¿Última
tentativa para lograr una salida negociada a la guerra civil colombiana?
Libardo
Sánchez Gómez
A
medida que se acercan las elecciones presidenciales también se le acorta el
tiempo a la “paz” en La Habana. Cada vez es más claro que la paz, léase
mejor la guerra interna, negociada en Colombia es un imposible; variadas
razones nos llevan a pensar que así está estructurada nuestra realidad,
ante todo, porque el poder, en todas sus expresiones económicas y políticas,
está en manos de un puñado de vándalos egoístas e inescrupulosos que bajo
ninguna circunstancia querrán compartir por las buenas sus
privilegios.
Juan
Manuel Santos, eximio representante de la más rancia oligarquía criolla, desde
el mismo momento en que inicio hace cuatro años su periodo presidencial oteo en
el horizonte de las trapisondas electoreras que unas conversaciones con la
insurgencia sería el mejor modo de apalancar su reelección, por lo que lanzó el
anzuelo de la paz a las FARC; el grupo insurgente necesitado de una
vitrina para mostrarle al mundo que su rostro es humano y está
ajeno al terrorismo, que como grupo combatiente tienen una amplia
plataforma social-política y que el alzamiento en armas es justo, necesario y
obligado, le tendió la mano al presidente; uno y otros
entendieron desde el principio que conversarían sobre aspectos
sociales, económicos, políticos, divinos y humanos sin que “al final de la
jornada” ocurriese novedad alguna, pues el statu quo ante bellun no es posible modificarlo por
voluntad de los conversantes.
No
podrá haber paz negociada entre alzados en armas y el régimen,
simplemente, porque los vasallos en el poder no tienen poder de decisión
respecto a cambios estructurales al modelo económico y a las
superestructuras aparejadas a éste.
Las
decisiones de fondo están reservadas para el Departamento de
Defensa de EEUU, quien nos colonizó desde hace mucho tiempo. Y los EEUU
aspiran a repetir en Colombia la experiencia de
paz negociada salvadoreña y guatemalteca, es decir, entrega de las armas a
cambio de unas anémicas concesiones a la cúpula negociadora de los insurgentes.
Nuestra
realidad macondiana da para todo, ad portas de la
elección de presidente, ocurre que el embeleco de la paz no ha sido suficiente
para asegurarle a Juan Manuel la reelección; el ex presidente extraditable No
82 Álvaro Uribe ha sido ágil en el manejo de su Marioneta Zuluaga quien amenaza
seriamente el vasallaje a Santos. Y el solo pensar que el
para-narco-uribismo regresa al poder a través del neblinoso Zuloaga mete
miedo a más de uno.
El
pánico generado por el dúo Uribe-Zuluaga ha generado las más
delirantes adhesiones e insólitos apoyos en torno a la candidatura de Juan
Manuel Santos; la primera muestra de realismo mágico fue la alianza Santos-progresismo,
aún no digerida por los seguidores de Gustavo Petro; Santos le pateó a Petro el
trasero al negarle las medidas cautelares decretadas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos CIDH, pero luego las urgencias
electorales le llevaron a tener que atornillar en la Alcaldía Mayor
al díscolo y cambiante Petro hasta el final del periodo.
Otro
tácito e incomprensible apoyo a Santos vino de los golpeados campesinos; en
pleno desarrollo del Paro Agrario, la Cumbre Agraria y luego las Dignidades
Agropecuarias, sin haber logrado solución alguna a su crónica y
desesperante problemática, como por arte de magia, disolvieron las mesas de
negociación y volvieron a sus parcelas tal cual mansas ovejas a sus
rediles.
El olor
a carroña entorno a Uribe y su mascota Zuluaga disipa la
pestilencia de los falsos positivos de Juan Manuel y difumina el rancio
vaho de su contaminante y destructora locomotora minera; y
hace olvidar que Él fue quien dio la estocada final al sector
agropecuario y a la pequeña y mediana minería e industria con la firma de
múltiples TLC´s.
Y a lo
largo y ancho de nuestra patria Macondiana la bestia uribista asusta hasta los
guerreros, y los hace hacer lo que nadie les pide ni les cree, solo los
pazólogos y todos aquellos que quieren que la insurgencia deponga las
armas a cambio de nada aplauden a rabiar las treguas unilaterales, por el
contrario, estos gestos la oligarquía los interpreta como un signo de
debilidad.
Pero
serán fundados los temores al monstruo fascista; veamos, si triunfa
Zuluaga, las amañadas encuestas así lo vislumbran, ¿se notará
la diferencia entre el ajedrecista Santos y la marioneta de
Uribe?
Nada
indica que, con uno u otro, las cosas cambien; no habrá modificaciones a la
tenencia de la tierra, los TLC´s seguirán acabando con el campo y la
industria local, el tamaño de las fuerzas militares seguirá incrementándose y
la presencia de las fuerzas militares gringas será daca vez más ostensible.
Otro
aspecto que hay que poner sobre relieve es el referente a la continuidad o no
de las conversaciones en La Habana, preocupación central para las FARC y,
en general, del pueblo colombiano.
Al
respecto no hay que olvidar que las decisiones trascendentales llegarán del
Norte; tanto parlamentarios demócratas como republicanos han enviado mensajes
de apoyo a las negociaciones adelantadas en La Habana, claro indicio
del interés del gobierno USA porque se firme el acuerdo que ponga fin a la
lucha armada; dicho interés está por encima del vasallo que funja como
presidente; a los alzados en armas se les premiará con la
participación de algunos de sus miembros en el parlamento; a los gringos
tampoco les importa si los guerrilleros van o no a la cárcel e incluso, como
ñapa, podrían repatriar a Simón Trinidad y a Sonia.
Pero
los guerrilleros en todos los tonos y por todos los medios han dicho que no
depondrán las armas sino se resuelven previamente las causas que les llevaron a
la guerra, entre otras, la marginación, la pobreza y el asunto de la
tenencia de la tierra. Lo anterior significa que pasadas las elecciones,
gane quien gane, los colombianos veremos agotarse el último intento por
resolver por las buenas nuestra prolongada guerra civil.
Y de un
mundo macondiano los colombianos pasaremos a reescribir una verdadera novela
distópica en la que las injusticias y la crueldad de la guerra no tendrá
antecedentes; el paramilitarismo encabezado por los uribeños, águilas negras y
águilas imperiales, reeditarán las crónicas de muertes selectivas. Las guerrillas
habrán aprendido la lección, siendo estas quien pasaran a quitarle “el agua al
pez”, es decir, tratarán de eliminar a todo aquel que financie en campos y
ciudades las actividades de los paracos.
La
guerra se prolongará, tal vez, otros cincuenta años hasta cuando el imperio se
hunda no pudiendo sostener en el poder a los vándalos de siempre y
tampoco pueda financiar más guerras contra los pueblos del mundo.
Nosotros,
por fin, los de entonces y los de hoy, veremos desde un universo paralelo
nuestra segunda y definitiva independencia.
Publicado
por Libardo SANCHEZ GOMEZ en 15:13
D
Nelma Forero Sánchez
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