La
Revolución Rusa: un nuevo aniversario
9
NOVIEMBRE 2013
Hoy se
cumplen 96 años del triunfo de la Revolución Rusa.
En 1871 la clase obrera y el pueblo de París había “tomado el cielo por
asalto”, dando nacimiento a la Comuna, precoz ensayo de construcción de una
nueva sociedad y un nuevo estado. Por su osadía los comuneros fueron reprimidos
con una crueldad sin límite por los representantes de las “democracias” y la
“civilización occidental y cristiana”.
Pero la
semilla de la Comuna, regada con la sangre de miles de víctimas, habría de
germinar en el otro confín de Europa. En 1917, en un día
como hoy, los obreros, soldados y campesinos rusos retomaron el camino pero no
ya en una ciudad sino en el país más extenso del planeta, Rusia. Habiendo
asimilado las enseñanzas de la Comuna aquellos no se limitaron a tomar el cielo
por asalto; hicieron lo propio con el Palacio de Invierno de los zares y en una
jornada extraordinaria pusieron fin a siglos de cruel absolutismo monárquico, despotismo
aristocrático e imperio de la ignorancia y la superstición.
Con la
Revolución Rusa se abrieron las puertas de una nueva etapa en la historia de la
humanidad por
donde luego transitarían las revoluciones china, vietnamita y cubana,
modificando drásticamente la correlación mundial de fuerzas y abriendo un
espacio sin el cual ni los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, ni los
procesos de descolonización en África y Asia, ni las arriba mencionadas
revoluciones habrían sido posibles.
Sin el
apoyo soviético difícilmente podría la revolución china haber sobrevivido a las
acechanzas y ataques del imperialismo en sus primeros años; o el heroico pueblo
vietnamita haber derrotado y humillado a losEstados Unidos en
la Guerra de Vietnam; o haber Cuba resistido la
agresión yankee sin la colaboración que le brindara la Revolución
Rusa. El balance histórico sobre lo que ésta ha significado es una tarea aún
pendiente.
Para los
teóricos y publicistas de la derecha, y para algunos izquierdistas ofuscados
por su dogmatismo, la historia de esa gran revolución se reduce a los horrores
del estalinismo. Caprichosamente dejan de lado algunas cosas más que también
ocurrieron y que no fueron para nada triviales: la contribución de la Unión Soviética a
la derrota del nazismo fue decisiva e insustituible, pagando con casi veinte
millones de muertos el precio de una hazaña que sólo violentando los hechos
históricos se podría subestimar.
El mundo
no sería lo que es hoy si las fuerzas de Hitler hubieran
triunfado en la Segunda Guerra
Mundial. Transformó además a la sociedad más atrasada de Europa en una
potencia industrial, tecnológica y militar, capaz de en el breve
–históricamente hablando- plazo de cuarenta años tomar la delantera en la
conquista del espacio al lanzar el primer satélite artificial y el primero
tripulado por un hombre, Yuri Gagarin. La Revolución Rusa acabó con el
analfabetismo, sentó las bases de una sociedad igualitaria como nunca antes
había existido en país alguno e incorporó a la mujer a la vida social,
otorgándole derechos que en los países capitalistas avanzados sólo serían en
parte conquistados medio siglo después.
Desgraciadamente
esta experiencia terminó muy mal: implosionó y se derrumbó sin que nadie saliera
a la calle a defender una conquista histórica como la Revolución Rusa. Esto,
por múltiples razones de orden interno –debilitamiento en el vínculo
democrático entre masas, partido y estado y su sofocante
burocratización; rigidez y deficiente manejo de la economía;
incapacidad de responder ante los desafíos de la tercera revolución industrial,
entre otros- y también de orden externo, entre los cuales sobresale la
permanente hostilidad de las potencias imperialistas desde los mismos albores
de la república soviética, la Guerra Fría y,
en los años ochenta, los exorbitantes gastos militares que la Guerra de las
Galaxias de Ronald Reagan obligó a incurrir en la Unión Soviética (y que
también sembraron las semillas de la actual crisis financiera del estado
norteamericano).
Rindamos
homenaje a esa empresa heroica, a la figura de Lenin, su genial conductor, y a
los bolcheviques que tuvieron la audacia de acompañarlo y a los ex
mencheviques, como Trotsky, que en Agosto de 1917 se unieron al partido de
Lenin para consumar la más grande revolución social de toda la historia.
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