22-01-2014
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Lenin, en el 90º aniversario de su fallecimiento
Comparto
esta reflexión sobre Lenin, al cumplirse el día de hoy 90 años de su muerte. El
estallido de la revolución de Febrero lo sorprende en su exilio suizo. Al igual
que tantos otros exiliados, libra una dura batalla para regresar a Rusia, cosa
que finalmente concreta un par de meses más tarde. Lenin llegó a Petrogrado la
noche del 16 de Abril de 1917. Tal como lo narra el gran historiador Edward
Wilson esto fue lo que pasó a su arribo a la Estación Finlandia, punto final de
su periplo:
“La
estación terminal de los trenes procedentes de Finlandia … tenía una sala
reservada para el Zar; y cuando llegó el tren, muy tarde, allí condujeron a
Lenin los camaradas que fueron a recibirle. … En el andén exterior un oficial
se le acercó y le saludó. Lenin, sorprendido, devolvió el saludo. El oficial
dio la orden de firmes a un destacamento de marineros con bayoneta calada.
Focos eléctricos iluminaban el andén y bandas de música tocaban la Marsellesa.
Una tempestad de aplausos y vítores se elevó de una multitud que se apiñaba en
rededor. “¿Qué es esto?”, preguntó Lenin retrocediendo unos pasos. Le
contestaron que era la bienvenida a Petrogrado que le tributaban los
trabajadores y marinos revolucionarios; la multitud había estado gritando una
palabra: “Lenin”. Los marineros presentaron armas y el comandante su puso a sus
órdenes. Le dijeron al oído que querían que hablara. Avanzó unos pasos y se
quitó el sombrero hongo:
Camaradas
marineros –comenzó-, los saludo sin saber si creen o no en las promesas del
Gobierno Provisional. Pero afirmo que cuando les hablan amablemente, cuando les
prometen tantas cosas, los están engañando a ustedes y a todo el pueblo ruso.
El pueblo necesita paz, el pueblo necesita pan, el pueblo necesita tierra, y lo
que les dan es guerra y hambre, y permiten a los terratenientes que sigan
disfrutando de la tierra. … Hemos de luchar por la revolución social, luchar
hasta el fin, hasta la completa victoria del proletariado. ¡Viva la revolución
socialista mundial! “
Fuente:
Edmund Wilson, Hacia la Estación de Finlandia. Ensayo sobre la forma
de escribir y hacer historia (Madrid: Alianza Editorial, 1972),
pp.547-550.
Este
pasaje del espléndido libro de Wilson me da pie para hacer un par de
comentarios:
Lenin,
desde su exilio en Zurich comprendió como nadie dos cosas. Primero, que en el
marco de la revolución que había estallado en Febrero de 1917 el papel de los
Soviets era fundamental y estaba llamado a eclipsar por un tiempo al partido.
Fiel a su profundo sentido de la autocrítica y a la idea de que el marxismo no
es un dogma sino una guía para la acción no vaciló un instante en lanzar una
original consigna: “Todo el poder a los Soviets”, poniendo provisoriamente en
suspenso –en ese contexto de disolución y quiebra del zarismo y auge revolucionario-
el papel rector que durante tanto tiempo le había asignado en sus escritos y en
su práctica política al partido. Huelga señalar que este verdadero tour
de force fue tenazmente resistido por sus camaradas, o ridiculizado
por los liberales rusos que creían que Rusia se había convertido en Inglaterra
y que se encontraban a pasos del establecimiento de una democracia liberal y
una monarquía constitucional. La ceguera y el fetichismo político de unos y
otros les impedía percibir la inmensa potencia del impulso revolucionario que
la guerra, las hambrunas y la arrogancia de la aristocracia y la burguesía
rusas alimentaban sin cesar, impulso que inexorablemente acabaría con el
zarismo y abriría las puertas de la revolución socialista. Para Lenin, el tránsito
de Febrero hacia la revolución social requería el protagonismo de los Soviets
más que el del partido. Muchos pensaban que lo de Lenin era un extravío propio
de un emigrado que tras largos años de exilio no comprendía lo que estaba
ocurriendo en Rusia. La realidad demostró exactamente lo contrario.
Segundo,
la asombrosa precisión con la cual captó el estado de conciencia de las masas
rusas –eso que Fidel tantas veces llamó la “conciencia posible” de las masas,
los contenidos cognitivos y valorativos que están en condiciones de asimilar y
asumir como punto de partida para sus luchas. Lenin comprendió que lo que
requería la tumultuosa fragua de la revolución no eran grandes discursos
teóricos al estilo de los que hacían Kautsky y los acólitos de la socialdemocracia
alemana. Que en la hora de los hornos, para utilizar la expresión de Martí lo
único que se debía de ver era la luz, y que los soldados, campesinos y obreros
rusos difícilmente verían esa luz en las tesis marxistas sobre la composición
orgánica del capital o la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Esa luz
que los movilizaría y lanzaría a la lucha tenía que sintetizarse en una
propuesta que interpelara con sencillez y contundencia a las masas rusas. Lenin
la halló al plasmar una consigna simple, comprensible y de una extraordinaria
efectividad política: “Pan, tierra y paz.”
Vaya
este breve recuerdo de un pasaje crucial en la vida del gran revolucionario
ruso, que dirigió y condujo, hasta su muerte, la primera revolución socialista
de la historia. Sobreviviente a duras penas de dos tentativas de asesinato -la
última de las cuales, en Agosto de 1918 le dejó huellas indelebles en su cuerpo
que, años después precipitarían su muerte- Lenin falleció pocos meses antes de
cumplir los 54 años de edad, en un día como hoy hace exactamente noventa años.
Al abrir una nueva era en la larga marcha de la humanidad hacia la construcción
de su propia historia, su legado, y el de la Revolución Rusa, han demostrado
por muchas razones ser imperecederos. Algunos, inclusive en cierta izquierda
libresca o posmoderna, no lo creen así; pero la derecha y el imperialismo, con
infalible instinto de clase, no se equivocan y saben que cualquier esfuerzo es
poco con tal de borrar de la faz de la tierra la figura de Lenin y la epopeya
de la Revolución Rusa. Precisamente por eso debemos conmemorar este nuevo
aniversario de su fallecimiento.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes
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