Por Ángel Guerra Cabrera
La
Jornada, México
11 julio de 2013
La dura condena de los gobiernos latinoamericanos y
caribeños en la OEA a la violación por países europeos de la inmunidad del
presidente Evo Morales subraya el colosal cambio político que vive nuestra
región. Sí, nada menos que en la OEA, tan acertadamente definida como
ministerio de colonias de Washington. El hecho de que la resolución se adoptara
con las reservas explícitas de Estados Unidos y Canadá y pese a su evidente
contrariedad la hace aún más sobresaliente.
¿En
qué otra región del mundo es posible ver hoy tan contundente pronunciamiento
colectivo de independencia y soberanía respecto al imperio? Es verdad, el
proyecto aprobado fue presentado por Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua
–miembros de la Alba con nítidas posturas antiimperialistas–, pero no es menos
cierto que recibió el apoyo de todos los gobiernos latinoamericanos y caribeños
nada menos que en estos términos: (la OEA) condena las actuaciones que violan
las normas y principios básicos del derecho internacional, como la
inviolabilidad de los jefes de Estado y hace un firme llamado a los gobiernos de
Francia, Portugal, Italia y España para que brinden las explicaciones
necesarias sobre lo acontecido con el presidente Evo Morales, así como las
disculpas correspondientes.
Cómo
serían de fuertes la indignación allí expresada, de sólidos los argumentos nuestroamericanos
y de inconsistentes las explicaciones presentados por los embajadores de
Francia, Italia, España y Portugal que hasta el insulso Insulza, secretario de
la OEA –quien carecerá de otros atributos pero no de olfato político–, espetó a
las ex potencias coloniales europeas: (la acción contra Evo Morales) es una
grave ofensa que ha dejado una herida en las relaciones entre América Latina y
Europa. Esto de hoy pasará, aprobaremos la resolución y nos iremos, pero el
caso es que los hechos no han sido aclarados y la mejor forma de resolverlo
sería la transparencia.
Y
es que desde que se produjo la agresión contra Evo la reacción de los gobiernos
de la región fue, con distintos matices, de condena casi unánime. Desde un
principio sobresalieron por su combatividad y solidaridad con el digno
presidente boliviano, Ecuador, Argentina, Venezuela, Brasil, Cuba, Uruguay y
Nicaragua, cuyos líderes mantienen firmes posturas de independencia y
soberanía. Sin embargo, gobiernos derechistas como los de la Alianza del
Pacífico –México, Colombia, Perú y Chile–
también suscribieron, con ligeras modificaciones, la declaración propuesta por Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.
Esta
es una clara señal del cambio de época que vive nuestra región según la feliz
definición del presidente ecuatoriano, Rafael Correa. La correlación de fuerzas
al sur del río Bravo se inclina a favor de la independencia de sus estados y
pueblos respecto a Estados Unidos. Es así por más poder militar que posea, más
descarado que sea su espionaje y más amenazas que profiera contra los gobiernos
que no se le subordinan. Por eso todos debemos apoyar el asilo político
ofrecido por el presidente Nicolás Maduro al bravo joven Edward Snowden en un
gesto de elemental justicia amparado en el derecho internacional que enaltece a
Venezuela.
La lucha y la toma de conciencia de los pueblos ha
consolidado por primera vez en la historia de nuestra región un grupo de
líderes sensibles socialmente, celosos de la soberanía de sus estados y
partidarios de la unidad e integración en la concepción bolivariana, martiana y
chavista.
Pero como lo demuestra Brasil, aun gobiernos con orientación social y que no
dejan todo a la acción del mercado pueden tener que lidiar con protestas
populares si bajan la guardia y se confían en sus éxitos.
Los
pueblos de Nuestra América, quien no lo vea está ciego, no están dispuestos ya
a aceptar el neoliberalismo y mucho menos su profundización, cada vez creen
menos en los medios de difusión dominantes y en los partidos políticos de vulgares
negociantes independientemente de las siglas bajo las que se cobijen. Nos lo
está diciendo la ejemplar lucha de los maestros democráticos mexicanos contra
la llamada reforma educativa; el denodado combate estudiantil y popular de los
estudiantes y pueblo chilenos por el derecho a la educación pública y gratuita
o la heroica resistencia de los pueblos indígenas y mestizos en Perú y Colombia
contra los depredadores megaproyectos mineros y del agronegocio. Son muchos los
que luchan y muchos más los que los imitarán pronto.
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