La traición continuada del “glorioso” ejército de Guatemala desde hace 60 años.
Por: Carlos Maldonado
Hace
seis décadas se llevó a cabo la contrarrevolución contra el gobierno legítimo
del Coronel Jacobo Árbenz Guzmán por parte de la oligarquía en connivencia con
el ejército de Guatemala. Desde esa época hasta nuestros días, la población
mayoritaria sufre las consecuencias de tan oprobioso hecho pues, a partir de
ello, la oligarquía terrateniente tomó de nuevo las riendas que la revolución
le había arrebatado desatando la más grande carnicería de los tiempos modernos
en Guatemala.
De
ese golpe oligárquico y la traición castrense hay innumerables documentos entre
los que figuran los desclasificados por el mismo gobierno de los Estados Unidos
lo cual prueba que la institución militar de gloriosa no tiene nada. Al
contrario, desde esa afrenta no ha sido más que el verdugo del pueblo al
ponerse al servicio de la clase hegemónica y el Imperio yanqui a quienes ha
servido desde entonces de manera irrefutable, resguardando los intereses de
aquella y éste en detrimento de la vida y el desarrollo de la mayoría de
guatemaltecos.
Hoy
escribimos estas líneas en conmemoración de los que brindaron su vida por la
gesta revolucionaria, especialmente al coronel Árbenz quien murió asesinado en
México como maniobra abortiva de cualquier intento de los revolucionarios por
volver a su tierra y recobrar las conquistas populares que llevaron a plantear
que a esta época se le denominara “la primavera guatemalteca”.
Por
ello, refutamos categóricamente la propaganda que se le hace a la institución
castrense anteponiéndole el mote de “gloriosa”. Esto que se lleva a través de
los medios de comunicación por medio de una ridícula balada que trata de cubrir
tras una pantalla de pulcritud y heroísmo al ejército ante una sociedad
carcomida por la violencia, el crimen, la corrupción y la pobreza, de lo cual
es partícipe un gran conglomerado de la alta y media oficialidad, no dejando de
participar en ello la tropa llana. Tanto es así que muchos militares se han
visto envueltos en crímenes de lesa humanidad tanto en el pasado, especialmente
durante la guerra interna que sufrió la población con mayor profusión en el
campo, como ahora, por lo que varios de ellos están siendo procesados, pero la
mayoría sigue libre y campante. Otros han sido denunciados por defensores de
derechos humanos de pertenecer a bandas del crimen organizado donde su actitud sanguinaria
ha dejado huella en la psique del guatemalteco por lo horrendo y depravado de
sus asesinatos.
Por
si esto fuera poco, muchos de sus oficiales en activo y en retiro son los que
forman bandas criminales que controlan el negocio del narcotráfico y otros que
dañan directamente a la población como la trata de ilegales, de menores, de
armas, de mujeres, etcétera. Su asesoría hacia las maras es evidente ya que los
crímenes que cometen éstas tienen un patrón similar a los que han cometido y
cometen aquellos contra sus víctimas: decapitaciones, descuartizamientos,
torturas.
Asimismo,
con la autorización del Congreso de la República, han colaborado con otras
fuerzas militares, especialmente de EEUU e Israel, cuyos asesores bajo la
pantalla de acciones humanitarias han venido a mapear las zonas donde se
encuentran recursos naturales y energéticos de interés para sus
transnacionales, así como la cuantificación de la resistencia hacia los
megaproyectos que allí se piensan instalar. Además sus efectivos junto con
otras fuerzas mal llamadas públicas como la policía y guardias privados de
dichas compañías, han servido, a través de la represión y el homicidio, para
resguardar los bienes privados de las transnacionales y sus adláteres criollos
en vez de preservar la soberanía nacional. Casos emblemáticos: el desalojo
hacia comunidades del Polochic para sembrar caña de azúcar y palma africana, la
masacre de la cumbre de Alaska, el desalojo de comunidades a favor de la
cementera de San Juan Sacatepéquez, el desalojo de La Puya en San José El
Golfo, San Rafael Las Flores y un largo etcétera.
Valdría
la pena, entonces, preguntarle a sus rapsodas, entre los que se cuentan algunos
columnistas de los medios más importantes del país, ¿Qué de glorioso tiene el
ejército nacional? ¿Ha defendido alguna vez la soberanía del país? Más bien, se
han comportado como un verdadero ejército de ocupación para sus propios
conciudadanos, participando con otras fuerzas externas como los grupos de
paramilitares y narcotraficantes que se regodean dentro y fuera de las
fronteras patrias para realizar fechorías. A tal punto que convoyes
provenientes de México han traspasado éstas para ejecutar sus planes macabros
sin que ese glorioso ejército mueva un dedo.
Bueno,
pero qué se puede esperar de un cuerpo armado que ha aprendido sus prácticas
psicópatas en la Escuela de las Américas, donde además de esas prácticas
deleznables y aberrantes contra sus enemigos de clase que no son más que
ciudadanos indefensos que se oponen a los designios del gran capital, también
aprenden a besar la mano gringa en vez de defender a sus compatriotas.
Pero
allí han aparecido los testigos mudos pero contundentes de los cientos de
esqueletos de mujeres, niños, ancianos y hombres indefensos que se han
encontrado en las diferentes tumbas masivas y clandestinas que se han
encontrado, incluso en los destacamentos, quienes señalan directamente a ese
glorioso ejército de Guatemala como su carnicero.
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