Julia
Evelyn Martínez (*)
Lunes,
17 Junio 2013
SAN
SALVADOR -
En mi lejana adolescencia leí un carta de Ernesto Guevara a su madre, que
me dejó una impresión tan fuerte, como la que en mi niñez me dejó
la lectura de algunos pasajes del evangelio de Jesús de Nazaret. La he
releído recientemente en ocasión del elogio a la moderación política que se ha
puesto de moda entre políticos/a e intelectuales de la autodenominada
“izquierda moderna” salvadoreña.
La
carta en mención fue escrita en el año 1956 mientras el Che
guardaba prisión en México junto a Fidel Castro. En ella responde a los
reclamos de su madre sobre sus posturas radicales y extremistas que le estaban
dificultando las gestiones en favor de su liberación y que le
hacían temer a Doña Celia, que su hijo, terminaría siendo martirizado como un
nuevo Cristo. Frente a la solicitud de su madre de tener un poco de “moderado
egoísmo”, la respuesta del Che fue la siguiente: “No
sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca, y cuando reconozca en
mí que la llama sagrada ha dejado lugar a una tímida lucecita votiva, lo menos
que pudiera hacer es ponerme a vomitar sobre mi propia mierda”.
¿Extremista, no? A lo mejor tan extremista, como la respuesta que dio Jesús de
Nazaret al joven rico que le pregunta qué debía hacer para seguir sus
enseñanzas: ¿Quieres seguirme? “Anda, vende todo lo que tienes,
entrégaselas a los pobres y entonces, sígueme”.
Cuando
se piensa en la vida, el sufrimiento y la muerte violenta de estos y
otros personajes comprometidos hasta las últimas
consecuencias con la causa de la justicia y la liberación de los pueblos, es
imposible imaginárseles optando por la moderación política en momentos
cruciales de su lucha contra la injusticia y la opresión. ¿Podemos imaginar a Monseñor
Romero aconsejándole a la población no salir a las calles para protestar para
no provocar la ira de los poderosos? ¿A Jesús de Nazaret negociando con
el Sanedrín un acuerdo político para moderar el tono de sus
denuncias y de sus enseñanzas? ¿Olympia de Gougas disculpándose con
Robespierre y aceptando que las mujeres no tenían derechos de ciudadanía?
¿Salvador
Allende moderando su discurso contra las transnacionales y el
imperialismo norteamericano ante la Asamblea General de la ONU y
ofreciéndoles en cambio mejores condiciones para sus inversiones?
En
estos tiempos del neoliberalismo, el discurso hegemónico del capital está
teniendo éxito en imponer un discurso político pro-sistema,
identificado como de “izquierda
moderna”. En este discurso, los dirigentes e intelectuales orgánicos que
se auto-adscriben a esta izquierda moderna, invocan una supuesta necesidad de
adoptar posturas moderadas frente al capitalismo y al imperialismo como
requisito para poder hacer aquellos cambios que mejoren aunque sea mínimamente
las condiciones de vida de la gente más pobre (zapatos, uniformes y leche
gratuitos para escolares, paquetes agrícolas gratuitos para agricultores/as,
medicinas más baratas, empleos en condiciones de flexibilidad laboral, etc.).
Exhortan estas moderadas personas a que ya es tiempo de dejarse de extremismos
y radicalismos “pasados de moda”, y de aprender a convivir en armonía con el
capital nacional y transnacional y con los viejos y los nuevos imperialismos.
Personalidades
de la política salvadoreña que se declaran admiradores y/o seguidores del Che
Guevara, aconsejan a las organizaciones y movimientos sociales cosas
tales como:
“Tengamos
paciencia con Estados Unidos, ya sabemos que es un gobierno imperialista que
mantiene un cruel bloqueo económico contra Cuba y que no tiene
amigos sino intereses, pero, ¿no queremos perder los fondos del FOMILENIO,
verdad?” o bien: “Comprendemos que la ley de los Asocio Público Privados
y el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea profundizarán el
neoliberalismo en el país, pero, ¿qué le vamos a hacer?, son tiempos difíciles
y necesitamos de la cooperación y de las inversiones de esos países, tengamos
comprensión y apoyemos estas leyes”.
Tengo
casi la certeza que el Che vomitaría tan solo de imaginar que los
moderados personajes que expresan tales consejos tienen aún su
retrato colgado en sus oficinas o llevan su imagen impresa en las camisetas que
lucen los fines de semana.
(*)
Columnista de ContraPunto
Cortesía
de EDH-EL
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