Medios de comunicación y
terrorismo en Venezuela
Por: Luis Britto García
La libertad de expresión
Cada vez que se trata el
tema de la libertad de expresión en Venezuela, se hace obligatorio recurrir a
la clásica paradoja del griego mentiroso. “Todos los griegos son mentirosos”,
dice un sofista, y a continuación agrega: “Yo soy un griego”. “No hay libertad
de expresión en Venezuela”, miente un comunicador, y lo afirma libremente en un
país donde supuestamente no hay libertad para decirlo.
Y no lo plantea en un país
cualquiera. Sostiene que no hay libertad de expresión en donde gracias al abuso
de ella se perpetró en 2002 el primer golpe mediático del mundo, operado
mediante la incomunicación del Presidente y el falso anuncio de su renuncia, y
donde a finales de ese año y comienzos del inmediato todos los medios se encadenaron durante dos meses y medio para llamar infructuosamente veinticuatro
horas al día al derrocamiento del gobierno legítimo. En donde ningún medio fue
clausurado ni penado por estas actividades delictivas.
Las tesis no se demuestran
mediante contradicciones, sino con hechos. A quien desee conocer la absoluta
libertad de expresión que la sociedad y el Estado venezolano acuerdan a sus
medios de comunicación, le basta con enterarse aunque sea en forma somera de su
contenido. No es difícil; se lo puede hacer diariamente, entre otras vías, a
través de la página Web de la Organisation of American States.
Por ejemplo, los medios venezolanos
mienten sin trabas que el gobierno de Venezuela sería tiránico o autoritario.
En la página 8 de El Nacional del 21 de marzo de 2014 leemos, a cinco columnas,
la opinión del senador Marco Rubio del estado de Florida según el cual
“Venezuela vive una tiranía”. Piensen aunque sea por una sola vez ¿Cuál tiranía
permite que un periódico la califique como tal?
El mismo día, El Universal
imprime en su pagina 1-7 “Márquez: irrefutable que Nicolás Maduro nació en
Bogotá”. Expliquen cual “dictador” permite que se cuestione en forma impresa su
nacionalidad a fin de pedir “la nulidad de elección pues no puede por Ley, ser
Presidente”.
También el mismo día, en
grandes anuncios publicados en todos los diarios importantes, Leopoldo López
convoca a una “CONCENTRACIÓN NACIONAL CONTRA LA DICTADURA Y POR LA LIBERTAD”
¿Habrá una dictadura en el mundo que permita la convocatoria mediática de una
concentración para derrocarla? Ello es tan improbable como que algunos
comunicadores respeten al público al cual quieren engañar y a los magistrados
ante los cuales plantean denuncias semejantes.
Al conocer las reglas de
este juego, el lector ya no se extrañara que el 18 de febrero El Universal
publique en primera plana de su cuerpo 3 que “Estudiantes repudiaron la censura
ante Conatel”. Primero se atrapa a un mentiroso que a un ladrón. ¿Qué gobierno
practica la censura permitiendo que se informe libremente de protestas contra
ella?
Inútil multiplicar ejemplos,
que el público puede cosechar a diario. Más fácilmente se atrapa a un mentiroso
que a un ladrón. Una parte de los comunicadores venezolanos no solo están más
allá de la veracidad, sino de la simple vergüenza o del escrúpulo más ligero.
¿Existe censura en
Venezuela? Si, una censura instaurada por una parte de los medios nacionales e
internacionales para ocultar lo que en realidad acontece en el país y privar
así de sus derechos a las mayorías democráticas.
¿Hay dictadura en Venezuela?
Si, una dictadura mediática que pretende imponer tiranos al estilo de Carmona
Estanga o falsedades atroces como la de que el país vive un escenario de guerra
civil.
¿Por qué mienten?
Lo grave es que con tal
bagaje ético pretendan operar como actores políticos, deponer o designar
mandatarios o interponer acusaciones ante organismos internacionales contra los
países donde perpetran fraudes semejantes.
Con tales consideraciones en
mente debemos apreciar sus alegatos.
Hegemonía de los medios
de comunicación privados
Con la misma indiferencia
hacia la veracidad con la cual alegan los medios que en Venezuela opera una
dictadura, sostienen asimismo que el Estado ejerce una hegemonía
comunicacional.
La realidad, como suele
suceder, es diametralmente opuesta a lo que alegan los medios. En 1998 la
empresa privada era propietaria del 80% de las estaciones de televisión y del
97% de las radiodifusoras FM, y no había medios comunitarios. Estos medios
privados se caracterizaban por una alta concentración de la propiedad, tanto horizontal
como vertical.
En el presente operan en
Venezuela 2.896 medios; 2.332 son de la empresa privada. El 65,18% sigue siendo
privado, el 30,76% es comunitario: apenas un 3,22% es de servicio público. El
principal cambio consiste en la multiplicación de medios comunitarios, a través
de los cuales la sociedad accede a la comunicación. Hay que añadir que estos
últimos en su mayoría tienen poco alcance y tienden a durar un tiempo limitado.
En la radiodifusión
funcionan 1.598 emisoras privadas, 654 comunitarias y apenas 80 de servicio
público. En la televisión de señal abierta 55 canales son privados, 25 son
comunitarios, apenas 8 de servicio público.
Casi todos estos medios
privados son opositores. Pretender que el Estado esté ejerciendo una hegemonía
comunicacional con los escasos medios de que dispone es un infundio que basta
para descalificar a quien lo propala.
Sin embargo, el
bolivarianismo ejerce una obvia hegemonía, no en el número de medios, sino en
el mensaje. Un mensaje que postula la democracia contra la dictadura, la
igualdad contra el privilegio, la tolerancia en lugar del racismo, la educación
gratuita y la salud y la seguridad social para todos obviamente es preferible
al que sostiene lo contrario, y por ello asegura sólidas mayorías electorales a
quien lo predica y lo cumple.
Acceso a la información
Alegan algunos medios que el
Estado no les suministra la información que requieren o que no los invita a los
actos en los cuales ésta se difunde.
Al respecto cabe señalar
que, si consideramos que en Venezuela funcionan cerca de tres mil medios de
comunicación, en cada uno de los cuales laboran decenas y a veces centenares de
personas, sería sumamente dificultoso para el Estado suministrar a todos y cada
uno de los comunicadores las informaciones que requieran. A ello hay que añadir
que la sistemática tergiversación por parte de algunos medios privados de todas
las declaraciones y datos que el sector público emite justifica tratar con
cautela los requerimientos que éstos formulan.
Así sucede, por ejemplo, con
diversas páginas de Internet dedicadas a la divulgación de supuestas tasas de
cotización del dólar o del euro con la intención de provocar la devaluación de
la moneda nacional, en su mayoría anónima o radicada en el exterior. De acuerdo
con los artículos 5 y 12 de la Ley de Ilícitos cambiarios de 17 de mayo de 2010
fueron bloqueadas un centenar de páginas dedicadas a difundir estas falsas
informaciones y destruir la estabilidad del signo monetario.
Las cifras reales de la
inseguridad
En otros casos los medios
difunden informaciones exageradas o simplemente falsas y sin fundamento, y el
Estado se limita a proporcionar cifras más confiables. Basándose en encuestas
de “Percepción” de la Inseguridad, organizaciones no gubernamentales como el
Observatorio Venezolano de Violencia calculan tasas de homicidios de 73 y hasta
de 75,8 homicidios por cada 100.000 habitantes, y exacerban la percepción de la
inseguridad reportando dentro de las cifras de víctimas de la violencia a los
fallecidos por accidentes automovilísticos o laborales, o dando un tratamiento
amarillista y exagerado a los delitos.
Pero basándose en un conteo
objetivo y real de cuerpos del delito, el ministro de Interior y Justicia
Miguel Rodríguez Torres reveló que la tasa verdadera de homicidios para 2013
fue de 39 homicidios por 100.000 personas, casi la mitad de la proclamada por
los medios. Sin embargo, las falsas cifras sobre inseguridad son el fundamento
de casi toda la campaña opositora, y la manifestación del 12 de febrero de
2014, que desencadena una trágica cadena de violencias, se hace supuestamente
contra la inseguridad. Parece que nuestro país hubiera sido víctima durante un
quinquenio de una operación de Guerra Psicológica para exacerbar el pánico y
detonar violencias “contra la inseguridad” destinadas en realidad a derrocar
por el terror al gobierno bolivariano democráticamente electo, que en las
últimas elecciones obtuvo el 75% de las alcaldías, con una ventaja de diez
puntos y medio del total de los votos sobre la oposición.
Legitimación del
terrorismo en los medios venezolanos
En Venezuela una violencia
terrorista de cortes viales y asesinatos premeditada y perpetrada contra los
habitantes de menos de dos decenas de municipios y protegida por alcaldes y
policías opositoras es falsificada, apoyada y promocionada por los medios como
una “sublevación social”, “pacífica” y “a escala nacional”, que sólo
presentaría violencias cuando infiltrados o “colectivos” las infligen. Veamos
el tratamiento sesgado de estos sucesos.
Así, Leopoldo López,
dirigente del minoritario partido Voluntad Popular, partícipe en el golpe de
Estado de abril de 2002, en enero de 2014 expresa a través de los medios: “Que
se vayan todos, un cambio total y profundo de quienes conducen el poder
nacional”. Y posteriormente añade: “Queremos lanzar un llamado a los
venezolanos […] a que nos alcemos. Convocamos al pueblo venezolano a decir
‘basta ya’. […] Con una meta a discutir: ‘la salida’. ¿Cuál es la salida de
este desastre?”. Tras lo cual insiste en incitar a sus secuaces a persistir en
la violencia: “Hago un llamado a todo el país a mantener y aumentar la presión
hasta quebrar la dictadura”(Salim Lamrani, “25 verdades sobre as manifestações
na Venezuela”, Opera Mundi, y “Opositor Leopoldo López
pide a venezolanos aumentar presión ‘hasta quebrar la dictadura’”, 19 de março
de 2014).
El 13-2-2014 Notitarde
titula, en primera plana: “Infiltrados violentaron marchas estudiantiles” (A
menos que indiquemos otra cosa, las citas siguientes se refieren a primeras
planas). El mismo día Últimas Noticias titula “Juan Montoya, de un colectivo
del 23 de Enero y Basil da Costa, estudiante de la Humboldt, cayeron en
Candelaria”. El Nacional titula, desplegado: “Manifestación por la Paz fue
atacada por violentos”, sin explicar cómo se puede pedir “por la Paz” la
“Salida ya” de un Presidente electo. El Carabobeño legitima lo ocurrido con
vistoso desplegado: “La protesta está en la calle”, mientras que El Universal
miente, igualmente en primera plana, también desplegado: “Jóvenes se movilizaron
en todo el país”, confundiendo un sector de la parroquia Candelaria con la
totalidad de Venezuela. Para mayor confusión, afirma que “supuestamente
colectivos oficialistas dispararon contra los congregados en la avenida
Universidad”. Plantea así de una vez las bases del infundio que los medios
repetirán durante varias semanas: una protesta “pacífica” (que incendia
edificios y vehículos) “en todo el país” (pero que sólo ocurre en un municipio)
balaceada por “colectivos”, forma en la cual se designa a imaginarios grupos
armados bolivarianos.
El 14 de febrero El
Universal titula “Arrinconados por un colectivo”, y luego, a 4 columnas,
“Partidos de Unidad exigen desarmar a grupos”. Quienes incendian cinco
vehículos y destruyen parcialmente el edificio de la Fiscalía estarían entonces
desarmados. A quien habría que desarmar es a quienes lo impiden. Insistiendo en
la idea, en la página 1-2, a cuatro columnas, “Capriles emplaza a Maduro a
deslindarse de los ‘paramilitares’”, y con el mismo despliegue, “Voluntad Popular
ratifica que seguirá en la calle”. El mismo día Últimas Noticias informa:
“Manifestantes quemaron cauchos frente a VTV”. Es el inicio de un acoso
terrorista con cortes viales e intentos de incendio que se extiende contra el
canal del Estado por varias semanas.
El 15 de febrero ya Tal Cual
sustituye la información por la incitación, y llena la primera plana con la
arenga: (...)
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