Desfile del 7 de noviembre de 1941
Alexandr Ustínov
Para
el mes de noviembre de 1941 la situación de la Unión Soviética, víctima del
ataque alemán el veintidós de junio, era desastrosa. Se habían perdido inmensos
territorios en la parte occidental del país, cientos de miles de soldados
habían muerto y millones estaban presos. Las tropas alemanas nazis se
encontraban a veintisiete kilómetros de Moscú y sus tanques podrían recorrer
esa distancia en un día. El veintidós de octubre en la capital de la URSS se
estableció el estado de sitio y comenzó la evacuación de los organismos del
poder y de las representaciones diplomáticas al interior del país. Las autoridades
a duras penas sofocaron el pánico de la población civil, que temía que Moscú,
como sucediera en la guerra napoleónica de 1812, fuera abandonada.
En
aquel entonces el Gobierno soviético reunió fuerzas militares suficientes para
la contraofensiva pero hacía falta también un estímulo especial para enardecer
los ánimos, tanto de las tropas como de la población.
Desde
el año 1918 en la Plaza Roja de Moscú cada siete de noviembre se celebraba un
desfile militar, el máximo evento para conmemorar la Revolución bolchevique de
1917 y demostrar el potencial de combate del Ejército Rojo. El desfile dentro
de la ciudad sitiada y a punto de caer en manos enemigas por sus efectos
morales podía tener una repercusión nacional y mundial equivalente a una
operación militar de envergadura. Y así fue.
Preparativos
A
finales de octubre de 1941 el líder soviético Iósif Stalin citó al general
Gueorgui Zhúkov, comandante de las tropas que defendían la capital soviética.
“Queremos celebrar en Moscú una sesión solemne con motivo del aniversario de la
Revolución de Octubre y también un desfile militar. ¿Cree que la situación en
el frente nos permitirá hacerlo?”, preguntó Stalin. “En los próximos días el
enemigo no podrá realizar una ofensiva a gran escala, ha tenido grandes pérdidas
y necesita reagrupar las tropas”, respondió Zhúkov.
Por
su parte los alemanes también tenían previstas actividades festivas para el
siete de noviembre de 1941. Seguro de un triunfo inminente, Adolf Hitler había
ordenado un desfile para festejar la victoria sobre la Unión Soviética en la
Plaza Roja de Moscú. En los depósitos de las tropas alemanas ya aguardaban los
uniformes de gala.
Desde
el cinco de noviembre la aviación soviética estuvo atacando permanentemente los
aeródromos alemanes mientras que la guarnición de Moscú hacía entrenamientos
nocturnos para la marcha. A los soldados se les explicó que estos ejercicios
eran parte del entrenamiento de combate habitual.
El
seis de noviembre se celebró bajo tierra (en el andén de la estación de metro
Mayakóvskaya) una reunión solemne del Sóviet (consejo) de Moscú con motivo del
24.º aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, título oficial de
la principal festividad soviética. Después de la reunión Stalin informó a los
máximos representantes del Partido Comunista y a las autoridades de Moscú de la
hora del desfile en la Plaza Roja.
Sería
el siete de noviembre a las ocho de la mañana, dos horas antes de lo habitual.
A esas horas en Moscú aún es de noche y la baja visibilidad no permitiría un
ataque de la aviación alemana, además los meteorólogos habían pronosticado
nieve.
Los
comandantes de las unidades que participarían en el desfile recibieron las
órdenes correspondientes a las once de la noche del seis de noviembre. Los
invitados civiles se enteraron de que debían acudir a la Plaza Roja a unas tres
horas de la ceremonia militar.
En
la madrugada del siete de noviembre se iluminaron las estrellas rojas
instaladas en las torres del kremlin de Moscú. Desde los inicios de la guerra
estaban cubiertas con fundas de camuflaje.
Desfile
El
desfile, con la participación de 24 000 efectivos militares, arrancó a las ocho
de la mañana y duró veinticinco minutos, incluido el discurso de Iósif Stalin.
El gobernante soviético apeló en especial al patriotismo del pueblo ruso: “¡Que
les inspire en esta guerra la imagen valerosa de nuestros grandes antepasados:
Alexandr Nevski, Dmitri Donskói, Kuzmá Minin, Dmitri Pozhárski, Alexandr
Suvorov, Mijaíl Kutúzov! ¡Que los proteja la bandera victoriosa del gran
Lenin!”.
Stalin
se mostró seguro de que los soviéticos no solo defenderían su patria, sino que
además liberarían también a otros pueblos: “¡Sean dignos de esta misión!”, dijo
el líder soviético.
Stalin
tuvo que repetir este discurso ocho horas más tarde. Los camarógrafos no
estaban informados de que el desfile sería antes de la hora habitual y los técnicos
llegaron a la Plaza Roja a las ocho de la mañana para hacer los preparativos y
comenzar el trabajo a las diez. Pero no tuvieron tiempo. Aunque finalmente
lograron tener conectada la cámara durante el discurso del secretario general,
la grabación de la imagen sincronizada con el sonido falló.
Nadie
se atrevió a pedirle a Stalin que subiera de nuevo a la tribuna del mausoleo de
Lenin. En su lugar se construyó una reproducción en una sala del palacio del
Kremlin. La pintaron del color del mármol del mausoleo y abrieron las ventanas
de la sala para que bajase la temperatura ambiente y de la boca de Stalin
saliera vaho como si todo en realidad transcurriera al aire libre en la Plaza
Roja. Finalmente, no se consiguió el efecto del vaho pero nadie advirtió el
error técnico. El discurso fue incluido en el documental. La derrota de las
tropas alemanas fascistas cerca de Moscú, que obtuvo en 1942 el premio Oscar de
la academia cinematográfica de Estados Unidos.
Los
soviéticos escucharon el reportaje sobre el desfile en vivo por la radio
nacional. Unos días más tarde las copias del documental se proyectaron en los
cines. En la película se pudo ver a los combatientes bien abrigados,
alimentados, armados y disciplinados.
Hubo
un episodio más que no entró en el documental. Desde la línea del frente para
el desfile a Moscú llegaron quince tanques T-34. Los tripulantes fueron
avisados de que durante el desfile podría ocurrir un ataque alemán, por lo
tanto todos deberían permanecer listos para el combate. Durante el desfile uno
de los tanques que cerraba la columna comenzó a patinar sobre la nieve a la
entrada de la Plaza Roja. El comandante del tanque informó de que tenía
problemas. Los comandantes de los dos T-34 que ya habían pasado la tribuna de
autoridades, el mausoleo de Lenin, de pronto dieron la vuelta y tomaron el
sentido contrario. Los tanquistas pensaron que de verdad había comenzado el
ataque alemán y acudieron a la ayuda de su compañero de armas.
Una
anécdota curiosa se hizo famosa gracias al director de la orquesta que tocó en
el desfile, Vasili Agapkin. Tras permanecer de pie varias horas en la Plaza
Roja en medio del frío invernal, sus botas se quedaron adheridas al podio: el
hielo se había transformado en una especie de cola. Cuando a los músicos se les
dio la orden de ceder el paso a las tropas motorizadas, Agapkin no pudo
arrancar las botas del suelo y lo llevaron a un lado de la plaza pegado al
podio.
Después
del desfile la mayoría de las tropas se dirigió a los puestos de combate en los
alrededores de la capital soviética. Pocas semanas después comenzó la ofensiva
y los alemanes perdieron la batalla de Moscú.
Sin
embargo, los uniformes de gala para el desfile alemán del siete de noviembre en
la Plaza Roja no se quedaron sin uso. Los oficiales y soldados nazis, presos o
muertos, los tenían puestos sobre el uniforme de combate para protegerse del
frío. Seguros de conseguir la victoria antes del invierno, las tropas invasoras
no disponían de suficiente cantidad de ropa de abrigo.
El
escritor ruso, fusilero de la época de la Gran Guerra Patria, Vladímir Kárpov
destacó: “Aquella marcha de las tropas soviéticas fue un desfile de reto, un
desfile de desprecio hacia el enemigo, el amanecer de una victoria que todavía
estaba muy lejos pero de la que ya existía el presentimiento”.
La
tradición de las marchas militares en la Plaza Roja de Moscú se reanudó el
veinticuatro de junio de 1945. Aquel fue el desfile de la victoria de la Unión
Soviética en la Gran Guerra Patria.
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