Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

viernes, 13 de diciembre de 2013

MANDELA, AFRICANO, REVOLUCIONARIO, HUMANISTA

MANDELA, AFRICANO, REVOLUCIONARIO, HUMANISTA
Por Miguel Urbano Rodrigues

La muerte de Nelson Mandela conmovió a la humanidad. La emoción se justifica.

La Historia registra pocos casos de una fusión tan armoniosa de un hombre con  las aspiraciones y el combate de su Pueblo por la libertad y la independencia.

Mandela fue el iniciador y el guía de la lucha revolucionaria de los negros de Sudáfrica  contra el engranaje  monstruoso  que los oprimía. Su palabra y su ejemplo han sido decisivos para conducir a la victoria la lucha de clases que hizo posible la destrucción del apartheid que, durante décadas, contó con la complicidad del imperialismo y el apoyo de poderosas trasnacionales mineras.

El gigantismo de su sepelio y la atmosfera que lo envolvió no sorprenden. Pero la unanimidad de los elogios al hombre y al estadista no ayuda a comprender ni su personalidad ni su compleja intervención en la Historia.

El coro de elogios en que participaron  aquellos que durante años identificaron en él un terrorista peligroso,  casi encubrió  opiniones  críticas de decisiones polémicas  tomadas por Mandela cuando asumió la  Presidencia.

Pero, para los historiadores, esas  críticas  deben ser tema de reflexión. El héroe casi mítico de la independencia ha sido censurado porque, una vez elegido, no cumplió parte del programa del ANC. Las críticas son a mi juicio,  improcedentes. Si Mandela hubiera llevado adelante la prometida Reforma Agraria, destacadamente la expropiación de los grandes terratenientes de origen europeo, propietarios de las mejores tierras  del país, la gran mayoría de los 5 millones de blancos  habría abandonado masivamente Sudáfrica, en gigantesco éxodo. La economía del país  se hubiera desplomado.

Es un hecho  que el rumbo de Sudáfrica decepcionó a los que esperaban verla encaminada hacia el socialismo. Esa era, sin embargo, una aspiración romántica  después de la desaparición de la Unión Soviética, en un contexto histórico  hegemonizado por el imperialismo estadounidense.

Transcurridos 18 años  de la victoria electoral del ANC y el fin del apartheid, Sudáfrica continúa siendo una sociedad capitalista enmarcada por desigualdades  profundas, chocantes. En ella surgió una próspera, arrogante y corrupta burguesía negra. Esa realidad facilita la comprensión de los encomiásticos elogios  póstumos a Mandela, provenientes de los gobernantes de EEUU y de la Unión Europea. La admiración que hay hoy por el héroe africano es tardía y profundamente farisaica. Durante  los 28  años  en que permaneció en la cárcel de la isla de Robben han apoyado al apartheid y la represión contra la mayoría negra.

Es oportuno recordar que, en 1987, cuando la Asamblea  General de la ONU aprobó una Resolución exigiendo  la liberación inmediata de Nelson Mandela, solamente tres países votaran en contra: EEUU de Ronald  Reagan, el Reino Unido de la Thatcher y (para vergüenza nuestra) el  Portugal de Cavaco Silva (actual Presidente).

Hoy los sacerdotes del capital simulan olvidar que el humanista Mandela fue un revolucionario consecuente, omiten que el Mandela dialogante no fue un Gandhi africano. Iluminan la imagen del estadista de la concordia entre negros y blancos, mas ocultan la del defensor de la lucha armada contra el apartheid.

Seria incómodo para Barack Obama (que pronuncio en Johannesburgo el discurso de la hipocresía), Cameron, Hollande y otros dirigentes imperialistas reconocer que   Mandela fue miembro del Partido Comunista de Sudáfrica  y que, tal como Marx, no ignoraba que la violencia ha sido la partera de la Historia.

Los media que hoy elogian al humanista Mandela, eliminaron de sus archivos las fotos de la visita que el defensor de la lucha armada hizo en 1962, de puño erguido,  a la Argelia de Ben Bella y , muchos anos después, su abrazo  fraterno a Fidel Castro y su solidaridad con el  libio Muammar Kaddafi y el palestino Yasser Arafat.

La grandeza de Nelson Mandela no es mínimamente afectada por haber erigido la lucha armada en pilar de su combate contra la opresión racista. Esa opción es, al contrario,  inseparable de su humanismo revolucionario.


Vila Nova de Gaia,13 de Diciembre de 2013


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