"¿Ya has
matado a tu Tutsi?"
Por Antonio J.
Martínez Fuentes*
Construir las bases del enfrentamiento
Ruanda es considerada una nación predominantemente cristiana, donde
tres de cada cuatro personas se dice católica después de más 100 años de
exposición intensa a misioneros blancos. En 1994, el país se convirtió en un
cementerio enorme. Se estima que en 100 días, 800,000 hombres, mujeres, niños y
ancianos fueron masacrados al enfrentarse grupos tribales locales lo que
resulto en uno de los más terribles genocidios de nuestra época.
En Ruanda coexisten tres comunidades de desigual peso
demográfico: twas 1%, tutsis 14%, y hutus 85%. Atendiendo a un criterio étnico,
la mayoría hutu, son personas de origen nigero-congoleño cuya labor principal
es la agricultura, la minoría tutsi (14%), pueblo nilo-sahariano
con labor fundamental la ganadería y que tradicionalmente ocupaba el ejercicio
del poder y los pobladores originarios del territorio, los Twa un grupo pigmeo
que seguía una forma de vida de subsistencia mediante la caza y la
recolección. con solamente un 1%.
Antes del régimen colonial, los hutu y los tutsi no eran grupos
étnicos tal y como existen hoy. La relación entre diferentes pueblos ruandeses
era compleja y mutable. En el centro del estado había un tribunal poderoso,
centralizando, basado en el linaje Nyiginya (tutsi). En el campo, los tutsi
eran dueños del ganado y los representantes del tribunal; los hutu eran
granjeros, y podían, convertirse en tutsi cuando los jefes se
incorporaban a la elite dirigente, o los granjeros se enriquecían y adquirían
ganado. De esta manera, los tutsis y los hutus se distinguían por el carácter
terrateniente y agricultor respectivamente.
Cuando los alemanes llegaron como los primeros conquistadores
coloniales, las estructuras sociales vigentes estaban muy organizadas y
eran de naturaleza piramidal.
Hay poca diferencia entre la raíz cultural de los tutsis y hutus.
Hablan el mismo idioma que se llama Kinyarwanda y tienen las mismas creencias
religiosas, ya que la mayoría de ambos grupos es cristiana con unas creencias
tradicionales. El índice de matrimonios mixtos entre los tutsi y los hutu ha
sido muy alto y las relaciones entre los dos grupos eran generalmente pacíficas
hasta cuando ocurrió la colonización por parte de Alemania y Bélgica.
Culturalmente, se trata de una división prácticamente artificial, basada más en
la clase social que en la etnicidad, dado que las diferencias son mínimas y se
traducen en algunos aspectos físicos como la estatura.
Los belgas, los alemanes y los británicos querían la posesión del
territorio. No obstante, en 1910, Alemania obtuvo el control sobre Ruanda y
Burundi. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, los belgas
ganaron el control y el día 23 de agosto de 1923, la Liga de Naciones dejó a
Ruanda y Burundi bajo la supervisión de Bélgica.
Fue la colonización la que creó el etnicismo al promover y exacerbar
diferencias, que eran menores, entre los distintos grupos humanos con los que
se encontraron en Ruanda. De esta manera, la etnicidad fue algo inventado y
amplificado por la administración colonial y por los misioneros católicos.
Alemania y Bélgica convirtieron la relación tradicional entre los
hutus y los tutsis en un sistema de clases, favoreciendo a la minoría
tutsi sobre los hutus para imponer su dominio e hicieron que pasara
de ser una casta superior a una minoría dictatorial. Con la llegada de los belgas la división racial se consolidó y
comenzaron a interesarse por las diferencias entre hutus y tutsis. En 1920, se
realizaron estudios antropológicos de estos grupos basándose en la
medición del cráneo y su estatura Los tutsis eran más altos, su cráneo era más
grande, y tenían la piel más clara que los hutus. Por ello, los europeos
creyeron que los tutsis tenían ascendencias caucasianas, y que por lo tanto
eran superiores a los hutus.
La influencia occidental, a través de la introducción artificial por
los belgas de un carné étnico (1934) que otorgaba a los tutsis mayor nivel
social y mejores puestos en la administración colonial, acabó
institucionalizando, definitivamente, las diferencias sociales. Mientras tanto,
los pigmeos twas, gozaron de un relativo buen trato por parte de la casta tutsi
que consideraba a los cazadores de las montañas por encima de los hutus en la
pirámide social.
No podemos dejar de tener en consideración que las etnias allí
existentes padecieron la apropiación por parte de las grandes potencias
de sus tierras, pero además sufrieron “la clasificación y posterior
desestructuración de las relaciones tradicionales de las que eran parte estos
pueblos, convirtiendo su trato común en una interacción, dándole el carácter de
conflictivo a las relaciones establecidas...”.
Es de considerar que tras estas concepciones, el sistema
implantado entonces se encuentre relacionado directamente con el
ejercicio de la ciencia, especialmente las humanas, y por ende también con la
antropología.
El proceso de etnización y racialización y el establecimiento de
diferencias entre hutus y tutsis, es fundamental para entender la violencia
política entre ambos grupos. Estas estratificaciones de las poblaciones fueron
elementos importantes para las pretensiones y políticas coloniales, que se
extienden hasta hoy y no solamente en África como podemos constatar en el
presente.
Cuando la metrópolis belga consideró que las reclamaciones
tutsis eran desmesuradas, cambió de comportamiento y comenzó a apoyar a la
mayoría hutu. Finalmente, la rivalidad entre los dos grupos se agudizó con la
creación, por iniciativa belga, de varios partidos políticos sobre bases
étnicas. También se debe resaltar el papel de los misioneros europeos por
legitimar el sistema social y la dominación colonial, con nuevas normas que no
limitaban el comportamiento injusto y la explotación de unos por parte de
otros.
Ese fue el escenario en el que nació y se enraizó el odio entre hutus
y tutsis, hasta que, tras obtener Ruanda y Burundi la independencia de Bélgica
en 1962, los enfrentamientos entre ambos grupos étnicos se fueron
intensificando, dando paso a una época en las que las violaciones de derechos
humanos y los golpes de Estados se convirtieron en la norma común. Los tutsis,
en su mayoría ganaderos, habían sido favorecidos por los colonialistas alemanes
y, después, por los belgas, que siguieron con la misma política, en
detrimento de los hutus, que siendo mayoritarios en el país, eran sometidos por
la minoría tutsi que los trataba como a siervos. Fueron los misioneros y
colonizadores europeos quienes interpretaron a estos dos grupos sociales como
poblaciones distintas. Adoptando los criterios utilizados por la antropología
decimonónica,
Los misioneros católicos, se dedicaron a adoctrinar a los hutus y a
inculcarles el sentimiento de ocupar su lugar mayoritario en el país. Ambas
etnias estaban repartidas en dos países Ruanda y Burundi. En 1962, al acceder a
la «independencia» Burundi, los jefes y cabecillas hutus, fueron casi
exterminados por los tutsis. Al mismo tiempo, en Ruanda, fueron los hutus los
que masacraron a miles de tutsis, exilándose otros cuantos miles a Uganda y
Ruanda.
Un incidente, el 1 de noviembre de 1959 entre jóvenes tutsis y uno de
los líderes hutus se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en la
cual, los hutus quemaron propiedades tutsis y asesinaron a varios de sus
propietarios.
La administración belga, durante dos años de enfrentamientos de bajo
nivel entre unos y otros, contabilizó un total de 74 muertos, de los cuales, no
obstante, 61 eran hutus, asesinados por nuevas milicias tutsis que pretendían
acabar con el movimiento revolucionario, el cual respondió con más fuerza ante
la represión y, durante los dos años siguientes, alrededor de 20.000 tutsis
fueron asesinados.
En 1965, por ejemplo, ocurrió una matanza de hutus, que volvió a
repetirse en 1972 con más virulencia incluso: fueron asesinadas más de 200.000
personas. En agosto de 1988 y en diciembre de 1991 se repitieron las matanzas. Según
un informe de Amnistía Internacional, más de medio millón de hutus fueron
ejecutados entre 1965 y 1991.
Grégoire Kavibanda fue el primer presidente de una Ruanda liberada del dominio colonial.
Los datos de crecimiento económico y estabilidad social eran esperanzadores. A
pesar de las diferencias acumuladas durante siglos, tutsis y hutus lograban
convivir sin llegar a enfrentamientos generalizados. No obstante el odio entre
partidarios de la república, de mayoría hutu, y partidarios del régimen
anterior a ésta, mayormente de la etnia tutsi, aumentaba y aunque
principios de la década de los 70, el enfrentamiento no era exacerbado, ya se
estaba fraguando una división social pronunciada que produciría conflictos
mayores.
La población comenzó a exigir a su presidente Grégoire Kavibanda mano
dura contra la anterior clase dominante en el país y la respuesta
insatisfactoria por parte del presidente y los casos de corrupción en el
gobierno, provocaron el golpe de Estado del general Habyarimana (de origen
hutu), en julio de 1973.
En octubre de 1990, el Frente Patriótico Ruandés compuesto por
exiliados tutsis expulsados del país por los hutus con el apoyo del ejército,
invade Ruanda desde su vecina Uganda.
El genocidio (Algunas imágenes)
En los años 90 del pasado siglo comienzan una cadena de episodios
de violencia en Ruanda, cuando el gobierno dirigió un movimiento apelando
a la primacía hutu.
El 6 de abril de 1994, el avión en el que viajaban los presidentes de
Ruanda (Juvenal Habyarimana, y de Burundi (Ciprian Ntayamira) fue derribado por
dos misiles cuando se disponía a aterriza en Kigali, ello provocó el inicio de
una cruel masacre en toda Ruanda, al día siguiente la primera ministra y 10
soldados belgas de las fuerzas de las Naciones Unidas que la custodiaban fueron
asesinados por la guardia presidencial.
La ONU, que en 1993 había enviado una misión al país (MINUAR)
con la finalidad de contener la escalada de violencia, optó por la pasividad
cuando se inició el genocidio -visiblemente preparado y cuidadosamente
organizado-Las fuerzas de MINUAR no recogieron las armas que se distribuían
entre los milicianos, a pesar de tener el mandato correspondiente y, en el
momento inicial de las matanzas, evacúan el terreno y dejan desprotegida a la
población.
El crimen, progresivamente se prolongó contra todos los tutsis y hutus
moderados. Aun así, familias hutus escondían en sus casas a vecinos y conocidos
tutsis. En todo este proceso eran de gran importancia las tarjetas de
identificación personal establecidas en épocas coloniales, ya que los hutus se servían
de ellas para identificar a los tutsis y proceder a su exterminio.
Entre el 9 y el 11 de abril, alrededor de 3.300 extranjeros [norte] americanos,
franceses, italianos y belgas, fueron evacuados. Mientras tanto, la misión de
Naciones Unidas, UNAMIR, debido a órdenes superiores tuvo que mantenerse al
margen del conflicto puesto que su mandato no les permitía intervenir.
La táctica de los genocidas de Ruanda era reunir a un gran número de
víctimas en lugares cerrados con escasos números de medios para defenderse. Las
iglesias y los estadios deportivos eran los lugares predilectos por los
genocidas para realizar la masacre.
El 21 de abril, el Consejo de Seguridad de la ONU (CdS) aprueba la
retirada de sus tropas excepto 270 oficiales. El 30 de abril, el Consejo emite
una resolución sobre los asesinatos que se estaban llevando a cabo en Ruanda,
no considerando la situación como “genocidio”. Mientras tanto, miles de
ruandeses, se refugiaban en países vecinos como Tanzania, Zaire y
Burundi. Sólo en un día huyeron 250.000 personas.
El 17 de mayo, una resolución de la ONU consideró que habían sido
cometidos “actos de genocidio” y trató de enviar a 5.500 soldados. Pero no fue
hasta el 22 de junio que el CdS autorizó a tropas francesas desplegarse en el
suroeste de Ruanda, creando un área segura para refugiados, llamada “Zona Turquesa”.
El 28 de junio se publicó un informe en Ginebra señalando que las
masacres habían sido planificadas y constituían una campaña de genocidio.
Posteriormente se ordenó su investigación.
Aproximadamente, el 14 de julio un millón de personas huyeron a Zaire
y 6.000 accedieron a la zona de seguridad francesa (incluyendo miembros del
gobierno). Finalmente el FPR, tomó Gisenyi y Kigali el 17 de julio de 1994,
culminando con esto el genocidio. Dos días más tarde se crea un
nuevo gobierno de unidad nacional y se anuncia el final de las tarjetas de
identificación personal.
En noviembre de 1994 el CdS adoptó la resolución 955 sobre el
restablecimiento de un Tribunal Penal Internacional para los criminales de
Ruanda. Datos aproximados de diferentes ONGs y Organismos Internacionales
revelan que, en los cien días que duró el genocidio, se eliminó al 75% de
los tutsis. El medio principal para llevar a cabo la matanza fueron armas
rústicas, palos, machetes, piedras. La brutalidad con la que se perpetró el
genocidio dejó lacras tanto físicas como psicológicas en los pobladores de
Ruanda.
Las masivas violaciones, muertes, abusos sexuales a niñas y mujeres,
mutilaciones genitales, y demás actos inhumanos y tratos crueles propiciados a
los individuos de la etnia tutsi y hutu moderados, constituyen una grave
violación a numerosos convenios de las Naciones Unidas.
En la ocasión el diario belga «Le Soir», escribía al respecto «... se
trataba de arrastrar al mayor número posible de personas [de hutus] en esa
locura criminal, con el doble propósito de comprometer al máximo de gente, y de
ser lo más eficaces posible. El resultado es elocuente: un millón de muertos y
miles de asesinos».
Las causas de esa matanza tienen que ver con la posesión de las
riquezas naturales del país por potencias coloniales presentes en la
zona, que en vez de intervenir y parar la matanza, retiraron sus tropas bajo el
pretexto de no injerencia. Se conoce que la ineficacia e indiferencia de
actores internacionales como la ONU, la Organización de la Unidad Africana, los
Estados Unidos de América, Francia, Bélgica y Egipto para dar término a este
horrendo conflicto.
Probablemente nunca se sabrá el número exacto de muertos, pero dando
por cierta la cifra de 800.000, eso equivaldría al 11% de la población, un 80%
de los tutsis. La violencia en Ruanda ha tenido carácter intermitente y de
apariencia étnica: afecta el país desde finales de la época colonial hasta la
actualidad. La historia de Ruanda es una historia de manipulaciones, de
etnicismo fomentado, de mistificación de la historia, con una finalidad muy
concreta y evidente. Esta mirada sobre el mundo proviene de un modelo donde
este, ése tipo de constelaciones simbólicas y conceptuales, raíces, identidad,
tradición, tierra…, pueden transformarse en instrumentos de muerte, y no solo
de conflictos sociales y políticos.
*Sociedad Cubana de Antropología Biológica.
Enviado por su autor para Cubacoraje
En el próximo número>
IV Parte: Guías, manuales y masacres
Lic. Rosa Cristina Báez Valdés "La Polilla Cubana"
Moderadora Lista Cuba coraje, miembro de Red Social
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