar parte de un mecanismo infame que los juzga, sí, pero nunca por ni para la excelencia investigadora. Quizás alguien pueda suponer que se trata de un asunto menor dentro del cúmulo de problemas que sufre España. Pero es un grave error subestimar esta podredumbre institucionalizada. Si no se potencia la investigación y se apoya sinceramente al investigador, se está condenando el progreso del conjunto de la sociedad.

¿Por qué denunció en el 2010 en una carta abierta al Ministro de Educación los criterios y procedimientos de evaluación de los sexenios y años más tarde se ha presentado nuevamente a ellos?

Muchos profesores en nuestro entorno universitario están perdiendo sus puestos de trabajo por no existir créditos docentes que puedan impartir. La forma directa y eficaz de contribuir a que no sean cesados es obtener los profesores de un departamento sexenios de investigación, porque esto conlleva una disminución de la carga docente que otros compañeros han de cubrir, lo que garantiza dentro del desesperado y desesperante panorama actual, poder mantener un empleo. En mi caso, esta fue la primera razón de peso que me hizo reconsiderar presentarme a un trámite administrativo en el que no creo. La segunda razón importante, es que confío en el mejoramiento humano. Estas circunstancias me hicieron volver a caer en esa perfecta trampa de la impunidad que es la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora.

¿Cuál fue su experiencia esta vez?

Presenté en la convocatoria de 2012 dos tramos, es decir, doce años de investigación. Me concedieron el primer sexenio, -este otorgamiento tiene sus antecedentes en la citada carta abierta al Ministro de Educación de España en el 2010- el segundo no. La explicación para que se me denegara el segundo sexenio es que las aportaciones eran “artículos derivados de congresos, su impacto no se considera suficientemente relevante”. Ninguna de estas obras procedía de congresos y no eran artículos, sino cuatro libros y un artículo. Los libros eran:  Lezama-Michavila: arte y humanismo [Edición crítica] -Instituto Valenciano de Arte Moderno, 2006, ISBN: 84-482-4402-8-; El libro perdido de Aristóteles. (Estudio de la Poética) -Universidad Politécnica de Valencia, 2009, ISBN: 978-84-8363-380-9-; Diccionario del actor [Sistema de Konstantin S. Stanislavski] en tres tomos, -Universidad Politécnica de Valencia, 2009-2010, ISBN: 978-84-8363-507-0-; Los secretos de la creación artística. La estructura órfica -Biblioteca Nueva-Siglo XXI editores, 2011, ISBN: 978-84-9940-255-0-; y el artículo Lezama y el cinematógrafo -Revista Letral, 2010, ISSN: 1989-3302, recogido después en el libro José Lezama Lima. La palabra extensiva (Editorial Verbum, 2011)-. Envié un recurso al Ministerio de Educación cuya respuesta me la hicieron llegar un año y medio después. Esta vez admitían que se trataba de libros, pero insistían en no conceder el reconocimiento investigador. La justificación en esta ocasión era que El libro perdido de Aristóteles “pese al interés que puedan tener los contenidos”, y el Diccionario del actor “pese a la valoración positiva al tratarse de una obra amplia y extensa” estaban publicados por mi Universidad. Respecto al “demérito” a priori de publicar en la propia Universidad, imaginemos que Albert Einstein fuera profesor en la actualidad de una universidad española y se le hubiera ocurrido publicar su Teoría de la Relatividad en la universidad donde investiga y trabaja -como hacen tantos otros investigadores dentro y fuera de España-, nos encontraríamos que una vez más habría que informarle al señor Einstein que lamentablemente para el Ministerio de Educación de España no es un investigador por haber publicado en su centro de investigación. Todo esto es tan impensable y perverso, y sin embargo, hay que ver cómo se ha ido afirmando esta mentalidad en el tiempo para tristeza de la cultura y gloria de la mediocridad. ¿No tiene autoridad científica y autonomía académica una Universidad para publicar sus investigaciones? ¿Acaso no existen en la universidad española directores de departamentos, especialistas y expertos para decidir qué se debe editar o no? Acerca del “impacto”, una última observación. En el ámbito de la ciencia puede tal vez hablarse de impacto pues el descubrimiento de una vacuna salva millones de vidas, por lo que su “impacto” es evidente. ¿Pero cuál es el impacto en las humanidades y en el arte? El único criterio a tenerse en cuenta es la obra en sí realizada, y su “impacto” pertenece al tiempo, siendo su valoración siempre una cuestión de perspectiva, donde influyen diversos factores que escapan a nuestro control, a no ser el de la calidad y seriedad de la obra misma. ¡Cuántos pensadores, escritores y artistas han sido revalorizados después de muertos, algunos incluso después de siglos! ¡Y cuántos que se tenían por “maestros” hoy están completamente olvidados! ¿Quiere esto decir que unos eran válidos y los otros no? No. Es, insistimos, una cuestión de perspectiva, donde además intervienen las aspiraciones o ideales de una época. ¿Quién puede determinar entonces en el arte y las humanidades lo que será un referente, un acontecimiento futuro? Esta es una pretensión ignorante, cuando no sectaria, más propia de una vocación dictatorial, totalitaria.

Se refería Ud. antes a la CNEAI como una “perfecta trampa de la impunidad”

Sí, porque la opacidad de los criterios que rigen la aprobación o no de un sexenio impide que si usted acude a un contencioso administrativo le den la razón, aun teniéndola, porque, cómo arbitrar en una materia tan subjetiva como establecer el grado de importancia de un libro teórico, una escultura o una partitura musical. Es cínico por tanto dar esa opción de justicia en las Bases de la Convocatoria. Saben que así nunca se podrá hacer justicia.

Qué hacer

Despertar. ¿Por qué cuando se conoce lo que hay que hacer bien, se hace mal? Las consecuencias de persistir en un error de esta categoría son inimaginables porque compromete la enseñanza y la investigación, que son la única esperanza objetiva de edificar para todos, con mayúscula, una nación.

¿Debe desaparecer la CNEAI?

Lo que debe desaparecer son los criterios anticulturales y los evaluadores retrógrados en la sociedad. Si se quiere afirmar la investigación lo que hay que dar son recursos a los investigadores y estímulos a su labor. La verdad estará siempre en la obra, más allá de los censores. La CNEAI, como está concebida, es una vergüenza, un insulto a la inteligencia y a la creación. Hay premios, como el suyo, cuyo Premio es no tenerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Vistas de página en total