ENTREVISTA | BELÉN GOPEGUI
"Hay miles de relatos sobre traidores de la izquierda y pocos sobre
quienes perseveran en la lucha"
La escritora madrileña presenta su última
obra, 'El comité de la noche', una novela en la que reflexiona sobre el
idealismo y la necesidad de resistir
J. LOSA Madrid 04/10/2014
23:40 Actualizado: 06/10/2014 19:36
Belén Gopegui (Madrid, 1963) no es muy dada a
las aproximaciones. Su voz, tanto la literaria como la que atiende algo
lacónica a la prensa, escoge las palabras con exactitud, huyendo de
ambigüedades que le puedan alejar de la realidad. Una realidad a la que planta
cara a través de sus textos, como en El comité de la noche (Ramdon House), su
última obra, en la que con la lucidez que le caracteriza reflexiona sobre el
idealismo y la resistencia.
En el libro se percibe un cierto anhelo de
unión, la necesidad de pertenecer a algo en tiempos difíciles.
En el propio título, El comité de la noche,
intento reflejar dos cuestiones; por una parte comité en el sentido de
organización, de lucha organizada, pero al mismo tiempo de la noche, en el
sentido de que también hay una zona de azar y de que es complicado, a veces,
trabajar en común. Por último, la noche alberga las respuestas que
desconocemos.
Los personajes hacen hincapié, en ciertos
pasajes, en la necesidad de una unión de luchas desde la izquierda
Sí, claro, pero más que una cuestión de siglas
mi intención era colocarme antes de esa hipotética convergencia, creo que no se
trata tanto de una unión electoral, sino de una unión para trabajar en común,
para enfrentarse a la dureza de la situación.
Reivindica la red como forma de pertenencia y
compromiso, pero sin renunciar a una militancia presencial
Sí, a veces se tiende directamente a
desconsiderar la red como si fuera algo que ocurre en otro espacio, el espacio
virtual. Yo creo que hay una continuidad, no hay un salto cualitativo entre la
red y lo que hacemos. Desde mi punto de vista ha de haber una relación de ida y
vuelta; de la red a los cuerpos, de la red a la calle y de los cuerpos a la
red.
Confronta en la novela el idealismo con la
resignación. Un idealismo que trata de sobrevivir frente a las contradicciones
de lo cotidiano
Idealismo es una palabra que tiene en ciertas
ocasiones connotaciones muy negativas, como si fuera lo contrario al realismo.
Para mí, el término conserva también el sentido de luchar por un ideal, es
decir, no limitarte a lo que hay y avanzar. Esto no significa que seas una
persona ingenua, ni que sientas deseos de no ver lo que tienes delante, sino
que piensas que lo que tienes delante no es suficiente.
Todos y todas conocemos muchas personas que se
han mantenido luchando y, sin embargo, en los medios y en los relatos dominantes
la desproporción entre éstas y quienes han traicionado, abandonado o se han
cansado es inmensa, hay miles de relatos sobre traidores de la izquierda y muy
pocos sobre las personas que perseveran.
La sangre como límite. El mercadeo de plasma
por parte del capitalismo, batalla a la que no podemos renunciar, te sirve
también para reflexionar sobre la lucha simbólica
Sí, de hecho al centrarme en la sangre lo que
quería era tomar algo que aunque tiene un componente simbólico, fuera tan real
como es el fluido que nos constituye y que es el centro de la vida, contar que
las luchas simbólicas cobran sentido cuando incorporan la materia.
Todos los personajes, incluso aquellos que
representan los intereses más espurios, aparecen también sometidos al capital,
víctimas del ‘sálvese quien pueda’ actual.
Este es un tema que me interesa mucho porque a
veces en los discursos políticos parece que todo dependiera de la moral
individual. Si estamos reconociendo que no somos personas aisladas, que
pertenecemos a una comunidad, tendremos que cambiar las reglas para que nos
permitan ser mejores, porque si todas las reglas conducen a la corrupción —y
con esto no quiero decir que quien se corrompe no tenga responsabilidad—, más
que exigir pureza moral a todo el mundo lo que debemos hacer es cambiar las
reglas del sistema. Los personajes que
en esta novela representan los intereses menos favorables al bien común no es
que sean individuos sicopáticos a los que les encanta hacer el mal, sino que
están metidos en un entramado. De hecho, las personas que intentan salir de ahí
tienen que hacer un esfuerzo superior, esfuerzo que no siempre se puede exigir
que se haga en solitario.
El capitalismo parece haber rebasado todos los
límites. Hace hincapié en la novela en la necesidad de contener esa brecha, se
abrió la veda tras la caída del muro del Berlín, como apunta uno de los
personajes, y parece no haber tocado fondo. ¿Cómo contrarrestar esta situación?
Hay diferentes luchas que venían por distintos
caminos; el feminismo, la ecología o la lucha política revolucionaria, durante
mucho tiempo se decía que estos caminos servían para dividir y, sin embargo,
han acabado convergiendo porque al final chocan contra la misma realidad: no
hay forma de frenar al capitalismo. Por ejemplo, la preocupación ecologista por
la contaminación aislada, termina desembocando en el discurso político porque
se necesita capacidad política de impedir que determinadas empresas hagan algo.
Llega un momento en el que se evidencia el
hecho de que dentro de las reglas de que nos hemos dotado, o de las que se ha
dotado la clase dominante, no hay forma de frenar nada. La única manera de que
estos límites se pongan para no acabar con el planeta, para poder vivir con
dignidad y sin ser explotados, es cambiar el sistema, el capitalismo no se
puede controlar.
¿Cree en la posibilidad de construir un frente
amplio de izquierda?
En la novela trato de alguna forma esto, es
cierto que hay discusiones enquistadas durante mucho tiempo en el seno de la
izquierda y que hemos ido viendo que no han ayudado. Pienso que la unión es
buena pero también entiendo las estrategias de las distintas fuerzas políticas
y quizá el camino no es directamente unirse en una plataforma electoral sino
mantener distintos frentes abiertos que permitan combinar lo institucional con
la movilización. El problema con el que siempre nos encontramos es que cuando
se llega al poder no se tiene realmente el poder y esto es lo que tenemos que
revertir trabajando en la misma dirección y que cada cual aporte su fuerza
desde donde ésta sea mayor.
Y qué opina de la recodificación de algunos
conceptos que han sido claves para la izquierda
Es un dilema constante. Hasta qué punto si
adoptas el lenguaje del enemigo te acabas convirtiendo en el enemigo. Creo que
hay que irlo discutiendo en cada ocasión, por ejemplo, hace poco leía en el
blog de Ernesto Castro que dentro de Podemos habían dicho que la palabra
feminismo es una palabra que producía mucha resistencia y que a partir de ahora
iban a usar igualdad. Había quienes rechazaban esta idea porque les parecía
que, por un parte, traiciona un movimiento que ha tenido una potencia brutal,
los feminismos y, por otra, que quizá no es cierto —y no es estratégicamente
útil pensarlo— que el término feminismo provoque rechazo, a lo mejor es el
miedo a usar la palabra lo que provoca rechazo.
Entiendo importante discutir esto, aun así no
sé si es la mayor discusión, al fin y al cabo estamos hablando solamente de lo
electoral y eso sí me inquieta. Considero más importante, y urgente, hablar de
los actos, de las acciones feministas o de otro tipo que se lleven a cabo, al
margen de cómo se les llame.
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