El 6 de junio, la canciller Angela Merkel parecía favorable a la
paz. Pero, después del anuncio del plan de Porochenko, la canciller alemana
adoptó una actitud muy dura y votó un ultimátum a Rusia.
Ultimátum
de la Unión Europea a Rusia, ¿un nuevo Rambouillet?
por Willy
Wimmer
¿Está
repitiéndose la historia? Para Willy Wimmer, quien fue presidente de la
Asamblea Parlamentaria de la OSCE durante la guerra de la OTAN contra Serbia,
el ultimátum de la Unión Europea a Rusia es muy similar a lo sucedido antes y
durante la conferencia de Rambouillet sobre Kosovo: los occidentales siempre
fingen buscar la paz cuando en realidad quieren la guerra. Pero Rusia
no es Serbia y el riesgo de guerra mundial es muy real.
RED VOLTAIRE | BERLÍN (ALEMANIA) | 12 DE JULIO DE 2014
Un reciente sondeo realizado por una fundación del norte de
Alemania ha demostrado claramente la fragilidad del respaldo de la población
alemana a la orientación marcial del gobierno federal y del presidente, de la
Unión Europea y de la OTAN hacia Rusia. Peter Gauweiler, jefe adjunto de la CSU
(Unión Social Cristiana) y diputado del Bundestag de Munich, resaltó ese hecho
en su importante discurso, pronunciado ante los graduados de la Universidad de
la Bundeswehr (la Fuerza de Defensa Federal de Alemania). La decisión de la
Unión Europea, presentada por los presidentes salientes, Barroso y
van Rompuy, acentuará esa tendencia, por varias razones de gran
importancia. ¿Está viviendo
Europa un momento apropiado para lanzar ultimátums como el que se planteó a
Serbia en 1914?
La Unión Europea está exigiendo a Rusia que emprenda, en un plazo
de 72 horas, una negociación sobre el «plan de paz» del presidente
ucraniano [1].
¿Y si no lo Hace? ¿Se recurrirá al uso de la fuerza a las
5 horas y 45 minutos de la mañana?
Uno tiene la impresión de que la Comisión Europea y
el Consejo Europeo de Bruselas, representados los dos señores
anteriormente mencionados, se han vuelto locos y quieren a toda costa
empujar el continente a la desgracia.
No hace falta haber estado en Ypres ni haber visitado
sus inmensos cementerios militares para darse cuenta de cuan fatales que
pueden resultar ese tipo de lenguaje y esa actitud.
Hace precisamente 15 años nuevamente se emprendió ese camino «con
éxito» tratando de obligar la República Federal de Yugoslavia, mediante
supuestas «negociaciones» en Rambouillet y en contradicción con los
supuestos «Acuerdos de Viena», a someterse a conversaciones
internacionales para obedecer el dictado de la OTAN, que exigía paso
a través de Yugoslavia. Para
que Belgrado entendiera bien, la OTAN había presentado proyectos que
correspondían punto por punto a los planes de Adolf Hitler para Yugoslavia en
tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Rambouillet no era más –como hoy sabemos
perfectamente– que el pretexto para la guerra que se inició pocas semanas
después con el bombardeo desatado contra Belgrado. Durante la guerra contra
Yugoslavia, la OTAN utilizó además groseramente los muertos de Racak, que la
OSCE –representada en Pristina por William Walker– quería atribuir de todas
maneras a Serbia.
¿Son las sanciones económicas previstas el paso intermedio antes
del inicio de la violencia? ¿No le basta a Estados Unidos con todo lo que
ya ha provocado en Irak, en Siria y en todo el Medio Oriente? ¿No está
satisfecho con haber incendiado ya toda esa región? ¿Tiene que estimular
también una guerra contra Rusia?
Desde la guerra olímpica de Georgia contra Rusia, nadie logra
pensar en otra cosa que en la posibilidad de que alguien esté preparando una
agresión militar a la sombra de una competencia deportiva internacional. ¿Está
haciendo Europa exactamente lo contrario de lo que preconiza el espíritu
olímpico, según el cual la paz y las ideas de paz deben presidir eventos
deportivos como el que se desarrolla en Brasil?
¿Por qué lanzar un ultimátum a Rusia? ¿Por qué amenazar con
sanciones económicas? ¿Por qué la canciller alemana no recurre al
Bundestag? ¿Por qué se pone, por el contrario, del lado de las sanciones? ¿Por
qué no explica a las señoras y señores del parlamento alemán –es allí donde
tiene que hacerlo–, y al público alemán a través de ellos, dónde ve ella las
razones que justificarían tal comportamiento hacia un vecino europeo [Rusia]
que nos concedió hace 25 años la posibilidad de unificar el Estado de
nuestra nación?
¿Qué está sucediendo en la cabeza de la canciller que juró obrar
por el bienestar del pueblo alemán? ¿No fue acaso su versatilidad lo que
impidió, con un pretexto que no engañó a nadie, la firma de un
acuerdo de cooperación con Ucrania hace sólo 2 años? ¿Únicamente por causa de
la dama de la trenza rubia en forma de corona, a quien la mayoría de
los alemanes no quieren otorgar la menor influencia sobre
los intereses alemanes? Ahora resulta que la señora canciller prefiere adoptar
la vía administrativa de Bruselas, para no tener que decirle la verdad al
pueblo alemán y poder negarnos toda explicación.
Ya estamos acostumbrados a oír al secretario general de la OTAN
vociferar y estimular constantemente el odio contra Rusia. Basta ver sus
discursos para comprobarlo. Cuando alguna manera de actuar de Rusia en la
frontera ruso-ucraniana plantea y va a plantear interrogantes, ¿por qué la
OTAN, la Unión Europea, la canciller alemana y el ministro de Relaciones
Exteriores no consultan a la OSCE, concebida precisamente para eso [2]?
Habrá que felicitar a los británicos por haber anunciado públicamente el nuevo
camino que van a tomar como puesto avanzado de Europa.
Bruselas anuncia sanciones económicas y aumenta así
el peligro de guerra en Europa. Mientras tanto, Cameron hace firmar
acuerdos por un monto de varios miles de millones de dólares entre BP y
Rosneft, el mayor consorcio energético ruso. Por supuesto, eso no impedirá
que Londres y los poderosos de Washington sigan empujando Europa y la
Unión Europea hacia el desastre.
Porque el ultimátum de la Unión Europea a Rusia no es otra
cosa.
Fuente
[1] «El
plan Porochenko de arreglo de la crisis en Ucrania», Red Voltaire,
20 de junio de 2014.
[2] La Organización para la Seguridad y la Cooperación en
Europa (OSCE) tiene como objetivo facilitar la resolución de conflictos
existentes o pendientes en los que pueden estar implicados los 56 Estados
miembros, entre los que se encuentran todos los países miembros de la Unión
Europea, la Federación Rusa, los países del Asia central así como
Estados Unidos y Canadá. NdlR.
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