El triunfo de la Revolución en 1979 y los setenta años del socialismo revolucionario en Nicaragua
Por Abel Rodríguez Mendoza*
Salvo
excepciones, como la obra testimonial de Pérez Bermúdez y Guevara en 1977, la del historiador progresista
Jeffrey Gould (1984) y la más reciente del historiador marxista Rafael Casanova
(2013), la mayor parte de los relatores nicaragüenses, ignoran los aportes del socialismo
revolucionario en el país. La historia del movimiento revolucionario en
Nicaragua, es asumida como la historia del movimiento sandinista. Los
narradores más conocidos, dan las convencionales zancadas desde la gesta heroica del Gral. Augusto C.
Sandino entre 1927 y 1934 hasta la fundación del Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) entre los años de 1961 y 1963. Pretendiendo
objetividad, el historiador Jesús Miguel blandón, realiza un inventario de los
movimientos armados antisomocistas entre 1934 y 1961, ignorando –como los
anteriores- tanto los movimientos sindicales, como el surgimiento y desarrollo de los partidos obreros: Trabajador Nicaragüense
(PTN entre 1931 y 1938) y Socialista Nicaragüense (PSN entre 1944 y 1979).
Veamos
esta observación desde una perspectiva dialéctica. Se considera, sin duda, que
el primer movimiento revolucionario que surgió en el país, fue la lucha encabezada por el Gral. Augusto
C. Sandino, a través del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN). El
mismo, provino de un proceso de radicalización del liberalismo tradicional,
iniciado en 1912 y surgió en el marco de la Guerra Civil de 1926-1927, evolucionando
hacia una guerra de liberación nacional contra la intervención militar
norteamericana. Entre otras, a este movimiento se le pueden atribuir las siguientes
fortalezas: a) la extensión de su
lucha del Departamento de Nueva Segovia, a la mitad del territorio
nacional entre 1927 y 1933, situación
que obligó a los marines a desocupar el país sin lograr derrotarlo. Por el
contrario, los norteamericanos sufrieron su primer derrota táctica; b) lograr que su lucha fuera conocida a
nivel internacional, convirtiéndose en un símbolo para todo el continente
Americano; c) sentar las bases de un
programa político, no solo en defensa de la soberanía nacional, sino de
liberación social, identificado en esencia, con los contenidos básicos el
socialismo.
Pero
tal como se ha señalado anteriormente, el movimiento, -en correspondencia con
su época y sus particularidades- careció de una dirección político -ideológica
grupal. De allí, que, primero, al finalizar la intervención militar directa en
1933, el movimiento integrado en su mayoría por campesinos, pasó a ser
desmovilizado por los acuerdos de paz. Cuando Sandino trataba de imprimirle
formas políticas al movimiento, fue que
se produjo su asesinato, en febrero de 1934. La vasta represión criminal, que
desarticuló y dispersó a los mandos y bases campesinas del EDSN -carentes de
experiencia organizativa y formación político-ideológica- no permitieron su
resurgimiento en las décadas subsiguientes. Esta conclusión, no obra en
demérito de los heroicos movimientos armados, que protagonizaron veteranos del
EDSN, como Juan Gregorio Colindres en 1948 y Ramón Raudales en 1958, pero si
analizamos sus propuestas políticas -cuando las tuvieron- estas no son
propiamente una continuidad o resurgimiento específico de la propuesta original
de Sandino y el EDSN, de los años de 1927 a 1934.
A
diferencia del movimiento de Sandino, la segunda alternativa revolucionaria, no
emergió de forma repentina, en el marco de una guerra civil, tal como surgieron
Sandino y el EDSN, escindido a su vez del liberalismo tradicional. Por el
contrario, constituyó un largo proceso evolutivo de las formas organizativas
artesanales de las clases populares urbanas y las huelgas de los trabajadores
de los enclaves madereros y mineros, que transitaron de las formas asociativas
mutuales a inicios del siglo XX, hacia la organización sindical que adquirió
gran pujanza, en las décadas de los años 30, 40 y 50. Luchas que tuvieron como
culminación, la constitución primero del Partido Trabajador Nicaragüense (PTN)
en 1931 y después en 1944 el Partido Socialista Nicaragüense (PSN).
Tal
experiencia organizativa, aunque fue propia de las clases populares son vistas
hasta ahora de forma marginal, -cuando no
obviadas- por los mencionados narradores. Acuden en auxilio de esta
práctica, no solo el atraso político-ideológico que influye en los mismos, sino
también, los prejuicios sectarios, alimentados a lo largo de las décadas de los
años sesentas y setentas, en que se polemizaba sobre los métodos de lucha a
seguir. Tal polémica fue protagonizada por parte de las dos principales
organizaciones de la izquierda nacional:
El PSN y el FSLN. El PSN sostuvo desde los inicios de 1960 que el eje principal
de la lucha era el político-organizativo, para crear las condiciones subjetivas
en las masas para la toma del poder y consideraron que la absolutización de la lucha armada del FSLN Por
su parte los dirigentes de la primera, señalaron al FSLN de “aventurero” y
“ultraizquierdista”. Por el contrario el FSLN sostuvo que el eje principal de
la lucha, para lograr este mismo objetivo debería ser la lucha armada y
acusaron a los socialistas de
“reformistas”, “pacifistas” y “economicistas”.
No
se pueden negar, por las mismas evidencias, que en el proceso de desarrollo de
este Partido hubo una etapa reformista, marcada entre los años de 1944 a 1948,
en la que sus jóvenes e inexpertos fundadores, consideraron que, para las
condiciones de Nicaragua, se requería de un proceso de modernización de las
fuerzas productivas, para que de las mismas surgieran los nuevos agentes sociales que deberían empujar las
transformaciones de la sociedad, es decir el proletariado moderno. Una
concepción que los llevó concebir, como el mal menor al Dictador Somoza García,
investido de ribetes populistas, con relación a una oposición conservadora, fuertemente arraigada
de prejuicios anticomunistas. El PSN surgió entonces el 3 de julio de 1944,
afectado por una coyuntura muy compleja, en que había una vasta movilización
anti dictatorial por un lado y la política social demagógica del Dictador
Somoza García, por el otro. Pronto, el Dictador, se percató que aunque novatos,
los socialistas, eran indómitos y en concordancia con la política de Guerra
Fría, inició una vasta represión en 1948 contra el joven partido y el
movimiento sindical.
Tampoco
se pueden negar que en lo interno del Partido, hubo a lo largo de su existencia,
una fuerte lucha entre corrientes oportunistas que trataron de convertir las
reivindicaciones economicistas en un fin; las alianzas políticas con la
burguesía opositora en una estrategia y las corrientes radicales que surgieron
desde fines de la década de 1950, -particularmente en 1959- que pugnaron por colocar al Partido
dentro de su rol histórico, como fuerza revolucionaria. Esta última fue la
fuerza representativa del socialismo revolucionario, cuyos integrantes, durante
generaciones, organizaron a las masas populares, alrededor de sus
reivindicaciones inmediatas; trasmitieron, y divulgaron de forma
clandestina las ideas libertarias del
socialismo, hasta tornarla, en atractivas para un amplio sector de la juventud.
Los
socialistas revolucionarios, consideraron que había que realizar un programa
político para organizar concientizar al pueblo y prepararlo para la toma del poder político, por la clase obrera y
campesina, sin desdeñar entre las formas de lucha, la violencia armada. En
estos afanes, crearon organismos de lucha, sindical, campesino, femenil,
juvenil, estudiantil, etc. colocándose a la cabeza de muchos movimientos en
todo el territorio, entre los que podemos mencionar: las luchas campesinas
entre 1964 y 1979 en Rivas, Carazo, León, Chinandega, Jinotega y Matagalpa, las
grandes huelgas hospitalarias y de la construcción de 1973-1975. Se incorporó a
la lucha armada, primero con el experimento de las FARN entre 1967 y 1970 y la
OMP entre 1978 y 1979. Rompieron con las posiciones reformistas de 1967 y
1976-77 para que el PSN jugara un papel efectivo como fuerza revolucionaria.
Todo ello le costó la cárcel y la tortura a centenas de cuadros y militantes
del Partido y, en un extremo, la vida a decenas de cuadros políticos y militares,
como Jacinto Baca Jerez, Bernardino Díaz Ochoa, Efraín González, Álvaro Montoya
Lara Clara Luz Montes, etc.
Carentes
de una visión dialéctica y científica, estos narradores convencionales, cometen
dos errores: 1) omiten que fue el paso por el Partido Socialista
Nicaragüense de jóvenes como Carlos
Fonseca, Silvio Mayorga, Oscar Turcios, Oscar Danilo Rosales, Tomás Borge y
otros, lo que permitió la forja de una nueva generación de revolucionarios que
fundaron la tercera alternativa revolucionaria, el FSLN, la misma organización,
que encabezó la insurrección armada y la victoria contra la Dictadura el 19 de
julio de 1979; 2) también, soslayan que
fue el trabajo paralelo del PSN con los
sectores populares, en los procesos organizativo-confrontativos a la patronal
capitalista y al sistema somocista -que se mantuvo continuó desde su fundación
hasta 1979-, lo que permitió el desarrollo de las condiciones subjetivas o la
concientización de los amplios sectores de la población. Los mismos que se
integraron, a los procesos insurreccionales de 1978 –1979, encabezados por el
FSLN, y al sostenimiento de la misma Revolución Popular Sandinista, en los años
ochenta.
Sin
esa escuela política y formación ideológica en el PSN, las nuevas generaciones y
dirigentes revolucionarios, pudieron haber devenido en heroicos opositores
armados, sin una propuesta revolucionaria. Surgió una tercera alternativa
revolucionaria (el FSLN en 1961-63), porque hubo una primera (Sandino 1927-1934)
y segunda alternativa revolucionaria (el PSN, fundado en 1944). En segundo
lugar, sin ese proceso de acumulación de fuerzas políticas y sociales, entre
1959 y 1979 hubiera sido imposible el triunfo revolucionario y quizás las
ofensivas guerrilleras, hubieran tenido el destino de los heroicos movimientos
guerrilleros y conspirativos de los años cuarentas y sesentas, aplastados
impunemente por el Somocismo, sin ningún respaldo popular. Estos fueron entre
otros los principales aportes del socialismo revolucionario en el país, surgido
hace setenta años.
Engels
en su tiempo histórico, nos trazó una
propuesta metodológica, para comprender de mejor manera estos procesos, que son
aparentemente contradictorios: “se trata
de investigar las fuerzas motrices que se hallan tras los impulsos de los
personajes históricos-conscientes o, -como ocurre muy a menudo
inconscientemente- de investigar las fuerzas
que en, última instancia, forman los verdaderos resortes de la historia,
hay que tomar en cuenta no tanto los
impulsos de los individuos, aunque sean los más eminentes, como los
impulsos que ponen en movimiento a grandes
masas de hombres de pueblos enteros y a su vez dentro de cada pueblo, a
clases enteras”
C.
Marx y F. Engels Obras Escogidas. Tomo II Moscú, 1955, p. 373. Manual de
Marxismo Leninismo. Pág. 184-185.
*Militante
sandinista y Ex socialista revolucionario
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