La Educación Popular latinoamericana: contextos y desafíos actuales
Alfonso Torres Carrillo
Enviado
por tortilla en Sáb, 05/18/2013 - 06:39
Revista
Pueblos, 15 de mayo 2013
Sin
desconocer la heterogeneidad de sus perspectivas, áreas de acción, sujetos y
prácticas, podemos identificar un conjunto de rasgos e ideas fuerza que dan
identidad a la Educación Popular[1]:
1.
Lectura y crítica e indignada del orden social
y cuestionamiento del papel reproductor del sistema educativo hegemónico.
2.
Intencionalidad emancipadora ético-política
hacia la construcción de sociedades que superen las injusticias, dominaciones,
exclusiones e inequidades.
3.
Contribución a la constitución de los sectores
populares como sujetos de transformación a partir del fortalecimiento de sus
procesos de organización y luchas.
4.
Como acción pedagógica, busca incidir en el
ámbito subjetivo (conciencia, cultura, creencias, marcos interpretativos,
emocionalidad, voluntad y corporeidad).
5.
Creación y práctica de metodologías de trabajo
dialógicas y participativas, como la construcción colectiva de conocimiento o
el diálogo de saberes.
Campos,
actores y ámbitos
Como
acción educativa emancipadora, la EP ha tenido estrecha relación con corrientes
como la teología de la liberación, la comunicación alternativa, el feminismo
popular y la investigación-acción participativa. Así, las prácticas educativas
populares están articuladas con otros proyectos, procesos y movimientos
sociales de lo económico, cultural y político: hacer un balance de la Educación
Popular en América Latina hoy exige identificar la multiplicidad de espacios,
actores y prácticas que se asumen como tales.
En sus inicios, el área privilegiada de la EP fue la
alfabetización y la educación de personas jóvenes y adultas, aunque muy pronto
se amplió a la formación de dirigentes de organizaciones y movimientos sociales
(campesinado, populares, locales), al trabajo en salud, en comunicación,
género, medio ambiente y economía solidaria. Con los procesos de
democratización iniciados a finales del siglo XX, la EP se involucró en la
escuela formal y en formación para la participación local, la educación
ciudadana y en derechos humanos. En la actualidad aparecen temas emergentes
como la soberanía alimentaria, la agroecología, la interculturalidad y la
justicia comunitaria.
Desde sus
inicios, la EP ha sido agenciada por organizaciones civiles formadas por
profesionales comprometidos. Desde los ochenta, algunos de estos centros han
actuado en redes como el Consejo de
Educación Popular de América Latina (CEAAL), que potenció la EP como
movimiento continental. Por su vocación emancipadora, las prácticas de EP han
privilegiado poblaciones consideradas oprimidas, explotadas o discriminadas,
como el campesinado o las y los habitantes de los barrios populares.
Desde los
ochenta los “sectores populares” adquirieron rostros particulares en las
mujeres, jóvenes y comunidades cristianas de base. Hoy, con la ampliación de
los ámbitos y perspectivas de acción, la EP trabaja con profesorado y
estudiantado de instituciones educativas formales, con dirigentes y autoridades
locales, colectivos LGBT, pueblos originarios y afro.
La EP
privilegia las acciones de capacitación y formación de personas, colectivos y
organizaciones sociales mediante la realización de talleres, cursos y campañas,
la formación de escuelas de líderes y la producción de materiales educativos y
comunicativos. Algunos de los centros también se han dedicado, o desde sus
orígenes o más recientemente, a la investigación social y pedagógica, en
particular a la sistematización de experiencias.
La amplitud y riqueza de la Educación Popular antecede y excede
el espacio conformado por el CEAAL. Sin embargo, esta red continental de más de
un centenar de centros de EP en América Latina es un escenario privilegiado
para reconocer los contextos, las tensiones, los debates y desafíos en este
campo. Basándome en una revisión de los artículos publicados en La Piragua[2] entre 2002 y 2012, a continuación sintetizo el entorno y los
retos actuales de la EP.
Desde
mediados de los noventa, el entusiasmo generado tras el fin de las dictaduras y
el inicio de reformas democráticas en casi todos los países del continente se
resquebrajó frente a la evidencia de las nefastas consecuencias sociales que
trajo la implantación del credo neoliberal. Los indicadores de pobreza y
desigualdad social se dispararon y el desempleo, la precariedad y la
informalidad pasaron a ser los rasgos predominantes del mundo laboral; mientras
que la plutocracia, la corrupción y la crisis de legitimidad se agudizaron pese
a las políticas de modernización estatal.
Frente al
deterioro de las condiciones de vida de la población se reactivaron diversas
expresiones resistencia y protesta. El comienzo del siglo coincidió con el
ascenso de diferentes movimientos indígenas, campesinos y populares en Ecuador,
Bolivia, Brasil, Colombia Argentina y México. El Foro Social Mundial que se
reúne desde el 2000 expresa y aglutina estos aires de cambio en torno a la
consigna “otro mundo es posible”.
También
como expresión del inconformismo generalizado, las democracias oligárquicas que
habían precedido y sucedido a las dictaduras empezaron a ser sustituidas por
gobiernos que se reclaman de izquierda. Brasil, Bolivia, Argentina, Venezuela,
Ecuador, Uruguay, El Salvador y Perú experimentan hoy políticas alternativas a
las que impusieron los Estados Unidos y el Fondo Monetario en décadas previas.
Sensible a
estas transformaciones y emergencias y desde su preocupación por garantizar su
vigencia crítica y utópica, los centros del CEAAL reconocen desde 2003 los
siguientes desafíos, asumidos como mandatos y ejes de acción en sus asambleas
de 2004 (Recife) y 2008 (Cochabamba): afirmación de la EP dentro de los
paradigmas emancipadores, mayor articulación con los movimientos sociales,
democratización, cultivo de la diversidad y superación de toda forma de
exclusión y discriminación social.
Afirmación
dentro de los paradigmas emancipadores
Tal
preocupación parte de reconocerse como corriente crítica y de la necesidad de
actualizar sus perspectivas políticas frente a los cambios recientes del
contexto mundial y la hegemonía del pensamiento único neoliberal. Este desafío
también evidencia una preocupación por parte de los colectivos del CEAAL acerca
de los sentidos políticos que orientan sus prácticas educativas tras un periodo
dominado por la retórica liberal.
Hay varios
consensos en cuanto al desafío que se planteó la EP frente a los paradigmas
emancipadores. El primero es asumir la categoría de paradigma no sólo como
perspectiva epistemológica sino en un sentido amplio, como matriz cultural,
desde la cual los colectivos sociales leen y se relacionan con la realidad y en
la cual las subjetividades son primordiales. Son emancipadores “si dan cabida a
las visiones que muestran su desavenencia con las desigualdades y asimetrías
del orden imperante, por lo que prefiguran una sociedad justa y humanizada”.
El segundo
consenso es que los paradigmas emancipadores desde la EP involucran una
dimensión gnoseológica (interpretación crítica), una dimensión política (opción
alternativa) y una dimensión práctica (que orienta las acciones individuales y
colectivas). La renovación de paradigmas implica fortalecer la conciencia
crítica y las subjetividades rebeldes.
El tercero
es que lo emancipador no es patrimonio exclusivo de la EP, sino que ésta se
sitúa en un campo más amplio de corrientes críticas y utópicas, como la
filosofía, la teología, la ética y la psicología de la liberación.
Un último
consenso es que la EP posee su propio acumulado teórico y práctico que debe
retomarse y sistematizarse, así como la experiencia de los actuales movimientos
sociales latinoamericanos. No sólo existe un acumulado como corriente
pedagógica, sino también una saber proveniente de su práctica.
Mayor
articulación con los movimientos sociales
Desde sus
orígenes la EP se vincula a los procesos organizativos y movimientos populares
que reivindican dignificar sus condiciones de vida. En torno a estos
movimientos se articuló el discurso sobre el sujeto histórico del cambio
social, sobre la afirmación de identidades culturales y sobre la contribución
de la EP a la constitución de ese sujeto.
Sin
embargo, desde mediados de los noventa muchos centros y la propia secretaría
del CEAAL focalizaron sus energías en relacionarse e incidir en las
instituciones y políticas públicas que emergían en la transición democrática,
descuidando sus vínculos históricos con organizaciones de base y movimientos
populares (que, por su parte, con sus movilizaciones mostraron los límites de
las nuevas democracias).
Dentro de
su proceso de revitalización, los movimientos populares asumieron la
importancia de la educación, construyendo propuestas pedagógicas que, si bien
reconocían el aporte de Freire y la EP, se basaban en nuevos referentes, como
la pedagogía de la tierra del campesinado en Brasil, la pedagogía rebelde del
zapatismo en México o la educación propia de las poblaciones indígenas
colombianas. La EP retoma sus vínculos con los movimientos sociales para
compartir sus acumulados, aprender y seguir construyendo juntos pensamiento
pedagógico y estrategias educativas emancipadoras.
EP y
democratización
A las democracias realmente existentes en la región se las ha
caracterizado como de “baja intensidad” o “restringidas y restrictivas” porque
reducen el ejercicio de la ciudadanía a la emisión del voto y buscan enmascarar
las injustas desigualdades en la distribución de la riqueza. Por ello desde los
movimientos sociales y otras expresiones de la sociedad civil organizada se
enfatiza la necesidad de democratizar
las democracias, de radicalizarlas, devolver el poder del mandato al pueblo y
darles integralidad articulando el crecimiento económico con la justicia social
y el ejercicio participativo del gobierno. En esa lucha se han multiplicado las
experiencias de vigilancia ciudadana, de gobiernos democráticos locales y de
colectivos.
La EP,
como educación democrática, para los derechos humanos y para la participación,
ha contribuido, sin duda, a este proceso. Sin embargo, falta avanzar en un
posicionamiento propio, crítico y alternativo, más allá de los marcos liberales
hegemónicos.
Diversidad
frente a exclusión
Uno de los
elementos centrales que han reivindicado los pueblos indios y afros, los
movimientos de mujeres y los movimientos en torno a los derechos y la
diversidad sexual ha sido el derecho a la equidad en la diversidad, al respeto
en la diferencia que define identidades y modos de expresión y realización
personal y colectiva. Con sus luchas y demandas han puesto el dedo en la llaga
de la subordinación y la discriminación que ahonda la lógica de la explotación
económica y la manipulación política. Han ido al fondo de las lógicas de
negación de la dignidad humana que predominan en la visión occidental de la
vida y en los modelos culturales, religiosos y sociales hegemónicos. Han
colocado la vida cotidiana en el escenario de la lucha política y nos han
obligado a revisar radicalmente los roles que asumimos y las relaciones
sociales que generamos.
La EP se
ha visto urgida a reconocer estas dimensiones de la emancipación humana, estas
nuevas expresiones de la lucha social y política. Por ello, se vienen revisando
las prácticas de Educación Popular y nos preguntamos críticamente cuánto nos
falta por avanzar en este camino de la construcción de la equidad y la
superación de toda forma de discriminación.
Alfonso
Torres Carrillo es educador popular colombiano, profesor e investigador de la
Universidad Pedagógica Nacional.
Este artículo ha sido publicado en el número 56 de Pueblos – Revista de Información y Debate, abril de 2013.
NOTAS:
1.
Torres, Alfonso (2007): La educación popular. Trayectoria
y actualidad, El Búho, Bogotá.
2. Más información y números en PDF para descargar en: www.ceaal.org.
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