Lunes, 15 de abril de 2013
Un legado de muerte, hambre y
malformaciones genéticas
LOS CRÍMENES DE GUERRA
OCULTOS EN LA OCUPACIÓN DE
IRAK [Vídeo]
Por Margaret Kimberley (*) -
Black Agenda Report
Estados Unidos deja una
impresión indeleble en los pueblos que entran en contacto con ellos: en el caso
de los iraquíes, un legado de muerte causada por las bombas, las balas, los
incendios, el hambre, las enfermedades y las malformaciones genéticas. Estados
Unidos no inventó los crímenes de guerra, pero el alcance global de los suyos y
su estilo tecnológicamente avanzado hace que este país sea único en los anales
de la inhumanidad.
El término “criminal de guerra”
evoca imágenes de los secuaces de Hitler o del general Tojo dirigiéndose a la
horca como castigo por los crímenes cometidos contra la humanidad durante la
Segunda Guerra Mundial. Auschwitz y Nankín nos vienen a la mente, pero las
referencias son a menudo relegadas a lugares lejanos, tiempos pretéritos o
déspotas extranjeros.
Raras veces se piensa en los
estadounidenses como miembros de esta categoría, pero ese nivel de ignorancia y
negación es inexcusable. Estados Unidos existe debido a las atrocidades que
tuvieron lugar desde que el primer europeo llegó a ese subcontinente. Todo
comenzó con la matanza de millones de indígenas y, más tarde, con la captura de
millones de africanos convertidos en esclavos. Si se han cometido crímenes
contra la humanidad, estos se cometieron aquí.
Esos crímenes no se detuvieron
en aquellas fronteras y no todos se cometieron en los siglos pasados. Numerosas
invasiones y ocupaciones han puesto a EEUU en el mapa de los crímenes de
guerra, y algunas de estas atrocidades se están produciendo ahora mismo, aunque
no aparezcan en los medios de comunicación corporativos y no sean nombradas por
los políticos republicanos y demócratas.
Si hay algo peor que la destrucción de Irak y
la matanza de un millón de personas por parte de EEUU, es el hecho de que este
crimen no haya sido denunciado por los medios de comunicación. La mayoría de
los estadounidenses no sabe mucho sobre la invasión y la ocupación por el mero
hecho de que los medios corporativos no les han contado nada importante sobre
ello. La consolidación de los grandes medios en gigantescos conglomerados
empresariales y su sometimiento político a los grandes intereses económicos ha
garantizado que solo un puñado de estadounidenses intrépidos, que han rebuscado
en sus propias fuentes de noticias, hayan conocido al menos parte del horror
que su gobierno ha causado al pueblo iraquí.
Pero no saben que los
proyectiles y misiles cargados con uranio empobrecido han envenenado el aire y
el agua de Irak, y que fueron utilizados por primera vez en la guerra del Golfo
de 1991. No saben que miles de niños iraquíes murieron por causa de unas
sanciones que hicieron imposible conseguir alimentos y medicinas. No saben nada
de la ciudad de Faluya y de cómo fue destruida por las fuerzas estadounidenses
en 2004.
La campaña para “pacificar”
esta ciudad comenzó después de que unos contratistas militares de EEUU fueran
abatidos en 2003. En abril y, luego, en noviembre de 2004 la ciudad fue
arrasada por las fuerzas ocupantes que perseguían, según decían, acabar con la
resistencia. El ejército de EEUU atacó los hospitales de Faluya para impedir
que la prensa internacional viera la carnicería que había provocado. Los
civiles que intentaban huir eran obligados a volver o asesinados, mientras los
soldados cortaron los suministros de agua y electricidad. En los ataques se
utilizaron bombas incendiarias Mark77, una variante del napalm, y fósforo
blanco, un arma química que funde la piel y los huesos. Todos estos macabros
brebajes están prohibidos por el derecho internacional y están cometiendo
castigos colectivos contra la población civil.
El resultado del uso de uranio
empobrecido y otras armas es un tipo de daño genético más grave del que se haya
tenido conocimiento antes. Los índices de cáncer, leucemia y mortalidad
infantil son más altos en Faluya que en Hiroshima y Nagasaki después de que
fueran bombardeadas con armas nucleares en 1945.
Los bebés nacen en Faluya sin
ojos, o con un solo ojo, o con órganos fuera de sus cuerpos, o sin cabeza o con
dos cabezas… El terrible número de víctimas no ha dejado de crecer desde 2005 y
todavía, casi diez años después, sigue creciendo.
Estados Unidos no ha firmado el Tratado de
Roma, por el que se creó la Corte Penal Internacional. No se trata de algo
accidental. El expresidente George W. Bush, su vicepresidente y todo su equipo
de relaciones exteriores y seguridad nacional, estarían en el banquillo de los
acusados de la Corte Penal Internacional si este tribunal no hubiera sido
creado para castigar solo a africanos. Bush, Cheney, Rice, Powell y compañía
son cabezas visibles a las que resulta fácil culpar, pero la denuncia debe ir
más allá. Solo dos miembros del Congreso, Dennis Kucinich y Ron Paul, hicieron
algún intento para investigar el número de víctimas civiles en Irak. Ningún
candidato presidencial o ningún otro político destacado ha planteado jamás el
tema. Los periódicos y las cadenas de televisión estaban ansiosos por ganarse
el favor de la administración Bush y nunca orientaron a sus periodistas
“empotrados” para que dijeran algo sobre la cifra de víctimas civiles en la
guerra.
Ya han pasado cuatro años desde que la
administración Bush dejó el poder. Los consejos editoriales de los periódicos
ya no tienen que preocuparse de ella. La mayoría de las tropas de combate han
dejado Irak y los periodistas, con ellos. ¿Qué impide ahora que el New York
Times haga un reportaje sobre el elevado índice de cánceres y de malformaciones
congénitas en Faluya? Se supone que la MSNBC es la red de noticias por cable
del Partido Demócrata. ¿Por qué no han cubierto esta historia?
Las preguntas son retóricas. No
lo han hecho porque apoyan a su gobierno y a los poderosos más que a la
democracia y a nuestro derecho a conocer algo importante. Los demócratas no son
mejores que los republicanos porque fueron cómplices de sus crímenes, los
apoyaron abiertamente o cometieron algunos ellos mismos.
Hay, sin embargo, criminales de
guerra. Son congoleños o ruandeses. Algunos son estadounidenses. Algunos son
republicanos; otros son demócratas. Son personas que, cuando dejan sus cargos,
siguen haciendo fortunas dando discursos o escribiendo libros. Son considerados
personas respetables, cuando son cualquier cosa menos eso, y si quedan impunes,
el resultado será nuevas matanzas.
(*) La columna “Freedom Rider”
de Margaret Kimberley aparece todas las semanas en Black Agenda Report y es
ampliamente redistribuida en otras publicaciones. Mantiene, además, un blog que
actualiza a menudo en http://freedomrider.blogspot.com/.
Traducción: Javier Villate.
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