Feminismo marxista y revolucionario: “Nosotras las
guerrilleras ¿Trofeos de guerra?”
Diana Grajales*
“Nosotras, las guerrilleras farianas, pero no solamente nosotras… Nosotros y nosotras, combatientes, militantes de las FARC-EP, del Partido Comunista Clandestino y del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, tenemos una visión global del mundo, una lectura de la sociedad. Y queremos exponer nuestros puntos de vista sobre temáticas variadas con un denominador común: nos interesa y lo queremos compartir.
Esto es lo que somos… Hombres y mujeres agrupados alrededor de una visión para el futuro de Colombia.”
María Cano, obrera revolucionaria
En
este artículo demostramos cómo el tema mujer es tan manipulado por el
imperialismo y sus aparatos de propaganda, que no es exagerado afirmar que lo
usan como arma de la moderna guerra de IV generación.
La
guerra es una expresión elevada de la confrontación política que expresa los
intereses de las clases sociales antagónicas y Colombia no es la excepción, la
clase dominante colombiana ha puesto al Estado y estructuras militares y
paramilitares al servicio de sus intereses económicos y de los grandes
monopolios extranjeros. Los intereses en Colombia de dichas corporaciones
asumen un carácter estratégico de orden económico, político y militar.
Esa
es una de las causas para que la guerra contrainsurgente en el país
latinoamericano esté bajo la batuta de especialistas de la Agencia Central de
Inteligencia CIA, del MI6 británico, y del MOSSAD israelí, verdaderos
expertos en operaciones de inteligencia y de contrainsurgencia, de guerra
sucia, sabotajes, acciones sicológicas y conspiraciones de todo orden. Operan
de manera directa o encubierta a través de organizaciones de fachada como
agencias internacionales y ONG’s.
La guerra sucia comprende, entre otras, el aniquilamiento
físico de líderes de izquierda, y de organizaciones sociales; los montajes
judiciales para intimidar el desarrollo de las movilizaciones, las operaciones
de tierra arrasada a cargo del paramilitarismo, la infiltración, la propaganda
de guerra dirigida a estigmatizar y desprestigiar a las organizaciones revolucionarias,
a quebrarles su moral y con esto aislarlas del apoyo popular. Eso es lo que han
intentado hacer a las FARC-EP desde sus orígenes.
A
partir del gobierno de Álvaro Uribe Vélez esta forma de la guerra se incrementó
mucho más y la participación de los Estados Unidos en el conflicto interno se
hizo más directa y contundente. Le dieron más dinero a la guerra de IV
generación (propaganda de guerra) articulada al más grande despliegue militar y
paramilitar. Surgió el sambenito de “organización narcoterrorista” y con él el
encubrimiento de las practicas del narco estado que llevaron al más importante
cargo de la nación a Uribe V con buena cuota dentro parlamento nacional, más
del 30% como lo reconociera Salvatore Mancuso, controlaron a otros poderes del
Estado, asaltándolo hasta dominarlo por dentro como lo denuncia el investigador
Jorge Garay.
En
continuidad con lo anterior, Santos sostiene la campaña de propaganda y guerra
sucia mostrando a las guerrilleras como pobres víctimas que debemos liberarnos
de una vida llena de oprobios. Pretende quitarnos ante la opinión pública la
dimensión de combatientes revolucionarias que hombro a hombro luchamos y
trabajamos diariamente con los hombres guerrilleros de las FARC-EP y que con
gran honor y dignidad asumimos la tarea de construir una Colombia de paz con
justicia Social. Nosotras sabemos muy bien que buscan con esto, más que mellar
nuestra moral, es un mensaje dirigido al imaginario de los colombianos
mostrando un perfil degradado y depravado de los alzados en armas, de tal modo
que resulte absurdo pensar en apoyar esta causa y menos ingresar a ella.
El
tema de mujer lo han tomado como bandera de batalla política e ideológica en un
contexto en que el tema de las problemáticas de género se debate con gran
relevancia. Tienen como idea principal presentarnos como víctimas de nuestros
propios hermanos de lucha: que somos explotadas sexualmente por los
comandantes, que nos someten a abortos forzados y que carecemos de todos los
derechos. Expresión de lo anterior son las cuñas radiales y campañas con
ridículos nombres como el promovido desde el ministerio de defensa de:
“Guerrillera, vuelve a ser mujer”. ¡Qué cinismo y que gran infamia han
diseñado!
La
decisión que asumimos como mujeres guerrilleras, corresponde a decisiones que
conscientemente hemos adoptado, a partir del estudio de las realidades y
necesidades inobjetables del conflicto en que estamos.
Con
todo ese discurso y afrentas pretenden deslegitimar el justo alzamiento armado
contra el régimen por antonomasia antidemocrático. Recurren a presuntas desertoras
que relatan el libreto elaborado por los especialistas en operaciones
sicológicas y propaganda de guerra, reproducido constantemente en las emisoras
del ejército, en afiches, panfletos y desde la plataforma mediática de los
grandes medios de comunicación. Lamentablemente de ella se hacen eco algunas
personalidades de la academia y Ongs, que sin palpar la humanidad en nuestros
espíritus de alzados, acusan irresponsablemente a las FARC-EP de usar la
violencia contra la mujer. Una muestra palmaria de ese eco lo expresa la señora
Socorro Ramírez cuando expresa “Las guerrillas, que buscan asociarse a cambios,
podrían mostrar que terminaron una guerra sin sentido y liberaron a sus
familias y comunidades de esas prácticas violentas contra las mujeres”.(1)
Quienes
emplean esta forma de la guerra sucia saben muy bien que hoy la mujer ha ganado
bastante presencia en las filas insurgentes construyendo patria, que nos
estamos convirtiendo en un paradigma de la mujer colombiana, por eso me atrevo
a asegurar que esa propaganda está más dirigida a deslegitimarnos ante nuestro
pueblo que a quebrar nuestra moral y para nada le interesa los intereses
verdaderos de la mujer y solo desea ganar una guerra manipulando con fines
militares el universo completo de la condición femenina.
Los
propagandistas del régimen hacen demasiado evidente la maniobra al acusarnos
hasta de matar bebés recién nacidos, verdadera versión de rumor espantajo,
cuando al mundo le hemos dado fehacientes muestras de humanidad. Nuestra lucha
revolucionaria avanza y crece inspirada en grandes sentimientos de amor y
soberanía. De otro modo, nadie soportaría toda una vida combatiendo, ni habría
tanta muestra de firmeza y dignidad como las que han dado nuestras prisioneras
de guerra o los centenares de jóvenes guerrilleras que a lo largo de esta lucha
han caído en combate.
A todo nuestro pueblo y a los pueblos del mundo, (incluyendo
las “feministas” burguesas) les podemos asegurar que en las FARC-EP, más que en
cualquier otro lugar de la patria, están plenamente reconocidos nuestros
derechos.
Tenemos el espacio político para un desarrollo libre como género, para
reconocernos y ser reconocidas en nuestra capacidad y posibilidad de
desarrollar nuestro talento político, militar y cultural. Así mismo, contamos
con los espacios para exigir nuestros derechos si alguien pretende
transgredirlos.
Mucho
será el odio y la propaganda de guerra, pero jamás la suficiente para
doblegarnos. Si blandimos las armas aún a riesgo de nuestras vidas, es porque
amamos demasiado a los millones de colombianos victimas del sistema político y
económico neoliberal. Y muy especialmente lo hacemos compartiendo el
sufrimiento de millones de mujeres. A los especialistas de la guerra les
derrotará la fuerza de nuestro amor insurgente por la paz y la poderosa
movilización popular.
*
Diana Grajales es guerrillera de las FARC-EP y miembro de la Delegación de Paz
en La Habana
Nota:
(1) Un cambio inaplazable Por: Socorro Ramírez: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/socorroramirez/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-13334275.html
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