Necesidad de repensar con quiénes nos juntamos
Luis
Alvarenga (*)
Jueves, 04 Julio 2013
SAN SALVADOR - La odisea que tuvo que afrontar
el presidente boliviano Evo Morales para volver a su país desde Europa, gracias
a la siempre respetuosa y siempre guiada por los principios de la civilización
y el derecho internacional actitud de tres gobiernos europeos pone las cosas en
su lugar de una manera brutalmente franca.
Uno, que palabras como imperialismo y colonialismo no
están en el desván de la historia, sino que gozan de muy buena salud. “Sumisión
europea, dignidad latinoamericana”, se escribe en el editorial del periódico
mexicano La Jornada. Y con ello sintetizan la estampa: los
colonialistas del pasado se revelan como los colonizados del presente.
Dos, que debemos repensar
con quiénes nos juntamos, o, para ocupar el neologismo de moda, con quien
hacemos “asocios”, o, mejor, “asociaciones”. No vaya a resultar que los
pretendidos “privilegios” que ganaríamos sean regalos envenenados. “¡Qué locura
tan grande, pobres ciudadanos!”, advierte Virgilio en La Eneida, recordando
al caballo de Troya, obsequio engañador de los griegos, conocidos en esa
historia con el gentilicio “dánaos”. “¿Del enemigo pensáis que se
ha ido? ¿O creéis que los dánaos pueden hacer regalos sin trampa?” Para curarse
en salud, cuando comenzaba esta historia que desembocó en el “secuestro” de Evo
Morales, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, dijo que renunciaba a los
regalos de los dánaos, perdón, al sistema de privilegios arancelarios con
Estados Unidos para que su decisión relativa a la petición de asilo político
del ex espía estadounidense Edward Snowden fuera soberana.
Uno de los precios de esos
regalos es la prudencia, que lleva a calcular si la amistad con un pueblo
hermano es más valiosa que un “asocio” y si renunciar al regalo de los dánaos y
a otros privilegios pueda comportar la posibilidad de que se pueda utilizar en
contra de un presidente de un país soberano todo el peso de la tradición democrática
occidental, como ocurrió con Evo Morales.
Hija de esa prudencia es
una cinta métrica en la que se miden hasta dónde pueden llegar las palabras que
hablan de la hermandad de los pueblos de América Latina y los actos que van
hacia América del Norte. Con esa cinta métrica se traza una línea en la que los
caminos se divorcian.
(*) Columnista de
ContraPunto
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