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Crítica del paradigma posmodernista en su
impacto educativo y comunicativo
Pablo Guadarrama González.1
Ser
moderno siempre ha exigido una actitud crítica y renovadora del presente ante lo
establecido y comúnmente aceptado en el pasado2 como normal o adecuado,
por eso toda educación autentica en cierto modo debe ser siempre moderna. Una
postura moderna es cuestionadora de lo existente por considerar que no ha
cumplido con las exigencias de los tiempos nuevos. La postmodernidad se presentó
como la insatisfacción con la presunta satisfacción de la modernidad. En tal
sentido, todos parece que somos algo posmodernos queramos o no, por lo que
negar la existencia de la posmodernidad puede resultar superficial, como
plantea Frederic Jameson3. Por otra
parte, debemos diferenciar adecuadamente el hecho histórico de la
postmodernidad de algunos de las corrientes de pensamiento posmodernista que se
han derivado de sus diferentes interpretaciones.
La
modernidad debe ser entendida como la etapa de la historia en que la
civilización alcanza un grado de madurez tal que rinde culto a la autonomía de
la razón y se cree fervientemente en su poder, por tal motivo, la educación
alcanza un dinamismo y significación no anteriormente conocidos en la historia,
junto al extraordinario desarrollo de la información y la comunicación, que se
convirtieron en premisas indispensables de modernidad.
Paradójicamente
con la modernidad también se incrementa de algún modo la razón del poder y la
violencia 4 a través de los cuales
se impuso a los pueblos colonizados de América, Asia y África el proceso
“civilizatorio” eurocéntrico exigido por el desarrollo del capitalismo a nivel
mundial.
La
modernidad propicia una confianza desmedida en la ciencia y la técnica –y con
ello aparece el culto a la información y a la comunicación con instrumentos de
poder-, como expresión de la capacidad humana por conocer el mundo y dominar
todas sus fuerzas más recónditas, a partir del supuesto de que con el cultivo
del conocimiento se logra la plena realización humana5. De esa creencia se deriva otra aún más
nefasta proveniente, especialmente en Latinoamérica del predominio durante
mucho tiempo del paradigma epistemológico positivista6: considerar que el desarrollo de la ciencia y la técnica por sí solo
producirá la infinita satisfacción humana de sus crecientes necesidades.
La
historia de la ciencia y la educación de los últimos tres siglos está cargada
de reduccionismos epistemológicos. Bien sea el determinismo geográfico de la
Ilustración, el socialdarwinismo evolucionista, el economicismo de algunas
interpretaciones del marxismo, el psicologismo, el fisicalismo, el logicismo
neopositivista, el reduccionismo lingüístico y comunicativo, etc., hasta la
más recientes formas de cibernetización que han conducido a la hiperbolización
no solo en la actividad científica y educativa sino en la vida cotidiana de las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) por
supuesto que han tenido argumentos validos que los han fundamentado, pero
también innumerables lados débiles para su adecuado enjuiciamiento critico.
La
postmodernidad recogió la herencia irracionalista que puso en entredicho muchas
de las creencias en el poder extrapolado de la ciencia y la educación, así como
que la historia transcurra en un proceso lineal de progreso permanentemente
ascendente. Una
reconstrucción objetiva de la historia presupone reconocer los momentos
zigzagueantes, los retrocesos parciales y totales, los altibajos en el progreso
humano que conducen a ciertos discursos postmodernistas a cuestionarse la
validez de este último concepto.
El
mundo de la modernidad exigió la secularización de la educación y de la
política. “Ser modernos –según Marshall Berman- es encontrarnos en un medio
ambiente que nos promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación
de nosotros mismos y del mundo, y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo
lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos. Los ambientes y las experiencias
modernas cruzan todas las fronteras de la geografía y la etnicidad, de las
clases y la nacionalidad, de la religión y la ideología: en este sentido, puede
decirse que la modernidad une a toda la humanidad. No obstante esta unión es
paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de
desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de
ambigüedad y angustia.
Ser
modernos es ser parte de un universo en el que como dijo Marx, ¨todo lo que es
sólido se desvanece en el aire”7. Se
pensó que al poner cada cosa en su sitio se permitiría con la modernidad un
mejor despliegue al hombre civilizado. Pero la posmodernidad le ha jugado la mala
pasada al hombre al atiborrarlo de nuevos misticismos como para que no olvide
su ancestral impotencia ante la incertidumbre y lo inconmensurable.
El
espíritu moderno se forjó bajo los paradigmas de la igualdad, la fraternidad,
la libertad, el progreso: el postmodernismo es la crítica a las insuficiencias
de esos paradogmas8. El canon de la
igualdad jurídica ante la ley se deshizo ante la agudeza, tal vez posmodernista
de un campesino mexicano que comentaba: "Aquí todos somos iguales, pero
habemos algunos más iguales que otros".
El
presunto igualitarismo del fracasado "socialismo real" puso también
en evidencia la validez de algunos de los argumentos de Nietzsche9 cuando con sus desequilibrios desequilibraba
también los pilares de la modernidad.
La
fraternidad preconizada por la modernidad se puso a prueba desde la Revolución
Francesa y se atisbaron sus límites con el movimiento revolucionario del siglo
XIX.
Entonces
empezó a revelarse que aquella sólo era más factible de encontrar en los elementos
iguales entre sí, en lugar de apreciarse entre los sectores sociales o clases
distantes. El discurso de la postmodernidad no sólo puso freno a la idea de la
posible igualdad, sino a que la fraternidad y el humanismo 10 incrementasen sus
posibilidades de vida.
La
libertad se ha constituido en emblema de la modernidad. La ancestral aspiración
del hombre es realizarse en todos los planos de su vida material y espiritual y
que la educación debía propiciar parecía que encontraría definitivamente su
consumación en la vida política. La postmodernidad puso de manifiesto no sólo
los límites de la política experimentada hasta el presente, sino también de
toda posible política. La sociedad civil se ha convertido paulatinamente en
fuerza desbordante de fronteras que amenaza ahogar la esfera de la política,
aún cuando ésta reverdezca por doquier en actitud desafiante.
No
hay modo de ser moderno sin ser democrático, aún cuando se olviden las taras
griegas de esta conquista del género humano. La burguesía en su ascenso vertiginoso
tuvo que enarbolar las banderas de la democracia y desarrollar ideas y
prácticas novedosas para que éstas posibilitasen echar a andar la maquinaria
del capitalismo. La posmodernidad ha evidenciado que la democracia es una utopía
concreta que hay que seguir necesariamente cultivando.
Compartir
la modernidad es sentir encanto por esos pilares de la civilización que
Occidente ha querido monopolizar patrimonialmente, ignorando las conquistas de
las culturas orientales o las que se [han] desarrollado con independencia de
ellas como la árabe, la africana o la precolombina y que la educación en la
actualidad debe justipreciar cada vez de mejor modo con las nuevas
informaciones que se tienen de sus logros.
Con
la postmodernidad crece el desencanto y se hace apología a veces a lo
intrascendente, porque hay aburrimiento de la trascendencia. Se pretende
trascender a través de lo intrascendente, aunque no se renuncien en modo alguno
a las conquistas de la modernidad, porque renunciar a la modernidad será
siempre un injustificado suicidio del proceso civilizatorio.
La
modernidad es una conquista del hombre sobre sí mismo en la que la educación
debe contribuir a subsanar sus defectos e insuficiencias transmitiéndole los
valores conquistados por la humanidad, pues como indicara José Martí: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra
humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente,
hasta el día en que vive; es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote
sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podría salir a flote:
es preparar al hombre para la vida”11. Y por esa razón una
educación adecuada es aquella que sepa resumir mejor la infinita información
que el género humano ha logrado sistematizar y comunicarla de la manera más efectiva,
evitando la posible intoxicación de estudiantes y profesores, para que se convierta en instrumento de
perfección vital.
La
modernidad fue también una victoria del logos sobre el ego. La
postmodernidad parece ser el triunfo del ego sobre el logos. Pero no de un ego simplemente individual,
sino del ego de élites de consumo e intelectuales sobre las masas periféricas.
El
equilibrio, la armonía, el sosiego, la iluminación, se han articulado en la
visión estética del hombre moderno. El arte postmoderno tiene que asimilar
aquellos valores pero como si los descalificara y estimulara en su lugar la fragmentación, las rupturas y el
pluralismo 12. Renuncia a aquellos
principios y bajo cuerda los reanima,
como si fuera imposible dejar alguna vez de ser modernos.
Algunos
con mayor o menor razón, como Gary Madison, consideran que la filosofía moderna puso demasiado énfasis en la
metafísica de la representación, mientras que la posmoderna acentúa el papel de
la intuición y la imaginación 13.
La
racionalidad moderna quería asfixiar los mitos como expresión de la infancia de
la civilización humana que debía ser superada, pero en su lugar fueron
constituyéndose nuevos mitos que ahora toman nuevos aires postmodernos. El
hombre no podrá jamás renunciar a los sueños, utopías, y a la construcción de
mitos. La entrada a la postmodernidad parece ser el más grande en los últimos
tiempos 14.
El
efecto del derrumbe del "socialismo real" en Europa ha sido caldo de
cultivo favorable para entrever que algún tipo nuevo de sociedad debe
conformarse para que entresaque al hombre del marasmo de los conformismos 15. La modernidad,
contraproducentemente a su espíritu originario, ha frenado en ocasiones la
renovación que siempre exige el espíritu revolucionario y que anteriormente la
caracterizaba. Algunos discursos posmodernistas -y se hace necesario
diferenciarlos porque no constituyen una masa uniforme- estimulan la
transformación radical, pero al tenerse presente la procedencia
primermundista de la mayor parte de los gestores del discurso postmodernista,
se puede entrever mejor las pretensiones conservadoras de muchas de sus
formulaciones.
La
modernidad ha convertido el equilibrio armónico en presupuesto indispensable
para conformar y resguardar el orden existente. Según José María Mardones: ¨La
posmodernidad dice adiós al ideal moderno de la fundamentación y los grandes
principios fijos, para abrirse a una nueva “episteme” postmoderna de la
indeterminación, la discontinuidad, el desplazamiento y el pluralismo¨16.
La
postmodernidad induce al desenfreno, justifica la esquizofrenia social, siempre
y cuando ésta no conduzca a que la trastocación de valores ponga en peligro las
principales conquistas de la modernidad entre ellas la educación ya que según
el escepticismo pragmático de Richard Rorty, y sus seguidores: la filosofía no tiene relevancia para la
educación y no puede hacer mucho por ella en estos tiempos de posmodernidad 17.
En
verdad, para ser postmoderno, consecuentemente, hay que pararse de manera adecuada
sobre los cimientos bien encofrados de la modernidad. De lo contrario. Se corre
el riesgo que tanto la modernidad como la postmodernidad vayan a parar al
basurero de la historia, y eso no lo perdonarán los nuevos actores modernos que
ya el futuro anuncia, al menos para estas tierras latinoamericanas, en medio de
la bruma posmodernista.
En
América Latina la malograda modernidad aún tiene muchas cuentas pendientes, -especialmente
en lo que a la educación y la cultura se refiere- cuando quizás ya en el mundo
desarrollado parecen sobrar chequeras para pagar las cuentas que exige la
postmodernidad. Sin embargo, dentro de ese mundo de despedidas de la
modernidad, hay grandes sectores sociales que reclaman el complemento de ésta
en tanto algunos intelectuales han quedado embriagados por sus efectos 18 y no se percatan siquiera de la
crisis del paradigma posmodernista.
El
espíritu de la modernidad se embriagaba en la conformación de una cultura
superior para que el hombre se sintiera también superior y lograse mayores
niveles de identidad. El espíritu postmoderno pone en peligro aun
más que la modernidad, como plantea James Petras 19, la identidad cultural de
los pueblos, porque pretende homogenizar a través de los mass media la vida de
los más recónditos rincones del orbe imponiendo los valores sin frenos de las
sociedades primermundistas.
La
filosofía contemporánea tiene el deber, como lo ha tenido siempre, de someter a
juicio crítico los valores y limitaciones de este nuevo paradigma del
pensamiento contemporáneo que circuló rápidamente más allá de sus fronteras de origen.
Entre
algunas de las ideas que debían rescatarse del discurso posmodernista se
destacan: el culto a la diferencia, el disenso, la variedad, la tolerancia, etcétera.
Lyotard
lo sintetiza magistralmente cuando señala que: "El saber postmoderno no es
solamente el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad
ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo
inconmensurable". 20 En el necesario diálogo crítico con el
postmodernismo, algunas de sus tesis han sido asumidas como nuevas expresiones
teóricas del discurso marxista contemporáneo, como en el caso de
deconstruccionismo de Derrida, a pesar
de ser considerada, con razón, irracionalista esta corriente.
Cuando
algunas de las manifestaciones del postmodernismo arremetieron contra la razón,
no lo hicieron exclusivamente contra ella. Se enfrentaban contra múltiples
aliados, en primer lugar contra la acción revolucionaria, y en último contra
todo tipo de acción. Muchos de los postmodernistas son fieles
creyentes de las ventajas de una "inactiva" actitud, aceptadora del
status quo reinante. En esto se revela el sesgo neoconservador de algunos
de sus simpatizantes.
No es
la primera vez que en la historia de la filosofía afloran ideas preconizadoras
de la indiferencia y de invocación existencialista. Estamos en presencia de una
filosofía que se opone a todo pronóstico, pues "el futuro no tiene grandes
expectativas y sólo queda el aquí y el ahora'' 21 dice Arturo Palafox. Tal
concepción sólo puede justificar actitudes evasivas y escapistas, propias de
tiempos apocalípticos donde la razón de la fuerza suplante a la fuerza de la
razón.
El poder
de la razón -que se pretende atribuir básicamente a la modernidad ilustrada,
pasando por alto que ésta ha sido consustancial al hombre desde que éste es
considerado como tal-, es cuestionado. Esto constituye el preámbulo para
considerado el vegetarianismo que se pretende inculcar en las nuevas
generaciones. El culto por lo light es el principio que fundamenta la renuncia a
todos los principios.
¿Puede
América Latina y en particular sus sistemas educativos confiar su futuro plenamente a filosofías de
la deriva y que de algún modo virtualizan la realidad como hace Baudrillard,
cuando plantea: ‘Lo virtual no domina únicamente a los media, también ha
atacado a la realidad"
22. Nadie puede dudar de la validez y utilidad de la virtualidad
que posibilitan las TIC, pero absolutizar su significado puede traer
consecuencias graves no solo para la educación sino para el manejo integral del
desarrollo social.
Los
nuevos paradigmas que se difundieron en
los presuntos tiempos postmodernos no
confluían hacia el reencuentro de orígenes y por tanto no propician la
reconstrucción de identidades,
porque en la búsqueda del "pensamiento del afuera" 23, como propugnan
Foucault y Deleuze, llegaban a cuestionarse la validez del único instrumento
que posee el hombre para el diálogo civilizado que es la reflexión.
Resultaba
comprensible e incluso acertada la preocupación de estos autores, por lo que
podría considerarse la adecuada práctica de la alteridad filosófica, que
presupone siempre el respeto por la racionalidad del interlocutor, hasta tal
punto que pueda poner en aprietos la nuestra. Una racionalidad que no se someta
al franco juicio crítico de la validación o falsación de sus instrumentos no
debe seguir denominándose como tal.
La
recepción indiscriminada que tuvieron algunos de los pilares del postmodernismo
en determinados círculos intelectuales latinoamericanos puso de manifiesto
hasta qué punto la falta de acierto selectivo, junto a la propensión mimética,
condujeron a laberintos estereotipados que son fáciles de consultar en
cualquier manual de historia del pensamiento latinoamericano.
Aquellos
que hicieron suyos al pie de la letra las
profecías de las pitonisas postmodernistas de Europa y Norteamérica, no
se percataron de las sacudidas que éstas incitaban sobre nuestro suelo.
Si
los pueblos latinoamericanos pretenden rescatar su identidad, reconstruir sus
valores culturales auténticos y proyectar sólidos modelos educativos,
culturales y de desarrollo socioeconómico no deben buscar en el anaquel
postmodernista las herramientas, ni siquiera para concebir maquetas, pues éstas
pueden propiciar el asentimiento ante el aprobatorio o desfavorable juicio de
los "expertos" nórdicos.
Pero lo
que es peor, si el postmodernismo no sólo incita a invalidar el poder de la
razón, sino también a debilitar el pensamiento, parece no escapar de aquellos
tropiezos intelectuales que tuvieron algunos pensadores modernos, como
Descartes o La Metrie al concebir el hombre-máquina, el hombre-planta,
etcétera.
Debilitar
el pensamiento del hombre latinoamericano, más de lo que han tratado siempre de
debilitarlo los poderes dominantes, principales cosecheros de su enajenación,
constituye la mejor forma de estimular la pasividad y la renuncia a todo
intento educativo y participativo de
regeneración social.
¿Resulta
acaso acertado para "nuestra América" el juicio de Baudrillard de que
"ya no formamos parte del drama de la alienación", 24 porque la obscenidad de la
comunicación nos revela todo? Acaso los mass media son verdaderamente tan
pornográficos en su información que dejan traslucir todas las intimidades de
las reales fuentes y efectos del poder?
Como
es conocido la mayor parte de la elaboración de los productos enlatados de la
información y la comunicación contemporánea son made in the first world. En el
caso de aquellos que se elaboran en
nuestros países son confeccionados generalmente con las parabólicas muy bien
orientadas hacia los valores que propugna aquella sociedad que se quiere
despedir tempranamente de la modernidad, en tanto en América Latina ha sido
pospuesta o malograda
25. Tal vez haya que decir junto a
Eduardo Galeano que no sólo en el entierro del socialismo hubo equivocación de
muerto, al menos para el Tercer Mundo, incluyendo el que existe en el seno del
Primer Mundo, también hubo el entierro precoz de la modernidad.
En
correspondencia con tal criterio de Baudrillard la alienación sólo se
produciría con el predominio de la ignorancia sobre determinados mecanismos,
por tanto su erradicación resultaría tan fácil que hasta la propia modernidad
con el espíritu ilustrado le hubiera puesto fin. En verdad los móviles reales
son mucho más profundos que los que pueden mostrar la superficial pantalla de
televisión. Junto al desconocimiento se agolpan la impotencia, la incapacidad
para poner las cosas sobre sus pies reales y para que el hombre, de carne y
hueso, y no el de los tratados filosóficos modernistas o postmodernistas, pueda
desplegar sus mayores potencialidades en cada circunstancia histórica.
"Lo
que en un sentido epistemológico podríamos denominar como `superación de la
alienación' -señala Federico Riu- sólo resultará factible cuando resulte
superada la concepción del hombre que le sirve de base” 26. Ni la modernidad y mucho menos la postmodernidad pueden asegurarle vías
desalienadoras seguras al hombre, el analfabetismo cultural y político, el
"irracional" subconsumo, la insuficiencia comunicativa -a pesar de
los esfuerzos habermasianos- y sobre todo participativa, especialmente de los
pueblos marginados del desarrollo, son algunos obstáculos que impiden aún la
anhelada desalienación.
El
discurso postmodernista ha resultado proporcionalmente alienante al grado de
dependencia del lugar donde se formule como estrategia de acción. El éxito de los países del primer mundo no
pudo consistir en la renuncia a la fundación, la trascendencia y la política
centrada, como aconsejaban algunas ideas postmodernistas. La intelectualidad latinoamericana
actual tiene el deber de proponer alternativas para el desarrollo y salidas a
las crisis en lugar de ofrecer solo compensatorio consuelo o infructuoso
pésame.
Este
tipo de discurso postmodernista, ya que por suerte hay otros más alentadores,
no resulta paradigmático ni para esta parte del mundo, ni para orbe en su
conjunto cuando se amenaza su existencia misma, a menos que logre concierto no
sólo ecológico en múltiples problemas que afectan a eternamente inacabada
modernidad.
Ante la
avalancha cultural que parecía promover el postmodernismo sólo era y sigue
siendo posible una actitud
consecuentemente: asimilar dialécticamente sus críticas a las insuficiencias y
desde la modernidad; aprovechar sus logros estéticos con sus renovaciones en la
apreciación del espacio, etc.; recomponer sus apreciaciones sobre los efectos de los recientes avances tecnológicos
y, en especial, sus efectos sobre la comunicación y los modos de vida del
hombre contemporáneo y demostrar lo endeble de todo nihilismo y esquizofrenia
social que cautive al hombre en zoológicas jaulas.
El
paradigma discursivo posmodernista tanto en el plano filosóficos, como
especialmente en el orden cultural y educativo 27 en tiempos de globalización indudablemente entró en crisis y
ante ellas siempre hay alternativas: la desaparición de la vieja cualidad o sea
la muerte o la lisis, es decir la recuperación y la renovación.
En el
caso de los paradigmas que han fundamentado los sistemas educativos del pasado
siglo XX 28 también se
produjeron frecuentes crisis. Así P. Bordieu y J,C Passeron sostenían
que “La situación de crisis naciente es la ocasión para discernir los
presupuestos ocultos de un sistema educacional y los mecanismos capaces de
perpetuarlo cuando las condiciones previas de su funcionamiento no se realizan
del todo. En el momento en que se empieza a romper el acuerdo perfecto entre el
sistema escolar y su público de elección es cuando se desvela la ´armonía preestablecida´ que sostenía este
sistema tan perfectamente que quedaba excluida toda pregunta sobre su
fundamento”29. Sin dudas, ante las
propuestas posmodernas debemos asumir,
especialmente en el mundo sociopolítico,
intelectual y educativo 30,
también una actitud renovadora, crítica, es decir moderna ante El
postmodernismo.
Entre
los paradogmas o falacias propiciadas por el discurso posmoderno en relación al ámbito educativo y cultural en
lo que a la información y la
comunicación se refieren hay dos que se destacan:
1)
La obsesión futurista y tecnologista de la educación
El
paradigma posmodernista ha tratado de influir también sensiblemente sobre los
sistemas educativos como se evidencia en las obras de Alvin Toffler, La tercera ola y El schok del futuro en las que considera que la educación
moderna tenía un sentido social y colectivo
que debe ser abandonado por el culto a la individualidad y la economía
familiar. “Deberá plantearse una cultura educativa- plantean Antonio J Colom y
Joan-Carles Mélich- que mire fundamentalmente al porvenir. La educación no debe
ser ya la transmisora de la cultura del pasado y la guardiana de la historia en
las nuevas generaciones. Tampoco debe ser comprensiva del presente ya que este
no es perdurable; el presente, el momento, debe servir como mecanismo didáctico
para explicar el cambio y conseguir así el objetivo prioritario de la
educación: la movilidad, la adaptación a lo nuevo, a lo cambiante, por lo que
la educación se plantea como el instrumento-guía que oriente a las generaciones
sobre las previsiones del futuro. Ello implica transformar las aulas en
verdaderos laboratorios de simulación; así, los medios informáticos, las
técnicas de juegos, las previsiones del azar, la prospectiva, etc., se nos
presenta como los pilares donde fundamentar
la acción docente, acción docente que a partir de ahora no podrá ya
descansar por más tiempo y exclusivamente en los profesionales de la
educación.” 31
Esto
quiere decir formar nuevas generaciones desmemoriadas y sin ningún compromiso
cultural e ideológico con su país, su
región, su sociedad, por cuanto el único principio válido es la clásica
consigna neoliberal retomada del socialdarwinismo decimonónico según la cual debe vencer el más fuerte y mejor adaptado a
las nuevas circunstancias.
Se
trata de formar hombres despreocupados por su entorno social y su presente
histórico pues solo deben estar pensando en el futuro y para nada mirar atrás
que ha sucedido en la historia ni que sucede en el momento en que vive para
aprender de ellos, ignorando aquella frase referida a que el pueblo que no conoce
su historia está destinado a repetirla.
A
partir de tales criterios el sistema educativo que se propone debe tener las
siguientes características:
- ¨Interactividad,
o educación a través de tecnología con capacidad de respuesta adaptativa
bidimensional (alumno-maquina-alumno).
- Movilidad,
o capacidad para desarrollar educación en diferentes escenarios, por lo que la
escuela deja de ser el espacio secular especializado en formación.
- Convertibilidad,
o capacidad de transferir información entre medios diferentes a fin de
conformar redes complejas y multivariadas al mismo tiempo que fuentes plurales
de información.
- Omnipresencia,
o democratización total de la información. La tecnología propicia la difusión
educativa para toda la sociedad, máxime si se consigue el reto de la movilidad.
- Mundialización,
o información –educación- sin fronteras ni diferencias.
Obviamente,
tales características implican
interrogarse por la nueva concepción y especificidades de la escuela, que ya no
podrá ser aquella institución especializada, jerárquica y masiva, asentada en
la expendeduría de títulos, en la autoridad, y en currículums con conocimientos en absoluto útiles y pragmáticos al estar orientados al pasado más que a las
nuevas necesidades del futuro; una escuela que, por el contrario, poseerá las
siguientes notas definitorias:
- Estar
dispersa y por tanto descentralizada: cualquier taller, oficina, hogar, etc.,
podrá servir y cumplimentar el papel de la escuela.
- Estar
en constante interpenetración con la comunidad o sea con los requisitos y
necesidades más próximos al grupo educante.
- Que
sea adhocrática o, si se quiere, que no posea administración ni gestión
burocrática del conocimiento.
- No
estará constreñida a los sistemas rígidos de programación y agrupación
tradicionales, antes bien deberá ser un foco de experimentación, abierto a la
innovación continuada¨ 32
Nadie
debe dudar que algunos de los rasgos que se vaticinan son ya un hecho en los
cambios que se han ido produciendo en los sistemas educativos de algunos países
como una necesidad de la transformaciones producidas por los impactos
tecnológicos, pero de ahí a considerar que las propuestas de Toffler
constituyan la solución para perfeccionar los sistemas educativo en los
presuntos tiempos posmodernos va un largo trecho.
Como
puede apreciarse en la bidireccioanalidad alumno-maquina-alumno el maestro
queda prácticamente excluido al ser sustituido por las computadoras, como ha
propuesto F. Bennett aduciendo que estas son un 30% más efectivas y con un
costo inferior de un 30% en relación con
el gasto en los maestros 33. Estamos en presencia de un nuevo
reduccionismo no solo epistemológico por la cibernetizacion de la ciencia sino de lo que es peor de la práctica
educativa, de la cultura y de toda la sociedad.
La
ruptura nihilista con sistemas y prácticas educativos que han demostrado su
valor y eficacia son totalmente desconsiderados en alguna forma al
proponerse un relativismo permanente en la búsqueda del conocimiento y en los
métodos para su construcción.
Indudablemente
el discurso posmodernista deja su nefasta
huella epistémica e ideológica en este tipo de propuestas desconociendo
muchas de las conquistas de la modernidad.
2.
El metaimperio de la sociedad de la
información o del conocimiento
La otra
gran falacia de la presunta posmodernidad es considerar que el solo control de
la información y del poder del conocimiento son elementos más que suficientes
para lograr realizar las grandes utopías de perfeccionamiento social tan
añoradas por ilustrados, liberales, socialistas, etc. Se considera usualmente de manera
equivoca que la mayor riqueza o pobreza de un país dependerá exclusivamente de
la capacidad de almacenamiento y procesamiento de la información sin tomar en
consideración el poder de las transnacionales que son capaces de penetrar por
encima de cualquier frontera nacional e imponer su poder no solo informático.
Ese
metaimperio de la sociedad de la
información o del conocimiento ha propiciado la idea de que la educación por sí
misma es capaz de las grandes transformaciones sociales, con independencia de
la praxis política, jurídica, económica, etc. Nadie puede dudar del extraordinario
poder que ha tenido y tendrá la educación como instrumento de perfeccionamiento
social pero atribuirle la exclusividad en esa labor puede conducir a caminos
equivocados.
Según
esta hiperbolización de las TIC el papel del ser humano, del sujeto dinámico en
los procesos educativos, productivos, etc., pueden quedar paulatinamente
marginados. Según el
sociólogo argentino E. A. Vizer: “Todas las proposiciones sobre la Sociedad de
la Información, o la Sociedad del Conocimiento, llevan implícitas una visión
marcada por los paradigmas de la información, y la racionalidad funcional o
instrumental que guiaría el funcionamiento eficiente de las instituciones y las
estructuras sociales, en un mundo que nos permitiría ocuparnos de la belleza
creativa del conocimiento sin preocupaciones por “los errores y la subjetividad en
las decisiones de los hombres” (las máquinas inteligentes nos librarían de la
arbitrariedad humana en la toma de decisiones, ya que las alternativas que
surgieran podrían plantearse a través de algoritmos matemáticos o aleatorios
como los que propone la teoría de los juegos). Con ironía dramática,
podríamos parafrasear a Marx cuando menciona la posibilidad de pasar
históricamente de la era de la administración sobre los hombres a la
administración sobre las cosas. Los peligros de una sociedad de la información
con controles centralizados estriban precisamente en pasar a una era de
administración de los hombres por las cosas (centrales robotizadas de
inteligencia, al estilo de G. Orwell, en su novela “1984”)’’ 34.
Como
puede apreciarse los peligros para la minimización de la actividad del sujeto
humano parecieran incrementarse al punto de llegar a realización de uno de esos
filmes de ciencia ficción donde los robots esclavizan a los humanos.
La
adecuada crítica a la supuesta omnipotencia de la “sociedad de la
información como la desarrollada en España por
E. Bustamante 35, evidencia
que no
existen pruebas científicamente demostradas que avalen la idea que el futuro de
la humanidad estará obligatoriamente sometido a la dictadura de la TIC. Asumir
una postura escéptica ante ese planteamiento puede conducir a que los
educadores inconscientemente puedan contribuir a ese proceso de
alineación tenofóbica.
Por
otra parte no se puede ignorar el contenido ideológico que se esconde detrás de
tales formulaciones hiberbolizantes de la supuestamente omnipotencia actual de
la información. “Asimismo, -plantea Mario Andrés Solano- la expresión sociedad del
conocimiento fue frecuentemente
utilizada también para calificar a las sociedades del capitalismo tardío, es
una expresión que parece denotar que en ellas el conocimiento ocupa una centralidad, lo
cual se asocia al status económico, de
poder y prestigio de quienes detectan
tal conocimiento”. 36
Por esa
razón Manuel Castells se ha cuestionado profundamente la posibilidad real de
una sociedad de redes cuando más de la mitad de la población mundial no tiene
ni siquiera acceso al teléfono 37
y
donde se incrementa relativamente la marginación en cuanto a la participación
en los sistemas educativos sistematizados.
Muchos
son los desafíos para la educación y la cultura que han planteado la crisis del
paradigma de la modernidad y la revolución científico-tecnológica desplegada en
tiempos de globalización creciente. Ninguno de ellos es producto de la
arbitrariedad sino una consecuencia necesaria del desarrollo social en todas
sus dimensiones, por lo que no pueden ser asumidos ni tampoco criticados a la
ligera.
Las
posibilidades y límites que plantean las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación constituyen y constituirán obligatoriamente uno de los ejes
principales de atención de los sistemas educativos de todos los países. De la
adecuada justipreciación de sus ventajas y desventajas en la formación integral
de un ciudadano donde no solo el elemento científico-técnico sea tomado en
consideración principal sino los indispensables elementos axiológicos, éticos,
estéticos, humanistas que solo de manera directa familiares, maestros, vecinos,
amigos, etc. , y en general la sociedad civil pueden aportar con relativa
independencia de los medios tecnológicos que utilicen para ese fin, depende que
nuestros nietos no nos abandonen al hiperprogramado mundo del ciberespacio.
Notas:
1 Pablo
Guadarrama González (1949) Académico Titular de la Academia de Ciencias de
Cuba. Doctor en Ciencias (Cuba) y Doctor
en Filosofía (Leipzig). Doctor Honoris Causa. (Perú). Profesor Titular de la Cátedra de Pensamiento Latinoamericano
de la Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. Cuba. Autor de varios
libros sobre teoría de la cultura y el pensamiento filosófico latinoamericano,
así como numerosos artículos publicados en Cuba y en otros países. Ha dirigido
varios proyectos de investigación y tesis doctorales en su país y en el
exterior. Ponente en múltiples congresos internacionales. Coordinador general
del proyecto internacional de investigación UNESCO “El pensamiento latinoamericano del siglo XX
ante la condición humana”. Ha impartido cursos
de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas, de
España, Estados Unidos, Japón, Rusia y Alemania. Ha obtenido varios premios y
distinciones por su labor intelectual.
2 ¨La
palabra moderno, en su forma latina modernus , se empleó por primera vez a
finales del siglo V para distinguir el presente, que se había convertido
oficialmente en cristiano del pasado romano y pagano. El término
<> , con un contenido diverso, expresa una y otra vez la
conciencia de una ‘epoca que se relaciona con el pasado, la antigüedad, a fin
de considerarse a sí misma como el resultado de una transición de lo antiguo a
lo nuevo¨. Habermas, J. ¨La modernidad,
un proyecto incompleto. ¨en Foster, H y otros La posmodernidad. Editorial
Kairos. México. 1988. p. 20.
3 “El asunto es que estamos hasta tal punto
dentro de la cultura de la posmodernidad, que su rechazo superficial es tan imposible como complaciente y corrupta
es cualquier celebración igualmente superficial.” Jameson, F. Teoría de la
postmodernidad. Editorial Trotta. 1996.
p. 92.
4“Una
de las páginas más violentas escritas en la historia de la humanidad ha sido el
tránsito de las sociedades de la tradición
a la sociedad moderna” Lopez, H,F. El mito de la modernidad. Ediciones
Horfe. Bogotá. 1997. p. 68.
5 “La
modernidad que se inicia en el siglo XVI se afianza en la racionalidad y en la
libertad mediante las cuales, y por medio de la ciencia y la técnica que
construyen, el ser humano se lanza a la aventura de forjar su propio mundo como
obra de su voluntad y destreza” Serrano Caldera, A. El doble rostro de la
posmodernidad. Editorial El amanecer.
San José de Costa Rica. 1994. p. 206.
6
Véase: Guadarrama, P. Positivismo en América Latina. Universidad Nacional
Abierta a Distancia. Bogotá. 2001. Antipositivismo en América Latina. Universidad
Nacional Abierta a Distancia. Bogotá. 2001; Positivismo y antipositivismo en
América Latina . Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2004.
7
¨Berman, M. ¨Brindis por la modernidad¨ en Colombia: el despertar de la
modernidad. Foro Nacional por Colombia. Bogotá. 1991. p. 44.
8 ¨La
modernidad aparece acusada de haber fracasado: sus paradigmas de ¨progreso¨
humano y sus mitos racionalistas ya no tienen la fuerza de convencimiento y
movilización de antaño, se dice que están descreditados; se denuncian el fraude de las grandes utopías
y la ambigüedad del proyecto¨ Ravelo Cabrera, P. El debate de lo
moderno-postmoderno . Ciencias Sociales. La Habana. 1996. P. 13 .
9 Véase: Guadarrama, P. “Posturas de Nietzsche
y Marx ante la modernidad”. Cuestiones de Filosofía. Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia. Tunja. 2002,
pag. 78-103.
10 “Si
la crisis del humanismo está seguramente relacionada, en la experiencia del
pensamiento del siglo XX, con el crecimiento del mundo técnico y de la sociedad
racionalizada, esta relación, en las diversas
interpretaciones que se dan en ella, constituye también una línea de
demarcación entre concepciones profundamente diferentes sobre la
significación de esta crisis.¨ Vattimo,
G. El fin de la modernidad. Gedisa. Barcelona. 1990. p. 36
11
Martí, J. Obras completas. Editorial Ciencias Sociales. La
Habana. 1975. tomo 8. p. 281
12 Harvey, D. The condition of posmodernity. Basil
Blackwel. Cambridge University Press. Camridge, 1989. P. 49.
13 Madison, G.
The hermeneutics of postmodernity. Indiana University Press. First Midland Book Edition. Indianápolis.
1990. p. 178.
14 “Esto altera la relación del hombre con la sociedad: el
hombre se encontraba en la posición de productor, de creador de una
historicidad; ahora ya no se encuentra frente a una naturaleza que transforme
con sus máquinas sino que está incorporado en un mundo cultural, en un conjunto
de signos y de lenguajes que ya no
tienen puntos históricos de referencia. Esto parece quebrantar definitivamente
la idea de sujeto, siempre asociada con la de creación, y más frecuentemente
con la idea de trabajo de la razón. Todo se fragmenta, desde la personalidad individual hasta la vida social.
Esta
idea destruye el pensamiento social clásico, el pensamiento por el cual el
triunfo de la razón permite e impone una correspondencia entre las normas del
sistema social y las motivaciones de los
actores, de suerte que el ser humano no se manifiesta ante todo como un
ciudadano y un trabajador. Así queda consumado el divorcio del sistema y de los
actores.
15
Véase Guadarrama, P. Antinomias de la crisis del socialismo. Universidad Autónoma de
Nuevo León. México. 1992; 2da
edición. Editorial Ciencias políticas.
La Habana. l993; Reproducido en Boletín del Seminario Internacional “Socialismo. Utopía, realidad y
vigencia.”Bogotá, 1991; Presencia Universitaria. Universidad
Nacional Autónoma de
Honduras. Tegucigalpa. n. 129.
l992. p. 6-16; Gaceta Universitaria.
UAEM Toluca. México n.5-6. dic.
enero 1993. p. XX-XXX; Islas. no. 101. Enero-abril 1992. p. 5-19.
16
Mardones, J.M. ¨?Qué es la posmodernidad? “Cuadernos de Orientación Familiar.
Alianza Universidad. Madrid. P. 39-40. .
17 Olimpo Suárez, J. ¨Posmodernidad y educación:
? Qué está en juego? En La posmodernidad a debate. Editor Leonardo Tovar. USTA.
Bogotá. 2002. G. p. 167.
18 “La
polémica sobre la postmodernidad en Latinoamérica se inició en la década de los
ochenta y se a reforzado en los años noventa. Si en la primera década eran unos
pocos autores los que defendían las tesis posmodernas, en la actualidad se va
ampliando el número de sociólogos, politólogos y filósofos que defienden como adecuado y pertinente el
paradigma de la posmodernidad para el ámbito cultural de Latinoamérica”.
Beorlegui, C. Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Universidad
de Deusto. Bilbao. 2004. p. 838.
19 “La modernidad, por razón de su naturaleza
expansionista, está íntimamente ligada a
la desarticulación de la solidaridad social y de la identidad cultural en todo
el mundo” .¨Modernidad versus comunidad¨ Colectivo de autores. Interrogantes de
la modernidad. Ediciones Tempo. La Habana. S.f.
p. 22.
20 J.
F. Lyotard: La condición postmoderna, Editorial REI, México, 1989, p. 11.
21 Arturo Palafox: "Reciclaje e
historia", Ponencia al VI Congreso de Filosofía de México Universidad
Autónoma de Chihuahua, 1991.
22
Baudrillard, J. : "El enemigo ha desaparecido¨ en La nave de los
locos. Editorial Lust Morelia. Julio
1991. no 16. p.1.
23
"Deleuze resume las dificultades y las características del pensamiento del
afuera en cinco puntos: un pensar que no deriva de una buena voluntad sino de
una violencia sufrida por el pensamiento; un pensar que no supone el acuerdo
entre las facultades humanas, sino que lleva a cada facultad hasta su límite y
su discordancia con las demás; un pensar abierto a los encuentros y definido
siempre en relación con un afuera; un pensar que lucharía no tanto contra el
error como contra la estupidez; un pensar que se define en el movimiento del
aprendizaje y no en el resultado de un saber y que, por tanto, no subordina su
acción a ninguna instancia externa al propio movimiento del pensar en tanto
ejercicio vital positivo". Jaime Viera: "Pensar el afuera (Desde Foucault-Deleuze)",
en La nave de los locos, ob. cit., p. 66.
24 J.
Baudrillard: "El éxtasis de la comunicación", en H. Foster y otros,
ob. cit., p. 193
25
Guadarrama, P. “La malograda modernidad
latinoamericana”. Exégesis. Puerto Rico.
Año 7. # 20. 1994.p. 13-18; Reproducido en Guadarrama. América Latina,
marxismo y postmodernidad . Universidad
INCCA de Colombia. Bogotá. 1994; Guadarrama, P. Humanismo,
marxismo y postmodernidad. Editorial
Ciencias Sociales. La Habana. 1998.
26
Federico Riu: Usos y abusos del concepto de alienación, Monte Ávila Editores,
Caracas, 1981,p. 17.
27 Véase: Guadarrama, P. Humanismo, alineación y
globalización. . Editorial Ibáñez, Bogotá. 2003.
28
Véase: Palacios, J. La educación en el siglo XX. Editorial Laboratorio
Educativo. Caracas. 1997.
29 Bordieu,P. y J.C, Passeron La
reproducción. Laia. Barcelona. 1977. p. 149-150.
30 Véase: Baquero, R y Broilo, C. Pesquisando e
gestando outra escola: desafios contemporáneos. Editorial UNISINOS: Sao
Leopoldo. 2001.
31 Colom, A y J.C Mélich Después de la
modernidad. Nuevas filosofías de la educación. Paidos. Barcelona. 1995. p.
73.
32
Toffler, Al. El ¨schock¨ del futuro. Plaza y Janes. Barcelona. 1973. p.
417-445.
33 Bennet,F. Computer as tutor: Solving de
crisis en education. Documento html en http://www.cris.com/~faben l
20/07/1999.
34
Vizer, E.A. ¿SOCIEDAD DE LA IN-FORMACIÓN o de la COMUNICACIÓN? Entre el
condicionamiento y la libertad. En Hacia
una ecología social y estratégica de la comunicación . N° 1 Public. Secretaría
de Investigación. Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos
Aires. 2004 (en prensa).
35 Véase: Bustamante, E.’” La sociedad de la información:
un largo camino de pensamiento utópico y critico’ en J. Pons y J Jiménez:
Nuevas tecnologías Comunicación audiovisual y educación. Centro de Estudios de
Derecho, Economía y Ciencias Sociales. Ceders Editores. Barcelona. 1998.
36
Solano Solano, M.A. Mitos y realidades en torno a la ‘sociedad de la información’.
Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2004. p. 15.
37 Véase:
Castells, M La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. I,
Alianza.
1998.
/Critica-al-posmodernismo-en-su-i.
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