La
petición de recuento de votos como estrategia golpista
17 ABRIL 2013
Hace unos días señalé que los
medios de comunicación españoles dejaban entrever dos escenarios posibles en
Venezuela, uno era preparar la justificación de la derrota, el otro, preparar
un golpe de Estado. La victoria de Maduro por un margen menor del esperado ha
decantado el tablero de guerra en la segunda dirección. Hay que tener en cuenta
que este plan B de la oposición venezolana ha sido siempre el plan A de las
oligarquías y del imperio [1] pero el carisma y el liderazgo del presidente
Chávez, así como la construcción de un proyecto de hegemonía popular, le hacían
ganar las elecciones con un margen suficiente como para que la estrategia del
golpe fuera arriesgada –la relación costes- beneficios era desfavorable en una
situación de guerra civil-; digamos que la correlación de fuerzas estaba
demasiado escorada hacia el proyecto bolivariano.
Después del fracaso del golpe
de abril del 2002 y la huelga petrolera contra el gobierno de Chávez la
oposición, probablemente con el adecuado asesoramiento externo, ha entendido
que el “clásico” golpe latinoamericano debía ser matizado, diversificado y adaptado
a la coyuntura. Conseguir un resultado ajustado ha formado parte de la
construcción de las condiciones preparatorias de un golpe de Estado con
posibilidades de triunfar. Para lograrlo el trabajo de las corporaciones
mediáticas es fundamental, no suficiente sin duda, pero imprescindible en su
tarea de bombardeo de conciencias y del sentido común. En un país como
Venezuela con el 80% de los medios en manos de la oposición (aproximadamente un
70% de las audiencias) podemos decir que la artillería disparaba en casa. Fuera
de Venezuela las corporaciones mediáticas, en general, comparten intereses con
sus pares venezolanos o tienen capital norteamericano. Durante años han
cañoneado sobre la credibilidad del proceso electoral, generando dudas,
cuestionando al CNE, alimentando rumores y temores y mintiendo abiertamente.
Poco ha importado que hasta la propia oposición recurriera al sistema electoral
y al CNE (que en Venezuela es un poder independiente del Estado) para elegir
como candidato de la oposición al propio Capriles, ni que haya reconocido casi
inmediatamente los resultados cuando las diferencias de voto eran elevadas. Una
sospecha se esparce y germina fácilmente ocultando cualquier contradicción
lógica. Los medios de comunicación se ocupan de diseminar las sospechas y
agregar las conciencias de los ciudadanos en torno a un tema: el sistema
electoral.
En el caso de estas elecciones
se ha trabajado profusamente en el cuestionamiento del sistema electoral y las
instrucciones, no podía ser de otro modo, partieron del Departamento de Estado
norteamericano. El 16 de marzo la sub secretaria de Estados Unidos (EE.UU.),
Roberta Jacobson, hizo unas declaraciones públicas dudando de la transparencia
y la seguridad del sistema electoral venezolano e inmediatamente después el
discurso de Capriles adoptó la consigna [2] . Los periodistas han lanzado sus
proyectiles hacia ese objetivo a lo largo de toda la campaña. En vez de
contrastar las declaraciones de la oposición, por ejemplo, con el informe de la
Fundación Carter que afirma que el sistema electoral venezolano es el más
fiable y transparente, por encima del de EEUU, “el mejor del mundo”, según
palabras del propio Jimmy Carter, o recurrir a los informes de los cientos de
observadores y acompañantes extranjeros (de todas las ideologías y partidos)
[3] que en cada votación han declarado sobre la fiabilidad y limpieza del
sistema; los periodistas han reproducido sin parar las consignas de la
oposición.
El no reconocimiento de los
resultados estaba ya anunciado en caso de que el margen no fuera muy amplio. De
hecho los medios de comunicación españoles cubrieron la acción de 40
estudiantes y recogían en el titular las declaraciones de ellos “Esperamos que
Capriles esté a la altura y no reconozca los resultados si hay fraude” [4] ; lo
mismo debió de decirle el departamento de Estado cuyo portavoz, Patrick
Ventrell, se ha negado a reconocer la victoria de Maduro, respaldando de ese
modo la vía desestabilizadora y permitiendo ganar tiempo a la estrategia
golpista.
Otra de las condiciones
necesarias para el golpe ha sido ganar en la correlación de fuerzas, conseguir
el suficiente apoyo popular, aunque no se ganaran las elecciones, como para
que, dentro y fuera de Venezuela, los conflictos fueran vistos por la opinión
pública como “inevitables”. El trabajo más sistemático se ha hecho en este
campo. Incluso cuando el presidente Chávez ganaba ampliamente los medios no
dejaban de repetir que Venezuela estaba dividida en dos mitades, que el
presidente crispaba al país etc. Esta construcción siempre se ha matizado
asignando a los seguidores chavistas la etiqueta de provocadores, extremistas,
etc. mientras que los seguidores de Capriles han sido presentados como
pacíficas víctimas que sufrían injustamente el abuso de poder del Estado. Ganar
en la correlación de fuerzas ha permitido además la operación de marketig que
le da a Capriles un aire popular del que carece –tanto por extracción social
como por recursos-. La victoria reducida de Maduro [5] y la toma del poder, tal
y como corresponde según las leyes venezolanas, han permitido recrear la imagen
de extremismo que pudiera “justificar” a ojos de la opinión pública
internacional los conflictos provocados por la oposición. Aquí los medios han
trabajado sobre la idea de “pacto” homologando al chavismo a los partidos
occiendentales en los que al no haber ideologías o proyectos antagónicos, todo
se puede pactar y negociar. Aunque no se ganaran las elecciones si se conseguía
suficiente apoyo popular se podía exigir al gobierno que pactara con la oposición.
La opinión pública fácilmente cae en la trampa de parecerle lógico y de sentido
común que si no hay diferencias grandes de votos se debería pactar, no cae en
la cuenta de que se trata de dos proyectos antagónicos, uno de hegemonía
popular otro de hegemonía de las élites –aunque se presente con un discurso
populista-. Negarse a pactar se presenta como una intransigencia que alimenta
el estereotipo de autoritarismo para que sirva como argumento justificador de
un golpe.
Sin lugar a dudas la petición
de recuento total de votos es la principal arma a favor del golpe de estado. En
primer lugar porque para la opinión pública internacional, incluida la
progresista, resulta razonable una petición de ese tipo. Nuestra lógica básica
funciona de la siguiente forma: si los resultados han sido tan ajustados y
habiendo dudas sobre fraude no debe haber inconveniente en que se haga el
recuento total, de esa forma se garantizaría la paz y se evitarían los
disturbios en las calles. En segundo lugar no debería ser un problema esperar a
asumir el poder hasta que se puedan confirmar los resultados. Sin embargo, todo
esto que parece tan razonable, puesto el contexto venezolano es una trampa. Ni
el CNE puede aceptar el recuento total del voto ni Maduro puede demorar su toma
de posesión. Si el CNE acepta el recuento total de votos está aceptando que el
sistema electoral venezolano (totalmente automatizado, con 14 auditorías en
todo el proceso y con el 54% de las mesas auditadas) no es fiable, que cabría
la posibilidad de algún tipo de fraude. Todo el sistema electoral es la
garantía de la soberanía popular en Venezuela y no emite resultados
provisionales o encuestas, cuando emite los resultados es porque el recuento
realizado ya hace irreversibles resultados de modo que cuestionar estos
resultados significa cuestionar todo el sistema incluida la independencia del
CNE. Cualquier irregularidad detectada, como en cualquier país que conozcamos,
ha de ser dirimida en los tribunales, cosa que no ha hecho la oposición
venezolana que ni siquiera ha formalizado su denuncia de fraude ni las
reclamaciones. Por otro lado, el elegido presidente Maduro no puede dejar de
asumir la presidencia pues implícitamente asumiría que el resultado no está
claro y contribuiría a alimentar las dudas y la inestabilidad del país.
El objetivo de la oposición al
no reconocer los resultados y pedir el recuento total no es “ganar las
elecciones” sino ganar tiempo para la estrategia golpista. Se trata de abrir un
periodo de incertidumbre para que las corporaciones mediáticas y los grupos de
choque de la oposición hagan su trabajo desestabilizador. De hecho apenas medió
tiempo entre la emisión de los resultados y los atentados de “seguidores de
Capriles” a sedes del PSUV, ataques a los ambulatorios atendidos por cubanos,
disturbios en las calles etc. Se habla ya de 7 muertos y 61 heridos y la
oposición ha hecho varios llamados a la desobediencia civil. La oposición
venezolana no parece estar dispuesta a tomar el poder por las urnas de modo que
trata por todos los medios de que el nuevo gobierno no se consolide. Los medios
de comunicación en España así como el gobierno han cerrado filas alrededor de
la oposición venezolana y despliegan toda la artillería. El ministro Margallo
habla de un malentendido cuando pidió el recuento de los votos y de la
interinidad de Maduro, probablemente las inversiones españolas en Venezuela le
han llevado a matizar sus declaraciones; pero los medios, mucho más implicados
con la estrategia golpista han repiqueteado las ideas de limbo y vacío de
poder.
En estos momentos el recuento
total es la consigna que trata de invertir la correlación de fuerzas y los
resultados electorales, se trata de hacer aceptable lo que no lo es. Los medios
consiguen que el ganador de las elecciones sea el cuestionado, que los
defensores de la legalidad vigente aparezcan como transgresores y que la
violencia golpista se presente como expresión de la voluntad popular. Se lanzan
los cuerpos de choque que pondrán en marcha una espiral de violencia y después
la movilización de masas. Estos grupos violentos utilizarán la provocación
(atentados, violencia callejera, etc.), si no obtienen respuesta aumentarán el
nivel de provocación y si los chavistas responden estarán justificados en sus
ataques (se estarán defendiendo) Por otro lado, estos grupos no pueden quedar
aislados por eso hay que sacar a las masas a la calle de modo que no se pueda
distinguir entre estos grupos y la gente normal, de ahí el llamado de Capriles
a una marcha popular hacia Caracas. “El pueblo en la calle” servirá de
justificación a los medios y a muchos intelectuales y académicos para dar la
razón a la oposición.
La historia de América Latina
es recurrente en la forma en que las élites se han perpetuado en el poder, o se
ganan las elecciones o se toma el poder por fuera. Chávez y la Revolución
bolivariana han torcido el brazo del imperio y sus socios durante demasiado
tiempo y el virus se ha ido extendiendo a otros países latinoamericanos. Parece
pues que, contrariamente a lo que afirman algunos medios, ni la oposición
venezolana ni el imperio saben esperar.
Ángeles Diez, Doctora en Cc.
Políticas y Sociología, profesora de la UCM
[1] La oligarquía venezolana,
muy vinculada a EEUU y sus socios, engloba a las empresas transnacionales con
intereses en las reservas petroleras, el empresariado importador nacional, los
partidos políticos tradicionales y las corporaciones mediáticas.
[5]http://www.rebelion.org/noticia.php?id=166766&titular=victoria-m%EDnima-del-%3Ci%3Echavismo%3C/i%3E-
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