Canadá: La dimensión de la infamia, experimentos en niños
Por: Mario
R. Fernández
Martes, 03/09/2013
10:56 PM |
Nadie mejor que
los aborígenes canadienses sabe su historia de sufrimientos y opresión; el
resto de la población de este país la ignora con la ayuda de la falsimedia que
se ocupa activamente de ocultarla y distorsionarla. Pero incluso así de vez en
cuando algún episodio de esa historia se hace público, escapa la contención de
la falsimedia. Unas semanas atrás se publicó, por corto tiempo, una noticia que
demuestra el calibre del genocidio de las clases dominantes de este país
contra los aborígenes o Primeras Naciones como ellos mismos se llaman
organizados.
Ian Mosby, un posdoctorado en la Universidad de Guelph en la provincia de Ontario, estudiante de historia nutricional descubrió que los niños y niñas aborígenes de la tribu Mikmaq en la Escuela Internado de Shubenacadie (provincia de Nova Scotia o Shubenacadie Indian Residential School) fueron sometidos desde 1942 a 1952 a un experimento por el que niños de esa Escuelas Internado fueron negados de vitamina C, y de atención medica en caso de que esta deficiencia -artificial y premeditadamente creada, fuese descubierta para no arruinar el experimento. Estos experimentos fueron llevados a cabo por científicos del Gobierno Federal de aquella época y aplicado en seis de las 80 Escuelas Internado para niños y niñas aborígenes canadienses que existieron entre 1840 y 1996. Estas escuelas fueron instrumentos de genocidio cultural y humano; por ellas pasaron más de 150.000 pequeños, vulnerables, administrada por supuestamente piadosos religiosos mayormente católicas y anglicanas. Estas escuelas fueron usadas para todo tipo de abusos de poder contra los indefensos niños aborígenes sometidos a terribles abusos físicos, sexuales, sicológicos, esterilización, asesinatos, y como ahora vemos a experimentación genocida. Todo, ahora documentado testimonialmente y aceptado por el Gobierno Federal de Canadá en la legislación de la Comisión de Reconciliación y Verdad.
Ian Mosby, un posdoctorado en la Universidad de Guelph en la provincia de Ontario, estudiante de historia nutricional descubrió que los niños y niñas aborígenes de la tribu Mikmaq en la Escuela Internado de Shubenacadie (provincia de Nova Scotia o Shubenacadie Indian Residential School) fueron sometidos desde 1942 a 1952 a un experimento por el que niños de esa Escuelas Internado fueron negados de vitamina C, y de atención medica en caso de que esta deficiencia -artificial y premeditadamente creada, fuese descubierta para no arruinar el experimento. Estos experimentos fueron llevados a cabo por científicos del Gobierno Federal de aquella época y aplicado en seis de las 80 Escuelas Internado para niños y niñas aborígenes canadienses que existieron entre 1840 y 1996. Estas escuelas fueron instrumentos de genocidio cultural y humano; por ellas pasaron más de 150.000 pequeños, vulnerables, administrada por supuestamente piadosos religiosos mayormente católicas y anglicanas. Estas escuelas fueron usadas para todo tipo de abusos de poder contra los indefensos niños aborígenes sometidos a terribles abusos físicos, sexuales, sicológicos, esterilización, asesinatos, y como ahora vemos a experimentación genocida. Todo, ahora documentado testimonialmente y aceptado por el Gobierno Federal de Canadá en la legislación de la Comisión de Reconciliación y Verdad.
El experimento
sobre nutrición no es sino parte de todo este abuso y no puede realmente
sorprendernos pero si puede ayudarnos a visualizar la dimensión del crimen que
sufrieron los aborígenes canadienses siendo niños. El documento que
descubriera Mosby data de 1954, fue salido del Departamento Nacional de Salud y
Bienestar firmado por los científicos G.F. Ogilvie y L.B. Pett bajo el
titulo Un estudio a largo plazo de suplemento de Acido Ascórbico experimentó
con los niños del Internado de Shubenacadie. Los dos investigadores
documentan específicamente las deficiencias de vitamina C que causaron a una
mitad de los niños participantes, como parte de su proyecto, y que provocarían
varias enfermedades en éstos, incluida enfermedad de las encías o
periodontal. La otra mitad de los niños recibe suplemento de vitamina C. El
estudio continuo por cuatro años. Mosby señala que la correspondencia entre los
dos investigadores y autoridades en otras escuelas comprueba que los
científicos querían asegurarse que los niños no recibieran tratamiento médico
alguno y que no se interfiriera con sus dietas, por ejemplo suplementándolas
para beneficio de los niños. El experimento no ayudó a elucidar nada, los
resultados eran esperados, simplemente los niños afectados sufrieron las
consecuencias de la privación de vitamina C y pagaron por ello.
Experimentos
con seres humanos inevitablemente nos recuerdan la Fundación Rockefeller y su
proyecto de Eugenesia, llevado a la práctica en la Alemania nazi con seres
humanos presos en los campos de concentración. Pareciera que es una
historia del pasado. Pienso que tenemos como aceptado que estos errores del
pasado no han de repetirse, que existen parámetros éticos de conducta
científica que aplican. Pero la Ciencia y la Tecnología no siempre funcionan en
forma ética. Los ejemplos de experimentación con seres humanos abundan, en especial
con poblaciones empobrecidas; mucha gente pobre está siendo usada en
experimentos médicos en forma abierta y hasta supuestamente legal. En
Estados Unidos quienes no pueden pagar un seguro de salud muchas veces aceptan
participar usando drogas experimentales de corporaciones farmacéuticas porque
son gratis, y al menos son un tratamiento frente a la opción de no recibir
tratamiento alguno.
El hijo de Lionel
Pett, uno de los científicos responsable del experimento con los niños
aborígenes, fue entrevistado por el periódico Toronto Star acerca de la
conducta de su padre, y defendió su reputación diciendo que su padre solo
estaba tratando de hacer un buen trabajo y asegurándose de entender los efectos
de las vitaminas y minerales, garantizando a los canadienses mejor salud en
tiempos de privaciones como la guerra y la pos-guerra, aunque para esto usara
niños y niñas aborígenes prácticamente prisioneros en las Escuelas Internado. Niños
que por ser menores de edad no podrían haber consentido a que se experimentara
con ellos, niños cuyos padres tampoco consintieron pues ni se enteraron de que
los experimentos existían, miembros menores y adultos de una sociedad que
no los consideraba tales, parias en su propia tierra.
Ayer y hoy se
continúan; semanas atrás la familia de Brian Sinclair presentó una
demanda a la corte judicial por violación de los derechos elementales de
Sinclair, aborigen, quien falleció en septiembre del 2008 en la sala de
emergencia del hospital Health Sciences Centre de la ciudad de Winnipeg, Canadá,
resultado de no haber sido atendido por una infección que podría haber sido
curada en media hora con una receta de antibióticos. Sinclair esperó 34 horas
en la Emergencia del hospital -más de 150 pacientes fueron atendidos pero el
murió esperando. Las filmaciones de la sala de espera del hospital nos
muestran a Sinclair -en silla de ruedas pues había perdido sus dos piernas por
congelamiento el año 2007 en una noche de invierno durmiendo a la intemperie en
la escalera de entrada de una iglesia- pacientemente esperando que lo
atendieran.
Los aborígenes canadienses son hoy el 4,3 por ciento de la población -1 millón 400
mil personas, que sufre el doble de mortalidad infantil que el resto de la
población, cinco veces más Diabetes y seis veces más Hepatitis C que el resto
de los canadienses. De los 30.000 niños bajo el cuidado del gobierno de Canadá
la mitad son niños aborígenes, esto en gran parte debido al nivel de
empobrecimiento de las reservas y de la población aborigen en las ciudades. Hasta la fecha y desde
finales de los años 60 contando solamente los casos reportados hay 582 mujeres
aborígenes desaparecidas o asesinadas. El 90 por ciento de las 70 mujeres
aborígenes desaparecidos o asesinadas en la provincia de Ontario eran
madres.
Todos los aborígenes
canadienses sufren discriminación y opresión pero no todos quedan atrapados en éstas;
un número importante de aborígenes canadienses se desarrolla, crece y funciona
y ha adquirido herramientas educativas y laborales que les permite avanzar y
ver el futuro con esperanza. Esperanza que transmiten a sus hijos que a su vez
se sienten con capacidades de avanzar más allá que sus padres y así lo hacen.
La eterna
pregunta, interesante que sea de hecho la pregunta, es acaso cual imperio el
español o el anglosajón, ha sido más destructivo y criminal con los
pueblos aborígenes del continente. En verdad los poderes occidentales todos
pese a sus mentados avances civilizatorios, han sido arrogantes, en extremo
ambiciosos, absolutistas en lo ético y en lo ideológico, faltos de honor en la
palabra verbal y escrita, y capaces de un nivel de criminalidad que debería
espantarnos por el resto de los tiempos. Si es cierto que el imperio
español bautizaba a los aborígenes, lo hacía en idioma español sabiendo
que estos no lo hablaban y generalmente como rito previo a ejecutarlos. Con el
tiempo es cierto que los españoles se mezclaron más con los aborígenes
sobrevivientes, pero esto puede haber bien sido resultado de la forma de
conquista que de una percepción diferente hacia los aborígenes. Los
anglosajones en Norteamérica, en especial los protestantes ingleses, no hacían
concesión alguna con respecto a su perspectiva de los aborígenes, vistos
solamente como parte de la flora y de la fauna del lugar, y por ello
implementaban sin problemas su plan de arrasarlos como se arrasan los árboles
para abrir la tierra al cultivo.
El
trato en los Internados de niños y niñas aborígenes no fue sino una estrategia
para implementar métodos efectivos en borrarles su cultura y su historia, para implantarles
por la fuerza el concepto occidental del mundo y de la vida, y fue visto por
aquellos religiosos oradores, y adoradores de dios, como una tarea valida, más
aun abnegada, y digna de implementar. Todos nosotros,
representantes de alguna forma de occidente, de sus valores o desvalores, de su
moralidad inmoral, no nos queda más que disculparnos con modestia y honestidad
tanto como sea necesario por los crímenes de nuestros antepasados porque de
ellos, sin planearlo, nos hemos beneficiado. Y extender nuestra modestia
y nuestra posición penitente a todos los pueblos pobres del mundo que nos
observan con ojos despavoridos aterrorizados por las infamias que en el nombre
de nuestra civilización podemos todavía hoy cometer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario