El Caracazo y el fracaso del golpe fascista en Venezuela
Por Ángel Guerra Cabrera
La
Habana. Por Ángel Guerra Cabrera/Cubadebate. | 27 febrero de 2014
Hace
25 años Caracas y otras ciudades venezolanas protagonizaron la
primera gran insurrección popular contra el neoliberalismo. No
sólo a escala de América Latina y el Caribe, sino planetaria. En un país
petrolero, la pobreza alcanzaba a un 80 por ciento.
Espontánea,
la protesta estalló en Guarenas, al este de la capital, cuando estudiantes y
trabajadores rechazaron el alza estratosférica del transporte público. La
chispa se extendió y comenzaron los asaltos a mercados donde el pueblo tomaba
algo de lo que siempre le había sido negado. El Caracazo tuvo
el enorme mérito de que las masas venezolanas rompieran colectivamente
con el sacrosanto mito burgués de la propiedad privada.
Pero el
gobierno del presidente Carlos Andrés
Pérez (CAP) impuso la ley marcial y autorizó a los cuerpos
armados a disparar con munición de guerra contra los civiles. El ministerio
público cifró el número de fallecidos en 600, aunque cálculos de investigadores
establecen la cifra entre 3500 y 5000, además de miles de heridos. Un crimen de
lesa humanidad.
Compárense
la bárbara respuesta gubernamental a aquellas justísimas protestas de todos los
barrios populares del país con la contenida y mesurada que reciben de la
Guardia Nacional Bolivariana las esmirriadas marchas actuales de enajenados y
enfermos de odio en unas cuantas urbanizaciones de clase media acomodada.
Obsérvese la actitud pacífica de las decenas y cientos de miles de chavistas
que desde comienzos de febrero inundan las calles de Caracas en apoyo al
presidente Maduro.
El
que sí ha practicado la violencia feroz ha sido como siempre el sector fascista
de la oposición. Su único propósito es derrocar a Maduro, que para eso
Washington manda carretadas de dólares (http://www.cepr.net/index.php/other-languages/spanish-op-eds/el-apoyo-de-eeuu-a-un-cambio-de-gobierno-en-venezuela-es-un-error ).
No importa si ese derrocamiento implica un baño de sangre ni que hace dos meses
el chavismo ganara por 10 puntos las elecciones municipales.
El
último año ha sido difícil para el pueblo venezolano. La inflación ha superado
el 50 por ciento y ha habido desabasto de productos esenciales, pero
tanto los chavistas como muchos que no lo son, comprenden que la causa
principal ha sido la guerra económica desatada por Estados Unidos y la
oligarquía contra Caracas. No olvidan además las conquistas y derechos conseguidos
desde 1999.
El
pueblo apoya las medidas del gobierno contra la guerra económica y aplaude que
los funcionarios corruptos enriquecidos con la especulación sean llevados ante
la justicia. Los sectores populares no se ven representados por los acaudalados
líderes opositores y
desconfían de ellos porque quieren la paz y conocen su trayectoria golpista
desde 2002.
El
pueblo aprecia que después de Chávez es
poder y que ha sido con la Revolución Bolivariana que ha podido acceder, como
nunca antes, a derechos universales como la educación, la salud, la vivienda,
la seguridad social y las libertades políticas.
Las
jornadas del Caracazo foguearon a las masas para los combates
por venir y galvanizaron a los oficiales patriotas que bajo el liderazgo
del entonces teniente coronel Hugo Chávez ya conspiraban para cambiar aquel
estado de cosas. Ese pueblo aguerrido fue el que apoyó el levantamiento
del comandante tres años después(1992), el que lo llevó a la presidencia y el
que ha mantenido viva la Revolución Bolivariana con su fuerza en las calles y
en 18 consultas electorales. Gracias a ese pueblo con alta conciencia política
y a su dirección revolucionaria encabezada por el presidente Maduro es que
no ha habido más muertos y que el denominado golpe blando se desinfla pese a la
falsa visión que ofrece la mafia mediática internacional.
En
una actitud de genuflexión ante Estados Unidos el socialdemócrata CAP aplicó
las medidas neoliberales que condujeron al Caracazo y acabaron
con el ya magro poder adquisitivo de los pobres y de la clase media. Desencadenó una
escalada desenfrenada de precios que llevó en horas a 200 por ciento el del
transporte público y otras medidas intolerables en un contexto de deterioro
acelerado de las condiciones de vida. El abandono por el Estado a su suerte de
las grandes mayorías era la regla.
Fue
a partir de Chávez (1999) y, sobre todo, de la derrota del golpe petrolero de
2002-2003 que por primera vez la renta petrolera se dedicó al bienestar del
pueblo. De allí los extraordinarios logros sociales que reconocen a Venezuela
todas las agencias de la ONU y hasta el Banco Mundial.
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