En los países en que se implantan maquilas y/o se
producen materias primas se pretende que no existan alternativas de educación
universitaria sino tecnológica
06/10/2014
La educación de maquila
Por Renán Vega Cantor
En los nuevos esquemas de división internacional del trabajo a partir
de las ventajas comparativas unos cuantos países producen ciencia, tecnología y
conocimiento, mientras que la mayoría genera las materias primas que en los
centros imperialistas se necesitan para perpetuar su modo de producción y de
consumo, y allí se ensamblan y terminan los productos que son diseñados y
controlados por las empresas multinacionales. En esta perspectiva de
desindustrialización, se abandona el modelo que se difundió durante casi medio
siglo (1945-1985) y que pregonaba una educación de masas, tendiente a reforzar
una formación que coadyuvara en esos procesos de industrialización. En estos
momentos se renuncia a ese proyecto y se sostiene que en los países en que se
implantan maquilas y/o se producen materias primas debe impulsarse una
educación que forme en las competencias adecuadas para este tipo de economía y
sociedad.
Por ello, en la educación superior se diferencia entre aquella consagrada a
formar fuerza de trabajo calificada para los oficios que necesita el
capitalismo maquilero y dependiente y aquella que instruye a los cuadros
dirigentes de un país, ligados en forma directa con los intereses
transnacionales. Para el primer sector se plantea una educación
especializada al máximo, en donde se enseñe a leer, escribir y sumar, junto con
unos conocimientos técnicos rudimentarios para desempeñarse en las maquilas, en
la agricultura de exportación, o en el sector minero.
En consecuencia, para amplios segmentos de la población no existen
alternativas de educación universitaria sino tecnológica, e incluso el
Banco Mundial ha propuesto eliminar la universidad en países enteros, como
sucedió hace un cuarto de siglo en Estonia. Se planteó el fin de la
universidad porque se suponía que ese país debía especializarse en ventajas
comparativas, cuyas habilidades laborales se adquirían por fuera de la
universidad, en razón de lo cual ésta era innecesaria y podía ser suprimida.
Puede pensarse que las afirmaciones sobre la abolición de la universidad en los
países periféricos son circunstanciales y excepcionales, pero el Banco
Mundial considera que la universidad debe eliminarse como perspectiva escolar
de la mayor parte de la población de un país, que debe ser encaminada hacia una
educación de otra índole, con predominio de los saberes requeridos para el
capitalismo maquilero.
La cuna de la maquila educativa
En el norte de México, donde desde hace varias décadas se estructuró
un cordón de maquilas, ligadas al capitalismo transnacional, también se
impulsaron las primeras propuestas de convertir a la educación en una maquila.
En otros términos, si la economía de la zona fronteriza de México está regida
por las maquilas, la educación que se debe implementar en esa región –lo que
luego se ha hecho extensivo a países enteros– debe ser funcional a las
maquilas. En Ciudad Juárez y Tijuana desde la década de 1960 se establecieron
fábricas que emplearon a miles de mujeres jóvenes, con bajos salarios y pésimas
condiciones laborales, debido a su destreza para ensamblar aparatos
microelectrónicos y a su docilidad y obediencia. En esos mismos lugares, desde
comienzos de la década de 1980 se crearon escuelas técnicas de nivel medio
superior, en las cuales se ofrecen adiestramientos elementales para las
maquilas.
La maquila agrava el problema de la sobre oferta de profesionales
capacitados que genera una educación sin industrialización, puesto que aquellos
no tienen donde emplearse, puesto que la maquila importa una tecnología ya
desarrollada y materializada en máquinas, junto con, al decir de Hugo Aboites,
“el diseño de los productos, diagramas, insumos, organización, técnicas de
manejo de inventarios, procedimientos de control de calidad y de selección de
recursos humanos y de administración y hasta los productos ya listos para ser
ensamblados”.
Con ello, se reduce la necesidad de propiciar investigación y avance
científico en las zonas de actividad productiva periférica, algo que también
acontece con la demanda de profesionales, porque en esencia la
maquila necesita de una fuerza de trabajo barata y eficiente para efectuar
tareas rudimentarias, tales como clasificar cupones de centros comerciales de
los Estados Unidos, soldar y, en los casos más complicados, insertar microchips
o realizar ensambles con microscopio.
Pese a que estas últimas actividades tienen una gran complejidad
tecnológica, el proceso de trabajo exige una escolaridad mínima, la
indispensable para seguir unas instrucciones y asimilar un veloz entrenamiento
previo. Hasta tal punto esto es cierto que la escogencia
de personal no está determinada por la preparación educativa o los títulos
obtenidos sino por la experiencia previa que se tenga y la disciplina y
obediencia que se demuestre. No podía ser de otra forma en un proceso de
trabajo en el cual la investigación y la innovación se producen en otra parte y
no en la zona donde funcionan las maquilas.
Las limitaciones educativas de las maquilas no son óbice para que en México
y en los lugares donde se impulsa el capitalismo maquilero se pregone que debe
superarse el espacio de la universidad como lugar educativo, porque las
empresas cumplen a cabalidad tal rol en la medida en que poseen, generan y
transmiten conocimientos y permiten acceder a las tecnologías en uso y porque
con la experiencia práctica se forma a los jóvenes. Esto es pura demagogia,
porque la maquila y las máquinas que allí se emplean involucran unos
conocimientos y tecnología aplicada que son inaccesibles a los operadores
locales, porque esas zonas de ensamblaje el trabajo se reduce a pura eficacia
manual, sin ninguna perspectiva de un mejoramiento profesional y humano. En
concordancia, a las multinacionales que son dueñas de las maquilas no les
interesa ningún tipo de investigación ni de difusión de conocimiento y tampoco
contratar a los egresados de las universidades locales.
Características de la maquila educativa
No se habla de un caso aislado de una región de México, ya que la
maquila se expandió por diversos países de América Latina y del mundo, como
resultado de la desindustrialización impuesta en las últimas décadas, algo que
tanto en México como en la mayor parte de países de la región se generalizó con
los Tratados de Libre Comercio, con los cuales se impuso dicho modelo
económico, social, cultural, y del mismo se desprende el tipo de educación que
brevemente hemos descrito en las líneas anteriores. Para sintetizarlo, podemos
decir que el modelo educativo de la
maquila se caracteriza por cuatro rasgos principales:
- Es ajeno a los
contextos locales: en los lugares donde se implanta la
maquila se impone su propia agenda educativa, lo que quiere decir que se
enseña aquello que le es inmediatamente funcional y “útil”, como informática,
administración y cuestiones relacionadas con el proceso productivo. Lo
que no tenga que ver con estos aspectos desaparece de los programas de
educación superior. Con esto se genera una terrible paradoja, ya que
las regiones donde se ha impuesto el libre comercio se ven forzadas a aceptar
la presencia de capital extranjero sin que eso se corresponda con un
mejoramiento de la educación de la población local, que sería un elemento
decisivo que les permitiría a esas regiones enfrentar el impacto nefato de la
implantación del capitalismo maquilero.
Esta característica de la educación de maquila se ha extendido por
todo el mundo, ya que las reformas educativas en marcha desde hace
varias décadas plantean la reducción de la educación universitaria clásica,
porque se arguye que tienen muchos aditamentos innecesarios, que deben ser
sustituidos por saberes “útiles” de tipo práctico e inmediato, con énfasis en
conocimientos técnicos, que vincule en forma directa a la educación con la
empresa y que esta última participe activamente en las directrices educativas
de un país o de una región. Como puede notarse, no es muy sublime y
para nada heroico el origen de la educación empresarial de que tanto presumen
los reformadores educativos en América Latina y en Colombia.
- Propicia el estancamiento
de la matrícula y el desempleo de los egresados: En los lugares donde se imponen las maquilas de
manera inmediata se estancan las matriculas en las universidades convencionales
y sus egresados no encuentran trabajo, como resultado de las mismas características
de la maquila que no requiere de ninguna preparación especial, por sus bajos
salarios y sus degradadas condiciones laborales.
En pocas palabras, para conseguir un empleo con escaza
calificación, no resulta muy atractivo gastar tiempo, dinero, recursos y
energía personal en estudios largos y complejos. Eso no tiene sentido,
porque con una preparación elemental se puede acceder a un trabajo en una
maquila.
- Minifundios de
especialización: Con el argumento que las maquilas necesitan trabajadores hábiles y
eficientes, pero que no piensen ni duden, se abren una vasta cantidad de
programas tecnológicos de un ámbito de aplicación absolutamente restringido y
sin ningún tipo de horizonte que vaya más allá del empleo inmediato. No
sorprende que en México, en las zonas de maquila, se ofrezcan programas tan
diversos que giran en torno a lo mismo: ingeniería de computación, ingeniería en
sistemas y computación digital, ingeniería en sistemas computacionales,
sistemas computaciones en programación.
En este caso se hace alusión a lo que puede considerarse como
sofisticado, porque predominan los programas en los que la formación se
restringe a cosas tan grandiosas como colocar una tuerca o un tornillo, o
empaquetar un producto determinado. O como en Bogotá, donde instituciones de
educación superior ofrecen estudios como “técnico en cuidado estético de manos
y pies”, “técnico en peluquería”, o “técnico en jardín infantil”, “tecnólogo en
actividad física”, “tecnólogo en dirección técnica de futbol”, “tecnólogo en gestión
de talento humano”, “tecnólogo en comunicación comercial”.
- Cambios en la vida
institucional de universidades: a partir de la lógica de la maquila se contemplan todas las
actividades que se desenvuelven a su alrededor, incluyendo la educación en general
y la universidad en particular. El sesgo se produce a partir de los
conocimientos que demanda la maquila –administración, computación, procesos
industriales– que se imponen como los propios de las universidades, a las que
se les exige funcionar como una empresa automática y mecanizada, en la cual se
programan los procesos en forma “científica” y cuantificada y a los profesores
y estudiantes se les mide de acuerdo a su productividad, que debe ser
verificada como se hace en cualquier proceso industrial. Por lo mismo, se
empieza a hablar de insumos (estudiantes, profesores), procesos de instrucción
eficientes (competencias), y productos finales de calidad (egresados y sus
títulos).
Esto implica que los hombres y las mujeres que intervienen en
el quehacer educativo son reducidos a simples insumos. En la misma
forma que acontece con los operadores de las maquilas, que soportan una
degradación humana y laboral al verse reducidos a las partes de un proceso
académico-industrial que les es extraño y cuyo monopolio está en manos de
sectores empresariales que nada tienen que ver con la educación universitaria.
Como afirma Hugo Aboites, “la deshumanización de la maquila que penetra en las
universidades no deja de contaminar la manera como se ve (a) quienes pretenden
ingresar a la universidad, es decir, se les concibe como una masa amorfa, sin
caras ni historias personales, que debe ser controlada de la mejor manera
posible, y cobra sentido el establecimiento de mecanismos deshumanizados pero
mucho más eficientes en la selección de los ‘mejores’, como insumos”.
En resumen, la educación de maquila es un claro ejemplo
del sentido que adquiere la división internacional del trabajo educativo,
puesto que aquélla se basa en el supuesto que el mundo está dividido
irremediablemente –lo cual se reproduce en cada país– en una aristocracia del
pensamiento, que es la que debe ir a la universidad, y una gran masa de
personas incapaces, con poco talento y que solo sirven para recibir una mínima
y pobre instrucción y desempeñarse como operarios en un trabajo rutinario.
________________
* Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad
Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia.
Publicado en 'Periferia, Prensa Alternativa', No. 99, septiembre de 2014.
“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción" Simón Bolívar....
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