Islam Karimov
Taskent se vuelve hacia Moscú: Uzbekistán no tiene más alternativa
por Lev Vershinine
Islam Karimov, el divino
líder uzbeko, había logrado mantenerse durante años a la misma distancia del
Kremlin que de la Casa Blanca, sin dejar de coquetear con este o de disputarse
con el otro y viceversa. Pero el proyecto estadounidense de desestabilización
del Asia central, que incluye poner nuevamente a los talibanes en el poder en
Afganistán, ya no le deja otra opción: Uzbekistán se pone del lado de Moscú.
RED VOLTAIRE | MOSCÚ (RUSIA) | 30 DE MAYO DE 2013
RED VOLTAIRE | MOSCÚ (RUSIA) | 30 DE MAYO DE 2013
Versión en ruso:
A finales de marzo de 2013 se podía
ver en internet una noticia según la cual Islam Karimov [1]
había sufrido un grave infarto y estaba casi muerto [2].
En ausencia de un desmentido de los grandes medios de prensa, se levantó una
gran algarabía. La oposición basada en el exterior afirmaba que el presidente
ya no se levantaría más de la cama. Las fuentes oficiales respondían, al
contrario, que Islam Karimov estaba
en perfecto estado de salud, pero no parecían muy convincentes, como si hubiese
algo raro. Cuando la propia hija [mayor] del presidente, Gulnara –más que activa en el plano político y con planes a muy
largo plazo–, también declaró lo mismo fueron pocos los que lo creyeron.
Incluso aparecieron rumores de que Gulnara abandonaría probablemente sus
responsabilidades como embajadora de Uzbekistán ante la ONU para prepararse «para
un papel político mucho más importante en su país» [3]. Las
discusiones sobre ese tema no tenían para cuando acabar ya que diariamente
se destilaban en Taskent «informaciones de fuentes seguras»
y «testimonios de personas bien informadas». Después, como
de costumbre, aparecían numerosas reflexiones y análisis sobre
el tema «¿Qué va a pasar ahora?», «¿Quién va a reemplazarlo?»
y una interrogante que tampoco podía faltar «¿Será todo un engaño?».
Aquello duró por algún tiempo.
Hasta que un día apareció un decreto
del presidente uzbeko anunciando la nominación del general de la policía Ahmad Usmanov a un puesto clave –como hakim (gobernador)
de la región de Taskent. La
noticia dejó sin palabras a todos los «profetas».
En efecto, el general Usmanov es un
hombre del entorno más cercano del presidente. No es un cortesano sino, por el
contrario, un hombre de terreno, en el sentido más literal de la expresión,
totalmente dedicado al presidente y tan firme que todos los clanes de la
élite uzbeka, incluyendo a los propios partidarios del presidente, se oponían a
su ascenso a la cúpula del poder político. Y se oponían a él con tanto encono
que tenía que ser el propio representante de Dios en la tierra quien le diera
su apoyo. Es por eso que esa simple nominación puso los puntos sobre las íes.
Es que nadie podía dar aquella orden que incomodaba a todo el mundo…
nadie que no fuese el propio presidente y, además, en plena forma.
En efecto, el golpe fue inesperado y
singularmente duro. Comparado con el ajedrez, podría decirse que la jugada
recuerda las de Anatoly Karpov en su época de despegue. Rompió todos los
equilibrios. La fuerte imagen de «hombre sencillo» [del general
Usmanov], sin vínculos con ningún clan, ascendió a las más altas esferas
políticas de un país donde desde hace mucho todo se mantiene estable e
indestructible y donde todos los clanes, que aparentemente están de
rodillas ante el «shah», se habían puesto en posición de combate,
preparándose –por si acaso– a repartirse la herencia, buscando para ello los
consejos necesarios. Se trata de un hombre ascendido por el Señor en persona,
cuyos intereses defiende como si fuesen los suyos propios, capaz de desbaratar
cualquier maniobra, pero que también busca –en definitiva es humano– crear su
propio clan.
Todos estos secretos e intrigas de la
corte de Taskent no serían por sí solos tan interesantes –o lo serían
únicamente para los especialistas– si el tema no tuviese otra faceta. Según
gente que conoce la situación, y no sólo a través de rumores, el
general Usmanov es entre otras cosas un decidido enemigo del «islam político» y considera que ese
tipo de tendencia debe ser destruido sin tener en cuenta «la opinión del extranjero» [4]. Y
lo demostró cuando fue hakim de
Andijan, donde había logrado que los extremistas religiosos entendieran que si
no se portaban bien la iban a pasar muy mal. Por el momento –y así lo
reconocen hasta los especialistas del Pentágono– la oposición de los «barbudos» [5] en
el valle de Ferganá, donde aún subsiste la tensión, está reducida al mínimo [6].
Este general no es ciertamente un «amigo de la democracia». Por eso es
que Occidente no lo encuentra simpático, lo cual es en realidad
un eufemismo. Lo peor es que [Usmanov] incluso estima –como presagian las propias
circunstancias– que Taskent no podrá parar la ofensiva islamista sin colaborar
con Rusia.
Finalmente, Islam Karimov apareció en público.
Se le vio muy concentrado, en buena
forma y –cosa muy importante– se fue rápidamente en visita oficial a Moscú,
donde conversó largamente con su homólogo ruso sobre Afganistán y sobre
las posibilidades de su país de unirse a la Unión Aduanera [7].
Después de aquella conversación, muchos postulados que hasta entonces parecían
indestructibles se han vuelto obsoletos.
En primer lugar, es evidente que el acercamiento de Taskent a Occidente
ha terminado. Esa tendencia había comenzado el 4 de julio de 2012, cuando
Uzbekistán anunció su salida de la Organización del Tratado de Seguridad
Colectiva, a raíz de un encuentro probablemente poco feliz [con Rusia]. En aquel momento escribí sobre el tema que Islam Karimov había hecho
suya la frase que dice «después de mí… el diluvio». Con ello quería
decir que, por temor a la «revolución» anaranjada rayada de verde [8]
que Occidente era muy capaz de organizarle, Karimov estaba preparándose para meter su
país bajo el paraguas estadounidense, obtener así una garantía de seguridad
mientras él mismo estuviese en el poder, o sea de por vida, y hacerlo aceptando
que trajesen después a algún «Saakashvili
uzbeko» llamado a desestabilizar el Asia central, el punto vulnerable de
Rusia.
Pero el Hombre propone y Dios
dispone.
Es difícil decir qué fue lo que
decidió a Estados Unidos a renunciar a un plan ya trazado. Según el
diario alemán Suddeutsche Zeitung, el presidente afgano Hamid Karzai
–entrevistado por esa publicación durante su visita a Qatar, donde discutió con
el emir diabético sobre la apertura de una embajada de los talibanes en Doha–
estima que «el mollah Omar tiene derecho
a presentarse como candidato en las próximas elecciones presidenciales en
Afganistán y el actual gobierno no se opone a ello» [9].
Hay que recordar que este mollah Omar
es el ideólogo del ala extremista de los talibanes, emir del Emirato Islámico
de Afganistán, y enemigo jurado de los estadounidenses, supuestamente asesinado
varias veces y que ahora reaparece más vivo que nunca. También hay que
recordar que se dijo en una época que este mollah Omar estaba en la lista
de los 10 terroristas más buscados por Estados Unidos, que incluso ofrecía por
su cabeza una recompensa de 10 millones de dólares.
En realidad, como ya sabemos, el
mollah Omar vive tranquilamente en Karachi, donde hasta dispone de
un importante ejército, que mantiene no se sabe con qué dinero y que,
en todo caso, dispone de grandes medios. Mejor todavía, el FBI declaró en 2011,
luego de 10 años de injerencia yanqui en Afganistán, que el mollah Omar nunca
estuvo en ninguna «lista negra».
Posteriormente, en febrero de 2012, el Tuerto [10]
hasta se dio el lujo de enviar una carta a Obama –de igual a igual–
proponiéndole el inicio de negociaciones de paz.
Desde entonces, se ha sabido
esporádicamente de diversos encuentros, en diferentes lugares, entre los «representantes
oficiosos» de los talibanes y los también representantes –oficiales– del
Departamento de Estado. Y ahora, como podemos ver, se produce la declaración de
Karzai. Visiblemente, las partes han llegado a un acuerdo.
Es interesante el resultado de todo
esto. No hay que dudar que el «jefe militar, jefe de la resistencia y líder
de los talibanes», cuyo fervor religioso, desinterés por el dinero, equidad
y aversión por el ilimitado desorden del feudalismo son bien conocidos, llegue
a ganar las elecciones si se presenta como candidato contra Karzai, corrupto a
más no poder y cuya sumisión [a Estados Unidos] es más que notoria. Tampoco es
de dudar que «la segunda llegada de los talibanes a la tierra»
contaría con la protección de Qatar.
Serían por lo tanto este último país y Estados Unidos quienes
planificarían a su antojo los próximos acontecimientos en Afganistán… y
también en Asia central, ya sea creando un foco de tensión en la retaguardia de
Irán o desestabilizando las repúblicas ex soviéticas, lo cual obligaría a Rusia
a desviar su atención hacia el frente del Asia central. De no hacerlo así la
ola inundaría Uzbekistán, Kirguistán y Kazajstán, donde –teniendo cuenta que
Nazarbayev no es inmortal [11]–
hay fuertes posibilidades de que las llagas comiencen a supurar. Y la ola
acabaría llegando hasta Rusia.
China también enfrentaría serios problemas. Pero –al contrario de Rusia–
China no pretende dárselas de «civilizada»
y no estaría por lo tanto limitada en cuanto a los medios a utilizar para
defenderse.
En realidad, mucho de lo que acabamos
de escribir ya se sabía. La propia retirada estadounidense de Afganistán (¿Y
qué pasa con eso? ¡Tenían derecho a retirarse!) implica para Rusia toda
una serie de problemas que no puede darse el lujo de ignorar. En ese
plano, es indudable que Estados Unidos le ha jugado una mala pasada.
Pero para los khans, los
emires, los padishahs y otros dirigentes folklóricos
postsoviéticos, este viraje de 180 grados es 10 veces más
desagradable [12].
De hecho, se han quedado sin margen para las negociaciones y regateos
habituales y ahora se ven obligados a decidir entre dos únicas opciones:
mantener el rumbo poniéndose bajo la bota de Occidente en espera de la
llegada de los talibanes o volverse hacia el norte y ofrecer garantías de
obediencia. Como solía decirse antes, no hay otra posibilidad.
Fuente Odnako (Russia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario