terroristas sirios arrastran a un imán sirio asesinado
Los agentes
involuntarios de la Orden Imperial - La izquierda ilusa
JEAN BRICMONT
Hubo
un tiempo, a principios de la década de 1970, en que muchas personas, incluido
yo mismo, pensaban que todas las “luchas” de aquella época
estaban relacionadas: la Revolución Cultural en China, las guerrillas en
América Latina, la Primavera de Praga y los “disidentes” de la
Europa del Este, mayo del 68, el movimiento de los derechos civiles
[estadounidense], la oposición a la guerra de Vietnam y los nominalmente socialistas
movimientos anticoloniales en África y Asia. También pensábamos que, por
analogía con la Segunda Guerra Mundial, los regímenes “fascistas” de
España, Portugal y Grecia solo podrían ser derrocados por medio de la lucha
armada, muy probablemente prolongada.
3
DE SEPTIEMBRE DE 2013
Ninguna
de estas suposiciones era correcta. La Revolución Cultural no tenía nada que
ver con los movimientos antiautoritarios en Occidente, los disidentes de la
Europa del Este en general eran procapitalistas y proimperialistas, y a menudo
de una manera fanática, las guerrillas latinoamericanas eran una quimera
(excepto en América Central) y los movimientos de liberación nacional eran
exactamente eso: con bastante acierto, su objetivo era la liberación nacional y
se denominaban a sí mismos socialistas o comunistas solo por el apoyo que les
ofrecían la Unión Soviética o China. Los regímenes “fascistas” del
sur de Europa se transformaron ellos mismos sin ofrecer una resistencia
importante y no digamos ya una lucha armada. Muchos otros regímenes
autoritarios siguieron el ejemplo: en la Europa del Este, en América Latina, en
Indonesia, África y ahora en parte del mundo árabe. Algunos se desmoronaron
desde dentro, otros después de unas pocas manifestaciones.
Me
acordé de todas esas ilusiones juveniles cuando leí una petición “en solidaridad
con los millones de sirios que han estado luchando por la dignidad y la
libertad desde marzo de 2011”, cuya lista de signatarios
verdaderamente incluye a las figuras más destacadas de la izquierda occidental.
La petición afirma que “[...] La revolución en Siria es una parte
fundamental de las revoluciones del norte de África, pero es también una
extensión de la revuelta zapatista en México, el movimiento de los sin tierra
en Brasil, las revueltas europeas y norteamericanas contra la explotación
neoliberal, y un eco de los movimientos por la libertad en Irán, Rusia y
China”.
Los
signatarios piden, por supuesto, que Bashar al-Assad abandone inmediatamente el
poder, lo cual se supone es la única “esperanza para un sistema
unificado, libre, e independiente en Siria”. También afirman que
Rusia, China e Irán “han mantenido su apoyo al régimen a pesar de la
masacre de personas”, a pesar de que “supuestamente eran amigos de los árabes”;
reconocen que “EE.UU. y sus aliados del Golfo, han intervenido en apoyo
de los revolucionarios”, pero les acusan de haberlo hecho “con un
claro y cínico interés propio” y tratando de “aplastar y
subvertir el levantamiento”. No está claro cómo cuadra esto con la
siguiente línea del texto que afirma que “las potencias regionales y
mundiales han dejado el pueblo sirio solo”.
El
resultado final de la petición consiste en una grandiosa afirmación de “solidaridad” de “intelectuales,
académicos, activistas, artistas, ciudadanos interesados y movimientos
sociales”, “con el pueblo sirio para enfatizar la dimensión
revolucionaria de su lucha y para evitar las batallas geopolíticas y guerras de
poder que tienen lugar en su país”. ¡Nada menos!
Merece
la pena analizar la petición al detalle porque resumen muy bien todo lo que hay
de erróneo en la corriente principal del pensamiento de izquierda actual, e
ilustra y explica por qué no hay izquierda en Occidente. El mismo tipo de
pensamiento dominó el pensamiento de la izquierda occidental durante las
guerras de Kosovo y Libia, y en cierto modo durante las guerras de
Afganistán (“solidaridad con las mujeres afganas”) e
Iraq (“estarán mejor sin Saddam”).
En primer lugar, es muy dudosa la manera de presentar los
hechos acerca de Siria. No soy un experto en Siria, pero si el pueblo está tan
unido en contra del régimen, ¿cómo es que este ha resistido durante tanto
tiempo?
Ha habido relativamente pocas deserciones en el ejército o entre el personal
diplomático y político. Dado que la mayoría de los sirios son suníes y que
constantemente se describe al régimen como uno que se basa en el apoyo de
la “secta alauita”, algo debe de brillar por su ausencia en el
relato acerca de Siria.
A
continuación, nos guste o no, las acciones de “Rusia, China e Irán” en Siria han sido acordes con el
derecho internacional, a diferencia de las de “Estados Unidos y sus aliados del Golfo”. Desde el punto de
vista del derecho internacional, el actual gobierno de Siria es legítimo y
responder a su petición de ayuda es perfectamente legal, mientras que armar a
los rebeldes no lo es. Por supuesto, las personas de izquierda que
firman la petición probablemente pondrían objeciones este aspecto del derecho
internacional porque favorece a los gobiernos por encima de los insurgentes.
Pero imaginemos el caos que se crearía si en todo el mundo cada gran potencia
armara a los rebeldes que le pareciera. Se podría deplorar la venta de armas a “dictaduras”, pero
Estados Unidos no está en posición de dar lecciones al mundo en este aspecto.
Por
otra parte, “Rusia y China” son quienes, por medio de su
votación en la ONU, impidieron otra intervención estadounidense, como la de
Libia, a la que la izquierda occidental se opuso con muy poco entusiasmo, si es
que se opuso. De hecho, dado que Estados Unidos utilizó la Resolución de la ONU
sobre Libia para llevar a cabo el cambio de régimen que no había autorizado la
Resolución, ¿no es natural que Rusia y China sientan que se les tomó el pelo en
Libia y digan: “¡nunca más!”?
La petición considera los acontecimientos en Siria como
una “extensión de la revuelta
zapatista en México, el movimiento de los sin tierra en Brasil, las revueltas
europeas y norteamericanas contra la explotación neoliberal, y un eco de los
movimientos por la libertad en Irán, Rusia y China”, pero tienen
cuidado de no relacionarlos con los gobiernos antiimperialistas en América
Latina ya que estos gobiernos están completamente en contra de las
intervenciones exteriores y defienden el respeto de la soberanía nacional.
Por
último, ¿qué debería hacer cualquier persona que crea que la salida “inmediata” de
Bashar al-Assad llevaría a una “Siria libre, unificada e independiente”?
¿Acaso los ejemplos de Iraq y Libia no son suficientes para arrojar algunas
dudas sobre estos optimistas pronunciamientos?
Esto
nos lleva al segundo problema de la petición, que es su tendencia al
romanticismo revolucionario. La izquierda occidental actual es la primera en
denunciar a los regímenes “estalisnistas” del pasado,
incluidos los de Mao, Kim Il Sung o Pol Pot. Pero, ¿olvidan que Lenin luchó
contra el zarismo, Stalin contra Hitler, Mao contra el Kuomintang, Kim Il Sung
contra los japoneses y los dos últimos, así como Pol Pot lucharon contra
Estados Unidos? Si la historia debe enseñarnos algo es que luchar contra la
opresión no te convierte necesariamente en un santo. Y dado que se han echado a
perder tantas revoluciones violentas en el pasado, ¿qué razón hay para creer
que la “revolución” en Siria, cada vez más dominada por religiosos
fanáticos, emergerá como un ejemplo deslumbrante de libertad y democracia?
Ha
habido repetidas ofertas de negociación por parte tanto de “Rusia,
China e Irán” como del “régimen de Assad” tanto con
la oposición como con sus patrocinadores (“Estados Unidos y sus aliados del
Golfo”). ¿No habría que dar una oportunidad a la paz y a la diplomacia?
El “régimen sirio” ha modificado su constitución, ¿por qué estar
tan seguro de que esto no puede llevar a un “futuro democrático”, mientras
que una revolución violenta sí puede? ¿No habría que dar una oportunidad a la
reforma [política]?
Con
todo, el principal defecto tanto de esta petición como de llamamientos similares
de la izquierda intervencionista humanitaria en el pasado es ¿a quién están
hablando? Los rebeldes en Siria quieren la mayor cantidad de armas sofisticadas
posible; ninguno de los firmantes de la petición se las puede proporcionar y
resulta difícil ver cómo lo puede hacer la “sociedad civil global y no
[a] los gobiernos ineficaces y manipuladores”. Esos rebeldes quieren
que los gobiernos occidentales les proporcionen esas armas y no les podría
preocupar menos lo que piense la izquierda occidental. Y esos gobiernos
occidentales apenas saben que existe siquiera la izquierda. Y aunque lo
supieran, ¿por qué iban a escuchar a personas que no tiene un apoyo popular
serio y, por ello, no tienen medios de presionar a los gobiernos? La mejor
prueba de ello es la causa a la que muchos de los firmantes han dedicado parte
de sus vidas: Palestina. ¿Qué gobierno occidental presta atención alguna a las
reivindicaciones del “movimiento de solidaridad con Palestina”?
Solo
porque la petición no tenga efecto en Siria no quiere decir que no tenga efecto
tout court. Debilita y confunde lo que queda de los sentimientos en contra de
la guerra al poner el acento en que “nuestra” prioridad debe
ser gestos vacíos de solidaridad con una rebelión a la que ya apoya
militarmente occidente. Una vez conseguida esta manera de pensar, se hace
psicológicamente difícil oponerse a la intervención estadounidense en los
asuntos internos de Siria ya que la intervención es precisamente lo que desean
los revolucionarios a los que debemos “apoyar” (al parecer, a
diferencia de los signatarios, no se han dado cuenta de que Occidente
desea “aplastar y subvertir el levantamiento”). Por supuesto,
quienes defienden la petición dirán que ellos no “apoyan” a
los extremistas más violentos en Siria, pero, entonces, ¿a quién están apoyando
exactamente y cómo? Por otra parte, la falsa impresión de que las “potencias [regionales
y] mundiales han dejado al pueblo sirio solo” (aunque, de hecho,
hay un flujo constante de armas y de yihadistas a Siria) proviene en parte del
hecho de que Estados Unidos no es tan demente como para arriesgarse a una
Guerra Mundial dado que Rusia para decir en serio lo que dice en este caso.
Parece que a los signatarios nunca se les ocurre que podemos estar al borde de
una Guerra Mundial.
Quienes
defienden la petición probablemente dirán que “nosotros” debemos denunciar
tanto al imperialismo estadounidense como a los regímenes opresivos contra los
que se “revuelve” el pueblo. Pero esto no hace sino mostrar la
profundidad de su error: ¿por qué reivindicar hacer dos cosas a la vez cuando
uno no es capaz de hacer ninguna de las dos, siquiera parcialmente?
Si
estas peticiones son peores que no hacer nada, ¿qué debería hacer entonces la
izquierda? En primer lugar, ocuparse de sus propios asuntos, lo que significa
luchar en casa. Esto es mucho más duro que expresar una solidaridad que no
significa nada con personas de países lejanos. Y, ¿luchar por qué? La paz a
través de la desmilitarización de Occidente, una política no intervencionista y
situar la diplomacia, no las amenazas, en el centro de las relaciones
internacionales. Casualmente, los libertarios y la derecha paleoconservadora
defienden una política no intervencionista. La izquierda utiliza constantemente
este hecho sumando a la invocación de la historia previa a la Segunda Guerra
Mundial (la guerra civil española, los Acuerdos de Munich) para dar mala fama
al antiintervencionismo.
Pero
es ridículo: en realidad no se resucita constantemente a Hitler y Occidente no
se enfrenta a ninguna amenaza militar seria. En la situación actual, recortar
los costes del Imperio es una preocupación perfectamente legítima de los
ciudadanos estadounidenses.
De
hecho, sería perfectamente posible establecer una amplia coalición de derecha e
izquierda de personas que se oponen al militarismo y al intervencionismo. Por
supuesto, dentro de esta coalición se podría seguir estando en desacuerdo sobre
el matrimonio homosexual pero, aún siendo esta una cuestión importante, quizá
no debería impedirnos trabajar juntos en cuestiones que también pueden parecer
importantes a algunas personas, como la paz mundial, la defensa de la ONU y del
derecho internacional, y el desmantelamiento de las bases del imperio
estadounidense. Además, no es improbable que se pudiera ganar a una gran parte
del público estadounidense a favor de estas posturas si se establecieran unas
campañas continuas y bien organizadas para persuadirle.
Pero,
por supuesto, el espíritu de la petición va exactamente en la dirección
contraria, hacia más implicación e intervenciones de Estados Unidos. Sin duda
muchos de los signatarios se consideran a sí mismos antiimperialistas y
defensores de la paz, y algunos de ellos han desempeñado un papel importante en
la oposición a anteriores guerras de agresión estadounidenses. Pero no parecen
haberse dado cuenta de que las tácticas del imperialismo han cambiado desde los
tiempos de los movimientos de liberación nacionales. Ahora que ha terminado la
descolonización (con excepción de Palestina,), Estados Unidos ataca a los gobiernos, no a los movimientos
revolucionarios, que considera que son demasiado independientes. Y para hacerlo
utiliza una variedad de medios que son similares en sus tácticas a los
movimientos revolucionarios o progresistas del pasado: la lucha armada, la
desobediencia civil, O“N”Gs financiadas por el gobierno, revoluciones de
colores, etc.
El
último ejemplo de estas tácticas es el intento por parte de los gobiernos
occidentales de utilizar a la comunidad lesbiana-gay-bisexual-transexual (LGBT)
como soldados de las tropas de asalto contra Rusia y los Juegos de Invierno, en
un intento transparente de desviar la atención del público del embarazoso
asunto de que en el caso Snowden es Rusia y no Estados Unidos quien está del
lado de la libertad. Es de temer que la izquierda intervencionista humanitaria
se suba al carro de esta nueva cruzada. Sin embargo, como ha señalado Gilad Atzmon con
su habitual estilo ligeramente provocativo, es poco probable que esto beneficie
en algo a la comunidad LGBT en Rusia ya que este tipo de apoyo permite a sus
oponentes tildarlos de portadores de influencia extranjera. No es una buena
idea para una minoría, sea de la parte del mundo que sea, ser considerada como
agentes de una potencia extranjera y, menos aún, de un gobierno tan odiado por
su arrogancia y su intervencionismo como el actual gobierno estadounidense. Y,
por cierto, las personas que piden el boicot de los Juegos de Invierno en Rusa
no pusieron ninguna objeción a celebrar los Juegos Olímpicos en Londres, lo que
implica que, para ellos, tomar medidas en contra de los homosexuales es un
crimen grave mientras que las guerras en Afganistán e Iraq son meros deslices.
Las
personas que sucumben a las ilusiones del romanticismo revolucionario o que se
ponen de parte del supuesto desvalido, independientemente de la agenda del
desvalido, están siendo engañadas por las tácticas del imperialismo actual.
Pero aquellas personas que aspiran a un orden mundial más pacífico y más justo,
y que creen que una condición previa para este orden es el debilitamiento del
imperialismo estadounidense, ven fácilmente a través de este camuflaje. Estas
dos diferentes visiones del mundo dividen tanto a la derecha como a la
izquierda: intervencionistas liberales y neoconservadores en un lado,
libertarios, paleoconservadores e izquierdistas tradicionales en otro, y eso
puede llamar a alianzas nuevas y heterodoxas.
Jean
Bricmont
Counterpunch, 14 de agosto de 2013.
JEAN
BRICMONT enseña física en la Universidad de Louvain en Bélgica. Es el autor de Humanitarian Imperialism. Se puede
contactar con él enJean.Bricmont@uclouvain.be
Traducción
del inglés: Carmen Martínez (03.09.2013)
Enlace
del artículo original (14.08.2013):
Tomado
de:
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