viernes, 24 de mayo de 2013
Las
semillas y el dominio del mundo por el hambre
Vicky Peláez
Vicky Peláez (RIA NOVOSTI, especial para ARGENPRESS.info)
Controla el petróleo y controlarás naciones;
controla los alimentos y controlarás pueblos.
Henry Kissinger
En cada ciclo histórico la potencia dominante de turno siempre trata de
establecer el control casi absoluto de una región de interés geoeconómico
buscando diferentes instrumentos para dirigir todos los aspectos de la
sobrevivencia humana.
En
esta era globalizada se trata ya no del dominio de una región seleccionada por
la única superpotencia existente sino del planeta entero. El uso de la
maquinaria bélica y de los recursos energéticos no ha sido suficiente para el
control completo de la voluntad de los pueblos. Se necesita algo más y este
“algo más” resulta ser la comida diaria en el planteamiento de uno de los más
siniestros globalizadores, David Rockefeller.
Durante la guerra en Vietnam el otro político maquiavélico, Henry Kissinger incorporó la idea de
Rockefeller en la agenda diplomática de Washington. La comida se convirtió en
un arma frecuentemente más poderosa que las armas de destrucción masiva.
También jugó un papel muy importante para llevar a cabo el golpe militar contra
el gobierno legítimo de Salvador Allende en Chile en 1973.
Al
comienzo de los años 1980 los globalizadores iluminados llegaron a la
conclusión que el control de la alimentación habría que comenzarlo desde las
semillas, reduciendo las variedades regionales y nacionales tradicionales para
crear simultáneamente una o varias variantes de semillas para cada
cultivo universal pero controladas por un reducido número de las
transnacionales.
Así, se inició la época de los Organismos Genéticamente Modificados (GMO)
basada en la manipulación genética, y crearon
finalmente lo que el estudioso y escritor norteamericano, F. William Engdahl
llamó en su libro “Seeds of Destruction: Hidden Agenda of Genetic
Manipulation”, “semillas de la
destrucción”. México, Brasil, Colombia y Argentina fueron seleccionados
como países con grandes recursos para iniciar los primeros pasos en la
implementación de la agenda del “dominio usando alimentos”. La llegada de Carlos Menem al poder en
Argentina con su agenda neoliberal y su ambición de ser aceptado en el club de
los ricos y poderosos del planeta llevó a David Rockefeller a la conclusión de
iniciar los primeros experimentos con semillas genéticamente modificadas en
Argentina.
Las corporaciones Monsanto, Cargill Inc., DuPont decidieron transformar la
agricultura argentina haciendo énfasis en la soja, para esto inventaron el
pretexto de que el sistema de monocultura agrícola y dijeron que aportaría
grandes dividendos al país por la exportación de soja, lo que facilitaría el
pago de la deuda externa de Argentina que estaba ya en el límite impagable. Así
según William Engdahl, “desde 1991 antes que la Modificación
Genética (GM) fuera aceptada en los Estados Unidos, Argentina se convirtió en
un laboratorio secreto para el desarrollo de los cultivos genéticamente
modificados y su población fue utilizada sin su conocimiento como “conejillos
de Indias”.
Para facilitar los experimentos con semillas GM de maíz, trigo, algodón,
girasol y soja, el gobierno de Menem entregó 569 grandes extensiones de tierra
cultivable a las transnacionales. La Comisión Nacional Asesora sobre
Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que fue formada para el control sobre los
experimentos se reunía secretamente y sus conclusiones jamás fueron divulgadas.
Y no podía ser de otra forma porque sus miembros eran empleados de Monsanto,
DuPont, Syngenta, Dow AgroSciences y otros gigantes del GMO. Como los
resultados eran muy prometedores, las grandes corporaciones internacionales,
como Seaboard Co., Cargill y Quantum Fund de George Soros dieron inicio a la
compra apresurada de grandes extensiones de tierra cultivable en Argentina y
posteriormente en el Brasil, Paraguay, Colombia, México, Guatemala y Uruguay.
En
una década la agricultura, Argentina fue transformada radicalmente. Si en 1970
la soja se sembraba en 9,500 hectáreas ahora su superficie de siembra supera 18
millones de hectáreas produciendo más de 35 millones de toneladas de soja al
año. Actualmente Argentina es el primer productor en el mundo de aceite y
harina de soja y el tercero de granos. A la vez el país dejó de ser
tanto en el mercado externo como interno proveedor de alimentos de naturaleza
diversificada. Prácticamente el 100 por ciento de la soja producida en el país es GM
RR resistente al herbicida glifosato y ocupa el 50 por ciento de la tierra
cultivable.
El impacto del uso de 200 millones de litros de glisofato
anualmente, de las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos,
la falta de alimentos, las nuevas enfermedades, las inundaciones y las sequías
son el precio que paga el pueblo por la “sojización” de la agricultura. En su libro “Las semillas de la Destrucción”, William
Engdahl lanza una advertencia al gobierno de Argentina: “a este paso la tierra
cultivable en el país va a ser destruida en unos 50 años”. ¿Pero a quién le
interesa en este mundo globalizado e individualizado lo que pasará en el
futuro?
Mientras tanto las ganancias de las transnacionales GMO están creciendo
desmesuradamente junto con el control sobre la producción de semillas en el
mundo. Ya poseen tecnología “Terminator” que permite modificación genética de
las plantas para producir semillas estériles usando un inductor químico llamado
“Traitor” para “activar” o “desactivar” algunos rasgos genéticos del cultivo y
para controlar la esterilidad de las semillas. En Guatemala, Brasil, Argentina
y México el maíz GN RR contaminó el maíz original orgánico y lo mismo está
sucediendo con el algodón, la alfalfa, el trigo, girasol y otros cultivos. Se
estima que actualmente los cultivos GM ocupan el 25 por ciento de la tierra productiva
en el mundo.
El poder de la Monsanto y otras transnacionales de GMO llegó hasta Washington
convenciendo al departamento de Estado de ser promotor de la agenda global de
la industria de biotecnología. De acuerdo a la ONG “Food & Water Watch”, el
departamento de Estado ha hecho cabildeo en gobiernos extranjeros para adaptar
políticas y leyes amigables hacia la biotecnología. Según cables de WikiLeaks,
el gobierno norteamericano trató de influir sobre el tema de la biotecnología a
113 países del total de 193 miembros de las Naciones Unidas entre 2004 y 2009.
Lo que trata de hacer Washington es incentivar el consumo de esos alimentos en
todo el mundo con el argumento falso de combatir el hambre y crear condiciones
para el desarrollo.
Otro
de los países que se ha convertido en el paraíso para la industria transgénica
es México. Allí la Monsanto, Syngenta, Dow AgroScience, Bayer y PHI México no
solamente están implantando el uso de las semillas GM, sino las mismas
transnacionales ya tomaron bajo su control la producción y comercialización de
los alimentos, lo que significa la pérdida de la soberanía alimentaria en el
país. Precisamente lo que en los años 1980 planificó el gobierno de Ronald
Reagan elaborando el plan del dominio del mundo a través de los alimentos: “los
países que son amigos recibirán los alimentos y se les denegará a los que se
rebelan”.
En el mismo Estados Unidos ya entró en vigencia una
clausula legal que permite a Monsanto, Syngenta, DuPont –Pioneer, Dow, Bayer y
Basf estar por arriba del sistema judicial, ignorando las órdenes de jueces de
suspensión de siembra de cultivos transgénicos inclusive por evidencias
científicas que señalan daños a la salud de la población. Actualmente Estados Unidos es el primer productor de la
soja en el mundo con 63 millones de toneladas métricas al año y el 90 por
ciento de este cultivo es producido con las semillas GM RR. La misma tendencia
se observa con el maíz y alfalfa haciendo peligrar las plantas orgánicas y las
granjas familiares con la siembra de Monsanto GE alfalfa. Sin embargo, según la
conclusión del departamento de Agricultura, a los consumidores no les interesa
si los alimentos orgánicos o la leche que consumen tengan o no tengan
componentes genéticos.
Así
de simple funciona el sistema moderno globalizado del dominio del mundo a
través del uso de las “semillas de destrucción”. Los “iluminados” tienen su
agenda, científicos a su disposición y los medios de comunicación para
convertir una mentira en la verdad con el propósito de confundir la opinión
pública. Ni les interesa la reciente declaración del Foro Mundial sobre
la Soberanía Alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas sobre la
Agricultura (FAO) que indicó que “la monopolización por unas cuantas
empresas transnacionales de la tecnología de creación, de organismos
genéticamente modificados (GMO) representa una grave amenaza a la soberanía
alimentaria de los pueblos”.
El fin justifica los medios. Monsanto, DuPont Pioneer,
Dow, Syngenta, Bayer, Basf son simplemente un brazo del poder global para minar
la soberanía de los 193 países del mundo aprovechando la ignorancia e
individualismo de sus pueblos y la docilidad de sus gobiernos que creen que son
del uno por ciento y para el uno por ciento.
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