¿Y
TÚ, POR QUÉ NO ABDICAS?
Luis
Britto García
1
¿Por
qué abdica un Rey? Por motivos tan inconfesables, que debe alegar falsedades.
Abdicó Carlos IV Borbón porque dejó ocupar España sin resistencia por las
tropas de Bonaparte, y éste le ofreció jugosa pensión por inepto. Abdicó
Bonaparte, porque los ingleses le dieron inaudita paliza en Waterloo. Abdicó
Eduardo VIII, Duque de Windsor, no por el tan cacareado romance con Wally
Simpson, sino porque era partidario de los nazis e Inglaterra estaba a punto de
entrar en guerra con ellos. Abdica Juan Carlos, y los motivos para ello son
tantos y tan vergonzosos, que nos abstenemos de enumerarlos por respeto a la
Madre Patria.
2
De
todos modos, alguna vela puede tener un sudaca en el entierro de lo peor de su
Historia. Insisto en que Dios no puede haber conferido su poder a los reyes
sabiendo que éstos lo usarían en latrocinios y hecatombes. Que si el
derecho de los reyes se transmitiera por herencia genética, cada generación
divide ese derecho por la mitad hasta quedar reducido a un dieciseisavo para el
tataranieto, y para el chozno, a cero. Que son excepciones contadísimas los
monarcas competentes, como Federico II de Suabia, Carlos V, Felipe II y Pedro
el Grande, y que sus descendientes rápidamente degradan hacia la imbecilidad.
Que la humanidad no les debe una sola gran obra de arte ni un solo gran
descubrimiento. Que seres tan horribles no pueden aducir ni siquiera el papel
decorativo con el que excusan su papel de parásitos.
3
Se
abdica de aquello que no se tiene. Einstein no puede abdicar de la
Teoría de la Relatividad, ni Picasso de su pintura. Los genios no
dimiten, porque son lo mismo que su obra. Ni renegando de ella, como Rimbaud o
Kafka, se rompe el vínculo entre el creador y lo creado. Sólo nos
pertenece lo que hacemos.
4
Estamos
de acuerdo, entonces, en que ninguno puede apropiarse un país que no
creó, ni de cargos para los cuales no lo han elegido los gobernados; en
que nadie puede ejercer un poder como el atribuido a los monarcas: absoluto,
porque nadie lo restringe; irresponsable, porque ninguno lo sanciona, y
perpetuo, porque se transmite indefinidamente por herencia.
5
Hay en el mundo 206 países; 44 están regidos por
monarquías.
Las
Naciones Unidas, tan prontas a destruir naciones en nombre de la democracia,
toleran que casi la cuarta parte de sus miembros sean gobernados por
mandatarios elegidos por nadie. Confesemos que algunos son países casi
ficticios, como el Principado de Andorra, el Vaticano o el Principado de
Mónaco. Dieciséis están regidos por Isabel I de Inglaterra, de modo que más que
países son residuos de un odioso colonialismo; buena parte de los restantes
están tiranizados por monarcas musulmanes.
6
Con
el mayor gusto les dejaríamos sus palacetes, sus coronas de oro y sus mantos de
armiño: lo que inquieta de los monarcas es su consistente uso del poder público
para acrecentar su riqueza personal. Son reyes los más grandes terratenientes
del planeta. La más voraz es Isabel II de Inglaterra, con 6.600
millones de acres, seguida de lejos por el rey Abdullah de Arabia Saudita, con
553 millones, y el rey Bhumibol de Thailandia, con 126 millones (http://www.whoownstheworld.com/about-the-book/largest-landowner/). Doce transnacionales y 36 filiales integran el cartel
Anglo-Holandés-Suizo, que domina y acapara la producción mundial de
alimentos: las controlan el Cartel de Windsor y otras cinco casas reales (Jerónimo Guerra: “La
escasez y el desabastecimiento como armas de destrucción masiva”; Rebelión, 24-02-2008). Los reyes no creen en el
derecho divino ni en la alcurnia; los usan como instrumentos para acumular el
verdadero poder, el del dinero.
7
¿Cómo
es esta monarquía del billete? Un estudio del World Institute for
Development Economics Research enla United Nations University demuestra
que para
el año 2000, el 1% de los adultos poseían 40% de la propiedad del mundo;
y que el 10% más rico de ellos acaparaba el 85% de ese total mundial.
Al mismo tiempo, se descubrió que la mitad de la población adulta del mundo
poseía apenas 1% de la riqueza global. Según un análisis del Economic
Policy Institute que se basa en datos de la Reserva Federal,
en
Estados Unidos el 1% más rico posee el 35.6% de la riqueza total del país; y el
10% de los estadounidenses más ricos poseen el 75% de la riqueza, dejando
apenas 25% de ella al 90% de la población (Money.howstuffworks). Leamos
el tedioso reporte de Forbes sobre los hombres más adinerados
del planeta: como los reyes, no han producido ninguna invención, obra maestra
ni cura milagrosa. Al igual que a las majestades, nadie los elige: la
mayoría de sus fortunas son heredadas, o robadas al trabajo de otros. Como las
altezas, son hereditarios, perpetuos y absolutos: hacen lo que les da la gana;
ningún tribunal los condena, no pagan impuestos porque esconden sus fondos en
paraísos fiscales; si quiebran, el Estado los reflota con auxilios financieros
y si hunden la economía mundial, lo pagan los pobres. Nadie nace con corona, ni
se la puede llevar a la tumba. Capitalista: ¿Y tú, por qué no abdicas?
(TEXTO/FOTO:
LUIS BRITTO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario