Mensaje a la juventud de
Nuestra América: Siete retos pendientes
13. Ene.14
Tomar conciencia de las claves
fundamentales del sistema capitalista y la manera de vivir que genera, difunde
y mantiene. Conocer sus hechos, sus instrumentos
Intervención
en la presentación de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad,
durante el 18º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, Quito,
Ecuador, 12 de diciembre de 2013.
El tema que me han pedido
desarrollar me parece muy procedente, porque junto al conocimiento y la
confraternidad entre los participantes, las acciones de solidaridad y demás
actividades, estos Festivales son también espacios donde se examinan y debaten
cuestiones fundamentales para los jóvenes que trabajan por la creación de un
mundo de justicia y libertad para todos.
Quisiera exponer siete desafíos
que a mi juicio deben enfrentar los jóvenes de América Latina y el Caribe. Sin
dudas hay más retos, y la formulación general no puede tener en cuenta los
ámbitos específicos que condicionan la identificación de las realidades, los
modos de comprender y sentir, las contradicciones y los conflictos que se
enfrentan, los objetivos e instrumentos que se privilegian. Además, seré
sintético, como corresponde al tiempo disponible.
Primer
reto. Los jóvenes tienen características generales en
cuanto tales que no debemos olvidar nunca; ellas siempre son importantes, y
pueden llegar a ser decisivas. Pero no existen los jóvenes en general. El
primer reto parte de la realidad de que una gran parte de los jóvenes de
nuestro continente se enfrentan todos los días al desafío de sobrevivir y encontrar
un lugar en el mundo. Padecen hambre o carecen de alimentación
suficiente, de servicios de educación y de salud, de empleo, y viven en
familias precarias. Saben del trabajo infantil, de la delincuencia de los
pobres, la prostitución y el consumo de drogas baratas. Esos jóvenes no están
aquí, no conocen lo que hacemos ni nuestros escritos –muchos no podrían
leerlos–, ni es probable que les interesen. No suelen votar, porque no sienten
suya la política que existe en sus países. Por consiguiente, muchos pueden ser
acarreados precisamente por los culpables de la vida que llevan, si les
resuelven algunas de sus necesidades perentorias.
El primer reto ante nosotros es romper esa
terrible división, que es una de las fuerzas mayores de los enemigos de la
Humanidad. Debemos ir a ellos, conocerlos realmente en vez de creer que los
representamos, acompañarlos en sus vidas y sus afanes, con el fin de ayudarlos
a ser rebeldes y pelear por ideales, ganarnos el derecho a conducirlos en el
prolongado y difícil proceso de cambiar sus vidas y las sociedades de
explotación, desigualdades, exclusión y opresiones.
Segundo
reto. Lograr combinar las tareas y las satisfacciones
personales –el amor, el trabajo, el estudio, las inclinaciones particulares–
con intereses cívicos, con la necesidad de conocer el mundo en que vivimos y
sus problemas. Darles lugar en nosotros a ideales que hacen crecer las
dimensiones humanas y brindan una riqueza personal que trasciende, y lograr
gobernar la esfera de los egoísmos. Ir más allá de las reacciones esporádicas
ante incidentes y los entusiasmos efímeros.
Tercer reto. Tomar
conciencia de las claves fundamentales del sistema capitalista y la manera de
vivir que genera, difunde y mantiene. Conocer sus hechos, sus instrumentos, su
criminalidad despiadada, su conversión de los individuos en agresores entre sí
y en indiferentes ante las desgracias ajenas. Conocer las funciones
sociales de dominación que cumplen los atractivos que en realidad posee el
capitalismo, y que ese sistema constituye un complejo orgánico, lo cual
permitirá situarse mejor ante sus manifestaciones. Salir del control que ejerce
su sistema de información, formación de opinión pública, entretenimiento y
gustos. Pensar las contradicciones y los conflictos, y buscar sus causas. Pero
no basta con conocer: en realidad los sentimientos que concentran energías y
fomentan motivaciones, y que desatan actitudes y actuaciones, son tan importantes
como las ideas y los conocimientos.
Cuarto reto. Vivir
la conciencia que se está adquiriendo como un conjunto de ideales, convicciones
e ideas que llevan a la actuación. Reunir las capacidades personales,
la necesidad de participar en causas justas, los deseos de goces y
satisfacciones, los impulsos de rebeldía, los conocimientos que se adquieren,
para integrar con el conjunto a una joven o un joven consciente y rebelde.
Quinto reto. Darles
permanencia a esas transformaciones conquistadas y convertirlas en guía de los
juicios y motor de la actividad, tanto de la vida cotidiana como de las
jornadas trascendentes. Es decir, aprender a luchar y a ser militante
revolucionario.
Sexto
reto. Poner una gran parte de sus esfuerzos, capacidades y sentimientos
dentro del cauce de un colectivo, lo que implica ceder una parte del albedrío y
de la libertad del individuo, al mismo tiempo que puede crear un instrumento
organizativo que multiplique las fuerzas y las cualidades de cada uno y las
posibilidades de victoria. Las organizaciones revolucionarias no son
una panacea: sus realidades y su historia lo muestran claramente. Por eso,
precisamente, no temer a entrar en ellas constituye un reto para los jóvenes
revolucionarios, y aún mayor es el reto de no estar dentro de ellas para perder
cualidades y asumir rituales vacíos, sino para contribuir a transformarlas en
nuevas organizaciones capaces de ser realmente revolucionarias. El desafío está
en comprender que la organización y la política son indispensables, y a partir
de esa comprensión y la actuación consecuente inventar nuevas formas
revolucionarias eficaces de hacer política.
Séptimo
reto. Practicar la solidaridad como ley primera de los intercambios humanos y
las relaciones sociales. Al actuar y pensar en política, el contenido concreto
del medio en que cada uno viva y se mueva serán determinantes, y por
consiguiente debe ser priorizado. Pero no podemos olvidar en ningún
momento las cuestiones más generales, sus características y sus implicaciones,
y los condicionamientos que pone a nuestra acción: tener en cuenta el
movimiento en su conjunto. El capitalismo ha logrado universalizarse y
universalizar su cultura, y esgrime con gran fuerza esos logros contra la
humanidad y el planeta. Pero nos ha enseñado, primero, que podíamos tener
dimensiones universales para enfrentarlo, y después, que solo universalizando
nuestros combates contra él y por la creación de sociedades libres y justas
seremos capaces de hacer permanentes nuestros logros y llegar, entre todos, a
vencerlo.
Ser internacionalista es
triunfar sobre un desafío vital. El colonialismo ha sido el modo criminal y
devastador de mundializarnos del capitalismo, la liberación nacional antimperialista
es la ley de la creación de nuevos seres humanos y de sociedades libres. La
unión del patriotismo y el internacionalismo es el camino seguro para que ese
proceso de creaciones no pueda ser detenido ni derrotado. Es forjar la
dimensión que nos une a través y por encima de todas las diferencias y todas
las fronteras.
Termino invocando a un
individuo cuyo nombre y rostro son como un esperanto para nuestras lenguas y un
denominador común para nuestros ideales, porque logró triunfar sobre todos los
retos, ascender al escalón más alto de la especie humana y dejarnos a todos un
legado invaluable de ejemplos, acciones y pensamiento. Ernesto –que poseía una
belleza física y una inteligencia ostensibles– quiso ser profesional, como le
era posible a un joven de su medio social, pero al mismo tiempo darse a los más
desvalidos y curar leprosos en Perú o en África.
Leyó novelas desde niño y
filosofía y tratados políticos desde adolescente, albergó el deseo de conocer
París, pero caminó a lo largo de su continente para conocer a los pueblos
oprimidos y acendró una vocación de entregarse a ellos. Encontró una noche su
destino con Fidel y la guerra cubana y supo tomar la decisión más importante
antes de que amaneciera. Dio un prodigioso salto hacia delante mediante la
práctica revolucionaria consciente y organizada, avance tan grande que hasta le
cambiaron su nombre.
El Che fue uno de los más
grandes y amados dirigentes de la Revolución cubana, pero supo dejar sus cargos
y volver al combate internacionalista, hasta dar su vida como comandante cubano
y latinoamericano.
Recordemos su grandeza de
revolucionario y su tranquilo optimismo cuando, a la hora de otra decisión trascendental
de su vida, le escribió a Fidel, nos escribió a todos: hasta la
victoria siempre.
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* Fernando
Martínez Heredia es Investigador y ensayista de la
revolución Cubana. Fue director del Departamento de Filosofía de la Universidad
de La Habana y colaborador del Departamento América dirigido por el comandante
Manuel Piñeiro Losada. Es Doctor y Profesor Titular Adjunto de la Universidad
de la Habana. Director del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura
Cubana “Juan Marinello”. Premio Nacional de Ciencias Sociales en Cuba 2006.
Autor de deenas de libros y centenas de ensayos.
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