Su Alteza Real, el Servidor de las Dos Mezquitas
Sagradas, Abdallah Ben Abdelaziz Al-Saud recibe al presidente francés Francois
Hollande en presencia de los miembros de su consejo.
RIAD – PARÍS – BEIRUT
Silencio y traición por
3 000 millones de dólares
Por Thierry Meyssan
¿Por
qué decidió Arabia Saudita equipar el Ejército Libanés con armamento
francés por valor de 3 000 millones de dólares cuando hace semanas que sus
títeres en el Líbano no paran de denunciar el lema «Pueblo-Ejército-Resistencia»
y de cuestionar la armonía entre los militares y el Hezbollah? ¿Y si esta
repentina generosidad fuese el precio a pagar por el silencio libanés, el pago
destinado a lograr que se olviden los cientos de víctimas que el
terrorismo saudita ha causado en el país del cedro, la recompensa por la
traición de París hacia los compromisos de Francia en el Medio Oriente?
RED
VOLTAIRE | DAMASCO | 16 DE ENERO DE 2014
La
visita de Francois Hollande en
Arabia Saudita –donde llegó rodeado de 30 grandes empresarios franceses–, el 29
y el 30 de diciembre de 2013, debía desarrollarse principalmente sobre temas
económicos y sobre el futuro de Siria y del Líbano. Los temas de política
internacional iban a discutirse entre franceses y sauditas aunque en presencia
de líderes libaneses –el presidente Michel
Sleiman y el ex primer ministro líbano-saudita Saad Hariri (considerado miembro biológico de la familia real)– y
del presidente de la Coalición Nacional Siria, el siro-saudita Ahmad Assi Jarba [1].
Durante
la visita, Arabia Saudita anunció súbitamente la donación al Ejército Libanés de
3 000 millones de dólares en armamento francés. Esa muestra
de generosidad se produce fuera del calendario previamente establecido, en
momentos en que una conferencia internacional prevista para febrero
o marzo debería abrir una colecta de fondos para el Líbano en general
y –en particular– para el ejército de ese país. Nunca antes había recibido
el Líbano una donación de tales proporciones.
La
donación fue anunciada con toda solemnidad por el presidente libanés, Michel Sleiman. Este general,
convertido en jefe del Estado Mayor del Ejército Libanés simplemente para
evitar que ese cargo fuese a parar manos de otro militar, fue impuesto
como presidente de la República, exactamente con el mismo objetivo, por Francia
y Qatar. Su elección como presidente por el parlamento libanés
violó el artículo 49 [2] de la Constitución libanesa y Sleiman
ni siquiera fue investido como presidente de la República por su
predecesor sino por el entonces emir de Qatar.
En
su intervención, el presidente Sleiman expresó su agradecimiento por la «makruma»
real, o sea por la donación que el soberano saudita concede a su servidor, y
al concluir no lo hizo con un «¡Viva el Líbano!» sino con un
sonoro «¡Viva Arabia Saudita!»
El
anuncio fue saludado efusivamente por el ex primer ministro libanés Saad
Hariri, quien quiso interpretarlo como el primer paso hacia un futuro
desarme del Hezbollah.
La
decisión de Riad resulta sorprendente ya que durante los últimos meses el bando
libanés prosaudita, representado fundamentalmente por el 14 de Marzo y con Saad
Hariri a la cabeza, había estado arremetiendo constantemente contra
las buenas relaciones entre el Ejército Libanés y el Hezbollah.
Después
del anuncio de la donación saudita, una intensa campaña de propaganda cubrió
todo Beirut de carteles sobre la amistad entre el Líbano y Arabia Saudita,
calificada en los afiches como «el Reino del Bien» (sic).
La
realidad es que todo el asunto no tiene el menor sentido.
Para
darse cuenta de ello sólo hubo que esperar unos pocos días.
Al ser arrestado, Majed al-Majed reconoció su
condición de oficial de los servicios secretos de Arabia Saudita y dijo
hallarse bajo las órdenes directas del príncipe Bandar Ben Sultán. Majed
al-Majed dirigía una rama de al-Qaeda y garantizaba el enlace entre ésta y
altas personalidades del Medio Oriente.
El
1º de enero de 2014, sólo 4 días después del anuncio saudita, se supo que el
Ejército Libanés había arrestado a Majed
al-Majed, ciudadano saudita y jefe de las Brigadas Abdallah Azzam, rama
libanesa de al-Qaeda.
Un
poco más tarde, se supo también que Majed al-Majed había sido arrestado gracias
a una alerta de la DIA (Defense
Intelligence Agency), o sea la Agencia de Inteligencia del Departamento
de Defensa de Estados Unidos, el 24 de diciembre de 2013. Ese día,
Washington había informado al Ejército Libanés que Majed al-Majed acababa
de ser hospitalizado en Líbano para someterse a una diálisis. El Ejército
Libanés lo localizó rápidamente en el hospital Makassed y lo arrestó
durante su traslado a Ersal, a bordo de una ambulancia, el 26 de diciembre, o
sea 3 días antes del anuncio de la donación saudita.
El arresto del líder de al-Qaeda en Líbano se mantuvo
en secreto por más de una semana. Oficialmente buscado en Arabia Saudita
bajo la acusación de terrorismo, Majed al-Majed era considerado sin embargo un
agente de los servicios de inteligencia sauditas, y un agente que por demás
recibía órdenes directas del príncipe Bandar Ben Sultán. Majed al-Majed había
reconocido públicamente haber organizado numerosos atentados, como el
perpetrado el 19 de noviembre de 2013 –con saldo de 25 muertos– contra
la embajada de Irán en Beirut. Ante tales circunstancias, el
Ejército Libanés había informado a Riad y Teherán del arresto de Majed
al-Majed.
Entre
otros casos de interés para el Líbano, Majed al-Majed había desempeñado un
papel importante en la formación de un ejército yihadista en territorio
libanés: el conocido Fatah al-Islam.
En 2007, ese grupo trató de sublevar contra el Hezbollah
los campamentos palestinos en Líbano y quiso proclamar un emirato islámico
en el norte de ese país. Pero quien realmente movía los hilos del grupo
–Arabia Saudita– abandonó [a] su marioneta sin previo aviso, como resultado de
un encuentro entre el presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad y el rey Abdallah.
Furiosos, los yihadistas armados se presentaron en el banco de la familia Hariri exigiendo el pago que
no habían recibido. Después de varios enfrentamientos, se replegaron hacia
el campamento de Nahr el-Bared,
donde fueron cercados por el Ejército Libanés. Al cabo de un mes de combates,
el general Chamel Roukoz [3] tomó el lugar por
asalto y aplastó a los sublevados. Aquella batalla contra el terrorismo costó
al Ejército Libanés las vidas de 134 soldados [4].
Majed al-Majed estaba personalmente en contacto –contactos
directos o secretos– con numerosos dirigentes árabes y occidentales. Al ser
interrogado, tuvo tiempo de confirmar a sus interrogadores que era miembro de
los servicios secretos de Arabia Saudita. Es evidente que sus confesiones podían
conmocionar la política regional, sobre todo al proporcionar pruebas que
incriminan a Arabia Saudita y al 14 de Marzo libanés.
Un diputado mencionaba entonces una proposición saudita de
3 000 millones de dólares a cambio de que no se grabaran las confesiones
de Majed al-Majed y de que fuese extraditado a Riad. El diario
libanés Al-Akhbar ya
estimaba que el detenido estaba en peligro de muerte y que de todas maneras
corría el riesgo de ser asesinado por sus jefes para garantizar su silencio.
Al día siguiente de la publicación de aquel editorial,
el Ejército Libanés anunciaba la muerte de Majed al-Majed. Se ordenó una
autopsia pero, contrariamente a lo previsto en el procedimiento penal, esta fue
realizada por un solo especialista, quien concluyó que la muerte sobrevino a
causa de la enfermedad que padecía el occiso. El cuerpo fue trasladado
a Arabia Saudita, donde fue inhumado en presencia de sus familiares y
de la familia ben Laden.
Irán sigue exigiendo al Líbano explicaciones más claras
sobre el arresto y muerte de Majed al-Majed, aunque sin demasiada
insistencia ya que el presidente Rohani está tratando también
de implementar un acercamiento a Arabia Saudita.
Es
la sexta vez que el jefe de una organización terrorista prosaudita que opera en
Líbano escapa a la justicia. Así sucedió anteriormente con Chaker Absi y con Hicham
Kaddoura, al igual que con Abdel
Rahmane Awadh, Abdel Ghani Jawhar
y, más recientemente, con Ahmad
al-Assir.
El presidente francés Francois Hollande y el
multimillonario líbano-saudita Saad Hariri en Riad. Detrás aparecen el ministro
de Defensa francés Jean-Yves Le Drian y el jefe de la diplomacia francesa
Laurent Fabius.
En todo caso, aunque el rey Abdallah haya desembolsado
3 000 millones de dólares no será ni remotamente esa suma
la que llegará al Ejército Libanés.
En primer lugar, esa suma incluye
tradicionalmente las «atenciones» reales a quienes han servido al
soberano. Por ejemplo, según el Protocolo real que acompaña la donación,
el presidente libanés Michel Sleiman recibió de inmediato
–a título personal– 50 millones de dólares, y el presidente
francés Francois Hollande recibe una suma acorde con su función, suma
de la que se ignora el monto y si Hollande la ha aceptado o no. El principio
saudita del soborno se aplica idénticamente a todos los dirigentes y altos
funcionarios –libaneses y franceses– que participaron y que participarán
en la transacción.
Segundo, la parte fundamental de la suma
donada irá a parar al Tesoro Público francés y Francia se encargará de
proporcionar al Líbano el armamento y la formación militar correspondiente. Se trata, en realidad,
de retribuir la implicación militar secreta de Francia –desde 2010– en las
acciones destinadas a fomentar el desorden en Siria y provocar el derrocamiento
del alauita Bachar al-Assad, a quien
el Servidor de las Dos Mezquitas Sagradas no puede aceptar como presidente de
un país mayoritariamente musulmán [5]. Sin embargo, al
no existir un catálogo de precios, París evaluará a su antojo el volumen
de armamento que puede representar la suma donada. París decidirá también
qué tipo de armas y de formación proporcionará a cambio de esa suma.
Para empezar, ni hablar de proporcionar al Ejército Libanés
ningún tipo de armamento que pueda servir en algún momento para
enfrentarse eficazmente al principal enemigo del Líbano, que es Israel.
Tercero, si el objetivo de la donación
saudita no es ayudar al Ejército Libanés a defender el país es porque está
destinada –por el contrario– a sembrar la división entre los
uniformados libaneses. Más que proporcionarles una verdadera
preparación militar, la formación que Francia aportará a los militares
libaneses estará destinada a la «francización» de los oficiales.
Y el dinero que quede se destinará a la construcción de bonitos
cuarteles y a la compra de costosos vehículos oficiales.
Por otro lado, también existe la posibilidad de que
no llegue al Líbano ni un centavo de ese dinero. En efecto, según
el artículo 52 de la Constitución libanesa [6], el donativo debe
obtener la aprobación del consejo de ministros. Pero el gabinete dimitente de Najib Mikati no se ha reunido en
9 meses y no ha podido por ende transmitir esa aprobación al
parlamento para que la ratifiquen los diputados.
Al
presentar el donativo a los libaneses, el presidente Michel Sleiman creyó oportuno
precisar, sin que nadie se lo pidiera, que en las negociaciones con Riad
no se mencionó una posible posposición de la elección presidencial
libanesa con prórroga de su propio mandato, ni tampoco la
composición de un nuevo gobierno. Una precisión que da risa porque resulta
evidente que esos fueron precisamente los principales puntos de la negociación.
El presidente libanés se comprometió ante sus interlocutores
sauditas y franceses a formar un gobierno de «tecnócratas», sin chiitas ni drusos, y a imponerlo al
parlamento.
El término «tecnócrata» se aplica en este caso a una serie de
altos funcionarios internacionales que han hecho carrera en el Banco Mundial,
el FMI, etc., y también mostrando su sumisión al credo estadounidense. O sea
que será un gobierno de proestadounidenses en un país que se resiste al dictado
del Imperio. Pero ¿no se puede lograr una mayoría en el parlamento con
3 000 millones de dólares?
Por
desgracia, el príncipe Talal Arslane,
heredero de los fundadores del principado del Monte Líbano en el siglo XII y presidente del Partido Demócrata,
arremetió de inmediato contra el presidente recordándole que, en virtud del Acuerdo de Taef [7], en Líbano el poder
ejecutivo es una prerrogativa del consejo de ministros [8] y que este último
tiene que reflejar obligatoriamente la composición confesional del país [9]. Lo anterior
quiere decir que la formación de un gobierno de tecnócratas en Líbano
constituye una violación flagrante del Acuerdo de Taef, lo cual convertiría al
presidente Sleiman en un golpista, sea cual sea su capacidad para sobornar
al parlamento.
Pero
es muy probable que el asunto no termine ahí. El 15 de enero, el Ejército
Libanés detuvo en la frontera a Jamal
Daftardar, uno de los lugartenientes de Majed al-Majed.
El
presidente Francois Hollande seguramente va a deplorar profundamente que su
homólogo libanés fracase en su intento de vender su propio país por
50 millones de dólares. Pero de todas maneras, visto desde
París, lo importante es la repartición de los 2 999 millones
restantes.
[1] Ahmad Assi Jarba pertenece a la tribu beduina de los Chamar, de la que también proviene el
rey Abdallah. Antes del inicio de los incidentes, Jarba ya había sido condenado
en Siria por tráfico de drogas. Los Chamar son nómadas que se mueven a través
del desierto de Arabia y de Siria.
[2] «Los magistrados y
funcionarios de la primera categoría o su equivalente en todas las
administraciones públicas, establecimientos públicos y toda otra persona moral
de derecho público no pueden ser elegidos durante el ejercicio de sus
funciones ni durante los 2 años siguientes a la fecha de su dimisión
y al cese efectivo del ejercicio de sus funciones o a la fecha de su
jubilación.»
[3] El general Roukoz, sin
lugar a dudas el militar más prestigioso del Líbano, era quien hubiese tenido
que ser designado como jefe del Estado Mayor. Pero es yerno del general Michel
Aoun, presidente de la Corriente Patriótica Libre, formación aliada del
Hezbollah.
[4] «Le dossier des mercenaires du Fatah
al-Islam est clos»,
por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 27 de agosto de
2007.
[5] A raíz de la firma del
Tratado de Lancaster House, Francia y el Reino Unido intervinieron en Libia y
en Siria organizando en esos países seudorevoluciones y destrucciones de
Estados. Pero, al resultar la operación siria un fracaso, Londres se retiró de
ella mientras que París sigue apoyando activamente a la «Coalición Nacional»
dirigida por el saudo-sirio Ahmad Assi
Jarba.
[6] «El Presidente de
la República negocia los tratados y los ratifica de común acuerdo con el Jefe
del Gobierno. Estos [los tratados] sólo se considerarán ratificados después de
obtener la aprobación del Consejo de Ministros. El Gobierno informa a la Cámara
de Diputados [sobre los tratados] cuando el interés del país y la seguridad del
Estado así lo permiten. Los tratados con implicaciones para las finanzas
del Estado, los tratados comerciales y todos los tratados que no pueden
ser anulados al expirar cada año sólo pueden ser ratificados después de
obtener la aprobación de la Cámara de Diputados.»
[7] «Accord de Taëf», Réseau Voltaire,
23 de octubre de 1989.
[8] «El Consejo de
Ministros representa el poder ejecutivo.»
[9] «Todo poder que
contradiga la carta de vida en común es ilegítimo e ilegal.»
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