Seymour Hersh: EE.UU. nos engañó respecto a Siria
Jonathan Cook
17
DICIEMBRE 2013
Traducido
para Rebelión por Germán Leyens
Seymour
Hersh publica su último, esclarecedor
ensayo sobre las maquinaciones del Estado de seguridad estadounidense,
esta vez respecto a Siria. Hersh presenta un caso muy convincente de que EE.UU.
no poseía inteligencia verosímil de que el ataque de armas químicas en Ghouta
usando haya sido realizado por tropas de Asad a pesar de que sabía que era casi
seguro que grupos yihadistas locales, especialmente el Frente Al-Nusra, tenían
sarín y podían utilizarlo.
Al
leer ese artículo, tuve que pensar una cosa: Si Barack Obama no hubiera sido
obligado a desechar en el último momento su plan de bombardear Siria, ahora
estaríamos leyendo sobre esos engaños después de que miles, o probablemente
decenas de miles, de civiles sirios habían sido muertos por incursiones de
bombardeo aliadas.
También
podríamos estar leyendo (o más probablemente no leyendo en vista de la probable
histeria bélica) a Hersh después que las fuerzas de EE.UU. habían sido
involucradas en una invasión terrestre al colapsar el régimen de Asad. El
artículo de Hersh sugiere que los militares tenían un plan para invadir si
existía algún peligro de que el arsenal de armas químicas de Asad fuera
capturado por los rebeldes, como hubiera sido inevitable en caso de la caída
del régimen.
Todo
esto suena ciertamente muy familiar. Es un remix de Irak y la inteligencia
falsa sobre sus supuestas armas de destrucción masiva.
Se
pueden extraer dos importantes conclusiones de esta historia, fuera de la
obvia: que nuestros gobiernos nos mienten continuamente para promover sus
intereses geopolíticos (no los nuestros) e invariablemente lo hacen bajo la
pretensión de “humanitarismo”
La
primera es que, no solo nuestros gobiernos mienten como algo natural, sino que
nuestros medios mienten en sincronización total con nuestros gobiernos. Hersh
saca a la luz un catálogo de fallas periodísticas en su artículo, como por
ejemplo en el caso de Irak. Incluso señala que en una conferencia vital en la
Casa Blanca, cuando se presentó la principal narrativa falsa, los funcionarios
se negaron a invitar a un corresponsal crítico de seguridad nacional,
presumiblemente por temor a que pudiera denunciar la farsa.
Nótese
que ese artículo de Hersh fue rechazado por el New Yorker, su
publicación usual, y por el Washington Post, lo que puede no ser
sorprendente ya que este último sale de ese artículo como un gran agraviante en
esa patraña periodística.
En
su lugar Hersh se vio obligado a volverse hacia el London Review of
Books, una publicación literaria londinense que ocasionalmente ha servido
de santuario para importantes artículos desdeñados por los medios dominantes.
(Lo mismo ocurrió con el largo ensayo de Walt and Mearsheimer sobre el lobby de
Israel, que posteriormente se convirtió en un libro éxito de ventas llamado The
Lobby.)
La
otra es que nosotros como ciudadanos (gobernados por nuestros gobiernos) y como
lectores (de sus medios) tenemos que comenzar a despertarnos ante semejantes
engaños seriales. Demasiada gente, que de otra manera es inteligente, es
engañada por las falsas narrativas que nos suministran. Existe una simple
lección: Deja de tragarte la así llamada inteligencia que te cuentan para justificar
la agresión, sobre todo cuando está en conflicto con los preceptos del sentido
común. Y esa también debiera ser nuestra posición respecto a Irán.
Del
mismo modo, no solo debemos ser menos crédulos sino debemos vacunarnos contra
los que son más susceptibles al virus. Los que tratamos de advertir que debemos
desconfiar de los esfuerzos oficiales por manipular la inteligencia y nuestro
entendimiento de los eventos fuimos denunciados, como siempre ocurre en esas
circunstancias, como apólogos de Asad.
Finalmente,
habría que señalar que el papel de Hersh al sacar a la luz esos engaños, como
en tantos anteriores, no debiera adormecernos en una falsa complacencia. Su
trabajo no demuestra que nuestros medios son libres y pluralistas. Muestra algo
muy diferente.
Siempre
habrá el singular periodista investigativo como Hersh al margen de los medios
dominantes. Y se puede comprender por qué al leer más de cerca a Hersh. Sus
fuentes de información son las que en el complejo de seguridad perdieron la
discusión, o llegaron cerca de perder la discusión, y quieren que quede
registrado que se opusieron a la línea del gobierno. Hersh les es útil porque
les permite ajustar cuentas con el establishment o actuar como una campana de
alarma contra futuros esfuerzos de manipular inteligencia de la misma manera.
Como lectores nos es útil porque revela disputas que nos muestran con mucha más
claridad lo que ha ocurrido.
Por
desgracia, el papel de Hersh ha servido sobre todo a los historiadores. Les
dice después del acontecimiento lo que realmente tuvo lugar dentro de los
pasillos del poder. Pero podría ser mucho más importante si lo escucháramos
adecuadamente. Porque nos repite permanentemente la misma verdad: Cuidado con
nuestros gobernantes.
Jonathan
Cook es un periodista galardonado residente en Nazaret, Israel, desde 2001. Es autor de tres libros sobre el conflicto israelí-palestino: Blood
and Religion: The Unmasking of the Jewish State (2006);Israel and
the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (2008)
y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (2008)
Tomado de:
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