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sábado, 29 de noviembre de 2014

Autonomía universitaria: lo que es y lo que no es

Autonomía universitaria: lo que es y lo que no es
Por Leonel Delgado Aburto

29 noviembre de 2014

En recientes columnas de opinión y reportajes periodísticos y de televisión, se ha abordado la cuestión de la autonomía universitaria.

Particularmente el semanario Confidencial y el programa de reportajes Esta semana analizan el tema, haciendo ver que tal autonomía es un derecho constitucional potencialmente amenazado o en peligro.

Un común denominador de esos acercamientos es la creencia implícita de que la autonomía universitaria está ligada a la pervivencia y poder cultural de los notables. En el caso de los reportajes aludidos, principalmente Carlos Tünnermann.

Esa creencia (que los notables son fuente de autonomía) puede ser la principal falacia con que se está abordando la cuestión de la autonomía. Si durante los últimos 50 años este tipo de notables han sido incapaces de mantener su propia independencia política (generalmente están al servicio de una u otra corriente política) ¿cómo es que encarnan automáticamente la autonomía?

El notabilismo es un tipo de autoritarismo que corresponde a una sociedad poco democrática en que de hecho la Universidad no resulta necesaria como espacio de debate ideológico y político, de expansión y democratización de los saberes y de movilidad social.

Recientemente, Andrés Pérez Baltodano afirma, en el semanario Confidencial, que la falta de autonomía de la Universidad nacional (la UNAN) se debe a que, a diferencia del somocismo, que era únicamente autoritario, el gobierno sandinista actual es totalitario, y un régimen totalitario no puede convivir con notables del estilo de Carlos Tünnermann et. al.

O sea que, punto a favor para el horroroso somocismo, es el florecimiento de lo que se puede considerar la versión floral del caudillo, que es ese notable heredero por clase como tribuno, dariísta amateur y escribidor autoritario (y totalitario) de lo nacional.

Gracias a la revolución se vio bien, sin embargo, la poca fe universitaria que tuvieron esos notables cuando llegó el turno de gobernar. Se acordaron poco de la autonomía, fueron al estado y al gobierno, de hecho abandonaron la universidad, para reafirmar su notabilismo, el que reclaman y reclamarán para siempre.

Al parecer les importó poco el espíritu de la autonomía que había impulsado Mariano Fiallos. El candidateo político, su función como "analistas" (en realidad ideólogos de la derecha divina) y su todología letrada son marcas evidentes de la "totalidad" nacional a la que pretenden servir.

Los notables solo requieren la Universidad y su autonomía en cuanto los reafirma, como eco narcisista, en sus labores heredadas.

No son víctimas sino entes activos de la ausencia de autonomía universitaria.

En el esquema ideológico de intelectuales como Tünnermann lo saberes residen en un grupo muy reducido de notables que hablan por el "pueblo", y generalmente son especialistas en Rubén Darío. Desde ese esquema, la distribución jerárquica de los saberes les parece natural. No se plantean que la autonomía universitaria implica de manera más radical democratización y no notabilismo.



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