Mitos sobre la represión de Stalin y su poder
Tomado de Diario de Octubre
04/10/2014 12:41
Numerosas han sido las ocasiones en
las que me he encontrado leyendo o escuchando cosas como “la represión
stalinista”, “la locura stalinista”, “el genocidio soviético”, “Stalin
asesino!!!!!11uno” o “Stalin el dictador rojo”.
Bien, podría decir que comentarios
así han hecho llorar a Lenin, y quedarme tan ancho. Pero me gustaría aclarar
esos mitos y dejar por fin esclarecida, al menos entre mis más allegados y
allegadas, la historia más reciente de la URSS en ese sentido.
Podemos (no, no me gusta Pablo
Iglesias) empezar hablando del sistema político de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Aunque en estos casos es mejor comenzar por la duda más trillada:
¿tenía el Partido Comunista de la Unión Soviética algún poder de facto en ese
sistema político? La respuesta es no. El Partido únicamente seguía siendo la
herramienta ideológica, de organización y concienciación de la población
soviética para solidificar el socialismo y prevenirse de ataques
propagandísticos y demás agresiones. De aquí, se llega también a la conclusión
de que el Partido no se podía presentar a las elecciones de las asambleas
(soviets). Es decir, quienes se presentaban eran personas de forma individual,
que el partido no podía proponer. Evidentemente, había más capas sociales en la
sociedad soviética, por lo que podían fundar sus organizaciones también.
En esta línea, existían varios tipos
de soviets: el sindical, el local, rural, comarcal, de ciudad, de distrito,
provincial, supremo,… etcétera. Cada uno escogido por sufragio universal y
elección directa y libre, y cada uno con su comité ejecutivo elegido
directamente por el soviet. De modo que de las competencias de cada Soviet se
desprendía un sistema erigido de abajo hacia arriba. Además, este modo de
funcionar daba la opción de que cada delegado era revocable por sus electores,
algo mucho más sencillo si se trataba de personas en forma individual y no de
partidos.
Por lo tanto, y es necesario volver
a hacernos la pregunta: ¿era posible, dada esta estructura, que el PCUS o su
secretario general tuviese algún poder de facto? De nuevo, la respuesta vuelve
a ser no.
Éste era y es uno de los sistemas
más democráticos que pueden haber, puesto que la mayoría trabajadora controlaba
todos los ámbitos de su vida. El empleo, la vivienda, los servicios, la
industria,…
En conclusión de este apartado, si
en los soviets había una mayoría de personas militantes del partido comunista
(normalmente el 60%), el partido podía seguir siendo la herramienta ideológica,
de organización y concienciación de la población soviética para solidificar el
socialismo y prevenirse de ataques propagandísticos y demás agresiones.
Ante esto y una vez aclarado que
superestructuralmente no era posible que el partido tuviese un poder de facto,
sino que debía ser elegido por la población, sólo nos queda acudir a la
historia y a los archivos secretos de la KGB (de modo que los argumentos tengan
veracidad) para comprobar si Stalin fue algún tipo de tirano rojo, aunque ya
haya quedado demostrado que esto no era posible. Simplemente para acabar con
toda duda posible.
Resulta que en dichos archivos se
cuenta la historia de que Stalin no fue presidente del Consejo de Ministros
(comité ejecutivo del Soviet Supremo) hasta el año 1941, sucediendo a Molotov.
Lo que nos lleva ya a romper con el primer mito de la “represión Stalinista”,
puesto que esta supuesta ola de gran terror marcho por las tierras soviéticas
desde el 1934 al 1938. ¿Qué pasó justo
en esa fecha? Que Yagoda, que no iba a ser Comisario de Asuntos Exteriores,
asesinó a Menzhinsky, y en su lugar pudo colocarse en tal puesto, asesinando
posteriormente a un hombre que llevaba la línea de Stalin: Serguei Kirov. Así
como también a Máximo Gorki. De estos crímenes se autoconfesó culpable en 1938.
En 1936, cuando fue detenido, en su lugar se colocó a Nikolai Ezhov. Cuyo
periodo en el puesto fue el único en el que la NKVD no tuvo que rendir cuentas
de sus actuaciones.
Posteriormente, Stalin usó su
secretaría personal para investigar estos casos, y ante las evidencias, Ezhov
tuvo que dimitir, siendo automáticamente encarcelado autoconfesándose culpable
de sus crímenes. Según cifras de los archivos de la KGB, desde 1930 hasta 1953 habrían
sido condenados a muerte 786.000 detenidos. De los cuales no se sabe cuántos
eran políticos y cuántos no. Además de ser periodo de guerras, de entreguerras
y de guerra fría.
Luego de eso, por consejo de Stalin,
en el lugar de Ezhov, el Soviet Supremo escogió a Lavrenti Beria. Y de ese
hecho se desprendió la liberación de millares de personas inocentes. De lo que
se cristaliza otra pregunta, ¿cómo iba a Stalin, suponiendo el hipotético poder
dictatorial que se le atribuye, a quedarse en minoría en el partido por
iniciativa personal? La respuesta se llama Nikita Jruschov, quien le sucedió
después de su muerte en la secretaría general del partido. El mismo que, junto
con Karl Radek, empezaron y extendieron el culto a la personalidad de Stalin.
No es casualidad que
después de que Stalin falleciera, Jruschov pronunciase su discurso secreto en
el XX Congreso del PCUS acusando a Stalin de promover culto a la personalidad
(algo que el propio Stalin criminalizaba públicamente) y crímenes contra la
humanidad, obteniendo así el poder del partido.
Por otro lado, tenemos también el
mito del Holodomor; mito extendido por grandes empresarios como Hearst o
escritores como Conquest. Dicho conflicto, para ir rápidos, fue un
levantamiento armado de 1932 en el que los campesinos sin tierras
colectivizaron las de propiedad de Kulaks establecidos en cooperativas. Estos
terratenientes no dudaron ni un momento en coger las armas y quemar los campos
donde se cultivaba el grano, por lo que esto produjo una hambruna de grandes
proporciones.
El hecho diferencial, empero, fue
que una vez conseguidas las tierras de Ucrania, no hubo una sola hambruna más
en la URSS, exceptuando la causada por la guerra. Algo que antes no sucedía,
puesto que el pueblo campesino sufría de hambrunas cada cuatro años.
Así que, llegados ya casi al final
esta historia, sólo nos queda comprobar cuáles eran las cifras de los famosos y
muy trillados Gulags. En la URSS, en 1940, existían 53 campos y
425 colonias de trabajo, los famosos gulags. Se diferenciaban porque las
colonias eran más pequeñas y con un régimen penitenciario más relajado que los
campos y a ellas se destinaban los presos con condenas más reducidas. En los campos
y colonias los presos no estaban recluidos en espacios cerrados sino que
trabajaban y cobraban el mismo sueldo que los demás trabajadores, sobre la base
del principio de que los presos no podían resultar una carga para la sociedad.
Trabajaban durante su jornada laboral (7 horas diarias) y luego debían
recluirse en los recintos cerrados y custodiados. En la URSS no había cárceles como
las que conocemos aquí, en las que impera la ociosidad: trabajar era una
obligación para todos, y no un derecho. Imperaba el conocido principio general
de que quien no trabaja no come.
Pero hay detalles muy poco
conocidos. Por ejemplo, hasta 1937 la pena máxima establecida por las leyes
soviéticas era de 10 años, y el 82 por ciento de los condenados lo eran a penas
inferiores a 5 años. Las penas dictadas por los tribunales populares eran algo
superiores, pero en todo caso, sólo el 51 por ciento de los
contrarrevolucionarios fueron condenados en 1936 a penas superiores a los 5
años. Cuando en 1937 se elevó el tope de las penas, sólo el 1 por ciento de los
contrarrevolucionarios fueron condenados a penas superiores a los 10 años. Ni
existía la condena a perpetuidad como en Estados Unidos, ni nadie cumplía
condenas de más de 20 años, como en España.
Y si esto le parece poco al lector,
aquí tiene más datos:
Presos políticos en
1939: 454.000 (muchos de ellos Kulaks, pues los condenados ascendieron a 1,8
millones), lo que significaba el 1,96% de la población adulta. A los que si les
sumamos los presos no políticos, quedaría en 2,5 millones, los cuales sólo
corresponden al 2,5% de la población adulta.
Por el contrario, tenemos que en
1996, en EEUU, había 5,5 millones de presos (entre políticos y no políticos),
lo cual correspondía al 2,8% de la población adulta.
Lo que significa que
EEUU, sin padecer un levantamiento armado de las proporciones de la guerra
civil en la URSS, ni tampoco la amenaza exterior de ninguna potencia, ni
surgiendo de una guerra mundial, ni sufriendo una invasión exterior de las
grandes potencias, ni un sabotaje permanente de espías y
contrarrevolucionarios, ni finalmente una nueva guerra mundial, tenía un número
de presos superior al de la URSS. Y con cárceles
totalmente diferentes.
En definitiva, y como último dato,
las muertes en los campos y colonias de trabajo, los porcentajes van del 5’2
por ciento en 1934 al 0’3 por ciento en 1953, lo que hace un total aproximado
de un millón de presos, la mitad de ellos en el periodo de 1934 a 1939, y
siempre por causas involuntarias, como se demostró al difundirse tras la II
Guerra Mundial el uso de antibióticos, que redujo notablemente el volumen de
fallecimientos.
Así pues, quedan arrastrados al
basurero de la historia todos los mitos aquí demostrados como inválidos, hecho
que el lector podrá comprobar en los archivos históricos y secretos de la KGB,
como queda mencionado al principio del artículo.
Y a propósito de los días que
estamos viviendo:“La existencia del capitalismo sin opresión nacional es tan
inconcebible como la existencia del socialismo sin la emancipación de las
naciones oprimidas, sin la libertad nacional.” Iósif Stalin
* Publicado por Adri en K-ntra
Kultura
En los comentarios al artículo el
autor menciona las siguientes fuentes:
Archivos secretos de la KGB. Los que
lo han recopilado: Nicolas Werth (Revista l’Histoire) y J. Arch Getty en
American Historical Review. También lo podéis encontrar en las conclusiones de
estos tres autores: Zemskov, Dougin y Xlevnjuk.
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