9 JULIO 2013
Intervención de René González
Sehwerert en el Primer Período Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de
la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 6 de
julio de 2013, «Año 55 de la Revolución»
Ante todo, buenos días, y un caluroso
saludo no solamente a esta Asamblea, sino a todos los otros períodos de la
Asamblea Nacional, que ha sido un puntal en la lucha por la liberación de los Cinco.
Para nosotros, el recibir el título
de Héroe de la República de Cuba, en sesión de esta Asamblea, primero, por
la manera en que se hizo, fue una sorpresa; segundo, fue uno de los momentos
más emotivos y que más nos honró durante el cumplimiento de esta misión. Y
también es un compromiso, un compromiso con ustedes y con el pueblo de Cuba.
No podemos mencionar el apoyo que hemos recibido de esta
Asamblea, sin mencionar el nombre del compañero Ricardo Alarcón, quien durante
todos estos años la dirigió y ha sido un puntal en la lucha por la liberación
de los Cinco (Aplausos).
El caso de los Cinco es un crimen que se comete frente a
toda la humanidad, es un crimen que se comete cada día del año y se está
cometiendo ya durante 15 años; es un crimen que se comete con la misma
impunidad con que se miente al mundo para destruir a Iraq y apropiarse de sus
recursos, o con la misma impunidad con la que se hace arrodillar a un continente
para que le impida al Presidente de un país latinoamericano sobrevolar su
espacio aéreo.
El caso de los Cinco es un crimen deliberado, calculado,
metódico, no es un caso de justicia equivocada; no es el caso del personaje
aquel de Los Miserables que, por su celo con la Ley, le hacía la vida imposible
a una persona que no lo merecía. Este es el caso de quienes, representando la
Ley, representando la justicia de un país, decidieron utilizarla para proteger
a sus terroristas. Y, en este caso, quienes levantaron cargos falsos, saben que
levantaron cargos falsos; quienes mintieron en el estrado, sabían que estaban
mintiendo en el estrado; quienes chantajearon y amenazaron a los testigos,
sabían que estaban chantajeando y amenazando a los testigos del juicio; quienes
se burlaban de las órdenes de la jueza, sabían lo que estaban haciendo; quienes
arruinaron evidencias en el caso, sabían que estaban arruinándolas; quienes
aceptaron falsos testimonios, sabían que los estaban aceptando, y quienes
malinterpretaron e ignoraron las leyes que habían jurado sostener, sabían que
lo estaban haciendo.
Yo estoy aquí porque pudimos arrancarles —y repito,
¡arrancarles!— a los fiscales y a los jueces un año y medio de mi libertad
supervisada, y fue una batalla dura, difícil, en la que —hay que decirlo,
porque es triste— tuvo que morir mi padre para que yo pudiera dar la última
estocada en esa batalla, y tuve que renunciar al derecho natural de una persona
a tener la ciudadanía de su país de nacimiento, solamente así fue que se pudo
ganar esta batalla. Pero esto nos indica la obcecación del Gobierno
norteamericano con el caso de los Cinco: ellos están comprometidos a que Gerardo
Hernández muera en la cárcel, y si no lo sacamos antes de que cumpla la
sentencia, lo devolverán aquí como cadáver. Esa es la realidad dura y eso es lo
que el Gobierno norteamericano quiere hacer con los otros cuatro compañeros,
que cada uno de ellos cumpla sentencia hasta el último día.
Para nosotros está claro que no serán consideraciones
legales las que hagan que el Gobierno norteamericano corrija esta injusticia.
Esto fue un caso político, las leyes han sido solamente el adorno que se ha
utilizado para llevar a cabo una venganza: para vengarse de Cuba, para vengarse
de nuestro pueblo en el cuerpo de los Cinco. No va a ser la Ley la que
resuelva este caso, tiene que ser la presión internacional sobre el Gobierno
norteamericano. Hay que hacerles insostenible el continuar con esta injusticia;
hay que hacer que sientan todos los días el peso de lo que están haciendo; hay
que hacer que ese concepto que ellos usan tanto del costo-beneficio los lleve a
la conclusión de que es mejor que resuelvan este caso; cuando ellos lleguen a
esta conclusión, el espacio legal se abrirá y yo supongo que harán lo que les
sería más fácil, que sería aplicar las leyes, que es, en definitiva, lo que
hemos estado exigiendo. No hemos exigido otra cosa que no sea la
aplicación de las leyes norteamericanas que ellos, una y otra vez, se han
negado a aplicar. Pero va a ser una decisión política del Gobierno
norteamericano y ellos se las arreglarán para corregir este crimen.
Frente a tal obcecación los caminos trillados no van a ser
los que nos lleven a la justicia. Y quiero poner un ejemplo de algo que vi en
Pinar del Río y que para mí simboliza el espíritu de lo que debe ser la lucha
por los Cinco.
En un lugar histórico en Pinar del Río, a unas pocas
yardas del Mural de la Prehistoria, vive una compañera campesina, es una gente
humilde, en un pequeño bohío. Por esas cosas que se producen cuando un turista
visita un sitio como el Mural de la Prehistoria, a veces ellos se dan su vuelta
y se llegan a ese bohío. Esta compañera, Raíza, quien es una campesina humilde,
a la que nadie le asignó ninguna tarea, a la que nadie le dio un plan de
trabajo, ella solita un día se sentó y dijo: «Bueno, y si los turistas vienen
aquí, ¿por qué este bohío no se convierte en un lugar por los Cinco?» Y la
compañera puso en su bohío el sitio de los Cinco y recibe a los turistas y les
habla de los Cinco.
Yo creo que ese es el espíritu que todos tenemos que
mostrar si queremos arrancarle a mis hermanos de las garras al imperio; tenemos
que innovar, tenemos que atrevernos, y esa es una vocación que requiere, más
allá de la jornada de trabajo, de sentimientos, requiere de que vayamos un
poquitico más allá de la tarea y de que cada vez que tengamos una oportunidad
hagamos llegar a quien podamos el conocimiento del caso de los Cinco, porque
hasta que este caso no resuene en el centro de poder en el que esta injusticia
se cocinó, mis cuatro hermanos van a continuar presos. Es hacia ahí hacia donde
debemos dirigir nuestros esfuerzos.
Yo les puedo decir, a nombre de mis hermanos —y ustedes
seguro que lo saben— que la dignidad de ellos nunca va a ser comprometida; si
hemos resistido hasta ahora ha sido porque llevamos esta lucha hasta un plano
moral que los fiscales norteamericanos jamás podrán alcanzar, no lo entienden,
no lo pueden comprender, no llegan a ese plano y nunca nos alcanzarán en ese
plano, que, en definitiva, es el plano que representa la lucha moral que todo
el pueblo cubano, durante 50 años, ha estado librando contra el imperialismo
que les paga a esos fiscales.
Pero, dicho eso, no es suficiente, tenemos que traerlos,
tenemos que hacer que estén con sus familias, como estoy yo, con sus esposas,
con sus hijos, con sus madres y con su pueblo. Necesitamos que esa moral que
los ha sostenido sea también parte del refuerzo que requiere la Revolución en
estos momentos, y para eso tenemos que seguir trabajando.
Hace ya varios años que Fidel nos dijo: «¡Volverán!», pero
cuando Fidel dijo eso no estaba haciendo una premonición en el vacío, nos
estaba invitando, nos estaba conminando a que lucháramos por traerlos, porque
si no los traemos no pueden volver, y eso es lo que tenemos que hacer.
Nosotros necesitamos que estén aquí con su pueblo, con su
familia y que estén ya.
Muchas gracias.
(Ovación.)
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