Síntomas de giro
Por Miguel Urbano
Rodrigues
Acontecimientos
inesperados en los últimos días alarmaron el gobierno, tuvieron enorme
repercusión en el País y en el extranjero y contribuyeron a que millones de
portugueses y portuguesas tomasen conciencia del agravamiento de la crisis.
Destaco
tres por su significado:
-
La manifestación conjunta de los sindicatos y asociaciones profesionales de las
fuerzas y servicios de seguridad (PSP, GNR, Servicio de Extranjeros y
Fronteras, ASAE y otras fuerzas de Seguridad).
-
La reunión en la Aula Magna del Rectorado de la Universidad de Lisboa de
personalidades de diferentes ámbitos políticos e ideológicos.
-
La acción de sindicalistas permaneciendo durante horas en la entrada de algunos
ministerios con apoyo de la dirección sindical, una iniciativa de la dirección
de la CGTP.
Aunque,
diferentes por sus objetivos, expresan un cambio cualitativo de la crisis
portuguesa y el incremento de la respuesta popular a la política criminal de un
gobierno que se comporta ostentosamente como enemigo del pueblo.
Los
tres alarmaron a la clase dominante y al gobierno que la representa.
La
subida por la escalinata de la Asamblea de la manifestación de las policías que
derrumbaron las barreras metálicas y rompieron el cordón de la policía de
intervención sin ser detenidos y reprimidos, configuró una situación sin
precedentes en las protestas realizadas en el mismo lugar.
La
dimisión del director de la PSP y las agresivas e irresponsables declaraciones
del ministro de Interior, sembradas de amenazas, contribuyeron a profundizar el
malestar y la indignación en la Policía y en la Guardia Republicana.
El
«esto no se va volver a repetir!» de
Miguel Macedo fue muy comentado. El ministro es un fanfarrón; la
profecía es muy arriesgada.
La
reunión de la Aula Magna coincidió con una protesta de las llamadas fuerzas de
«seguridad».
La
lectura atenta de los principales discursos allí transmitidos permite concluir
que los oradores temen sobre todo la intensificación de la lucha de clases y un
incremento torrencial de la intervención de las masas como sujeto político.
La
condena de la obra devastadora de Passos, Portas y su gente por Mário Soares y
Pacheco Pereira fue aplaudida con entusiasmo. Ambos comprendieron que está
cambiando, diversificándose y ampliándose, la reacción de las víctimas del
sistema a la violencia social de la política que arruina el país, lanza al
desempleo y a la miseria a centenares de miles de trabajadores y trabajadoras y
empuja a la emigración a sectores de la clase media. Ambos, en el diagnóstico
de la crisis y de sus efectos, abrieron el abanico a las críticas de la
prepotencia y carencia de moral del poder, se enfrentaron a la banda de Passos
& Portas, fustigaron las recetas de la austeridad.
Pacheco,
ex dirigente del partido del gobierno, se demoró en la exégesis de la
hipocresía, del cinismo y la falta de ética de los gobernantes. Y, a su
solicitud, la asistencia entonó al final, con entusiasmo, el himno nacional.
Pero ni Soares ni Pacheco, en el descenso a las raíces de la
crisis, responsabilizan el capitalismo. La palabra no fue siquiera pronunciada.
Otra actitud no sería de esperar porque ambos son adeptos y defensores del
sistema de explotación del hombre por el hombre. Desearían, apenas,
humanizarlo, una imposibilidad absoluta.
Lo que preocupa sobre todo a Soares y Pacheco y a la mayoría
de las personalidades que llenaron el anfiteatro de la Aula Magna -de cuyo
descontento fueron los portavoces más escuchados-, es el recurso a nuevas
formas de lucha por los trabajadores y trabajadoras. Lo que pasó en las
escalinatas de São Bento asusta también al Presidente de la Republica, cómplice
del gobierno bicéfalo de la derecha ultramontana nacional.
En
el discurso de Soares y Pacheco, más hábil y sinuoso el del segundo, el elogio
conmovido de la democracia, tal como la conciben, desfigurada, es forzado,
artificial. En el mismo transparenta el miedo a la democracia auténtica, el
recelo por la intervención masiva del pueblo en el combate a la política del
bando enquistado en el poder.
Hablando
como intérpretes de sectores descontentos de la burguesía, los anima la
convicción de que es a esos estamentos sociales, cuyo malestar asumen, a los que
cabe presentar una alternativa a los desmanes de la austeridad del gobierno, una
alternativa que, bien entendida, dejaría intacto el engranaje triturador del
capitalismo. No lo dijeron expresamente, pero eso quedó bien claro.
El
desagrado que la reunión y los discursos pronunciados provocaron no sorprendió.
Lo que allí fue dicho llamó la atención porque mostró las fisuras existentes en
la gran familia de los responsables por la crisis. Ellas aumentan, ya son
inocultables. La intervención en la jornada y la presencia en la sala de
personas progresistas, extrañas al sistema, no altera la naturaleza y el
significado de la iniciativa ideada por Mário Soares.
La
actitud asumida por los tertulianos de turno en los medios de comunicación ante
la subida de la escalinata de la Asamblea, y la breve ocupación por
sindicalistas de instalaciones de ministerios, fue también reveladora del
sentimiento de pánico que alastra en la clase dominante.
Con
pocas excepciones, usaron el adjetivo «intolerable» para calificar esas formas
de lucha.
Las
estrellas del análisis político, con destaque para Sousa Tavares, Marcelo
Rebelo de Sousa, Bagão Félix, Marques Mendes, Ricardo Costa y la chusma de
tertulianos subalternos que infecta la TV, los periódicos y la Radio se
distanciaron de la reunión de la falsa izquierda en la Aula Magna, pero
invocaron repetidamente la democracia para condenar con severidad lo que pasó
en las escalinatas de la Asamblea y en los Ministerios.
Los
editoriales de los diarios de «referencia» y los analistas económicos (José
Gomes Ferreira comandó el pelotón de fariseos) fueron imitados con mayor o
menor dosis de hipocresía. Súbitamente tomaron la defensa de Cavaco Silva y,
calificando de injustas las críticas al Presidente, afirman ahora enfáticamente
que él, al final, está cumpliendo ejemplarmente la Constitución.
En
su último número, la revista Exame, ligada al gran capital, publicó un estudio
que confirma el agravamiento de la desigualdad en Portugal. Informa que las
25 mayores fortunas del país equivalen al 10% del PIB. El mayor multimillonario,
Américo Amorim, duplicó en el último año su fortuna, evaluada hoy en 4.500 millones de euros.
«Los tiempos pueden ser de crisis -comenta la revista, pero
las mayores fortunas nacionales siguen creciendo».
El
foso aumenta de forma alarmante, pero los ricos se enriquecen a ritmo
acelerado, mientras los pobres empobrecen aún más.
A
esa situación degradante ha conducido la política de austeridad trompeteada por
Passos como gran servicio a la Patria.
La
respuesta de las víctimas alarma naturalmente al poder.
La
fase de las manifestaciones de protesta aisladas cedió el lugar, finalmente, a
una multiplicidad de iniciativas.
Diariamente
se suceden por todo el país huelgas sectoriales, protestas en locales de
trabajo, concentraciones a la puerta de empresas insolventes o cerradas y de
las residencias de Passos y sus ministros. Las protestas a las puertas de la Asamblea
de la Republica se han convertido en algo habitual.
El
presidente de la Republica, el primer-ministro y miembros de su gobierno son
recibidos con protestas donde quiera que vayan, protegidos por la policía y por
guardaespaldas.
La
CGTP ha desempeñado un papel importantísimo, contribuyendo decisivamente al
aumento de la combatividad de las masas. En los últimos meses, la
disponibilidad de los trabajadores y trabajadoras, enfrentan con creatividad e
imaginación, recurriendo a nuevas formas de lucha, las medidas que traducen la
barbarie del proyecto del gobierno, y refleja una alteración substancial de las
condiciones subjetivas que favorece el combate de las masas.
La
arrogancia de los enemigos del pueblo, sus medidas de cariz dictatorial, su
desprecio por la Constitución y por el pueblo encuentran, día tras día, una
respuesta más firme.
Vila
Nova de Gaia, 1 de diciembre de 2013
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