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lunes, 15 de septiembre de 2014

LA MEMORIA DEL AIRE CARLOS ZUÑIGA: HIJO DEL ARCOIRIS


LA MEMORIA DEL AIRE
CARLOS ZUÑIGA: HIJO DEL ARCOIRIS
POR WINSTON ORRILLO

Incesante, y en forma paralela, la labor del poeta Carlos Zúñiga Segura, se despliega en el campo de editor –con La manzana mordida, revista ya emblemática, próxima a cumplir 40 años; y ediciones Capulí, donde promueve a los valores nuevos y preteridos de la literatura nacional e internacional.

Ahora, precisamente  acaba de entregarnos uno de sus poemarios más completos. Hijos del arcoíris, ediciones Capulí, donde despliega una visión cósmica, a partir del culto –inabarcable- a su lar nativo, desde el que se proyecta al mundo con la fibra de los apus, wamanis y elementos mágico-religiosos que, de  ninguna manera son gratuitos, sino que parten del compromiso del poeta con su pueblo, con sus luchas inabarcables, en las que hay nombres y obras que nos revelan que el lirida tiene muy en cuenta lo raigal para, de allí, proyectarse  al universo, con elementos emblemáticos como Poñahuac Llamarcay, la voz del viento; Curambayo, monumento contra el olvido; Catalina Wanka, la inefable; y, entre otros, Tayaguaman, caudal de la memoria.

Coincidimos con el poeta, y también perspicuo crítico, Dimas Arrieta, quien, a manera del colofón del volumen que reseñamos, señala que “todo el libro es una fiesta con el lenguaje”, (en el que) “asistimos a la ceremonia poética donde los versos salen de gala con las palabras, cuyos trajes espumosos y exuberantes nos hacen sentir sensorialmente al mundo andino, el barrio, la infancia andina, lejos en décadas y en geografía”. “Danzan -dice DA- los sueños en cada estancia, porque ahí es el único lugar donde el hombre es libre, ahí se consagran todos los deseos, y fenecen también las ilusiones”

Dimas Arrieta señala, finalmente, con acierto, que el volumen está pleno de multiplicadas imágenes, que prueban la rica mayoría de edad del bardo, pues ellas “se multiplican millonariamente en cada texto, mientras la pluralidad de sentidos asiste como luciérnagas en las noches del espeso silencio”.

Valor supremo en el libro es la presencia de Pampas-Tayacaja, lugar de nacimiento de Carlos Zúñiga que es elevado a la categoría de monumental y que, por cierto, tiene, en él, a su mejor apologista, a su cantor entrañable que, con su versificación, permite aprehender el valor supremo  de un humilde rincón de nuestra dilatada geografía vernácula.

El libro es un recorrido por las entrañas –“telúricas y magnéticas”- de un mundo totalmente exótico para los desavisados pobladores de la apócrifa costa o de los que, habiendo abandonado el punto genital del origen, se aculturan al vivir en la Capital, o sea en Limalahorrible.

El paradigma es, precisamente, Carlos Zúñiga que habita en Lima, particularmente en Magdalena, pero no olvida, jamás, el soplo primitivo y raigal que aparece, constantemente en sus versos encendidos y que contagian el entusiasmo por conocer este que sería una especie de Santiago de Chuco, de nuestro vate universal, César Vallejo.

Nuestro poeta jamás abandona sus raíces. Lo dicen sus versos admirables: “Mis padres y abuelos/ en vigilia permanente/ protegen la vida del ayllu:/la muerte, otra forma de vivir”. Todo un acierto lírico, ¿verdad?

 O estos otros donde poéticamente escribe lo que hemos expresado en prosa: “Cada golpe de tijera/ tensa la memoria/ la nostalgia se expande/ como el viejo/ uno se marcha/ sin irse para siempre”.

Y ese remate del poema que da título al libro: “Hijos del arco iris”: “La vida en las entrañas/ encendido el fuego/ en el sentimiento del hogar lejano/ asido a la ubre/ nutriente de mi tierra”.

¡Y cómo termina el gran Curumbayo, monumento contra el olvido! Es sencillamente paradigmático: “Las arterias del corazón/ extenderán sus texturas/ como las semillas / que enraízan en tus sueños/ y en los nuestros/ para siempre”.

Y él tiene versos tan trascendentes como: “La vida se agolpa para vernos”.

Pero como en todo poeta relevante, permanentemente asoma el punto filosófico, el asomarse a lo eterno de la existencia: “El indeleble encanto de la vida es parte de la extinción.// Tomaré el cuerpo entregado a la sombra mineral del silencio/ para siempre”.

Carlos Zúñiga Segura, nacido en Pampas, capital de la provincia de Tayacaja, departamento de Huancavelica, tiene más de diez libros de poemas y asimismo, varios de ensayo. Luce  pleno de merecidas distinciones y condecoraciones y varios textos suyos ha sido traducidos al ruso, francés, italiano, inglés y quechua.

*Enviado por el autor a Revista Libre Pensamiento.

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