Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

lunes, 27 de octubre de 2014

Crítica del paradigma posmodernista en su impacto educativo y comunicativo


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Crítica del paradigma posmodernista en su impacto educativo y comunicativo
Pablo Guadarrama González.1

Ser moderno siempre ha exigido una actitud crítica y renovadora del presente ante lo establecido y comúnmente aceptado en el pasado2  como normal o adecuado, por eso toda educación autentica en cierto modo debe ser siempre moderna. Una postura moderna es cuestionadora de lo existente por considerar que no ha cumplido con las exigencias de los tiempos nuevos. La postmodernidad se presentó como la insatisfacción con la presunta satisfacción de la modernidad. En tal sentido, todos parece que somos algo posmodernos queramos o no, por lo que negar la existencia de la posmodernidad puede resultar superficial, como plantea Frederic Jameson3. Por otra parte, debemos diferenciar adecuadamente el hecho histórico de la postmodernidad de algunos de las corrientes de pensamiento posmodernista que se han derivado de sus diferentes interpretaciones.

La modernidad debe ser entendida como la etapa de la historia en que la civilización alcanza un grado de madurez tal que rinde culto a la autonomía de la razón y se cree fervientemente en su poder, por tal motivo, la educación alcanza un dinamismo y significación no anteriormente conocidos en la historia, junto al extraordinario desarrollo de la información y la comunicación, que se convirtieron en premisas indispensables de modernidad.

Paradójicamente con la modernidad también se incrementa de algún modo la razón del poder y la violencia 4 a través de los cuales se impuso a los pueblos colonizados de América, Asia y África el proceso “civilizatorio” eurocéntrico exigido por el desarrollo del capitalismo a nivel mundial.

La modernidad propicia una confianza desmedida en la ciencia y la técnica –y con ello aparece el culto a la información y a la comunicación con instrumentos de poder-, como expresión de la capacidad humana por conocer el mundo y dominar todas sus fuerzas más recónditas, a partir del supuesto de que con el cultivo del conocimiento se logra la plena realización humana5. De esa creencia se deriva otra aún más nefasta proveniente, especialmente en Latinoamérica del predominio durante mucho tiempo del paradigma epistemológico positivista6: considerar que el desarrollo de la ciencia y la técnica por sí solo producirá la infinita satisfacción humana de sus crecientes necesidades.

La historia de la ciencia y la educación de los últimos tres siglos está cargada de reduccionismos epistemológicos. Bien sea el determinismo geográfico de la Ilustración, el socialdarwinismo evolucionista, el economicismo de algunas interpretaciones del marxismo, el psicologismo, el fisicalismo, el logicismo neopositivista, el reduccionismo lingüístico y comunicativo, etc., hasta la más recientes formas de cibernetización que han conducido a la hiperbolización no solo en la actividad científica y educativa sino en la vida cotidiana de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) por supuesto que han tenido argumentos validos que los han fundamentado, pero también innumerables lados débiles para su adecuado enjuiciamiento critico.

La postmodernidad recogió la herencia irracionalista que puso en entredicho muchas de las creencias en el poder extrapolado de la ciencia y la educación, así como que la historia transcurra en un proceso lineal de progreso permanentemente ascendente. Una reconstrucción objetiva de la historia presupone reconocer los momentos zigzagueantes, los retrocesos parciales y totales, los altibajos en el progreso humano que conducen a ciertos discursos postmodernistas a cuestionarse la validez de este último concepto.

El mundo de la modernidad exigió la secularización de la educación y de la política. “Ser modernos –según Marshall Berman- es encontrarnos en un medio ambiente que nos promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo, y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos. Los ambientes y las experiencias modernas cruzan todas las fronteras de la geografía y la etnicidad, de las clases y la nacionalidad, de la religión y la ideología: en este sentido, puede decirse que la modernidad une a toda la humanidad. No obstante esta unión es paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción, de ambigüedad y angustia.

Ser modernos es ser parte de un universo en el que como dijo Marx, ¨todo lo que es sólido se desvanece en el aire”7. Se pensó que al poner cada cosa en su sitio se permitiría con la modernidad un mejor despliegue al hombre civilizado. Pero la posmodernidad le ha jugado la mala pasada al hombre al atiborrarlo de nuevos misticismos como para que no olvide su ancestral impotencia ante la incertidumbre y lo inconmensurable.

El espíritu moderno se forjó bajo los paradigmas de la igualdad, la fraternidad, la libertad, el progreso: el postmodernismo es la crítica a las insuficiencias de esos paradogmas8. El canon de la igualdad jurídica ante la ley se deshizo ante la agudeza, tal vez posmodernista de un campesino mexicano que comentaba: "Aquí todos somos iguales, pero habemos algunos más iguales que otros".

El presunto igualitarismo del fracasado "socialismo real" puso también en evidencia la validez de algunos de los argumentos de Nietzsche9  cuando con sus desequilibrios desequilibraba también los pilares de la modernidad.

La fraternidad preconizada por la modernidad se puso a prueba desde la Revolución Francesa y se atisbaron sus límites con el movimiento revolucionario del siglo XIX.

Entonces empezó a revelarse que aquella sólo era más factible de encontrar en los elementos iguales entre sí, en lugar de apreciarse entre los sectores sociales o clases distantes. El discurso de la postmodernidad no sólo puso freno a la idea de la posible igualdad, sino a que la fraternidad y el humanismo 10 incrementasen sus posibilidades de vida.

La libertad se ha constituido en emblema de la modernidad. La ancestral aspiración del hombre es realizarse en todos los planos de su vida material y espiritual y que la educación debía propiciar parecía que encontraría definitivamente su consumación en la vida política. La postmodernidad puso de manifiesto no sólo los límites de la política experimentada hasta el presente, sino también de toda posible política. La sociedad civil se ha convertido paulatinamente en fuerza desbordante de fronteras que amenaza ahogar la esfera de la política, aún cuando ésta reverdezca por doquier en actitud desafiante.

No hay modo de ser moderno sin ser democrático, aún cuando se olviden las taras griegas de esta conquista del género humano. La burguesía en su ascenso vertiginoso tuvo que enarbolar las banderas de la democracia y desarrollar ideas y prácticas novedosas para que éstas posibilitasen echar a andar la maquinaria del capitalismo. La posmodernidad ha evidenciado que la democracia es una utopía concreta que hay que seguir necesariamente cultivando.

Compartir la modernidad es sentir encanto por esos pilares de la civilización que Occidente ha querido monopolizar patrimonialmente, ignorando las conquistas de las culturas orientales o las que se [han] desarrollado con independencia de ellas como la árabe, la africana o la precolombina y que la educación en la actualidad debe justipreciar cada vez de mejor modo con las nuevas informaciones que se tienen de sus logros.

Con la postmodernidad crece el desencanto y se hace apología a veces a lo intrascendente, porque hay aburrimiento de la trascendencia. Se pretende trascender a través de lo intrascendente, aunque no se renuncien en modo alguno a las conquistas de la modernidad, porque renunciar a la modernidad será siempre un injustificado suicidio del proceso civilizatorio

La modernidad es una conquista del hombre sobre sí mismo en la que la educación debe contribuir a subsanar sus defectos e insuficiencias transmitiéndole los valores conquistados por la humanidad, pues como indicara José Martí: “Educar  es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podría salir a flote: es preparar al hombre para la vida”11. Y por esa razón una educación adecuada es aquella que sepa resumir mejor la infinita información que el género humano ha logrado sistematizar y comunicarla de la manera más efectiva, evitando la posible intoxicación de estudiantes y profesores,  para que se convierta en instrumento de perfección vital.

La modernidad  fue también  una victoria del logos sobre el ego. La postmodernidad parece ser el triunfo del ego sobre el logos. Pero no de un ego simplemente individual, sino del ego de élites de consumo e intelectuales sobre las masas periféricas.

El equilibrio, la armonía, el sosiego, la iluminación, se han articulado en la visión estética del hombre moderno. El arte postmoderno tiene que asimilar aquellos valores pero como si los descalificara y estimulara en su lugar  la fragmentación, las rupturas y el pluralismo 12. Renuncia a aquellos principios  y bajo cuerda los reanima, como si fuera imposible dejar alguna vez de ser modernos.

Algunos con mayor o menor razón, como Gary Madison, consideran que la filosofía  moderna puso demasiado énfasis en la metafísica de la representación, mientras que la posmoderna acentúa el papel de la intuición y la imaginación  13.

La racionalidad moderna quería asfixiar los mitos como expresión de la infancia de la civilización humana que debía ser superada, pero en su lugar fueron constituyéndose nuevos mitos que ahora toman nuevos aires postmodernos. El hombre no podrá jamás renunciar a los sueños, utopías, y a la construcción de mitos. La entrada a la postmodernidad parece ser el más grande en los últimos tiempos 14.

El efecto del derrumbe del "socialismo real" en Europa ha sido caldo de cultivo favorable para entrever que algún tipo nuevo de sociedad debe conformarse para que entresaque al hombre del marasmo de los conformismos 15. La modernidad, contraproducentemente a su espíritu originario, ha frenado en ocasiones la renovación que siempre exige el espíritu revolucionario y que anteriormente la caracterizaba. Algunos discursos posmodernistas -y se hace necesario diferenciarlos porque no constituyen una masa uniforme- estimulan la transformación radical, pero al tenerse presente la procedencia primermundista de la mayor parte de los gestores del discurso postmodernista, se puede entrever mejor las pretensiones conservadoras de muchas de sus formulaciones.

La modernidad ha convertido el equilibrio armónico en presupuesto indispensable para conformar y resguardar el orden existente. Según José María Mardones: ¨La posmodernidad dice adiós al ideal moderno de la fundamentación y los grandes principios fijos, para abrirse a una nueva “episteme” postmoderna de la indeterminación, la discontinuidad, el desplazamiento y el pluralismo¨16.

La postmodernidad induce al desenfreno, justifica la esquizofrenia social, siempre y cuando ésta no conduzca a que la trastocación de valores ponga en peligro las principales conquistas de la modernidad entre ellas la educación ya que según el escepticismo pragmático de Richard Rorty, y sus seguidores: la  filosofía no tiene relevancia para la educación y no puede hacer mucho por ella en estos tiempos de posmodernidad 17.

En verdad, para ser postmoderno, consecuentemente, hay que pararse de manera adecuada sobre los cimientos bien encofrados de la modernidad. De lo contrario. Se corre el riesgo que tanto la modernidad como la postmodernidad vayan a parar al basurero de la historia, y eso no lo perdonarán los nuevos actores modernos que ya el futuro anuncia, al menos para estas tierras latinoamericanas, en medio de la bruma posmodernista.

En América Latina la malograda modernidad aún tiene muchas cuentas pendientes, -especialmente en lo que a la educación y la cultura se refiere- cuando quizás ya en el mundo desarrollado parecen sobrar chequeras para pagar las cuentas que exige la postmodernidad. Sin embargo, dentro de ese mundo de despedidas de la modernidad, hay grandes sectores sociales que reclaman el complemento de ésta en tanto algunos intelectuales han quedado embriagados por sus efectos 18 y no se percatan siquiera de la crisis del paradigma posmodernista.

El espíritu de la modernidad se embriagaba en la conformación de una cultura superior para que el hombre se sintiera también superior y lograse mayores niveles de identidad. El espíritu postmoderno pone en peligro aun más que la modernidad, como plantea James Petras 19, la identidad cultural de los pueblos, porque pretende homogenizar a través de los mass media la vida de los más recónditos rincones del orbe imponiendo los valores sin frenos de las sociedades primermundistas.

La filosofía contemporánea tiene el deber, como lo ha tenido siempre, de someter a juicio crítico los valores y limitaciones de este nuevo paradigma del pensamiento contemporáneo que circuló rápidamente  más allá de sus fronteras de origen.

Entre algunas de las ideas que debían rescatarse del discurso posmodernista se destacan: el culto a la diferencia, el disenso, la variedad, la tolerancia, etcétera.

Lyotard lo sintetiza magistralmente cuando señala que: "El saber postmoderno no es solamente el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable". 20 En el necesario diálogo crítico con el postmodernismo, algunas de sus tesis han sido asumidas como nuevas expresiones teóricas del discurso marxista contemporáneo, como en el caso de deconstruccionismo de Derrida,  a pesar de ser considerada, con razón, irracionalista esta corriente.

Cuando algunas de las manifestaciones del postmodernismo arremetieron contra la razón, no lo hicieron exclusivamente contra ella. Se enfrentaban contra múltiples aliados, en primer lugar contra la acción revolucionaria, y en último contra todo tipo de acción. Muchos de los postmodernistas son fieles creyentes de las ventajas de una "inactiva" actitud, aceptadora del status quo reinante. En esto se revela el sesgo neoconservador de algunos de sus simpatizantes.

No es la primera vez que en la historia de la filosofía afloran ideas preconizadoras de la indiferencia y de invocación existencialista. Estamos en presencia de una filosofía que se opone a todo pronóstico, pues "el futuro no tiene grandes expectativas y sólo queda el aquí y el ahora'' 21 dice Arturo Palafox. Tal concepción sólo puede justificar actitudes evasivas y escapistas, propias de tiempos apocalípticos donde la razón de la fuerza suplante a la fuerza de la razón.

El poder de la razón -que se pretende atribuir básicamente a la modernidad ilustrada, pasando por alto que ésta ha sido consustancial al hombre desde que éste es considerado como tal-, es cuestionado. Esto constituye el preámbulo para considerado el vegetarianismo que se pretende inculcar en las nuevas generaciones. El culto por lo light es el principio que fundamenta la renuncia a todos los principios.

¿Puede América Latina y en particular sus sistemas educativos  confiar su futuro plenamente a filosofías de la deriva y que de algún modo virtualizan la realidad como hace Baudrillard, cuando plantea: ‘Lo virtual no domina únicamente a los media, también ha atacado a la realidad" 22. Nadie puede dudar  de la validez y utilidad de la virtualidad que posibilitan las  TIC, pero  absolutizar su significado puede traer consecuencias graves no solo para la educación sino para el manejo integral del desarrollo social.

Los nuevos paradigmas  que se difundieron en los  presuntos tiempos postmodernos no confluían hacia el reencuentro de orígenes y por tanto no propician la reconstrucción de identidades, porque en la búsqueda del "pensamiento del afuera" 23, como propugnan Foucault y Deleuze, llegaban a cuestionarse la validez del único instrumento que posee el hombre para el diálogo civilizado que es la reflexión.

Resultaba comprensible e incluso acertada la preocupación de estos autores, por lo que podría considerarse la adecuada práctica de la alteridad filosófica, que presupone siempre el respeto por la racionalidad del interlocutor, hasta tal punto que pueda poner en aprietos la nuestra. Una racionalidad que no se someta al franco juicio crítico de la validación o falsación de sus instrumentos no debe seguir denominándose como tal.

La recepción indiscriminada que tuvieron algunos de los pilares del postmodernismo en determinados círculos intelectuales latinoamericanos puso de manifiesto hasta qué punto la falta de acierto selectivo, junto a la propensión mimética, condujeron a laberintos estereotipados que son fáciles de consultar en cualquier manual de historia del pensamiento latinoamericano.

Aquellos que hicieron suyos al pie de la letra las  profecías de las pitonisas postmodernistas de Europa y Norteamérica, no se percataron de las sacudidas que éstas incitaban sobre nuestro suelo.    

Si los pueblos latinoamericanos pretenden rescatar su identidad, reconstruir sus valores culturales auténticos y proyectar sólidos modelos educativos, culturales y de desarrollo socioeconómico no deben buscar en el anaquel postmodernista las herramientas, ni siquiera para concebir maquetas, pues éstas pueden propiciar el asentimiento ante el aprobatorio o desfavorable juicio de los "expertos" nórdicos.

Pero lo que es peor, si el postmodernismo no sólo incita a invalidar el poder de la razón, sino también a debilitar el pensamiento, parece no escapar de aquellos tropiezos intelectuales que tuvieron algunos pensadores modernos, como Descartes o La Metrie al concebir el hombre-máquina, el hombre-planta, etcétera.

Debilitar el pensamiento del hombre latinoamericano, más de lo que han tratado siempre de debilitarlo los poderes dominantes, principales cosecheros de su enajenación, constituye la mejor forma de estimular la pasividad y la renuncia a todo intento educativo y  participativo de regeneración social.

¿Resulta acaso acertado para "nuestra América" el juicio de Baudrillard de que "ya no formamos parte del drama de la alienación", 24 porque la obscenidad de la comunicación nos revela todo? Acaso los mass media son verdaderamente tan pornográficos en su información que dejan traslucir todas las intimidades de las reales fuentes y efectos del poder?

Como es conocido la mayor parte de la elaboración de los productos enlatados de la información y la comunicación contemporánea son made in the first world. En el caso de  aquellos que se elaboran en nuestros países son confeccionados generalmente con las parabólicas muy bien orientadas hacia los valores que propugna aquella sociedad que se quiere despedir tempranamente de la modernidad, en tanto en América Latina ha sido pospuesta o malograda 25. Tal vez haya que decir junto a Eduardo Galeano que no sólo en el entierro del socialismo hubo equivocación de muerto, al menos para el Tercer Mundo, incluyendo el que existe en el seno del Primer Mundo, también hubo el entierro precoz de la modernidad.

En correspondencia con tal criterio de Baudrillard la alienación sólo se produciría con el predominio de la ignorancia sobre determinados mecanismos, por tanto su erradicación resultaría tan fácil que hasta la propia modernidad con el espíritu ilustrado le hubiera puesto fin. En verdad los móviles reales son mucho más profundos que los que pueden mostrar la superficial pantalla de televisión. Junto al desconocimiento se agolpan la impotencia, la incapacidad para poner las cosas sobre sus pies reales y para que el hombre, de carne y hueso, y no el de los tratados filosóficos modernistas o postmodernistas, pueda desplegar sus mayores potencialidades en cada circunstancia histórica.

"Lo que en un sentido epistemológico podríamos denominar como `superación de la alienación' -señala Federico Riu- sólo resultará factible cuando resulte superada la concepción del hombre que le sirve de base” 26. Ni la modernidad y mucho menos la postmodernidad pueden asegurarle vías desalienadoras seguras al hombre, el analfabetismo cultural y político, el "irracional" subconsumo, la insuficiencia comunicativa -a pesar de los esfuerzos habermasianos- y sobre todo participativa, especialmente de los pueblos marginados del desarrollo, son algunos obstáculos que impiden aún la anhelada desalienación.

El discurso postmodernista ha resultado proporcionalmente alienante al grado de dependencia del lugar donde se formule como estrategia de acción. El éxito de los países del primer mundo no pudo consistir en la renuncia a la fundación, la trascendencia y la política centrada, como aconsejaban algunas ideas postmodernistas. La intelectualidad latinoamericana actual tiene el deber de proponer alternativas para el desarrollo y salidas a las crisis en lugar de ofrecer solo compensatorio consuelo o infructuoso pésame.

Este tipo de discurso postmodernista, ya que por suerte hay otros más alentadores, no resulta paradigmático ni para esta parte del mundo, ni para orbe en su conjunto cuando se amenaza su existencia misma, a menos que logre concierto no sólo ecológico en múltiples problemas que afectan a eternamente inacabada modernidad.

Ante la avalancha cultural que parecía promover el postmodernismo sólo era y sigue siendo  posible una actitud consecuentemente: asimilar dialécticamente sus críticas a las insuficiencias y desde la modernidad; aprovechar sus logros estéticos con sus renovaciones en la apreciación del espacio, etc.; recomponer sus apreciaciones sobre los  efectos de los recientes avances tecnológicos y, en especial, sus efectos sobre la comunicación y los modos de vida del hombre contemporáneo y demostrar lo endeble de todo nihilismo y esquizofrenia social que cautive al hombre en zoológicas jaulas. 

El paradigma discursivo posmodernista tanto en el plano filosóficos, como especialmente en el orden cultural y educativo 27 en tiempos de globalización indudablemente entró en crisis y ante ellas siempre hay alternativas: la desaparición de la vieja cualidad o sea la muerte o la lisis, es decir la recuperación y la renovación. 

En el caso de los paradigmas que han fundamentado los sistemas educativos del pasado siglo XX 28 también se produjeron  frecuentes  crisis. Así P. Bordieu y J,C Passeron sostenían que “La situación de crisis naciente es la ocasión para discernir los presupuestos ocultos de un sistema educacional y los mecanismos capaces de perpetuarlo cuando las condiciones previas de su funcionamiento no se realizan del todo. En el momento en que se empieza a romper el acuerdo perfecto entre el sistema escolar y su público de elección es cuando se desvela la  ´armonía preestablecida´ que sostenía este sistema tan perfectamente que quedaba excluida toda pregunta sobre su fundamento”29. Sin dudas, ante las propuestas posmodernas  debemos asumir, especialmente en el mundo sociopolítico,  intelectual y educativo 30, también una actitud renovadora, crítica, es decir moderna ante El postmodernismo.  

 Entre  los paradogmas o falacias propiciadas por el discurso posmoderno  en relación al ámbito educativo y cultural en lo que a la información  y la comunicación se refieren hay dos que se destacan:  


1) La obsesión futurista y tecnologista de la educación  

El paradigma posmodernista ha tratado de influir también sensiblemente sobre los sistemas educativos como se evidencia en las obras de Alvin Toffler, La tercera ola y El schok del futuro  en las que considera que la educación moderna tenía un sentido social y colectivo  que debe ser abandonado por el culto a la individualidad y la economía familiar. “Deberá plantearse una cultura educativa- plantean Antonio J Colom y Joan-Carles Mélich- que mire fundamentalmente al porvenir. La educación no debe ser ya la transmisora de la cultura del pasado y la guardiana de la historia en las nuevas generaciones. Tampoco debe ser comprensiva del presente ya que este no es perdurable; el presente, el momento, debe servir como mecanismo didáctico para explicar el cambio y conseguir así el objetivo prioritario de la educación: la movilidad, la adaptación a lo nuevo, a lo cambiante, por lo que la educación se plantea como el instrumento-guía que oriente a las generaciones sobre las previsiones del futuro. Ello implica transformar las aulas en verdaderos laboratorios de simulación; así, los medios informáticos, las técnicas de juegos, las previsiones del azar, la prospectiva, etc., se nos presenta como los pilares donde fundamentar  la acción docente, acción docente que a partir de ahora no podrá ya descansar por más tiempo y exclusivamente en los profesionales de la educación.” 31

Esto quiere decir formar nuevas generaciones desmemoriadas y sin ningún compromiso cultural e ideológico con su  país, su región, su sociedad, por cuanto el único principio válido es la clásica consigna neoliberal retomada del socialdarwinismo decimonónico según la cual  debe vencer el más fuerte y mejor adaptado a las nuevas circunstancias. 

Se trata de formar hombres despreocupados por su entorno social y su presente histórico pues solo deben estar pensando en el futuro y para nada mirar atrás que ha sucedido en la historia ni que sucede en el momento en que vive para aprender de ellos, ignorando aquella frase referida a que el pueblo que no conoce su historia está destinado a repetirla.

A partir de tales criterios el sistema educativo que se propone debe tener las siguientes características: 

- ¨Interactividad, o educación a través de tecnología con capacidad de respuesta adaptativa bidimensional (alumno-maquina-alumno). 

- Movilidad, o capacidad para desarrollar educación en diferentes escenarios, por lo que la escuela deja de ser el espacio secular especializado en formación.

- Convertibilidad, o capacidad de transferir información entre medios diferentes a fin de conformar redes complejas y multivariadas al mismo tiempo que fuentes plurales de información.

-  Omnipresencia, o democratización total de la información. La tecnología propicia la difusión educativa para toda la sociedad, máxime si se consigue el reto de la movilidad.

- Mundialización, o información –educación- sin fronteras ni diferencias.

Obviamente, tales características  implican interrogarse por la nueva concepción y especificidades de la escuela, que ya no podrá ser aquella institución especializada, jerárquica y masiva, asentada en la expendeduría de títulos, en la autoridad, y en currículums  con conocimientos  en absoluto útiles y pragmáticos  al estar orientados al pasado más que a las nuevas necesidades del futuro; una escuela que, por el contrario, poseerá las siguientes notas definitorias: 

- Estar dispersa y por tanto descentralizada: cualquier taller, oficina, hogar, etc., podrá servir y cumplimentar el papel de la escuela.

- Estar en constante interpenetración con la comunidad o sea con los requisitos y necesidades más próximos al grupo educante.

- Que sea adhocrática o, si se quiere, que no posea administración ni gestión burocrática del conocimiento.

- No estará constreñida a los sistemas rígidos de programación y agrupación tradicionales, antes bien deberá ser un foco de experimentación, abierto a la innovación continuada¨ 32

Nadie debe dudar que algunos de los rasgos que se vaticinan son ya un hecho en los cambios que se han ido produciendo en los sistemas educativos de algunos países como una necesidad de la transformaciones producidas por los impactos tecnológicos, pero de ahí a considerar que las propuestas de Toffler constituyan la solución para perfeccionar los sistemas educativo en los presuntos tiempos posmodernos va un largo trecho.

Como puede apreciarse en la bidireccioanalidad alumno-maquina-alumno el maestro queda prácticamente excluido al ser sustituido por las computadoras, como ha propuesto F. Bennett aduciendo que estas son un 30% más efectivas y con un costo inferior de un  30% en relación con el gasto en los maestros 33. Estamos en presencia de un nuevo reduccionismo no solo epistemológico por la cibernetizacion de la ciencia  sino de lo que es peor de la práctica educativa, de la cultura y de toda la sociedad

La ruptura nihilista con sistemas y prácticas educativos que han demostrado su valor  y eficacia son totalmente desconsiderados en alguna forma al proponerse un relativismo permanente en la búsqueda del conocimiento y en los métodos para su construcción.

Indudablemente el discurso posmodernista deja su nefasta  huella epistémica e ideológica en este tipo de propuestas desconociendo muchas de las conquistas de la modernidad.
 

2. El metaimperio  de la sociedad de la información o del conocimiento  

La otra gran falacia de la presunta posmodernidad es considerar que el solo control de la información y del poder del conocimiento son elementos más que suficientes para lograr realizar las grandes utopías de perfeccionamiento social tan añoradas por ilustrados, liberales, socialistas, etc. Se considera usualmente de manera equivoca que la mayor riqueza o pobreza de un país dependerá exclusivamente de la capacidad de almacenamiento y procesamiento de la información sin tomar en consideración el poder de las transnacionales que son capaces de penetrar por encima de cualquier frontera nacional e imponer su poder no solo informático.

Ese metaimperio  de la sociedad de la información o del conocimiento ha propiciado la idea de que la educación por sí misma es capaz de las grandes transformaciones sociales, con independencia de la praxis política, jurídica, económica, etc. Nadie puede dudar del extraordinario poder que ha tenido y tendrá la educación como instrumento de perfeccionamiento social pero atribuirle la exclusividad en esa labor puede conducir a caminos equivocados. 

Según esta hiperbolización de las TIC el papel del ser humano, del sujeto dinámico en los procesos educativos, productivos, etc., pueden quedar paulatinamente marginados. Según el sociólogo argentino E. A. Vizer: “Todas las proposiciones sobre la Sociedad de la Información, o la Sociedad del Conocimiento, llevan implícitas una visión marcada por los paradigmas de la información, y la racionalidad funcional o instrumental que guiaría el funcionamiento eficiente de las instituciones y las estructuras sociales, en un mundo que nos permitiría ocuparnos de la belleza creativa del conocimiento sin preocupaciones por “los errores y la subjetividad en las decisiones de los hombres” (las máquinas inteligentes nos librarían de la arbitrariedad humana en la toma de decisiones, ya que las alternativas que surgieran podrían plantearse a través de algoritmos matemáticos o aleatorios como los que propone la teoría de los juegos). Con ironía dramática, podríamos parafrasear a Marx cuando menciona la posibilidad de pasar históricamente de la era de la administración sobre los hombres a la administración sobre las cosas. Los peligros de una sociedad de la información con controles centralizados estriban precisamente en pasar a una era de administración de los hombres por las cosas (centrales robotizadas de inteligencia, al estilo de G. Orwell, en su novela “1984”)’’ 34

Como puede apreciarse los peligros para la minimización de la actividad del sujeto humano parecieran incrementarse al punto de llegar a realización de uno de esos filmes de ciencia ficción donde los robots esclavizan a los humanos. 

La adecuada crítica a la supuesta omnipotencia de la “sociedad de la información  como la desarrollada en  España por  E. Bustamante 35, evidencia que no existen pruebas científicamente demostradas que avalen la idea que el futuro de la humanidad estará obligatoriamente sometido a la dictadura de la TIC. Asumir una postura escéptica ante ese planteamiento puede conducir a que los educadores inconscientemente puedan contribuir a ese proceso de alineación tenofóbica. 

Por otra parte no se puede ignorar el contenido ideológico que se esconde detrás de tales formulaciones hiberbolizantes de la supuestamente omnipotencia actual de la información. “Asimismo, -plantea Mario Andrés Solano- la expresión sociedad del conocimiento  fue frecuentemente utilizada también para calificar a las sociedades del capitalismo tardío, es una expresión que parece denotar que en ellas el conocimiento ocupa una centralidad, lo cual se asocia al status  económico, de poder y prestigio de quienes detectan  tal conocimiento”. 36  

Por esa razón Manuel Castells se ha cuestionado profundamente la posibilidad real de una sociedad de redes cuando más de la mitad de la población mundial no tiene ni siquiera acceso al teléfono 37 y donde se incrementa relativamente la marginación en cuanto a la participación en los sistemas educativos sistematizados.

Muchos son los desafíos para la educación y la cultura que han planteado la crisis del paradigma de la modernidad y la revolución científico-tecnológica desplegada en tiempos de globalización creciente. Ninguno de ellos es producto de la arbitrariedad sino una consecuencia necesaria del desarrollo social en todas sus dimensiones, por lo que no pueden ser asumidos ni tampoco criticados a la ligera.

Las posibilidades y límites que plantean las nuevas tecnologías de la información y la comunicación constituyen y constituirán obligatoriamente uno de los ejes principales de atención de los sistemas educativos de todos los países. De la adecuada justipreciación de sus ventajas y desventajas en la formación integral de un ciudadano donde no solo el elemento científico-técnico sea tomado en consideración principal sino los indispensables elementos axiológicos, éticos, estéticos, humanistas que solo de manera directa familiares, maestros, vecinos, amigos, etc. , y en general la sociedad civil pueden aportar con relativa independencia de los medios tecnológicos que utilicen para ese fin, depende que nuestros nietos no nos abandonen al hiperprogramado mundo del ciberespacio.

Notas:

1 Pablo Guadarrama González (1949) Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba.  Doctor en Ciencias (Cuba) y Doctor en Filosofía (Leipzig). Doctor Honoris Causa. (Perú).  Profesor Titular  de la Cátedra de Pensamiento Latinoamericano de la Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. Cuba. Autor de varios libros sobre teoría de la cultura y el pensamiento filosófico latinoamericano, así como numerosos artículos publicados en Cuba y en otros países. Ha dirigido varios proyectos de investigación y tesis doctorales en su país y en el exterior. Ponente en múltiples congresos internacionales. Coordinador general del proyecto internacional de investigación UNESCO  “El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana”.  Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas, de España, Estados Unidos, Japón, Rusia y Alemania. Ha obtenido varios premios y distinciones por su labor intelectual. 
2 ¨La palabra moderno, en su forma latina modernus , se empleó por primera vez a finales del siglo V para distinguir el presente, que se había convertido oficialmente en cristiano del pasado romano y pagano. El término <> , con un contenido diverso, expresa una y otra vez la conciencia de una ‘epoca que se relaciona con el pasado, la antigüedad, a fin de considerarse a sí misma como el resultado de una transición de lo antiguo a lo nuevo¨. Habermas, J. ¨La  modernidad, un proyecto incompleto. ¨en Foster, H y otros La posmodernidad. Editorial Kairos. México.  1988. p. 20.    
3  “El asunto es que estamos hasta tal punto dentro de la cultura de la posmodernidad, que su rechazo superficial  es tan imposible como complaciente y corrupta es cualquier celebración igualmente superficial.” Jameson, F. Teoría de la postmodernidad. Editorial Trotta. 1996.  p. 92. 
4“Una de las páginas más violentas escritas en la historia de la humanidad ha sido el tránsito de las sociedades de la tradición  a la sociedad moderna” Lopez, H,F. El mito de la modernidad. Ediciones Horfe. Bogotá. 1997.  p. 68. 
5 “La modernidad que se inicia en el siglo XVI se afianza en la racionalidad y en la libertad mediante las cuales, y por medio de la ciencia y la técnica que construyen, el ser humano se lanza a la aventura de forjar su propio mundo como obra de su voluntad y destreza” Serrano Caldera, A. El doble rostro de la posmodernidad.  Editorial El amanecer. San José de Costa Rica. 1994. p. 206. 
6 Véase: Guadarrama, P. Positivismo en América Latina. Universidad Nacional Abierta a Distancia. Bogotá. 2001. Antipositivismo en América Latina. Universidad Nacional Abierta a Distancia. Bogotá. 2001; Positivismo y antipositivismo en América Latina . Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2004. 
7 ¨Berman, M. ¨Brindis por la modernidad¨ en Colombia: el despertar de la modernidad. Foro Nacional por Colombia. Bogotá. 1991.   p. 44. 
8 ¨La modernidad aparece acusada de haber fracasado: sus paradigmas de ¨progreso¨ humano y sus mitos racionalistas ya no tienen la fuerza de convencimiento y movilización de antaño, se dice que están descreditados;  se denuncian el fraude de las grandes utopías y la ambigüedad del proyecto¨ Ravelo Cabrera, P. El debate de lo moderno-postmoderno . Ciencias Sociales. La Habana. 1996.  P. 13 . 
9  Véase: Guadarrama, P. “Posturas de Nietzsche y Marx ante la modernidad”. Cuestiones de Filosofía. Universidad Pedagógica y Tecnológica  de Colombia. Tunja. 2002, pag. 78-103.
10 “Si la crisis del humanismo está seguramente relacionada, en la experiencia del pensamiento del siglo XX, con el crecimiento del mundo técnico y de la sociedad racionalizada, esta relación, en las diversas  interpretaciones que se dan en ella, constituye también una línea de demarcación entre concepciones profundamente diferentes sobre la significación  de esta crisis.¨ Vattimo, G. El fin de la modernidad. Gedisa. Barcelona. 1990.  p. 36
11 Martí, J. Obras completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1975. tomo 8. p. 281
12 Harvey, D. The condition of posmodernity. Basil Blackwel. Cambridge University Press. Camridge, 1989. P. 49.
13  Madison, G. The hermeneutics of postmodernity. Indiana University Press. First Midland Book Edition. Indianápolis. 1990.  p. 178. 
14 “Esto altera la relación del hombre con la sociedad: el hombre se encontraba en la posición de productor, de creador de una historicidad; ahora ya no se encuentra frente a una naturaleza que transforme con sus máquinas sino que está incorporado en un mundo cultural, en un conjunto de signos y de lenguajes  que ya no tienen puntos históricos de referencia. Esto parece quebrantar definitivamente la idea de sujeto, siempre asociada con la de creación, y más frecuentemente con la idea de trabajo de la razón. Todo se fragmenta, desde la  personalidad individual hasta la vida social.
 Esta idea destruye el pensamiento social clásico, el pensamiento por el cual el triunfo de la razón permite e impone una correspondencia entre las normas del sistema social  y las motivaciones de los actores, de suerte que el ser humano no se manifiesta ante todo como un ciudadano y un trabajador. Así queda consumado el divorcio del sistema y de los actores.
15 Véase Guadarrama, P. Antinomias de la crisis del socialismo. Universidad  Autónoma de  Nuevo  León. México. 1992; 2da edición. Editorial  Ciencias  políticas.  La Habana. l993; Reproducido en Boletín del Seminario  Internacional “Socialismo. Utopía, realidad y vigencia.”Bogotá, 1991; Presencia Universitaria.   Universidad  Nacional  Autónoma  de   Honduras. Tegucigalpa.  n. 129. l992. p. 6-16; Gaceta Universitaria.  UAEM Toluca.  México n.5-6. dic. enero 1993. p. XX-XXX;  Islas.    no. 101. Enero-abril 1992.  p. 5-19.
16 Mardones, J.M. ¨?Qué es la posmodernidad? “Cuadernos de Orientación Familiar. Alianza Universidad. Madrid. P. 39-40. . 
17  Olimpo Suárez, J. ¨Posmodernidad y educación: ? Qué está en juego? En La posmodernidad a debate. Editor Leonardo Tovar. USTA. Bogotá. 2002. G. p. 167.
18 “La polémica sobre la postmodernidad en Latinoamérica se inició en la década de los ochenta y se a reforzado en los años noventa. Si en la primera década eran unos pocos autores los que defendían las tesis posmodernas, en la actualidad se va ampliando el número de sociólogos, politólogos y filósofos  que defienden como adecuado y pertinente el paradigma de la posmodernidad para el ámbito cultural de Latinoamérica”. Beorlegui, C. Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Universidad de Deusto. Bilbao. 2004. p. 838. 
19  “La modernidad, por razón de su naturaleza expansionista, está íntimamente ligada  a la desarticulación de la solidaridad social y de la identidad cultural en todo el mundo” .¨Modernidad versus comunidad¨ Colectivo de autores. Interrogantes de la modernidad. Ediciones Tempo. La Habana. S.f.  p. 22. 
20 J. F. Lyotard: La condición postmoderna, Editorial REI, México, 1989, p. 11. 
21    Arturo Palafox: "Reciclaje e historia", Ponencia al VI Congreso de Filosofía de México Universidad Autónoma de Chihuahua, 1991.
22 Baudrillard, J. : "El enemigo ha desaparecido¨ en La nave de los locos.  Editorial Lust Morelia. Julio 1991. no 16. p.1. 
23 "Deleuze resume las dificultades y las características del pensamiento del afuera en cinco puntos: un pensar que no deriva de una buena voluntad sino de una violencia sufrida por el pensamiento; un pensar que no supone el acuerdo entre las facultades humanas, sino que lleva a cada facultad hasta su límite y su discordancia con las demás; un pensar abierto a los encuentros y definido siempre en relación con un afuera; un pensar que lucharía no tanto contra el error como contra la estupidez; un pensar que se define en el movimiento del aprendizaje y no en el resultado de un saber y que, por tanto, no subordina su acción a ninguna instancia externa al propio movimiento del pensar en tanto ejercicio vital positivo". Jaime Viera: "Pensar el afuera (Desde Foucault-Deleuze)", en La nave de los locos, ob. cit., p. 66.
24 J. Baudrillard: "El éxtasis de la comunicación", en H. Foster y otros, ob. cit., p. 193
25 Guadarrama, P.  “La malograda modernidad latinoamericana”. Exégesis. Puerto Rico.  Año 7. # 20. 1994.p. 13-18; Reproducido en Guadarrama. América Latina, marxismo y postmodernidad . Universidad  INCCA de Colombia. Bogotá. 1994; Guadarrama, P.  Humanismo,  marxismo y  postmodernidad.  Editorial  Ciencias Sociales. La Habana. 1998.  
26 Federico Riu: Usos y abusos del concepto de alienación, Monte Ávila Editores, Caracas, 1981,p. 17.
27  Véase: Guadarrama, P. Humanismo, alineación y globalización. . Editorial Ibáñez, Bogotá. 2003.
28 Véase: Palacios, J. La educación en el siglo XX. Editorial Laboratorio Educativo. Caracas. 1997. 
29 Bordieu,P. y J.C, Passeron La reproducción. Laia. Barcelona. 1977. p. 149-150. 
30  Véase: Baquero, R y Broilo, C. Pesquisando e gestando outra escola: desafios contemporáneos. Editorial UNISINOS: Sao Leopoldo. 2001. 
 31 Colom, A y J.C Mélich Después de la modernidad. Nuevas filosofías de la educación. Paidos. Barcelona. 1995. p. 73. 
32 Toffler, Al. El ¨schock¨ del futuro. Plaza y Janes. Barcelona. 1973. p. 417-445. 
33  Bennet,F. Computer as tutor: Solving de crisis en education. Documento html en http://www.cris.com/~faben l 20/07/1999. 
34 Vizer, E.A. ¿SOCIEDAD DE LA IN-FORMACIÓN o de la COMUNICACIÓN? Entre el condicionamiento y la libertad. En  Hacia una ecología social y estratégica de la comunicación . N° 1 Public. Secretaría de Investigación. Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires.  2004 (en prensa).  

35  Véase: Bustamante, E.’” La sociedad de la información: un largo camino de pensamiento utópico y critico’ en J. Pons y J Jiménez: Nuevas tecnologías Comunicación audiovisual y educación. Centro de Estudios de Derecho, Economía y Ciencias Sociales. Ceders Editores. Barcelona. 1998.  
36  Solano Solano, M.A. Mitos y realidades en torno a la ‘sociedad de la información’. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2004. p. 15.
 37  Véase: Castells, M La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. I, Alianza.
 1998. 

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