Marcos
Antonio Casanova Fuertes*
Es ya costumbre traducir cualquier fenómeno al plano
de dinero, monetizando daño o beneficio a un costo determinado y los
ecosistemas no son una excepción aun cuando su valor es invaluable, porque
tienen que ver, directamente, con nuestra sobrevivencia.
Lo anterior se prueba en lo acertado de relacionar, a
través de la raíz etimológica OIKOS (casa), las palabras economía y ecología, esto sobresale cuando abordamos el caso de la
caribeña y hoy compartida reserva de biosfera SEAFLOWER, que desde el 10 de
noviembre del año 2000 pasó a ser la quinta Reserva de Biosfera de Colombia y, de
acuerdo a la Sentencia de noviembre del 2012 de la Corte Internacional de Justicia, pasó a ser de juris la cuarta de Nicaragua, al igual que BOSAWAS, Rio San Juan
y la isla de Ometepe.
El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y un
área marina protegida de 65.000 km2 (que en su conjunto forman
más de 300, 000 Km2). forma
parte de la red mundial de reservas de biosfera de la UNESCO con la
denominación SEAFLOWER que fuese el nombre de la embarcación en que, en febrero de 1631, un grupo de puritanos ingleses navegó desde
el puerto de Londres con destino al Nuevo Mundo y
se estableció en forma permanente en la isla que bautizaron como Providencia.
Es un caso atípico, y demuestra lo novedoso que es el Derecho Internacional
Ambiental, ya que si bien es cierto, que
ya existen reservas de biosfera binacionales con características muy
particulares, como la Reserva de Biosfera Andino Norpatagónica
Argentina-Chilena, SEAFLOWER se diferencia del resto al estar ubicada en un territorio
en disputa.
Basta hojear la
ficha técnica de SEAFLOWER aprobada por la UNESCO o la obra de Jacques
Osorio Anastasiú para deducir lo que está en juego.
En un mundo terrestre cada día
más depredado, el mar como fuente de riqueza trasciende su importancia ya no
únicamente como vía de comunicación, de transporte o alimentación, hoy se le
suma las pujantes industrias farmacéuticas, la turística y la lucrativa industria
de la investigación científica. No es casualidad que la preservación de
los ecosistemas marinos toma cada día más auge tanto como interés nacional como
global, en función de su sostenibilidad.
El valor ecológico de la Reserva SEAFLOWER del cual
depende su importancia económica, es incalculable, no hay forma de hacer una
valoración; sus pantanos vinculados a los manglares y la interrelación entre
los cayos lejanos entre sí, es ruta de emigración del occidente y combina
ecosistemas creando una fuente infinita de riqueza en cuanto a vida marina y terrestre
se refiere.
La Phyla es un género
botánico de plantas con flores con 70 especies[] pertenecientes a la familia de las verbenáceas. Es nativo de las regiones tropicales y subtropicales del globo, en los
ecosistemas de SEAFLOWER se identifican casi 40 conocidas por las ciencias se
habla de 90,000 especies y 57 especies
de coral.
En un área relativamente
pequeña en relación al ecosistema global, existe una concentración considerable
de aves, se documentan migratorias (18),
residentes (76) y endémicas (2) en esta última sobresale la subespecie y el muy
legendario “old man bird” (Coccyzus minor) endémica.
El ecosistema coralino propicia alimentos para 273 especies de peces, representando 54 familias dentro de las cuales 2 son endémicas; es proclive
para la anidación de tortugas marinas, abunda el caracol pala, langostas y
cangrejos. Réptiles, insectos,
murciélagos productores de guano únicos mamíferos.
El medio Ambiente no sabe de
plataforma continental, de zona económica exclusiva y de fronteras, para el ecosistema no valen
razones geográficas, históricas y legales, lo que le vale es sobrevivir o desaparecer adaptándose o no a la modificaciones que el medio propicia o la
presencia nociva o no del ser humano no importa su nacionalidad ni quien ejerza
jurisdicción o sumo imperio. He ahí la importancia de declarar SEAFLOWER patrimonio
de la humanidad.
Empero “la política exterior en el caso del medio ambiente se mueve de
igual forma bajo intereses nacionales cobijados bajo supuestos intereses
universales de nobles propósitos”, con la diferencia de que en este momento se
tiene que actuar contra reloj bajo el criterio que nos salvamos juntos o nos
hundimos todos. La conservación del Medio Ambiente trasciende el individualismo
geopolítico.
Nicaragua sobrepone un interés colectivo lo que demuestra al ser el primer
país signatario de la Declaración
Universal de las Naciones Unidas para el Bien Común de la Madre Tierra y de la
Humanidad; eso dice mucho de su voluntad real, al contrario de Colombia que
manifiesta un exacerbado individualismo fuera de tiempo.
Colombia con el tiempo cederá su posición, y la razón pasará a formar parte de
su estrategia y este bello lugar SEAFLOWER, -que apareció
cartográficamente, por primera vez, en los mapas europeos en 1527 y otrora
testigo de la piratería como lo es hoy del
narcotráfico (ambas expresiones negativas del hombre, como también lo es la
avaricia disfrazada de nacionalismo)- se convertirá en lo que es, un paraíso que
florece en el mar Caribe, a ser disfrutado por la humanidad y protegido por
Nicaragua y Colombia – “dos naciones civilizadas”.
Estoy seguro que ese es el sentir y demanda de las organizaciones
ambientalistas colombianas y nicaragüenses y latinoamericanas y caribeñas y de
los amantes de que un mundo distinto es posible, solo así la raíz OIKOS prevalecerá
en razón del bien común.
marcasa111hotmail.com
*Autor del libro Derecho Internacional Ambiental
No hay comentarios:
Publicar un comentario