Marx,
la Comuna de París y los boyardos de Valaquia
abr 5th, 2014 | By Boltxe kolektiboa | Category: Sozialismoa
"Maravilloso
en verdad fue el cambio operado por la Comuna en París. De aquel París
prostituido del Segundo Imperio no quedaba ni rastro. París ya no era el lugar
de cita de terratenientes ingleses, absentistas [latifundistas] irlandeses, ex
esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y
boyardos de Valaquia. Ya no había cadáveres en la morgue, ni asaltos nocturnos,
y apenas uno que otro robo; por primera vez desde los días de febrero de 1848,
se podía transitar seguro por las calles de París, y eso que no había policía
de ninguna clase. “Ya no se oye hablar – decía un miembro de la Comuna – de
asesinatos, robos y atracos; diríase que la policía se ha llevado consigo a
Versalles a todos sus amigos conservadores”. Las cocottes [damiselas caras]
habían reencontrado el rastro de sus protectores, fugitivos hombres de la
familia, de la religión y, sobre todo, de la propiedad. En su lugar, volvían a
salir a la superficie las auténticas mujeres de París, heroicas, nobles y
abnegadas como las mujeres de la antigüedad. París trabajaba y pensaba, luchaba
y daba su sangre; radiante en el entusiasmo de su iniciativa histórica,
dedicado a forjar una sociedad nueva, casi se olvidaba de los caníbales que
tenía a las puertas.”
El
anterior fragmento es de La guerra civil en Francia, donde Carlos
Marx describe como se vivía en el París de La Comuna, proclamada un 18 de marzo de 1871, hace 143 años.
Curiosamente cita, entre la fauna que ya no delinquía a sus anchas por sus
calles, a los “boyardos de Valaquia”.
Desgraciadamente,
aquellos boyardos de entonces, erradicados de las calles parisinas durante
aquel experimento revolucionario y humillados a partir de 1917 por
la demostración de los trabajadores soviéticos de que nadie los necesitaba para
construir un mundo justo y mejor, son los mismos que en 1989 en Rumania entregarían
la riqueza social y económica de sus propios conciudadanos a manos de
multinacionales extranjeras (repartiéndose ellos , por supuesto, las suculentas
sobras).
Por
supuesto que los herederos de aquellos boyardos de los que hablaba Marx
continúan siendo hoy anticomunistas, porque la sola palabra “comunismo” les
sigue haciendo temblar al recordar que es sinónimo de perder los privilegios y
las riquezas saqueadas a los trabajadores.
Los
anticomunistas de hoy, como los de siempre, son aquellos que, se le llame como
se le llame al régimen político que fomenta la desigualdad y la
injusticia de que unos cuantos vivan sobre la espalda de la gran mayoría (puede
que incluso se llamara “comunismo” en los determinados periodos de tiempo en el
cual los fascistas que se adaptaron como garrapatas ocultándose en
cualquier recoveco de las sociedades socialistas, se fueron haciendo fuertes en
los gobiernos y altos cargos de la sociedad para terminar dando el golpe de
gracia contra su propios compatriotas), están siempre al acecho para rapiñar en
cuanto surja la ocasión y para vivir a costa del que trabaja; para, en
definitiva, usar al resto de los seres humanos como alfombra, como mano de
obra, o como víctimas de su esencia parasitaria.
En
resumen, la Comuna de París que describe Marx en su cita, fue un
intento ejemplar de echar a los caníbales y empezar a transformar
la sociedad en una sociedad libre, igualitaria, y realmente humana.
La Comuna
de París fue el primer paso en el camino para la construcción del estado obrero
y socialista que los bolcheviques soviéticos y de todo el mundo elevaron tras
la Revolución de 1917, y que extendió tras la Segunda Guerra Mundial, una
sociedad centrada en los intereses colectivos por encima de los de la oligarquía
(los mismos boyardos de siempre).
Pero
los caníbales no se rinden nunca, porque si no pueden chupar la sangre del
pueblo no saben vivir. Estos caníbales, que acabaron con la riqueza colectiva de
sus propios pueblos con el fin de volver a vivir a su costa, combatirán el
comunismo con todas sus fuerzas, en cualquier momento, y de cualquier
manera, porque está en juego su esencia, su forma de vivir, la única manera con
la que saben actuar: como parásitos.
Y es
que los delincuentes de la lista que citó Marx en aquella ocasión,
“terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex esclavistas y
rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de
Valaquia”, continúan saqueando el mundo, eufóricos después de más de dos
décadas del final de aquel estado elevado por aquellos alumnos de los comuneros
de París, los comunistas soviéticos que, aunque lograron en un primer momento
construir con su único esfuerzo la primera potencia económica, militar y
social del mundo, saneando el cuerpo social de parásitos, al final terminaron
olvidando que, mientras forjaban una sociedad nueva, los caníbales esperaban
el momento oportuno, agazapados a sus puertas como garrapatas, para
acabar como fuera con esa herejía de la igualdad de los seres humanos y poder,
así volver a continuar viviendo sin dar palo al agua a costa del esfuerzo e
incluso, si es necesario, de la vida del resto de la humanidad.
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