¿Están
dispuestos los occidentales a bombardear Siria?
por Thierry Meyssan
Fingiendo
creer en la existencia de un ataque químico del gobierno sirio contra su propio
pueblo, Washington, Londres y Paris hacen sonar los tambores de guerra. ¿Hay
que tomar en serio esas amenazas provenientes de los mismos Estados que llevan
2 años anunciando la caída inminente de Siria? Aunque es una opción que
no puede excluirse, Thierry Meyssan piensa que es menos probable que una
intervención organizada por Arabia Saudita. Toda esta agitación tendría como
objetivo poner a prueba las respuestas de Rusia e Irán.
RED
VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 27 DE AGOSTO DE 2013
¿Qué
mosca ha picado al Premio Nobel de la Paz Barack Obama? El domingo 25 de agosto
de 2013, la Casa Blanca publicó un comunicado en el que un alto funcionario
anónimo afirmaba que hay «muy pocas dudas» del uso en Siria de armas
químicas contra la oposición. El comunicado agrega que el consentimiento
de Siria para permitir que los inspectores de la ONU penetren en la zona del
ataque químico llega «demasiado tarde para ser creíble».
Si
bien el uso de armas químicas en la periferia de Damasco reportado el miércoles
21 de agosto de 2013 parece bastante probable, el Consejo de Seguridad de la
ONU no concluyó que fuese atribuible al gobierno sirio. En una
reunión urgente solicitada por los occidentales, los embajadores quedaron
sorprendidos cuando su colega ruso les presentó fotos captadas por los
satélites de su país en las que pueden verse los disparos de 2 obuses –a
las 01 horas y 35 minutos de la mañana– realizados desde la zona de los
rebeldes en Duma hacia las zonas, también rebeldes, que resultaron afectadas por
los gases –en Jobar y entre Arbin y Zamalka– en horarios que coinciden con los
incidentes reportados. Las fotos de los satélites rusos no permiten
determinar si se trata de obuses químicos pero sugieren que la «Brigada del
Islam» que ocupa la localidad de Duma quiso matar tres pájaros de un
tiro: eliminar a sus rivales en el seno mismo de la oposición, lograr que se
acusara a Siria de usar armas químicas y contrarrestar al mismo tiempo la
ofensiva del ejército sirio contra las posiciones de los grupos armados que
hostigan la capital.
El
gobierno sirio no es signatario de la Convención contra las Armas Químicas
–como tampoco lo es su enemigo israelí– y dispone de ese tipo de armamento.
Pero los yihadistas también lo tienen, como ya lo confirmó Carla del Ponte en
declaraciones que desataron la cólera de la Alta Comisionada de la ONU para los
Derechos Humanos. Ya en diciembre de 2012, el Ejército Sirio Libre
difundió un video en el que realizaba un experimento de laboratorio con un gas
venenoso y amenazaba con utilizarlo contra los alauitas. Esta misma semana, el
gobierno sirio descubrió en las afueras de Damasco varios escondites que
contenían armas químicas, mascaras antigases y dosis de antídotos.
Los productos provenían de Arabia Saudita, Qatar, Estados Unidos y
los Países Bajos. Es, por cierto, a pedido del gobierno sirio –y
no de los occidentales– que los expertos de la ONU se encuentran en Siria
por dos semanas para investigar las alegaciones de uso de armas químicas.
Para terminar, el 29 de mayo de 2013, la policía turca arrestó una docena de
miembros del Frente al-Nusra y les confiscó armas químicas destinadas a su uso
en Siria.
A
pesar de todo eso, el presidente Obama reunió su Consejo de Seguridad Nacional
el viernes 23 de agosto para examinar las opciones de ataque contra Siria en
presencia de su embajadora en la ONU, Samantha Power, cabecilla de los halcones
liberales. Decidió entonces reforzar la presencia de la marina de guerra
estadounidense en el Mediterráneo con el envío del buque de guerra USS Ramage,
un destructor portador de misiles crucero, que se une a otros 3 –el USS Gravely,
el USS Barry y elUSS Mahan– que ya estaban en
la zona.
El
sábado, el presidente Barack Obama se comunicó telefónicamente con el primer
ministro británico David Cameron. Y el domingo habló con el
presidente francés Francois Hollande. Los tres estuvieron de acuerdo
en que había que intervenir, pero sin precisar cómo. También el domingo,
el secretario de Estado John Kerry llamaba a sus homólogos del
Reino Unido, Francia, Canadá y Rusia para decirles que Estados Unidos
está convencido de que Siria había traspasado la «línea roja».
Sus tres primeros interlocutores lo escucharon asumiendo lo que los
militares llaman «posición de firmes». Pero el ministro ruso
Serguei Lavrov le expresó su asombro ante el hecho que
Washington se pronuncie antes del informe de los inspectores de la ONU y le
advirtió sobre las «consecuencias extremadamente graves» de una
intervención en la región.
El
lunes, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, estaba en Qatar
y debía viajar después a los Emiratos Árabes Unidos para coordinar con ellos
mientras que el consejero israelí de seguridad nacional –general
Yaakov Amidor– era recibido en la Casa Blanca. En una conversación
telefónica entre el primer ministro británico David Cameron y el
presidente ruso Vladimir Putin, este último subrayó que
no existe prueba alguna del uso de armas químicas por parte del gobierno
sirio. Por su parte, el viceministro chino de Relaciones Exteriores,
Li Baodong, telefoneó a su homóloga estadounidense Wendy R. Sherman
exhortando Estados Unidos a la cordura. Consciente del riesgo de una
guerra regional, cuyas primeras víctimas serían los cristianos del Oriente,
el papa Francisco I reiteró sus llamados a la paz.
¿Debemos
pensar que los occidentales van a entrar en guerra sin un mandato del Consejo
de Seguridad, como lo hizo la OTAN en Yugoslavia? Es poco probable porque
la Rusia de aquella época estaba en ruinas mientras que hoy en día tendría
que intervenir, después de haber emitido 3 vetos para proteger a Siria,
o renunciar a toda acción internacional. Sin embargo,
Serguei Lavrov descartó sabiamente una Tercera Guerra Mundial. Precisó que
su país no tenía intenciones de entrar en guerra con nadie,
ni siquiera por el tema sirio. Podría tratarse por lo tanto de una
intervención indirecta en apoyo a Siria, similar a la acción de China durante
la guerra de Vietnam.
Irán
anunció, por boca del jefe adjunto de su estado mayor, el general Massud
Jazayeri, que para Teherán el ataque contra Siria sería la violación de la «línea
roja», precisando que si la Casa Blanca pasa a la acción tendrá
que enfrentar «graves consecuencias». Es evidente que Irán
no tiene los medios que posee Rusia, ni tampoco sus alianzas, pero
no hay que olvidar que está entre las 10 primeras potencias militares
a nivel mundial. Partiendo de esa base, atacar Siria sería arriesgarse a una
respuesta contra Israel y a sublevaciones en gran parte del mundo árabe,
sobre todo en Arabia Saudita. La reciente intervención del Hezbollah
libanés y las declaraciones de su secretario general Hassan Nasrallah
no dejan lugar a dudas en ese sentido.
Interrogado
por la prensa rusa, el presidente sirio Bachar al-Assad declaró:
«Las
declaraciones de los políticos estadounidenses, occidentales y de otros países
constituyen un insulto al sentido común y una expresión de desprecio por la
opinión pública de sus pueblos. Es algo que no tiene sentido: se acusa
primero y después se reúnen las pruebas. Eso lo está haciendo un país poderoso,
Estados Unidos (…) Son acusaciones exclusivamente políticas,
responden a la serie de victorias registradas por las fuerzas gubernamentales
sobre los terroristas.»
En
Rusia, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento
ruso, el periodista y especialista en geopolítica Alexei Pushkov comentó a
través de su cuenta de Twitter: «Washington y Londres han
declarado a Assad culpable antes de las conclusiones de los inspectores de
la ONU. Sólo aceptarán un veredicto de culpabilidad. Cualquier otro
veredicto será rechazado.»
El
principio de una nueva guerra en Siria no se ajusta a los problemas
económicos de Estados Unidos y los europeos. Vender armas es una manera de
ganar dinero pero destruir un Estado sin esperanzas de recuperar
la inversión a corto o mediano plazo sólo puede agravar una situación
económica ya muy difícil.
Según
un sondeo Reuters/Ipsos realizado después de las informaciones sobre el ataque
del 21 de agosto más de 60% de los estadounidenses se oponen a una intervención
en Siria y sólo un 9% sería favorable. Aún si estuviesen convencidos
del uso de armas químicas por parte de Siria, un 46% de los estadounidenses
seguirían oponiéndose a una intervención que sólo contaría con un respaldo del
25%. Ese mismo sondeo indica que los estadounidenses respaldan todavía menos la
guerra secreta: el 89% declara que tampoco se debe armar a los rebeldes, contra
un 11% que prefiere seguir armándolos. Los encuestadores propusieron a las
personas interrogadas 4 opciones: golpes aéreos (respaldados por un
12%), creación de una zona de exclusión aérea (11%), financiamiento de una
fuerza multinacional (9%) o una intervención directa de Estados Unidos
(4%).
En
Francia, el diario Le Figaro, propiedad del fabricante y
vendedor de armas Dassault, también sondeó a sus lectores. Al cabo de un
día, el 79,6% se había pronunciado contra la guerra, respaldada
solamente por un 20,4%.
Será
por lo tanto muy difícil para los occidentales invertir radicalmente el sentir
de su opinión pública y entrar en guerra.
También
es posible otra interpretación de los hechos. Ya que varios videos de
víctimas de los ataques químicos fueron publicados en internet horas antes de los
ataques, siempre cabe la posibilidad de que los occidentales «descubran»
el engaño en el momento adecuado para dar marcha atrás.
El escándalo de las supuestas armas químicas en Irak demostró,
sin embargo, que los occidentales pueden darse el lujo de mentir a la
comunidad internacional y reconocerlo ulteriormente –y sin mayores
consecuencias– luego de haber cometido la fechoría que querían justificar.
Las
acusaciones de los yihadistas y de sus padrinos occidentales se producen en
medio de una vasta ofensiva del Ejército Árabe Sirio, bautizada «Escudo de
Damasco» y destinada a limpiar los alrededores de la capital.
El lanzamiento de los dos obuses de la «Brigada del Islam»
tuvo lugar en respuesta al inicio de esa ofensiva, que se desarrolló durante
5 días y ocasionó grandes pérdidas a los yihadistas –al menos
1 500 bajas entre muertos y heridos. La agitación de los occidentales
puede por lo tanto ser una forma de guerra sicológica tendiente a ocultar esa
derrota y a paralizar a la vez la ofensiva siria. Para Washington es en
todo caso una forma de poner a prueba la respuesta iraní después de la elección
de Hassan Rohani como presidente. Y ahora se sabe claramente que este
último no podrá oponerse a la política del Guía de la Revolución, el ayatola
Ali Khamenei.
En
el momento de la guerra contra Libia subestimé la capacidad de
Estados Unidos para violar todas las reglas, incluyendo las de la OTAN.
Basándome en el contenido de los documentos de la propia OTAN, insistía yo en
la larga capacidad de resistencia de la Yamahiriya ante su
oposición armada. Yo no sabía en aquel momento que una reunión
secreta había tenido lugar en la base de la OTAN en Nápoles, a espaldas
del Consejo de la alianza atlántica. Estados Unidos, el Reino Unido,
Francia, Dinamarca y Turquía, con Israel, Qatar y Jordania estaban planificando
en secreto el uso de los medios de la OTAN para bombardear la capital
de Libia [1].
Excluyeron de aquella reunión a los aliados que se oponían a un ataque
tan costoso en vidas humanas. La OTAN había dejado de ser una «alianza»
en el sentido real de la palabra para convertirse en una coalición de circunstancia.
En pocos días, la toma de Trípoli dejó un saldo de 40 000 muertos,
según los informes internos de la Cruz Roja. Un dispositivo similar
puede estar organizándose en este momento ya que los jefes de estado mayor de
prácticamente los mismos países –a los que se unen ahora Arabia Saudita y
Canadá– están reunidos, desde el domingo y hasta esta noche [martes 27 de
agosto de 2013] en Amman, bajo la presidencia del comandante del CentCom,
el general Lloyd J. Austin III. Los participantes estudian
5 opciones: entrega de armas a los Contras, imposición de una zona de
no sobrevuelo, creación de zonas-tapones e invasión terrestre.
La
prensa atlantista está llamando a la guerra. En Londres,The Times ya
la anuncia.
El
presidente Barack Obama podría seguir, de esa manera, el plan de guerra
ya establecido por su predecesor George W. Bush desde el 15 de septiembre
de 2001, plan que además de los ataques contra Afganistán e Irak preveía
también las agresiones contra Libia y Siria, como ha revelado el general
estadounidense Wesley Clark [2],
ex comandante de la OTAN. Problema: por primera vez, el blanco
seleccionado dispone de muy serias alianzas.
Esa
variante contradice, sin embargo, todos los esfuerzos que
la administración Obama había venido realizando desde hace un año
para eliminar los obstáculos a la celebración de la conferencia Ginebra 2:
dimisión del general David Petraeus y de los partidarios de la guerra secreta;
no renovación del mandato de Hillary Clinton y de los ultrasionistas;
acusaciones legales invalidantes contra los opositores irreductibles de toda
alianza con Rusia, esencialmente en el seno de la OTAN y del escudo
antimisiles. Y también contradice los esfuerzos de John Brennan, el ahora
jefe de la CIA, por provocar enfrentamientos en el seno de la oposición armada siria,
por exigir la abdicación del emir de Qatar y amenazar a Arabia Saudita.
Mientras
tanto, Siria se prepara, en la medida de lo posible, para cualquier
eventualidad, incluyendo un bombardeo de la OTAN contra los centros de mando y
los ministerios, acción que puede estar coordinada con un asalto de los
yihadistas contra la capital. Pero la opción más probable no es el
inicio de una guerra regional que escaparía al control de las potencias
occidentales sino un ataque –en otoño– bajo la supervisión de Arabia Saudita
y concretado por los combatientes que ese reino está reclutando actualmente,
operación que se desarrollaría con el posible respaldo de la Liga Árabe.
[1]
Entre las decisiones de aquella reunión había una larga lista de blancos y de
medios a desplegar para abatirlos. Estaba previsto el envío de un comando
encargado de eliminarme en el hotel Radisson, donde yo residía. Pero en el
momento del ataque yo me encontraba en el centro de prensa, en el hotel
Rixos.
[2]
Ese plan prevé también la destrucción del Líbano, Sudán y Somalia antes de
terminar con Irán.
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