Por
Maximiliano Pedranzini*
Reflexionar sobre los recientes acontecimientos en
Venezuela, nos lleva a situar esta cuestión en un marco político-ideológico
necesario para comprender el eje de esta situación que pone en jaque al
gobierno del presidente Nicolás Maduro, pero esencialmente a la democracia
venezolana.
La tradición golpista que caracterizó a la
Latinoamérica del siglo XX encabezada por las fuerzas armadas ha sido
reemplazada por el denominado “golpe blando”, acuñado por el filósofo
estadounidense y asesor de la CIA Gene
Sharp, cuya lógica consiste en derrocar gobiernos constitucionales a través
de la “no violencia como técnica de acción política”, sustituyendo al aparato
militar por la manipulación mediática y la formación de opinión pública,
teniendo como nuevo protagonista a los medios de comunicación que, -como dice
Noam Chomsky- son fabricantes de consenso.
En este nuevo contexto, el poder mediático se ha
encargado de construir el escenario de crisis que atraviesa la democracia
venezolana y cuya fuerza de choque para desgastar al gobierno de Maduro está
compuesta por civiles utilizados como carne de cañón por la ultraderecha,
siendo el mascarón de proa de la minoría golpista. La escalada definitiva de
este plan desestabilizador tiene como objetivo la intervención norteamericana.
Algunos ejemplos ilustran la historia reciente de nuestra región, cada uno con
sus particularidades como fuesen Honduras y Paraguay y otros tantos que no
llegaron a consumarse.
Una crisis construida y sobredimensionada por los
medios hegemónicos se encarna en la conciencia de una parte de la sociedad, misma que
profundiza su odio de clase contra la revolución bolivariana, en el que la
existencia de una comunicación alternativa no es suficiente para contrarrestar
la virulencia del discurso dominante. Ergo, en una década y media de reformas
políticas y económicas trascendentales para un pueblo históricamente desclasado
demuestra lo lento y complejo que pueden resultar ciertos procesos
revolucionarios en el que los sectores que dominan el poder real no van a dar
el brazo a torcer y, mucho menos, darse por vencido en una batalla que saben
pueden ganar, sea en Venezuela, Bolivia o cualquier otro país de la Patria
Grande.
Sin embargo, la contradicción con la oligarquía
pro-imperialista se agudiza y esto genera las condiciones para la ejecución de
un “golpe blando” que sólo se puede impedir con el apoyo de las fuerzas
populares en las calles y así defender la revolución bolivariana que supo
iniciar Hugo Chávez.
II Review
de la crisis venezolana
La crisis política que atraviesa
Venezuela ha pasado a punto intermedio después del pacto entre el gobierno
bolivariano y la oposición para mantener la paz social y política del país.
Pero bien sabemos que todo lo acontecido en estos últimos tiempos no ha sido un
fenómeno de la naturaleza, ni del azar, sino que fue perpetrado desde los
cuarteles del poder mediático en connivencia con el cónclave opositor al
presidente Maduro, creando un clima de conspiración que habita por estas horas
en todo el territorio venezolano y que obedece a una multiplicidad de factores,
tanto internos como externos. Este último espera apacible en el norte imperial
esperando el momento para arrojarse a una hipotética invasión bélica.
No obstante, la derecha ha demostrado
históricamente no tener ese poder de movilización
que caracteriza a los sectores populares, pero intenta captar la lógica de estos
circuitos de movilización y para ello es necesario apropiarse de los símbolos de
los sectores más progresistas. Disputar sus símbolos para incorporarse plenamente a las protestas organizadas
por el establishment. Es más sencillo para los sectores antipopulares
disfrazarse de algo aún más radicalizado,
lo que se encuentre más a la izquierda de la órbita planetaria, ello para no sentir el
pánico ni el temor de ser parte de los que odian al pueblo. Deben mimetizarse para
no expresar su verdadera naturaleza ideológica y de clase.
Con esta derecha explícita, lo que los termina uniendo es su oposición a los gobiernos populares, pero que intentan diferenciarse de ella por medio de una retórica embelesada por el vocabulario básico del marxismo.
Con esta derecha explícita, lo que los termina uniendo es su oposición a los gobiernos populares, pero que intentan diferenciarse de ella por medio de una retórica embelesada por el vocabulario básico del marxismo.
Sin embargo, pese a observar
muchos avances cualitativos en casi 15 años de revolución bolivariana, hay
cuestiones estructurales que, evidentemente, no han sido atendidas y que mellan
en la realidad política actual.
La contradicción latente con la
oligarquía proimperialista, en este contexto democrático, ha impedido
profundizar aspectos claves como la diversificación de su economía, el control
estatal del mercado interno y la producción de bienes de consumo, pese a seguir
manteniendo el monopolio del petróleo como principal recurso estratégico y
sosteniéndose en dos pilares fundamentales: la política estatal y el amplio
apoyo popular.
Los desafíos de la democracia
venezolana parecen franquear nuevamente los senderos oscuros de la sospecha y
los “fiscales de la libertad de expresión” bajan los lineamientos
procedimentales para desgastar a un gobierno legitimado por la voluntad popular
desde 1999 con el comandante Hugo Chávez a la cabeza.
En este sentido, el poder
económico confronta con el Estado y genera las condiciones para la ejecución de
un “golpe suave”, sacando ventaja de las debilidades del gobierno bolivariano.
Pero como decía el libertador Simón Bolívar, en su discurso a los pueblos del
Río de la Plata, desde el Cuartel General de la Angostura, el 12 de junio de
1818: “La República de Venezuela, cuando,
cubierta de laureles, haya extinguido los últimos tiranos que profanan su
suelo, entonces os convidará a una sola sociedad, para que nuestra divisa sea
unidad en la América Meridional”. Una máxima que en estos tiempos ha sido
interpretada de manera extraordinaria por el gran “Comandante de Nuestra
América”.
*Ensayista.
Integrante del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”,
de Argentina.
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