Defendamos la vida, desterremos la guerra
Manuel Moncada Fonseca
En pocos días, el año 2013 se habrá
marchado. Estuvo cargado de amenazas bélicas en extremo peligrosas que,
obviamente, tensionaron a la mayoría de los seres humanos, con credos o sin
credos de algún tipo; incluso, más allá, en cierto sentido, de los ingresos
percibidos y de las diferencias de “fortuna”, que de naturales no tienen nada,
aunque los “ricos”, mejor dicho los enriquecidos, crean en esta falacia y la
propaguen por doquier.
Desde luego, muchos millones de
personas vieron pasar de noche las acechanzas del dios Marte y sus adoradores
en la tierra. Podría pensarse que ello es una dicha; y quizá lo sea, pero es,
en todo caso, muy limitada; porque, viendo de otra forma el fenómeno acusado,
entre más personas conscientes haya de los problemas que nos envuelven a escala
internacional, mayor será la resistencia contra los invasores del planeta que,
claro está, no proceden del espacio exterior… No son hombres grises, en
definitiva.
Siria, Irán, Corea del Norte y otros
territorios del mundo, fueron puestos en la mira destructiva de la OTAN, las
grandes transnacionales, el Club Bilderberg y el Lobby sionista que domina
EEUU. Mas, la resistencia férrea de estas naciones contra sus atacantes –que
son enemigos de toda la humanidad, aunque decirlo parezca verdad de
Perogrullo-; así como la acción oportuna de Rusia y China en distintos campos
–lo que incluye el despliegue de poderío militar y de contundentes acciones
diplomáticas por parte de estas potencias no occidentales-, se tornaron
factores disuasivos para contener a las bestias apocalípticas de Occidente y
sus aliados de Oriente Medio. Por supuesto, el peligro subsiste, pero -como
puede deducirse de lo que hemos señalado- es posible superarlo.
Puede parecer fuera de lugar hablar de
estos asuntos en estos días en que la tónica la marcan las felicitaciones por
Navidad y Año Nuevo. Sin embargo, por nosotros, los seres humanos, por la niñez
de hoy y las generaciones venideras; por nuestros hermanos animales y plantas;
por la preservación de todas las expresiones de vida; debemos bregar,
incansable, tenaz y sostenidamente, por impedir, de una buena vez, las guerras
desencadenadas por el egoísmo, la egolatría, la misantropía, la
competitividad -como competencia convertida en fin en sí mismo-; el afán
de acumulación de riquezas a costa de cada vez más naciones y del medio
ambiente y, ahora, en pro de un nuevo orden internacional, que implique
el dominio total sobre los seres humanos, sus mentes, sus riquezas y su fuerza
de trabajo, sueño dorado de las fuerzas del imperio.
La lucha por la paz es hoy la tarea más
trascendental que debemos asumir los seres humanos, pasando por encima de
diferencias político-ideológicas, religiosas, culturas y otras.
Si hablamos de prójimo, debemos asumir
que hablamos no sólo del coterráneo, del compatriota, sino de todo ser humano,
independientemente del país, región o continente en que viva. Todos vivimos
bajo un mismo techo planetario; todos somos hijos e hijas de la tierra, de la
Pachamama. Somos una misma especie. Debemos, pues, preocuparnos por la suerte que -en conjunto y por
separado- podamos correr en nuestro peregrinar por la vida. La tierra es
nuestra común habitación. No puede, ni debe ser, en ningún sentido, patrimonio
de unos cuantos; de cada vez menos personas.
Rusia y China pueden estar lejos de las
expectativas de los que sustentamos principios socialistas, comunistas y
semejantes; en fin, de los que abogamos por erradicar las relaciones de
explotación que, hoy por hoy, dominan el ambiente humano. Acá no hay equívoco
de ninguna suerte. Pero, más allá de ello, en tanto que son fuerzas que hacen
contrapeso a los propósitos de dominio absoluto del mundo que atesora el
imperio capitalista occidental, objetivamente, resultan aliadas de toda la
humanidad en la lucha por extirpar, de raíz, una guerra atómica que nos lleve a
todos de encuentro, derechito hacia el infierno.
Expuesto lo anterior y sobre su base,
deseamos a todos y todas, un año nuevo que, en definitiva, establezca los
cimientos de una paz real entre las naciones; que, por tanto, siembre, como
principio básico entre ellas, la autodeterminación de los pueblos, base real
para construir un mundo que nos incluya a todos y todas sin excepciones de
ningún tipo.
¡Por la paz mundial!
¡Por la autodeterminación de los
pueblos!
¡Por la hermandad entre las naciones!
¡Feliz Navidad!
¡Feliz Año Nuevo!
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