La
Revolución Liberal ecuatoriana
Juan
J. Paz y Miño Cepeda
EL
TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador,
lunes 02 de junio de 2014
El
5 de junio, Ecuador conmemorará los 119 años del pronunciamiento popular que en
1895 inició en Guayaquil la Revolución Liberal Ecuatoriana, de la que fuera su
máxima figura el General y “Viejo Luchador” Eloy Alfaro (1842-1912).
Dicha Revolución formó parte del ascenso liberal en América Latina desde mediados del siglo XIX. En los diversos países, los liberales, que promovían avances capitalistas, enfrentaron a los conservadores, que permanecían arraigados al tradicionalismo, aliados con la Iglesia Católica y protectores del régimen oligárquico-terrateniente.
Liberales y conservadores también se expresaron en diversas fracciones y, sobre todo, en torno a caudillos que se imponían en el ambiente político. En México, Argentina, Uruguay o Chile, las conquistas liberales fueron relativamente tempranas; pero en Colombia o en varios países centroamericanos, las confrontaciones con los conservadores fueron duraderas e incluso, como ocurrió en Colombia, el “bipartidismo” fue hegemónico durante el siglo XX.
La Revolución Liberal en Ecuador solo logró el poder por las armas. Su fase radical, entre 1895-1912, impuso importantes transformaciones en los campos político e ideológico: se consolidaron los derechos individuales en las Constituciones de 1897 y 1906, destacándose la absoluta libertad de opinión, de conciencia y de expresión; fue separada la Iglesia católica del Estado; se implantó la educación laica y gratuita; fue secularizada la cultura; y se incorporó a las mujeres, por primera vez, al trabajo público.
En materia económica el liberalismo radical, pese a su orientación modernizadora, no logró los avances que se podía esperar. Cierto es que se construyó el ferrocarril, se dictaron leyes para regular el trabajo servil y reemplazarlo por el asalariado, se trató de promocionar la industria nacional y se fomentó al comercio y los bancos; pero el sistema oligárquico terrateniente no fue derrumbado.
Eloy Alfaro, por su parte, fue un consecuente internacionalista liberal, tuvo clara visión latinoamericanista y consideraba al liberalismo heredero de la gesta independentista de Simón Bolívar; además, fue un activo promotor capitalista y con visión social, que a la época era una posición revolucionaria frente a un país al que los mismos liberales calificaban como “feudal”. Con su asesinato y el de otros compañeros de lucha en la trágica “hoguera bárbara” del 28 de enero de 1912, también murió el liberalismo radical.
Dicha Revolución formó parte del ascenso liberal en América Latina desde mediados del siglo XIX. En los diversos países, los liberales, que promovían avances capitalistas, enfrentaron a los conservadores, que permanecían arraigados al tradicionalismo, aliados con la Iglesia Católica y protectores del régimen oligárquico-terrateniente.
Liberales y conservadores también se expresaron en diversas fracciones y, sobre todo, en torno a caudillos que se imponían en el ambiente político. En México, Argentina, Uruguay o Chile, las conquistas liberales fueron relativamente tempranas; pero en Colombia o en varios países centroamericanos, las confrontaciones con los conservadores fueron duraderas e incluso, como ocurrió en Colombia, el “bipartidismo” fue hegemónico durante el siglo XX.
La Revolución Liberal en Ecuador solo logró el poder por las armas. Su fase radical, entre 1895-1912, impuso importantes transformaciones en los campos político e ideológico: se consolidaron los derechos individuales en las Constituciones de 1897 y 1906, destacándose la absoluta libertad de opinión, de conciencia y de expresión; fue separada la Iglesia católica del Estado; se implantó la educación laica y gratuita; fue secularizada la cultura; y se incorporó a las mujeres, por primera vez, al trabajo público.
En materia económica el liberalismo radical, pese a su orientación modernizadora, no logró los avances que se podía esperar. Cierto es que se construyó el ferrocarril, se dictaron leyes para regular el trabajo servil y reemplazarlo por el asalariado, se trató de promocionar la industria nacional y se fomentó al comercio y los bancos; pero el sistema oligárquico terrateniente no fue derrumbado.
Eloy Alfaro, por su parte, fue un consecuente internacionalista liberal, tuvo clara visión latinoamericanista y consideraba al liberalismo heredero de la gesta independentista de Simón Bolívar; además, fue un activo promotor capitalista y con visión social, que a la época era una posición revolucionaria frente a un país al que los mismos liberales calificaban como “feudal”. Con su asesinato y el de otros compañeros de lucha en la trágica “hoguera bárbara” del 28 de enero de 1912, también murió el liberalismo radical.
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