Siria: Victoria política y militar del antimperialismo
Por: José Steinsleger
Sugerencia única: que el bienpensante humanismo occidental
revise de una buena vez sus prolijas teorías acerca del imperialismo, y por qué
las recias prácticas antimperialistas de pueblos y gobiernos las estrellan,
invariablemente, contra la realidad.
El 3 de septiembre último bien podría pasar a la historia
como la silente fecha que puso punto final a la llamada cuarta guerra mundial
(o guerra global contra el terrorismo), que el 11 de septiembre de 2001 Estados
Unidos le impuso al mundo en los cuatro puntos del orbe.
¿Qué ocurrió aquel día en que los humanistascontinuaban
degarrándose las vestiduras a raíz del supuesto ataque del 21 de agosto con
armas químicas a un millar de personas (en su mayoría niños), cuyos cadáveres
fueron presentados por los disidentes en la localidad siria de Ghuta?
Ocurrió que un par de misteriosos misiles cayeron en el
Mediterráneo. Se dijo entonces que uno fue desviado y el otro explotó en el
aire. Y, de acuerdo con el giro orwelliano que los medios occidentales
adoptaron desde la caída de las Torres Gemelas, ambos lanzamientos fueron
tratados como meras maniobras y, faltaba más, sin relación con la guerra de
Siria.
Bien… maniobras. Pero al día siguiente, Vladimir Putin
ofreció una larga entrevista al periodista de la televisión rusa Pervy Kanal y
la agencia estadunidense Associated Press. Para los buenos lectores y sabios
horticultores de las primaveras árabes, Putin dijo:
Tenemos un contrato para la entrega de los (misiles)
S-300. Hemos suspendido su entrega de momento, pero si vemos que se toman
medidas relacionadas con las violaciones al derecho internacional, vamos a
pensar en cómo actuar en el futuro, incluyendo el suministro de ese armamento,
a ciertas regiones del mundo.
Veinticuatro horas después, en su ciudad natal de San
Petersburgo (antes Petrogrado, luego Leningrado), Putin recibió al poderoso
G-20 (Grupo de los 20, 19 países, más la Unión Europea). Y con serenos aires de
gran vencedor, el discreto zar de todas las Rusias resultó un excelente
anfitrión: paseó a sus huéspedes por su casa de usted, el hermoso Palacio de
Constantino levantado por Pedro el Grande en 1720, y todas esas cosas.
En cambio, Barack Obama llegó a San Petersburgo más canoso
de lo que lucía hasta el 3 de septiembre. Y fue el único de los gobernantes en
subestimar que en aquella heroica ciudad, en la que Napoleón y Hitler sufrieron
derrotas militares que cambiaron la historia occidental, la política mundial
pegaría, sin Washington de tutor, un giro de 180 grados.
La diplomacia tiene sus reglas y obliga a la cortesía y el
comedimiento. Pero estoy seguro de que entre los dilectos representantes del
G-20, más de uno se aguantó para evitar tomar de las solapas a Obama,
espetándole: ven acá... ¿fuiste tú el cabrón que autorizó el disparo de los
misiles contra Damasco?
Con excepción de los periodistas especializados en copiar
los boletines oficiales de la comunidad internacional, casi todos los
dirigentes de la cumbre sabían ya que los misiles habían sido lanzados desde la
base yanqui de Rota, ubicada en la bahía de Cádiz. Y que lejos de haber sido
desviados o explotado en el aire, fueron interceptados y derribados por el
escudo antimisiles de Moscú en Siria.
Cereza sobre el pastel: se dice que si los misiles
hubieran dado en el blanco, el Estado de Israel asumía la responsabilidad
política. Pues como todo mundo sabe, Washington defiende el derecho del enclave
sionista a la legítima defensa contra sus enemigos. Con excepción de los buenos
amigos de la península arábiga, que se la pasan chupeteando burbujeantes narguiles
mientras sueltan la chequera para financiar a los rebeldes de Siria.
Luego del frustrado ataque de Washington a Damasco, el
general ruso Oleg Ostapenko, viceministro de Defensa, declaró a un sitio web
libanés que el lanzamiento de los misiles israelíes “… permitió a Rusia mostrar
su capacidad en materia de detección de radar, lo cual ha llevado a sus
enemigos potenciales a extraer conclusiones” (Al Manar, 12/9/13).
Por su lado, el ex ministro de Asuntos Militares deIsrael,
Ehud Barak, en entrevista concedida el 24 de septiembre a la cadena televisiva
Bloomberg y reproducida en HispanTV, observó: Los acontecimientos de las
recientes semanas en Siria han debilitado a Estados Unidos en todo el mundo.
En suma. Ganador en la guerra contra el terrorismo: Irán.
Perdedor: las fijaciones bíblicas del Gran Israel. Demudado, el premier
Benjamin Netanyahu se entrevistó en días pasados con Obama. Y tras advertirle
que los iraníes son tramposos y peligrosos, pidió un café. Inmutable, Obama
respondió: “ni pa’un café, broder. Tus amigos del Congreso acaban de bloquearme
el presupuesto”.
A todo esto, el Pentágono y Hollywood estrenaban La caída
de la Casa Blanca, película en la que, you know,un policía solito enfrenta el
ataque de un grupo paramilitar fuertemente armado, a la residencia poniendo a
salvo al presidente en medio de un gobierno nacional en caos. Dicen que está
buenísima, y que sólo es la primera parte.
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