Bolívar y Sandino con Venezuela en el lado
correcto de la Historia
Edwin Sánchez
Enviado
por tortilla en Mar, 25/02/2014 - 11:36
Edwin
Sánchez, 25 de febrero 2014
Los últimos informes anunciados por el presidente Nicolás Maduro revelaron que el 95% de los municipios de Venezuela se encuentran en paz, es decir, apenas un 5% es donde la ultraderecha ha sembrado el terror, magnificado por los galeones mediáticos que quieren volver a la patria de Bolívar a su antigua condición de colonia. El 85.3% de la población consultada por la firma independiente ICS, está en desacuerdo con la violencia.
La
triste herencia subcultural de la colonia nos llega con todo su poder para
tratar de demostrar que nada ha cambiado: que sus herederos, ahora en la
dirección de la hidalga derecha, se resisten a perder el control de la palabra,
que son dueños de la “verdad” S.A., y como en una producción de Hollywood,
eligen, con sus titulares, quién es el “bueno” y quién es el “malo”.
Este
es el esquema de su Democracia Plástica: la única autorizada por la “gracia
divina” para gobernar, invariablemente, es su linaje, ampliado por el mestizaje
político. Pero se esfuerzan por conservar la pureza ideológica. Esto quiere
decir que los morenos, zambos, indios y todo aquel con pringue africano, puede
ondear sus siglas, pero dejando intactos los viejos siglos, codearse en las
calles en el día, pero nunca dormir con la misma noche y los mismos sueños, mucho
menos tocar con las manos sucias el sustrato del que su nutre la oligarquía.
Cuando
un pueblo piensa por sí mismo es declarado indocumentado, o bandolero como se
descalificó a Sandino, sin ninguna portada multinacional para exponer su
bandera. La derecha reclama libertad de prensa exclusiva para ella, nunca para
la mayoría. Que un pueblo ose contar con su propio relato de la Historia es
desobedecer a los dioses, vale decir los descendientes de la vieja alcurnia.
Ni
el presidente Nicolás Maduro ni Diosdado Cabello, Elías Jaua o Jorge Rodríguez,
por ejemplo, cuentan con los escudos de armas de las “distinguidas familias”.
Si el finado presidente invicto Hugo Chávez no hubiese sido de “cuna
desconocida”, ni tocado la historia, los que aún se creen propietarios de
Venezuela lo venerarían como santo y prócer.
Cuando
los movimientos llevan pueblo y las cifras con que los informes especializados
deshidratan las miserias nacionales ---para evitarles a los altos funcionarios
internacionales el trago amargo de imágenes inapropiadas --- se vuelven en
hombres y mujeres con acceso a las misiones sociales, eso es “dictadura”.
La mentira
Hay
una narración de la mentira que no escatima medios ni recursos para aplastar a
una nación que decidió ponerse las botas de Bolívar, y colocarse en el pecho la
tricolor de las ocho estrellas.
La
mentalidad de vieja colonia que en Venezuela y Nicaragua todavía,
lamentablemente, padecen algunos, siendo de origen humildes unos, los lleva a
sentir una nostalgia activa de las antiguas cadenas con que las metrópolis
engrillaron el pensamiento. Si alguien se atreve a cortar la mitad de un solo
de los eslabones, es “dictatorial”, “antidemocrático”, y quiere llevar el país
rumbo al “desastre”.
Como
los pueblos que se levantan son difíciles de contener y ya no existen los
granaderos, fusileros, alférez, ni artilleros de la Real Armada española para
sofocarlos con sus cañones de casi 4 toneladas, surgen los baluartes mediáticos
para defender los últimos vestigios del Siglo XIX.
Las
corporaciones de prensa lanzaron por la borda la objetividad y el
profesionalismo. La primera víctima es el periodismo en su sentido clásico. Hoy
es cualquier cosa. Lo que prevalecen son los partidos multimedia e impresos, y
en vez de periodistas, políticos que exportan “levantamientos” enlatados en
horario estelar, con la implantación de imágenes trágicas de realidades en
otros países, como si fueran en Caracas.
Paralelo
a ello, el ala ultra radical de la derecha ejecutó sabotajes a la
infraestructura, apagones y terrorismo económico, mientras se engaña al mundo
con una supuesta defensa del Estado de Derecho, que no es más que el intento de
recuperar los opulentos privilegios del vetusto Estado de Derecha.
De
19 elecciones, 18 victorias democráticas sostienen la Revolución Bolivariana.
Es el proceso más votado en la historia. Comicios y referéndum para todo.
Plazas y avenidas colmadas.
Un
auténtico demócrata -- no el que quiere embalsamar los viejos tiempos de la
Democracia Plástica-- defendería el proceso bolivariano. Por eso, el liderazgo
sandinista de Nicaragua, el presidente Daniel Ortega y Rosario Murillo, con la
juventud, se han solidarizado con la tierra del Libertador.
Si
unificar las 13 colonias que serían el embrión de los Estados Unidos fue un
acto heroico de los Padres Fundadores, ¿por qué las metrópolis consideran un
acto arbitrario y delictivo promover la unidad entre las antiguas colonias de
América Latina y el Caribe?
Venezuela
misma, con la actual dirección política, no hubiera dudado en abrazar la causa
de Washington, Jefferson, Adams, Hamilton, Madison y Franklin. Es decir,
Bolívar y Sandino, sus hijos e hijas, están en el lado correcto de la historia.
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