14/4/2013
Iraq: 10 años
del 'American way of death'
x Gilberto
López y Rivas
(El
modo de muerte norteamericano) El análisis de los datos es escalofriante sobre
lo que la ocupación ha provocado en proporciones dantescas
Dirk
Adriaensens, coordinador de la organización SOS Irak, da cuenta en un dramático
texto, “2003-2013: resistencia iraquí, guerra sucia estadunidense y
remodelación de Oriente Próximo” (www.brussellstribunal.org), de la
catastrófica devastación que padece este país ocupado, tras 10 años de iniciada
la ilegal e injustificada guerra neocolonial cuyas secuelas no cesan de
aparecer. Lejos de alcanzar el propósito anunciado por los militares
estadunidenses en sus manuales de contrainsurgencia, de hacer de Irak un
ejemplo de la "construcción de naciones" a partir de la
"democracia" impuesta por invasores, y modelo para la reconfiguración
de Medio Oriente, tenemos una población diezmada, un Estado desmantelado y casi
en ruinas, un gobierno colaboracionista y, lo que nadie podía imaginar, la
reafirmación del nacionalismo iraquí y la resistencia política y armada en
medio del caos, la muerte y el colapso del que fue el país más próspero y
progresista de la región, que tuve oportunidad de conocer en 1989. Irak es la evidencia
de lo que realmente resulta de las guerras "humanitarias" del
imperialismo mundial encabezado por Estados Unidos.
Adriaensens
señala que, tal como preveían los integrantes de un grupo de más de 200
economistas opuestos a la guerra (Ecaar, Economists Allied for Arms Reduction),
entre ellos siete premios Nobel, los costos de la guerra, calculados en 3
millones de millones de dólares por Joseph E. Stiglitz en su libro The
three trillon dollar war (2008) –sin contar en este balance el diagnóstico,
tratamiento e indemnización de los veteranos inválidos–, han sumido a Estados
Unidos y el resto del mundo en una profunda crisis económica, señalando
claramente las limitaciones y aberraciones del poder estadunidense.
Nuestro
autor sostiene que la guerra fue ilegal según el derecho internacional, a partir de hechos
probados a una década de iniciada la guerra: 1) NO había armas de destrucción
masiva; 2) NO existía ninguna relación con los terroristas de Al Qaeda, y 3) la
guerra NO llevó la democracia a Irak. Fue una guerra de agresión que no
contaba con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y que tampoco
podía ser considerada de autodefensa, porque Irak no estaba atacando a Estados
Unidos ni planteaba una amenaza inminente. A la luz del derecho internacional,
Estados Unidos es culpable de supremo crimen de lesa humanidad. Fue una guerra
de agresión y conquista neocolonial contra un país soberano integrante de la
ONU.
Se
pregunta Adriaensens: ¿qué ha dado Estados Unidos a los iraquíes? Pues una
versión extrema y brutal del neoliberalismo de Milton Friedman: desregulación,
privatización de entidades públicas y recortes de los servicios estatales, en
un momento en que el auge del neoliberalismo estadunidense e internacional ha
coincidido con el apogeo de Estados Unidos como potencia militar dominante
mundial. Transcribiendo al columnista de The New York Times Thomas Friedman,
Adriaensens destaca: "La mano oculta del mercado nunca funcionará sin el
puño oculto".
En
palabras del investigador: “Estados Unidos ha creado un imperio global en el
que ofrece dos opciones a los países: o aceptan o se les destruye… Esta es la
razón por la que Irak no sólo tuvo que ser invadido militarmente, sino también
destruido… porque se posicionaba de forma completamente contraria al modelo
neoliberal del Banco Mundial y el FMI… Irak era un acérrimo Estado antiliberal: se
negaba rotundamente a ser… cliente de Estados Unidos y había cerrado a los
inversores corporativos, estadunidenses o de otros lugares, su participación en
cualquiera de los mercados tras las sanciones (que le habían sido impuestas):
agricultura, sanidad, educación, industrias, etcétera […] restringir (y ya no
digamos excluir) de sus mercados a las corporaciones estadunidenses hubiera
sido razón suficiente para que Estados Unidos emprendiera acciones decisivas”.
Acertadamente
se aduce que otra de las razones para invadir Irak es la naturaleza guerrerista
del capitalismo: "Para el complejo de la industria militar, para la
economía de los Bush, Cheney, Rice, Rumsfeld, etcétera, para la economía de las
sociedades del petróleo y de los fabricantes de armas, para la economía de los
estadunidenses ricos que poseen acciones en estos emporios y corporaciones,
esta guerra, como las guerras en general, constituye algo verdaderamente
maravilloso porque se embolsarán los beneficios que tan profusamente generan
las guerras... (mientras) la muerte y el desastre los padecerán otros".
Examinemos
los saldos de la guerra y la ocupación de Irak: más de un millón 450 mil muertos,
de acuerdo con un estudio científico sobre las muertes violentas ("Just
foreign policy, Iraq deaths"). Dos millones 700 mil desplazados internos y
dos millones 200 mil refugiados, la mayoría de ellos en estados vecinos; 83 por
ciento de esos desplazados son mujeres y niños y la mayoría de los niños son
menores de 12 años. La tasa de mortalidad infantil ha aumentado 150 por ciento
desde 1990, cuando Naciones Unidas impuso sanciones al país. En 2007 había 5
millones de huérfanos. El 70 por ciento de los iraquíes no dispone de agua
potable. El 80 por ciento carece de condiciones higiénicas. Más de 8 millones
de iraquíes requieren de ayuda humanitaria. En el Informe Mercer sobre
calidad de vida, que abarca resultados respecto a la ciudad más habitable,
Bagdad aparece en el último lugar, como la menos habitable del planeta, debido
a la aniquilación a manos del ejército estadunidense del sistema de plantas de
tratamiento de aguas residuales, de fábricas, escuelas, hospitales, museos y
centrales eléctricas.
El
análisis de los datos es escalofriante sobre lo que la ocupación ha provocado
en proporciones dantescas: desocupados, desaparecidos, presos sin juicio,
víctimas de torturas y tratos degradantes, población urbana malviviendo en
cinturones de miseria, discapacitados físicos y mentales, enfermos por las
municiones de uranio empobrecido, víctimas de los bombardeos y atentados,
etcétera. Y aun así, el pueblo de Irak, digno, ¡resiste!
La
Jornada
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