Manuel
S. Espinoza J.*
Revivir
el capítulo de Sandino es plantearse siempre la coyuntura política y económica
del país. Sin lugar a dudas, vivimos
tiempos que él sembró. Lo anterior es fácil de comprobar. Con sorpresa
encontré dos libros muy interesantes sobre Sandino que, inequívocamente, me
llevaron a la siguiente conclusión: Nada de los frutos políticos y económicos que
vive nuestra nación hubiese sido posible sin la gesta del valiente general.
Los
libros recién publicados por la Editora ALDILA y el Fondo Augusto C. Sandino de
Sofonías Salvatierra “Sandino o la tragedia de un pueblo” y el de Salvador
Calderón Ramírez “Últimos días de Sandino”, nos ubican en el contexto político
nacional de principios de los años 30 del siglo pasado y exteriorizan los objetivos, a corto y largo
plazo, de Sandino para procurar el desarrollo del país en tiempos de paz como, los que se viven actualmente.
Sandino
nace de la dinámica del manoseo de poder por las paralelas históricas que
se remontan, en la historia política nacional, a los tiempos de Cerda y
Argüello, desnudos y mechudos, granadinos y leoneses, timbucos y calandracas y, por último, legitimistas y democráticos. La
sociedad procrea a Sandino, hastiada por el juego manipulador de sangre y poder a favor de los grupos
oligárquicos que tienden a repetir la vergüenza de llamar al interventor
extranjero.
Harto
de las pseudo revoluciones liberales y conservadoras, que no eran más
que revueltas de los opositores para quitar del gobierno al partido de turno,
Sandino pierde el respeto a los pretenciosos del poder y sus estructuras
políticas.
Sandino
no ve más camino que democratizar la nación intervenida con las armas en
la mano. Una vez expulsada del país, la fuerza interventora procura la
participación de grupos de minoría que influirián en la cultura político
económica del país.
Por
si acaso los intervencionistas regresaban, Sandino propuso crear un nuevo
departamento en el país con el nombre “Luz y Verdad”, en el que sus fuerzas podrían dar
la batalla de nuevo, así como propiciar el desarrollo productivo de la zona en
mención, y del país en general, al exigir
la revisión del tratado Chamorro–Bryan, suscrito en 1914 bajo condiciones de intervención, mismo que dejaba en manos estadounidenses una ruta canalera así como la instalación de una
base naval en el Golfo de Fonseca. Sandino exigía que el proyecto canalero fuera declarado de nacionalidad
indohispana, con la aceptación y firma de las 21 naciones
latinoamericanas existentes entonces, incluyendo a EE.UU.
Era
tiempo de pacificar a Nicaragua y muchas de las demandas propuestas por
Sandino iban más allá de lo que la clase
política y el gobierno de entonces podían lograr.
Sandino
exigía “decretar la no intervención en los negocios internos de las Repúblicas
indohispánicas, respetándose su soberanía e independencia y promover un
acercamiento más fraternal que nos solidarice en el común vivir libre de los
pueblos de este continente”.
Sandino
no esperó vivir tiempos de crisis de los EE.UU; él debilitó su capacidad
interventora en nuestro país y, por ende, dio un golpe a la política imperialista estadounidense para ejemplo mundial.
Fuera del discurso, es muy raro que, al impartir la materia de política exterior, los docentes no profundicen en el legado de Sandino en esta dinámica y que no nos ubiquen en el contexto actual, en el que la soberanía política y la integridad territorial, el desarrollo, la paz democrática y la transacción a un mejor modelo de desarrollo se visualice en el horizonte.
Sin intervención foránea debe existir la paz a la que Sandino se sumó, aun cuando la GN, como instrumento de control incubado por los marines yankees, hostigaba a sus fuerzas acampadas en las montañas de Nicaragua. Aun cuando los peones del nuevo imperio se prestaban a asesinarlo, el héroe resolvió lo que los políticos nacionales y los marines querían impedir: la expulsión de las fuerzas interventoras yanquis.
En aras de abolir la injerencia foránea en nuestros asuntos internos, hoy la unidad latinoamericana y el comercio entre nuestros países crecen con miras futuristas. La recuperación de territorio nacional es un hecho, así como los deseos en relación al canal. Estudiar a Sandino a profundidad y su legado es de obligatoriedad para los especialistas en Relacionistas Internacionales, a tal punto que habrá que preguntarse si el sombrero de la dignidad de Sandino, rostro del antimperialismo e intervencionismo, debe de integrar también nuestro escudo nacional!
*
Msc. Manuel S. Espinoza J.
Presidente
Centro Regional de Estudios Internacionales.
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