Winston Leonard Spencer Churchill
Photographie Agentur
Schirner 1951 DHM, Berlin
PRIMERA PARTE I: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL PODÍA HABER
TERMINADO EN 1943
Por Viktor Litovkine, Valentín
Falin
Cuando Churchill
pensaba en una alianza con los nazis
A pesar de la
barbarie nazi en la Segunda Guerra Mundial, muchos dirigentes occidentales,
entre ellos el primer ministro conservador británico Winston Churchill, estaban
convencidos que habría que luchar primero contra el comunismo soviético y
promovían una alianza con los nazis de Adolf Hitler. Archivos históricos
recientemente abiertos a los investigadores [así lo demuestran].
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SOCIOS |
MOSCÚ | 30 DE MARZO DE 2005
La Red Voltaire
sigue presentando al público latinoamericano y español, en colaboración con la
agencia RIA Novosti un ciclo de documentos y testimonios con motivo de los 60
años conmemorativos de la Victoria sobre el fascismo y la finalización de la
Segunda Guerra Mundial. A continuación la charla sostenida entre Valentín
Falin, Doctor en Historia, y Víctor Litovkin, comentarista en temas militares
de la agencia, en las que se elucidan aspectos antes poco conocidos de este
Segundo Conflicto Mundial (Gran Guerra Patria para los rusos).
La apertura
reciente de archivos históricos inéditos demuestran mecanismos que han
permanecido desconocidos para un vasto público, así como los móviles de la toma
de unas u otras decisiones al más alto nivel político en esa época, los cuales
ejercieron una influencia decisiva sobre el desarrollo y desenlace de la
Segunda Guerra Mundial.
Víctor Litovkin: La historiografía [1]
contemporánea de la Segunda Guerra Mundial ofrece diversas valoraciones de su
etapa final. Unos expertos afirman que la guerra podía haber terminado mucho
antes. De ello escribió, por ejemplo, en sus memorias el mariscal Chuikov.
Otros sostienen que podía alargarse un año más, como mínimo. ¿Quién está más
cercano a la verdad y en qué consiste ésta? ¿Cuál es el punto de vista de
usted?
Valentín Falin: Los debates al respecto se desarrollan no solamente
en la historiografía contemporánea. De cuánto iba a durar la guerra en Europa y
cuándo terminaría se discutía ya en el transcurso de la guerra, y a partir de
1942, ello se hacía sin cesar. Para ser más exactos, se debe reconocer que ese
problema interesaba a los políticos y los militares desde 1942.
En aquel entonces
la mayoría de los estadistas, incluidos Roosevelt y Churchill, creían que la
Unión Soviética podría resistir durante cuatro o seis semanas, al máximo. Tan
sólo Benes afirmaba que la URSS resistiría la invasión nazi y, en fin de
cuentas, derrotaría a Alemania.
V.L.: Eduard Benes era, si no lo recuerdo mal,
presidente de Checoeslovaquia en emigración. Después del complot de Munich de
1938 y la ocupación del país, él residía en Gran Bretaña.
V:F.: Sí. Pero más tarde, cuando dichas valoraciones - o
tasaciones, si usted permite -de nuestra capacidad de resistir no se
justificaron, cuando Alemania sufrió la primera -quiero recalcarlo- derrota
estratégica en la batalla de Moscú, muchos cambiaron bruscamente de opinión. En
Occidente empezaron a expresar recelos de que la Unión Soviética pudiese salir
demasiado fuerte de la guerra, y como tal, comenzase a determinar la faz de la
futura Europa.
Eduard Benes
presidente de Checoslovaquia en el exilio
Lo decía, por
ejemplo, Berle, secretario de Estado adjunto de EE.UU y coordinador de los
servicios de inteligencia estadounidenses. De este mismo parecer eran los
allegados de Churchill, incluidas una personas muy influyentes, que antes de
empezar la guerra y en su transcurso elaboraban la doctrina de las acciones a
desarrollar por las Fuerzas Armadas británicas y también la política de Gran
Bretaña.
Con ello se
explica en mucho grado la resistencia que Churchill oponía a la apertura del
Segundo Frente en 1942 [2].
[Ello] Aunque Beaverbrook y Cripps en la dirigencia británica, y especialmente
Eisenhower y otros elaboradores de los planes militares estadounidenses,
suponían que existían premisas técnicas y otras para asestar una derrota a los
alemanes precisamente en 1942, utilizando la circunstancia de que el grueso de
las fuerzas alemanas estaban concentradas en el Este y que había una costa de
dos mil kilómetros de largo de Francia, Holanda, Bélgica, Noruega y de la
propia Alemania, abierta para la incursión de los Ejércitos de los aliados. Los
nazis no tenían fortificaciones permanentes en la costa atlántica.
Es más, los
militares estadounidenses procuraban persuadir a Roosevelt (existen varios
memorándums de Eisenhower al respecto) de que el Segundo Frente era necesario,
que era posible abrirlo y que su apertura acortaría la guerra en Europa y haría
capitular a Alemania, si no en 1942, en 1943 a más tardar. Pero esos
cálculos no le convenían a Gran Bretaña ni a los conservadores de la cúpula
estadounidense.
V.L.: ¿A quién se refiere usted?
V.F.: Por ejemplo, el Departamento de Estado, con Hall a la
cabeza, mantenía una actitud muy adversa con respecto a la URSS. Es por ello
que Roosevelt no lo llevó consigo cuando se dirigía a la Conferencia de
Teherán. El secretario de Estado recibió los protocolos de las reuniones del
«gran trío» sólo al cabo de seis meses de haberse celebrado la conferencia. Lo
curioso es que la inteligencia política del Reich haya informado de su
contenido a Hitler pasadas tres o cuatro semanas. La vida está llena de
paradojas.
Después de la
batalla de Kursk de 1943, que culminó con la derrota de la Wehrmacht, en Québec
(Canadá) se reunieron el 20 de agosto los jefes de los Estados Mayores de EE.UU
y Gran Bretaña, así como Churchill y Roosevelt. En el orden del día estaba el
tema de un eventual abandono por Estados Unidos y Gran Bretaña de la coalición
antihitleriana y la formación de una alianza con los generales nazis con el fin
de librar guerra conjunta contra la Unión Soviética.
Un tanque nazi
Tiger en el frente de Kursk (Rusia), batalla que ha quedado registrado hasta
hoy día como el más grande choque de blindados de la historia militar.
V.L.: ¿Por qué?
V.F.: Porque, según la ideología de Churchill y quienes la
compartían en Washington, había que detener a los «bárbaros rusos» en el Este,
lo más lejos posible, y si no derrotar a la Unión Soviética, por lo menos
debilitarla al máximo. Hacerlo, antes que nada, por las manos de los alemanes.
Así se formulaba la tarea.
Era un plan muy
viejo de Churchill. Él había desarrollado esa idea al conversar con el general
Kutepov ya en 1919. Los norteamericanos, los ingleses y los franceses están
sufriendo un revés y no podrán aplastar a la Rusia soviética, decía él.
Hace falta que de
ello se ocupen los japoneses y los alemanes. En 1930, Churchill le explicaba la
tarea en la misma clave a Bismarck, primer secretario de la Embajada de
Alemania en Londres. Los alemanes se portaron durante la Primera Guerra Mundial
como unos necios, decía él.
En vez de
reconcentrarse en inflingir [una] derrota a Rusia, empezaron a librar [la] guerra
en dos frentes. Si ellos se hubieran ocupado sólo de Rusia, Inglaterra habría
neutralizado a Francia.
Churchill lo
percibía no tanto como una lucha contra los bolcheviques cuanto como
continuación de la guerra de Crimea de 1853-1856, en la que Rusia procuró poner
fin a la expansión británica, no importa con qué resultado.
V.L.: En Transcaucasia, Asia Central y Oriente Próximo
rico en petróleo...
V.F.: Por supuesto. Por consiguiente, cuando estamos
hablando de diversas variantes de librar guerra contra la Alemania nazi, no
debemos olvidar que existían diversos enfoques de la filosofía de ser aliados y
de los compromisos que Inglaterra y EE.UU querían asumir ante Moscú.
Voy a hacer una
digresión. En 1954 o en 1955, en Gent se celebró un simposio religioso sobre el
tema de si se besan los ángeles. Como resultado de los debates de muchos días
se llegó a la conclusión de que sí, se besan, pero sin sentir pasión. Dentro de
la coalición antihitleriana, las relaciones de aliados semejaban ser unos besos
así, por no decir que eran unos besos de Judas. Se hacían promesas, sin asumir
compromisos, o -aún peor- para inducir a error a la parte soviética.
Esa táctica hizo
fracasar las negociaciones entre la URSS, Gran Bretaña y Francia en agosto de
1939, cuando todavía existía la posibilidad de hacer algo para detener la
agresión nazi. A los dirigentes soviéticos no les dejaron otra opción que
concertar el pacto de no agresión con Alemania.
Nos expusieron al
golpe de la máquina militar nazi, ya preparada para agredir. Conviene citar la
directriz formulada en el despacho de Chamberlain: «Si Londres no puede evitar
pactar con la Unión Soviética, la firma británica que se ponga al pie del
documento no debe significar que en caso de agredir los alemanes contra la URSS
los ingleses le acudan en ayuda a la víctima de la agresión, declarando guerra
a Alemania. Debemos reservarnos la posibilidad de manifestar que Gran Bretaña y
la Unión Soviética interpretan los hechos de distintos modos».
V.L.: Existe otro
ejemplo histórico bien conocido: cuando Alemania agredió en septiembre de 1939
a Polonia, aliada de Gran Bretaña, Londres declaró guerra a Berlín, mas no dio
ni un paso concreto para ayudar realmente a Varsovia.
V.F.: Pero en nuestro caso ni se trató de declarar guerra
aunque sea de pura forma. Los tories (políticos conservadores británicos)
partían de que la apisonadora alemana iba a llegar a los Urales, aplastándolo
todo en su camino. Y que no quedaría quien se quejase de la Perfidia de
Albión.
Esa ligazón entre
las épocas y los acontecimientos siguió existiendo durante la guerra, dando
pábulo para las reflexiones. Y las conclusiones a que se llegaba no eran muy
optimistas para nosotros, según me parece a mí.
V.L.: Volvamos al deslinde de los años 1944 y 1945.
¿Podíamos haber concluido la guerra antes del mes de mayo o no?
V.F.: Hagamos la pregunta de otro modo: ¿Por qué el
desembarco de los aliados se planeaba precisamente para 1944? Nadie lo acentúa,
pero la fecha no se escogió por una casualidad. En Occidente tomaban nota de
que en Stalingrado habíamos perdido un inmenso número de soldados, oficiales y
material de guerra, que habíamos sufrido colosales pérdidas en el arco de
Kursk... Perdimos más carros blindados que los alemanes.
En 1944, la URSS
ya se veía obligada a movilizar a muchachos de 17 años de edad. El campo ya
estaba sin la mano de obra masculina. Sólo evitaban llamar a filas a los
hombres de los años de nacimiento 1926 y 1927 que trabajaban en las empresas de
la industria de guerra, por protestar mucho los directores de éstas.
Los servicios de
inteligencia estadounidenses y británicos, al valorar las perspectivas,
coincidían en que hacia la primavera de 1944 el potencial ofensivo de la Unión
Soviética se vería agotado por completo, ya no habría reservas humanas, y la
Unión Soviética ya no podría asestarle a la Wehrmacht un golpe comparable con
los que ésta recibió en las batallas de Moscú, Stalingrado y Kursk.
Según sus
cálculos, atascados en la confrontación con los nazis, los soviéticos cederían
la iniciativa estratégica a EE.UU e Inglaterra hacia las fechas de comenzar el
desembarco.
Con el desembarco
de los aliados en el continente se hizo coincidir un complot tramado contra
Hitler. Los generales, si se hiciesen con el poder en el Reich, tenían que
disolver el Frente Occidental y abrir paso a los estadounidenses y los ingleses
para que éstos ocuparan a Alemania y «liberaran» a Polonia, Checoeslovaquia,
Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y Austria... Se pretendía hacer parar al
Ejército Rojo en las fronteras del año 1939.
V.L.: Recuerdo que los estadounidenses y los ingleses
hasta desembarcaron en Hungría, cerca de Balatón, con el fin de apoderarse de
Budapest, pero los alemanes liquidaron a todo el grupo...
V.F.: No era un desembarco en sí, era un grupo a que se
encomendó restablecer contactos con las fuerzas antifascistas húngaras. Pero se
hizo fracasar no sólo ese plan. Después del atentado, Hitler quedó a salvo,
Rommel fue gravemente herido y salió del juego, aunque en Occidente se ponían
las miras precisamente en él. Los demás generales se acobardaron.
Sucedió lo que
sucedió. A los estadounidenses no les resultó recorrer Alemania en marcha
alegre bajo el son de la música marcial. Ellos se vieron obligados a entrar en
combates, a veces pesados, baste con recordar la operación de Ardenas. Pero
pese a todo eso, ellos cumplían sus tareas, a veces de una manera bastante
cínica.
Voy a aducir un
ejemplo concreto. Las tropas de EE.UU se acercaron a París. Allí había estallado
una sublevación. Los estadounidenses se detuvieron a treinta kilómetros de la
capital, esperando a que los alemanes acabasen con los rebeldes, porque se
trataba en primer lugar de los comunistas.
Según diversos
datos, fueron asesinadas de tres a cinco mil personas. Pero los sublevados
lograron imponerse, y entonces los estadounidenses tomaron París. Algo análogo
sucedió en la parte Sur de Francia. Volvamos a aquel deslinde del que empezamos
a hablar.
V.L.: Del invierno de 1944 y 1945.
V.F.: Sí. En otoño de 1944 en Alemania se celebraron varias
reuniones, primero bajo dirección de Hitler, y luego, por encargo de éste, de
Jodl y Keitel. Su sentido se reducía a lo siguiente: Si les damos una buena
tunda a los estadounidenses, en EE.UU e Inglaterra despertará el gusto por
volver a las negociaciones que se habían celebrado entre 1942 y 1943
ocultándolo de Moscú.
La operación de
Ardenas fue concebida en Berlín no como una llamada a contribuir a la victoria
en la guerra, sino para minar las relaciones de aliados entre Occidente y la
Unión Soviética. Se pretendía dar a entender a EE.UU que Alemania todavía era
fuerte y podía presentar interés para los países occidentales en su
confrontación con la Unión Soviética. Y que a ellos mismos no les alcanzarían
fuerzas para hacer parar a los «rojos» en los accesos a Alemania.
Hitler subrayaba
que nadie iba a conversar con un país que estaba en una situación grave. Con
nosotros van a hablar si la Wehrmacht demuestra seguir siendo una fuerza de
verdad, decía él.
El factor sorpresa
era su as de triunfos. Los aliados se instalaron en locales de invierno,
sosteniendo que la zona de Alsacia y las montañas de Ardenas eran un lugar
magnífico para descansar y muy malo para librar operaciones de combate. Pero
los alemanes tenían planes de abrirse paso hacia Rotterdam y con ello privarlos
a los estadounidenses de la posibilidad de utilizar los puertos de Holanda. Era
la circunstancia decisiva para toda la campaña occidental.
El comienzo de la
operación de Ardenas se aplazó en varias ocasiones. A Alemania no le alcanzaban
fuerzas. Empezó en el momento preciso en que en invierno de 1944 el Ejército
Rojo libraba extenuantes combates en Hungría, en la zona de Balatón y Budapest.
Estaban en juego las últimas fuentes de petróleo -en Austria y algunas en la
propia Hungría -controladas todavía por los alemanes.
Esta era una de
las causas por las que Hitler decidió defender a Hungría a pesar de todo, y en
el apogeo mismo de la operación de Ardenas y antes de comenzar la de Alsacia
empezó a atraer tropas desde la dirección occidental, para lanzarlas al frente
soviético-húngaro. La fuerza básica de la operación de Ardenas - el Sexto
Ejército de carros blindados de la SS - fue quitada de Ardenas y trasladada a
Hungría...
V.L.: A Haimasker.
V.F.: El desplazamiento había comenzado en esencia antes de
que Roosevelt y Churchill, presas de pánico, le dirigieron a Stalin un
llamamiento que, traducido del lenguaje diplomático al corriente, decía:
ayúdennos, sálvennos, estamos sufriendo una desgracia.
Valetín Falin
Doctor en Historia que ha tenido la oportunidad de estudiar y analizar los
archivos históricos inéditos de la Segunda Guerra Mundial.
Hitler a su vez
suponía, hay pruebas de ello: puesto que los aliados le fallaban tan a menudo a
la Unión Soviética y se ponían a esperar abiertamente cuánto iban a aguantar
Moscú y el Ejército Rojo, también la parte soviética podría proceder así.
En 1941 ellos
esperaban cuándo iba a caer la capital de la URSS; en 1942, no sólo Turquía y
el Japón, también EE.UU estaban aguardando la caída de Stalingrado, para luego
empezar a revisar su política. Los aliados ni siquiera quisieron proporcionarle
a la URSS los datos obtenidos por sus servicios de inteligencia, por ejemplo de
los planes de los alemanes de desarrollar la ofensiva del Don al Volga y
después hacia el Cáucaso, y otros por el estilo...
V.L.: Si no me equivoco, esa información nos fue
suministrada por la legendaria «Orquesta Roja».
V.F.: Los estadounidenses no nos informaban de nada, aunque
conocían muchos detalles, hasta días y horas, por ejemplo, respecto a los
preparativos de la operación «Ciudadela» en el Arco de Kursk...
Teníamos
fundamentos de peso, por supuesto, para ver detenidamente en qué grado nuestros
aliados sabían y querían combatir y en qué grado estaban preparados para
promover su plan principal durante la realización de la operación en el
continente, que era el plan «Rankin».
El plan principal
no era el «Overlord», sino precisamente el «Rankin», que preveía establecer
control anglo-americano sobre toda Alemania y todos los Estados de Europa del
Este, para no dejarnos entrar allá. Eisenhower, cuando fue designado comandante
del Segundo Frente, recibió la directriz: ir preparando el plan «Overlord»,
pero siempre tener en cuenta el «Rankin».
Si surgían las
condiciones propicias para realizar el «Rankin», dejar de un lado el «Overlord»
y lanzar todas las fuerzas a cumplir el «Rankin». El levantamiento en Varsovia
fue organizado con ese objetivo, así como otras muchas actividades.
En este sentido,
el año 1944 y comienzos del 1945 eran la hora de la verdad. La guerra no se
desarrollaba por dos frentes: el del Este y el del Oeste, sino en dos frentes.
Oficialmente, los
aliados realizaban unas operaciones de combate que tenían mucha importancia
para nosotros, atando, sin lugar a dudas, una parte de las tropas alemanas.
Pero su plan
fundamental consistía en hacer parar en lo posible a la Unión Soviética, según
decía Churchill, mientras que algunos de los generales estadounidenses
utilizaban palabras más bruscas: «detener a los descendientes de Genghis Khan».
Pero fue Churchill
quien formuló esa idea en una forma abiertamente antisoviética en octubre de
1942, cuando todavía no había comenzado nuestra contraofensiva el 19 de
noviembre en Stalingrado. «Tenemos que hacer parar a esos bárbaros en
el Este, lo más lejos posible», dijo él.
Cuando estamos
hablando de nuestros aliados, no quiero menospreciar de ningún modo los méritos
de sus soldados y oficiales que combatían, igual que nosotros, sin saber nada de
las intrigas y maquinaciones políticas de sus gobernantes, combatían con
honestidad y firmeza.
Tampoco quiero
restarle importancia a la ayuda de «land-lease» que se nos prestaba, aunque
nunca fuimos los destinatarios principales. Quiero subrayar simplemente en qué
grado la situación era complicada, contradictoria y peligrosa para nosotros a
lo largo de toda la guerra, hasta resonar las salvas de la Victoria. En qué
grado nos era difícil a veces tomar una u otra decisión, cuando no simplemente
nos embaucaban sino que nos exponían al peligro.
V.L.: ¿O sea que
la guerra de veras podía haber terminado mucho antes del mayo de 1945?
V.F.: Respondiendo
con absoluta franqueza, diré: sí, podía. Y no es la culpa de nuestro país de
que no haya terminado ya en 1943. No es culpa nuestra. Habría terminado, si
nuestros aliados hubieran cumplido con honestidad su deber, si se hubieran
atenido a los compromisos asumidos ante la Unión Soviética en 1941, 1942 y en
la primera mitad de 1943. Pero puesto que no lo hicieron, la guerra se alargó
por un año y medio o por dos años, como mínimo.
Lo principal es
que, si no hubiera sido por ese dar largas a la apertura del Segundo Frente,
habrían perecido unos 10 ó 12 millones de soviéticos y aliados menos,
especialmente en el territorio de la Europa ocupada. Ni habría existido
Oswiecim (campo de concentración de Auschwitz), que empezó a funcionar a plena
marcha en 1944...
Viktor Litovkine y Valentín Falin
Viktor Litovkine y Valentín Falin
Fuente RIA Novosti
(Rusia)
Víctor
Litovkin reconocido periodista ruso, especialista en asuntos militares,
colaborador de de la Revista Militar Rusa. Víctor Litovkin y la agencia de
noticias Ria Novosti nos presentan con motivo del 60 Aniversario de la Gran
Victoria sobre el fascismo y la ideología nazi, Conmemoración que tendrá lugar
el 9 de mayo 2005 a Moscú, una serie de reportajes y entrevistas inéditas,
emanadas tanto de los archivos y documentos históricas, tanto de testimonios o
personalidades aún vivas y que participaron a esta gran conflagración mundial.
[1]
La historiografía significa el estudio bibliográfico y crítico de los escritos
sobre la historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas
materias.
[2]
El Segundo Frente debía ser abierto en Europa occidental, es decir en las
costas francesas. Este Segundo Frente sólo fue abierto con el desembarco aliado
el 6 de junio de 1944 en Normandía, Francia, conocido con su nombre clave de
Día-D. En esos momentos el Ejército Rojo soviético ya había prácticamente
exterminado a los nazis y avanzaba sobre Berlín.
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